Mostrando entradas con la etiqueta Fantástica. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Fantástica. Mostrar todas las entradas

domingo, 20 de diciembre de 2020

2 X 1: “LAS AVENTURAS DE PINOCHO” y “CORAZÓN” (Luigi Comencini)

Las aventuras de Pinocho (Le avventure di Pinocchio, 1972)

Si hubo algún director italiano interesado por el mundo infantil, y especializado en películas con infantes, este fue, sin duda, Luigi Comencini. Desde sus comienzos como guionista y cortometrajista (Bambini in città, 1946) hasta Corazón (Cuore, 1984), de la que hablaremos más adelante, Comencini dirigió todo tipo de comedias, dramas y adaptaciones literarias centradas en la infancia, con los niños como centro de atención.

No solo se prodigó en la gran pantalla (Prohibido robar, Heidi, El incomprendido, Infancia, vocación y primeras experiencias de Giacomo Casanova veneciano, Vuélvete, Eugenio, Un muchacho de Calabria, Marcelino pan y vino) sino que fue tan bien un avezado realizador de series de televisión tan célebres y de tanta calidad como las dos que traemos hoy a nuestra sesión doble:

Las aventuras de Pinocho, la primera de ellas, es quizás la mejor adaptación del clásico de Carlo Collodi (seguida, de lejos, por la versión de Disney). Rodada en seis capítulos de casi una hora de duración cada uno, fue convenientemente recortada y montada para poder distribuirla en las salas de cine.

 

El Pinocho de Comencini, filmado con un sucio y descarnado realismo, mostrando las miserias de los pueblos de la Italia profunda ⸺y las de sus ciudadanos⸺, fue todo un impacto en Italia y en el mundo entero. Esa aldea paupérrima donde malvive Geppetto (genial Nino Manfredi), en el más crudo invierno que se haya visto nunca en la pequeña pantalla, no tiene desperdicio.

La historia es conocida, pero Comencini se aparta libremente de las versiones más suavizadas y sigue a Collodi en su visión más naturalista para, finalmente, llevarla a su terreno. La vida no puede ser más dura, pero gracias al hada madrina (Gina Lollobrigida, en realidad un fantasma, puesto que se trata de la mujer del pobre Geppetto) consigue que una de sus marionetas cobre vida. El niño es un maleducado que cae mal al espectador y que se merece los sucesivos castigos del hada, que lo convierte una y otra vez en marioneta. Comencini casi cambia el final cuando Geppetto, verdadero sufridor de la historia, prefiere quedarse dentro de la ballena, donde tiene comida y está caliente. En definitiva, realismo crudo, no apto para niños demasiado pequeños, y crítica social soterrada en defensa de las clases menos favorecidas.

Corazón (Cuore, 1984)

Una década después del éxito de Pinocho, Comencini se embarca en un proyecto similar: en la adaptación de otro clásico de la literatura transalpina (la célebre novela de Edmondo de Amicis) y en la dirección de otra miniserie de seis capítulos para la RAI. Una obra tan importante como la de Pinocho, y con igual prestigio y calidad.

Esta vez Comencini adapta la novela con bastante ingenio cambiando la época original de la narración: desde el último tercio del XIX (de Amicis la escribió en 1886) a las trincheras de la Primera Guerra Mundial. Así, son los oficiales y los soldados de una compañía los que van relatando sus vivencias de cuando eran alumnos de primaria en un colegio de finales del siglo XX. Esta circunstancia transfiere el protagonismo a los diferentes niños y al profesor de aquella escuela.

No obstante, lo más original de la serie es la forma en la que Comencini narra cada uno de los relatos interpolados que encierra la novela (ya saben, las célebres aventuras de Marco buscando a su madre en “De los Apeninos a los Andes”, la tragedia de “Sangre Romañola”, la de “El pequeño escribiente”, etc., todas protagonizadas, como no, por niños).

 

El director se vale del cine dentro del cine para reproducir con acierto cada una de las historias mediante cortos silentes, con la estética del cine mudo, y con la ayuda de intertítulos. El mérito reside en lo bien que se siguen ⸺sin pestañear⸺ cada uno de los episodios a pesar de lo rudimentario de la propuesta.

