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Comentarios de algunas de las cintas recomendadas:

Película basada en las memorias de Helen Haff. Narra las relaciones por correspondencia entre la escritora estadounidense, muy abierta, progresista y alocada, y un librero londinense estirado, pero enamorado de su cliente del otro lado del Atlántico. A través de la relación epistolar entre los personajes vamos descubriendo la historia de los dos países desde la posguerra hasta los años 70. Pero también vemos como evoluciona la amistad hasta convertirse en amor. El exceso de voz en off de la película, debido a la lectura de tanta correspondencia, es compensado con imágenes de la vida cotidiana de los protagonistas que nada tienen que ver con lo que se está oyendo. El resultado es un complemento perfecto a la información que se desprende de cada una de las cartas. Para los aficionados a la literatura y a la vez cinéfilos puede ser una cinta de culto.

Un hito en la historia del cine. Toda una referencia para los profesionales de la edición. Una espectacular demostración de “el montaje de atracciones”, así llamado por el propio Eisenstein que creía que la mejor manera de expresar las emociones era encadenando diferentes planos de escenas que transcurren en paralelo dentro de una misma secuencia.
Y es que por separado, los planos podrían narrar la acción convencionalmente, pero juntos, y convenientemente montados, consiguen un sorprendente efecto expresivo. Así, la secuencia de la rebelión en el buque de guerra o la de la escalera de Odessa, entre otras, consiguen amplificar el mensaje del director gracias al trabajo posterior al rodaje.
Pero no sólo el montaje destaca en esta producción -para muchos la mejor de la historia- sino también el alarde de inteligencia al servicio, eso sí, de la propaganda soviética. Las metáforas se suceden desde el arranque con los marineros durmiendo en el sollado; es el episodio “Hombres y Gusanos”, donde la dotación descansa en los coys. La imagen que propone Eisenstein es semejante a la de las larvas, y es que la simbología de este primer capítulo es doble: por un lado se está gestando una revolución, aún embrionaria; y por otro el detonante, la denuncia, por parte de los marineros, de que la carne que les alimenta está podrida, llena de gusanos.
Ejemplos de este tipo son continuos y enriquecen progresivamente la acción que llega a ser

El Acorazado Potemkin va más allá de la consideración de obra maestra. Es una cinta para homenajear a la menor oportunidad, no sólo en señal de gratitud hacia uno de los más grandes directores que haya existido, sino para reconocer el enorme monumento que el propio cine se ha hecho a sí mismo.

De nuevo Antonioni retomando su tema preferido, el de la incomunicación del hombre con la vida que le rodea. Para ello utiliza esta vez a un periodista y lo sitúa en un ambiente de lo más hostil: un país desértico donde el personaje no se entiende con los nativos (herencia directa de Rossellini y continuación de obras del propio Antonioni como La Aventura o El Desierto Rojo). El rechazo por parte del protagonista es tal que cambia de identidad, como si fuera un personaje de Patricia Hihgsmith. A destacar el larguísimo y brillante plano final: con la cámara fija rodando desde el interior de una habitación, a través de la ventana. Las imágenes –y los sonidos- entran y salen del plano y ayudan al espectador a entender lo que está pasando sin mover ni un centímetro el objetivo. Algo parecido haría Michael Haneke en una secuencia, igualmente memorable de Caché (2005).
El suizo Alain Tanner realiza una singular película que ganó el premio del jurado en el festival de Cannes, en 1981, y que consigue emocionar hoy en día gracias a una atractiva historia… leer más