Almas
en el mar (Souls at Sea, 1937)
Primera de las dos aventuras marítimas que Henry Hathaway
rodó seguidas en la Metro Goldwyn Mayer. Ideada por Ted Lesser, Almas en el mar es un filme de aventuras que bien
podría pertenecer al género de juicios o al de catástrofes:
Nuggin
Taylor (Gary Cooper) es un marino que quiere hacer la guerra por su cuenta
contra los negreros. Taylor y su compañero Powdah (George Raft) embarcan en el “William
Brown”, un esbelto clíper que los llevará a Savannah. La misión de Taylor es infiltrarse
en una banda de traficantes para provocar que sean capturados. En la travesía el
buque se incendia debido a un accidente. Aunque Taylor se comporta como un héroe,
será acusado por un tribunal de asesinar a varios de los pasajeros durante el
naufragio.
En
realidad, el libreto de Almas en el mar se cuenta desde un largo flashback.
La cinta arranca con el juicio de Filadelfia. La audiencia se suspende por la
llegada de un representante del ministerio del interior inglés que salva in
extremis a Taylor y se convierte en el narrador de la película. Para Gary
Cooper, el protagonista del largometraje (la cuarta vez que colaboraba con
Hathaway), la trama se haría bastante familiar. La misma historia de héroe
falsamente acusado en un juicio se repitió en más de una ocasión a lo largo de
su carrera.

En Almas
en el mar, Gary Cooper no figura solo al frente del reparto sino que
comparte protagonismo con George Raft. Los personajes de ambos actores son
reflejo de su condición de profesionales en la realidad. Mientras Cooper era
toda una estrella de primera línea, y su personaje era un marino culto, que lee
a Shakespeare, juega al ajedrez y se enamora de una dama, Raft era un actor de
películas de serie B que cimentó su fama haciendo de gánsteres en policíacos.
En la película era un negrero arrepentido, con un pasado más oscuro que el de
Cooper, medio analfabeto y mujeriego, que se lía con una criada. Un personaje
simple en apariencia que se hace más atractivo de cara al público que el
interpretado por Gary Cooper. Daba la impresión de que cuando Raft trabajaba junto
a estrellas consolidadas, los resultados eran mejores que cuando lo hacía solo.
Claro que parte del mérito hay que dárselo a Hathaway que retrató la amistad
inquebrantable entre los dos personajes basándose en la admiración de Powdah
sobre Taylor, la que le lleva, por ejemplo, a aprender poesía de su culto
amigo. Los dos temas, el de la amistad y el aprendizaje eran de los preferidos
de Henry Hathaway, muy presentes en varias de sus películas.
El éxito taquillero de
Almas en el mar no fue ninguna sorpresa porque era una película que lo
tenía todo, que repartía por igual aventura, humor, romanticismo y catástrofes.
Además logró tres nominaciones a los premios de la Academia, algo que sin duda
fue un aliciente para que Hathaway, cinematográficamente hablando, volviese
pronto a la mar.
Lobos
del norte (Spawn of the North, 1938)
Para su segunda película seguida en la mar, Hathaway llamó
de nuevo a George Raft y se decidió por otro actor en alza: Henry Fonda. Raft no era el único que repetía, Hathaway contó con el mismo equipo
técnico que tan buen resultado le había dado en Almas en el mar:
decoradores, músico, director de fotografía, montador, etc.; y por si eso fuera
poco, para asegurarse la jugada logró que el escritor más ingenioso, Jules Furthman,
accediera a trabajar con él escribiendo un guión que no tenía desperdicio:
Jim
Kimmerle (Henry Fonda) y Tyler Dawson (George Raft) viven en Alaska y son
amigos desde la infancia, pero han elegido caminos opuestos: el primero ha
montado una fábrica de conservas con el dinero heredado de su padre, y se
dedica a la pesca del salmón. El segundo acaba de regresar del Ártico, y aunque
está sin blanca, su intención es comprarse una goleta para volver al norte y
cazar focas. Para conseguir el dinero que necesita, Tyler se alía con el pirata
ruso Red Skain (Akim Tamiroff). Juntos saquean las trampas para salmones que
son propiedad de Jim y sus compañeros.
Entre
Almas en el mar y Lobos del Norte hay muchos puntos
en común: el final ––que no vamos a contar––; los dos amigos situados a ambos
lados de la ley; o las escenas que subrayan la amistad. Dichas secuencias están
muy bien llevadas desde el lado de la fotografía gracias a Charles Lang, que si
bien estuvo correcto en Almas en el mar, aquí demostró por qué
era uno de los mejores operadores de Hollywood.
Todo
lo comentado acerca de George Raft en Almas en el mar se puede
aplicar aquí perfectamente. Su trabajo resultó de nuevo convincente gracias a
la cercanía de Henry Fonda, y su personaje se hizo más atractivo que el del
héroe por las mismas razones que en el filme anterior.

Con respecto al director, se
ha hablado mucho de un realizador que debido a la heterogeneidad de sus
propuestas no parecía tener una personalidad definida. Afirmación como poco
discutible cuando en Lobos del Norte apreciamos varios de los
temas que interesaban al director, y que ya se vieron en Almas en el mar.
Me refiero a la amistad, a la evolución de los personajes a través de la
historia, y al final nada feliz. Hathaway también trató otros asuntos
presentes en la mayoría de sus películas como el contraste entre lo viejo y lo
nuevo, la importancia de la comunidad sobre lo individual y el interés por la naturaleza.
Pero lo que más se aprecia en Lobos del Norte es la predilección
de Hathaway sobre el debate entre el progreso, por un lado, y los valores
tradicionales, por el otro.
En realidad es el tema principal
de la película. Nada más empezar, Tyler deja clara su postura: el sueño de toda
su vida es comprar una goleta, volver a navegar por el Ártico, y cazar focas.
Mientras, Jim quiere establecerse en el pueblo, ver crecer la ciudad y hacerse
empresario con su fábrica de conservas. Dos puntos de vista opuestos que son la
causa última del enfrentamiento entre los amigos. Hathaway no se limita al
diálogo, sino que se apoya en otros personajes y elementos que los rodean para
subrayar las intenciones de cada uno. Así, Dian, la mujer enamorada de Jim, es
universitaria y no deja que su novio se implique en la lucha; mientras que
Nicky, la compañera de Tyler, es como
él, tiene un pasado de aventura y desea ir al norte con su amado. Además está
Skyler, la foca, un elemento de comedia que usará Raoul Walsh en El mundo
en sus manos, y que simboliza la libertad de su dueño. En Lobos
del Norte, la secuencia en la que Tyler se encuentra con su mascota es
una maravilla: Tyler se zambulle en el agua para jugar con ella sin quitarse la
ropa, sin importarle el resto del pueblo que asiste atónito a la escena; hasta
el nombre de su pesquero, “Who Cares”, define cómo es el patrón.