Nunca mejor que en Corazón, Comencini puede dar rienda suelta a su interés por los más pequeños gracias al microcosmos que forma la clase y a la muy buena descripción de caracteres: el malo del curso, el empollón, el rico, el pobre, el abusón, el que sufre acoso escolar, el tullido, etc.

Igual que en Pinocho, el director no esconde su opinión acerca de los conflictos armados y cambia el final: cuando se encuentran al cabo de los años el maestro, ya jubilado, y el protagonista, ahora teniente de permiso, ambos se muestran visiblemente desencantados por las guerras y los muertos sin sentido. Algo que parece contradecir el espíritu nacionalista y patriótico de los relatos que integran la novela. Cosa que sucedió con el libro cuando se publicó, que, curiosamente, fue alabado por la izquierda, pero también por la derecha fascista.

Sin duda, una obra maestra de la televisión.


lunes, 14 de septiembre de 2020

2 X 1: “LA BELLEZA DEL DIABLO” y “MUJERES SOÑADAS” (René Clair)

La belleza del diablo (La beauté du diable, 1950)

Al final de la Segunda Guerra Mundial, muchos cineastas exiliados regresaron a sus países de origen una vez liberados por los aliados. Fue el caso de René Clair, que volvió a Francia después de doce años de ausencia (los de la guerra más los que pasó en el Reino Unido en los años treinta). El prestigio logrado fuera de su patria, con filmes tan afortunados como El fantasma va al Oeste, Me casé con una bruja y Diez negritos, le permitieron seguir rodando en la posguerra cintas tan atractivas como las que traemos hoy a nuestro programa doble:

La belleza del diablo, la primera de ellas, es una versión libre del Fausto de Goethe filmada en clave de comedia fantástica: El viejo profesor de universidad, Fausto (Michel Simon), intenta conseguir la fórmula para fabricar oro. Cuando el joven diablo Mefistófeles (Gérard Philipe) le tienta con el éxito a cambio de que le entregue su alma, Fausto se niega una y otra vez. El ángel caído no renuncia a su misión y recurre a todas las triquiñuelas posibles, entre ellas la de intercambiarse por el anciano (ahora Philipe es un lozano Fausto, y Simon un viejo Mefistófeles), o la de hacerle vivir con anticipación la gloria prometida, incluido el romance con una joven distinguida.

La cinta se vuelve más y más barroca a medida que Fausto acumula experiencias. Incapaz de renunciar a algunas de ellas, la disputa entre el académico y el diablo se recrudece hasta tal punto que es difícil saber si la trama se encuentra en el presente o en el futuro soñado.

 

René Clair, experto en estas lides (no olvidemos su pasado como cineasta de vanguardia en la época silente), convierte la comedia en una película surrealista. Lo hace con denuncia incluida a la guerra fría cuando Fausto logra hacer su ansiado oro y lo vende a un príncipe dictador. Con el diablo de su parte, el tirano logra comprar con el oro armas de destrucción masiva. El planeta asolado que Fausto ve en su particular máquina del tiempo le hará desistir del trato con el demonio.

Con secuencias tan logradas como la del espejo, en el que se puede ver lo que depara el futuro (un ejemplo de cine dentro del cine), Clair rueda un largometraje muy agradable ⸺para los sesudos críticos se trata de una cinta menor, si no fallida⸺, con dos monstruos de la interpretación gala como son Michel Simon y Gérard Philipe. Un duelo de altura en la vida real, que reproduce el que se presenta en la ficción; con el tour de force añadido del citado intercambio de personajes.

 

Mujeres soñadas (Les belles de nuit, 1952)

La siguiente película de René Clair, Mujeres soñadas, es otra colaboración con Gérard Philipe, dentro del mismo género de la comedia fantástica, y con un guion muy en la línea de La belleza del diablo: Philipe es ahora un músico fracasado que malvive gracias a unas pocas clases de piano. Su situación es tan desesperada que a lo único que aspira es a que llegue la hora de dormir para soñar con una vida plena de triunfos y de amores con las mujeres que, en la vida real, ama en secreto.

