martes, 8 de enero de 2019

2 X 1: "HIJOS DE NADIE" y "QUIEN ESTÉ LIBRE DE PECADO" (Raffaello Matarazzo)

Hijos de nadie (I figli di nessuno, 1951)

Con los últimos coletazos del neorrealismo, el cine italiano se volvió más comercial. Las películas de género, en especial las comedias y los melodramas, triunfaban allá donde las cintas realistas ya estaban pasadas de moda.

La productora Titanus fue una de las que más se benefició del nuevo estatus, en parte gracias a un triunvirato que sublimó el melodrama como nunca nadie lo había hecho antes. Nos referimos al director Raffaello Matarazzo y a los actores Amedeo Nazzari e Yvonne Sanson. Los tres fueron los artífices de un éxito sin precedentes, que se prolongó en el tiempo a lo largo de toda la década de los cincuenta.

Desde Tormento (1950) hasta Café de puerto (Malinconico autunno, 1958), hicieron un total de siete películas juntos; si bien, el primer gran asalto a la taquilla fue con Catene (1950). El éxito continuó con su siguiente película, Hijos de nadie, donde de nuevo Matarazzo bebía de las fuentes del folletín y se aseguraba ríos de lágrimas entre los espectadores, que llenaban las salas para ver sufriendo a la pareja de moda.



Así, en Hijos de nadie, Amedeo Nazzari era un empresario de la alta sociedad que se enamoraba de la hija (Yvonne Sanson) de unos de sus empleados. De ese amor imposible nacía un niño no deseado, sobre todo por la madre del millonario, una malísima Françoise Rosay rescatada del Realismo Poético francés. Dicho personaje haría todo lo posible para que Amedeo no se casase con una mujer de tan baja clase social. Llegaría incluso a secuestrar al niño y hacer creer a todos que había muerto. El drama se tornaba tragedia, mientras la película alcanzaba la cima del ciclo iniciado el año anterior.

El filme tuvo tan buena respuesta en el público que propició una secuela: L’angelo bianco (1955). Una continuación rocambolesca, muy cercana al Vértigo de Hitchcock ––tres años antes de esa obra maestra––, donde Amedeo Nazzari creía ver a su amada cuando conocía a una doble de Yvonne Sanson. La actriz se desdoblaba en dos: en una pecadora y en una monja, y el largometraje se volvía inverosímil hasta extremos de derivar en una suerte de cinta hagiográfica donde solo faltaba que la monja levitara al final.


Quien esté libre de pecado (Chi e sènza peccato…, 1952)

Las películas del ciclo de Matarazzo eran tan similares en la estructura y hasta en la trama que si L’angelo bianco fue una secuela de Hijos de nadie, su siguiente cinta después de esta fue prácticamente un remake.

En efecto, Quien esté libre de pecado, se regodeaba en un drama que se apoyaba en el guion de Hijos de nadie, pero lo hacía en diferido: ahora la que se había enamorado de alguien que no era de su clase social, y había tenido un hijo con él, era la hermana de Yvonne Sanson. Yvonne se iba a casar con Amedeo Nazzari ––por supuesto––, pero la perversa François Rosay no iba a permitir que ese hijo bastardo manchara su respetable apellido, así que lo más fácil era endosárselo a la tía, a la pobre Yvonne y, de paso, lograr que Amedeo la repudiase por adúltera.

Los protagonistas, como se ha dicho, eran siempre los mismos: por un lado, Amedeo Nazzari, un galán que transitó desde los papeles de aventurero en la época fascista, hasta los melodramas de Matarazzo ––siguiendo la evolución del propio cine italiano––; y por otro, Yvonne Sanson, la actriz con cuerpo de popolana, como sus coetáneas Silvana Mangano o Sofía Loren, pero, a diferencia de ellas, anclada mucho más en el drama, sin apenas asomar por la comedia.



No solo repetían los actores, también el equipo artístico era el de siempre, donde destacaba el encargado de la música, Salvatore Allegra, y, sobre todo, el director de fotografía, Rodolfo Lombardi, responsable de una estética naturalista más cercana al cine negro que al neorrealismo.

Melodramas moralistas, religiosos en exceso, madres solteras, relaciones imposibles entre amantes de distinta clase social, hijos no deseados condenados a una vida dickensiana hasta un final, casi siempre trágico, eran algunas de las características de las cintas de Matarazzo-Nazzari-Sanson. Populares hasta la saciedad, estas películas han llegado hasta nuestros días como un ejemplo de buen cine clásico, muy cuidado en todos los aspectos y, por tanto, bastante recomendable.






10 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Pues sí, eran tramas un poco derivadas de las fotonovelas de las que eran tan aficionados los italianos, o de las novelas por entregas del siglo XIX. Matarazzo supo actualizar tales historias y trasladarlas a la gran pantalla con habilidad.

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  2. Que tal Ethan!
    Me encantan estas sesiones dobles, sobre todo con cine italiano de por medio. Otros dos titulos que desconocia pero que me apunto. Eso de "madres solteras" lo vivi en primera persona, en este caso lo de "hijo de soltera" era una de aquellas tristes etiquetas que afortunadamente ya forman parte del pasado.
    Un saludo!

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    1. Era un lugar común en aquellas películas: el hijo nacido de un amor imposible y luego repudiado por todos. Había una doble historia, o casi triple: la de la madre que creía que su hijo había muerto; la del niño de hospicio en hospicio como el protagonista de una novela de Dickens; y la del padre, en otro país, desconfiando de su amante por culpa de equívocos o de la malvada de turno. Con tales mimbres, el melodrama estaba servido.
      Saludos!

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  3. Me causó gracia eso de que a la monja lo único que le faltaba era levitar

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    1. Sí, jajaja, si vas a ver "L'angelo bianco", fíjate en el final, entonces sabrás a qué me refiero.

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  4. Me sonaba ese director por una película que rodó en España y que en Italia nunca fue estrenada: "Dora, la espía" con Maruchi Fresno. Parece que ahora se le intenta reivindicar después de haber sido marginado por rodar melodramas que ahora se ven anticuados.
    Saludos!
    Borgo.

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    1. No la he visto, pero es verdad lo que dices, era un director maldito hasta hace poco. Viendo su filmografía hay películas tan sorprendentes -y buenas- como "Treno popolare" un claro antecedente del neorrealismo, mucho antes de que se inventara. Los siete melodramas que rodó con Nazari y Sanson son un ejemplo de la calidad de su cine.

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  5. ¡Ah! y si pasas por Barcelona antes del 31 de marzo te recomiendo la exposición sobre Stanley Kubrick en el CCCB. Ayer la visité y me gustó muchísimo.
    Saludos!
    Borgo.

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    1. Gracias por la información, la tendré en cuenta. Saludos!!

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