Igual que en La belleza del diablo, la trama se vuelve cada vez más confusa y desbordante, con decorados muy cercanos a los ideados por Josef von Sternberg; y con viajes dalinianos a través del tiempo ⸺en esta ocasión al pasado⸺, desde el romanticismo hasta la prehistoria, pasando por la guerra de Argelia y la revolución francesa. El exceso de tramas dentro de la trama roza de nuevo el surrealismo y acelera la película hasta una catarsis donde se mezclan todas las épocas soñadas.

La moraleja de Mujeres soñadas es prácticamente la misma que la del filme anterior: al joven músico le sucede lo que a Fausto, ya no desea dormir más porque sus sueños se han convertido en pesadillas. Quiere volver a la realidad, que ahora valora en su justa medida, que es bastante mejor de lo que en un principio parecía.

Mujeres soñadas es también, como La belleza del diablo, una coproducción italo-francesa, con intérpretes de ambos países como Paolo Stoppa o Gina Lollobrigida. Claro que la indiscutible estrella es Gérard Philipe. Un actor al que le van muy bien esos personajes tristes, bohemios, casi desahuciados, que sueñan con una vida mejor, pero que la realidad los atrapa en una dura y melancólica existencia. Un registro que hallará la sublimación en la excelente Montparnasse 19.


 




lunes, 2 de marzo de 2020

2 X 1: “THUNDER ROCK” y “FAME IS THE SPUR” (Roy y John Boulting)

Thunder Rock (1942)

Roy y John Boulting (hermanos gemelos) fueron dos cineastas bastante singulares dentro de la industria cinematográfica británica. Y lo fueron por su cine muy entroncado con las ideas laboristas, algo que, sin embargo, no les causó excesivos problemas en los años cuarenta, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando produjeron, editaron y dirigieron un par de películas con claro signo izquierdista. La condición de la URSS como aliado en contra del régimen nazi posiblemente salvó estas y otras cintas del mismo estilo.

El primero de los dos largometrajes, Thunder Rock, trata de un farero (Sir Michael Redgrave en una de sus mejores interpretaciones, lo cual es decir mucho) que, desencantado de la política de su país, se refugia en las rocas del título para aislarse del mundo exterior. Antiguo activista contra los nazis, sufre la incomprensión de amigos y políticos. Mientras advierte del peligro que supone Hitler, este se va adueñando poco a poco del centro de Europa.

La cinta comienza un poco dubitativa, sin trama a la que agarrarse, hasta que, rozando la fantasía, se transforma en una especie de cuento de Navidad dickensiano, pero al revés: al farero se le aparecen los fantasmas de un barco hundido noventa años antes en Thunder Rock, y viajan con él para que vea lo que fueron sus vidas antes de la catástrofe.


En realidad, todo son imaginaciones del único habitante de aquellos arrecifes, cuyo contacto con el resto de la humanidad se reduce a esos pocos personajes, que su mente ha inventado. Paradójicamente, son los náufragos los que con sus historias convencen al farero para que rompa su aislamiento y se una a la lucha contra el enemigo.

Historia original que deviene en una curiosa cinta, muy bien interpretada por el protagonista y los excelentes secundarios, entre ellos un jovencísimo James Mason, por desgracia con muy pocos minutos en pantalla. Realizado con oficio desde el apartado técnico, el filme cuenta con una fotografía deudora del cine alemán de preguerra. Ese ambiente cuasimístico, acaso gótico, se mezcla bien con un moderno realismo que saca a relucir la habilidad de los hermanos Boulting, anteriormente documentalistas.


Fame is the Spur (1947)

Sin abandonar el entorno social y las ideas progresistas, los hermanos Boulting producen y realizan pocos años después una nueva cinta contando otra vez con la colaboración de Michael Redgrave. Fame is the Spur narra la historia de un arribista, de un político de izquierdas que poco a poco va subiendo de categoría dentro del partido laborista, hasta conseguir ser ministro del interior.

A medida que el protagonista alcanza puestos de mayor responsabilidad, sus ideales se van transformando hasta ser prácticamente los contrarios. Con tal actitud consigue que sus amigos y hasta su pareja le reprochen un comportamiento exacto al de aquellos a los que censuraba en un principio.

Con escenas realistas (algunas extraídas de documentales de la época) tan bien rodadas como la secuencia de la huelga, que tanta influencia tendría en el metraje posterior, los Boulting logran que el espectador se introduzca en la piel del líder laborista para, primero ensalzarlo, y luego criticarlo.

La cinta adapta la novela homónima de Howard Spring ––de hecho, su obra más recordada, basada en la vida de Ramsay MacDonald, primer ministro laborista––, y se encuentra repleta de buenos detalles de guion como aquel que se centra en una espada que perteneció al antepasado del protagonista. El arma es testigo del cambio que experimenta el personaje. Al principio, llega a blandirla para sublevar a las masas, al final, sin embargo, no es capaz ni siquiera de desenvainarla.


Igual que sucedía en Thunder Rock, el uso por parte de los Boulting de una fotografía tenebrista en blanco y negro consigue transmitir al espectador la atmósfera inquietante y la tensión de los momentos más duros de la cinta. Las manifestaciones, los mítines que van encendiendo a los obreros, las cargas de la policía y el ejército, todo editado alternando primeros planos con encuadres más amplios, recuerdan a los mejores filmes de la escuela soviética.

Aunque la película es en muchos aspectos similar a la anterior, existe una diferencia fundamental con respecto al cambio que sufre Michael Redgrave a lo largo de la trama: en la primera cinta se parte de unos ideales perdidos para llegar a encontrarlos de nuevo, e incluso reforzarlos; en la segunda, todo se desarrolla justo al revés.



sábado, 14 de noviembre de 2015

THE HERE AFTER (Magnus von Horn, 2015); LAS MIL Y UNA NOCHES: EL EMBELESADO (O encantado de Miguel Gomes, 2015); LANGOSTA (The Lobster de Yorgos Lanthimos, 2015)

Con el palmarés del festival tras los talones, escribimos nuestra última crónica antes de conocer la decisión del jurado, y hacemos una apuesta algo arriesgada porque no hemos podido ver todas las películas, aunque sí las tres siguientes:

THE HERE AFTER

Compitiendo por el premio del público viene esta cinta del norte de Europa, dirigida por el realizador sueco Magnus von Horn. La organización del festival la compara con The Hunt (Thomas Vinteberg, 2012), por aquello de haberse financiado con la misma productora, y por tratarse de una caza en toda regla, en este caso contra un joven que acaba de salir del reformatorio tras cumplir condena por asesinato. 























A nosotros, sin embargo, nos parece más en la línea de El Hijo (Le Fils de Luc y Jean-Pierre Dardenne, 2002) con una trama muy similar (incluso hay escenas calcadas como la del comienzo dentro del automóvil), donde la reinserción de alguien que ha cometido un error a tan temprana edad parece tarea imposible, aunque siempre queda margen para la esperanza.

No obstante, The here after tiene sus propias características que la hacen diferente a cualquier otra. Desde luego, el frío acento del país nórdico, patente en la puesta en escena y en la violencia explícita, es una de ellas; y la presencia de la muerte que planea a lo largo de todo el metraje configurando un halo de pesimismo, es otra. Y no sólo por lo que se refiere a la trama, sino por el miedo latente que familia y compañeros tienen hacia el recién llegado, por todo lo que rodea a la enfermedad de la mascota, por la subtrama que concierne al abuelo demente, y por lo morboso de la relación entre el joven protagonista y su nueva, y a la sazón, única amiga.



LAS MIL Y UNA NOCHES: EL EMBELESADO.

Como no se puede estar a todo, nos hemos decidido por ver la tercera entrega de la trilogía que Miguel Gomes ha realizado en torno al cuento de Sherezade. De la célebre historia, el director luso sólo ha tomado la estructura y poco más para producir un enorme fresco donde la realidad social de su país se mezcla con la fantasía de su ferviente imaginación.























Habrá que ver el resto de la trilogía para darse una idea más completa, pero esta tercera película nos ha parecido de nuevo irregular debido a algo que ya le sucedió al director cuando nos presentó aquella cinta tan atractiva que fue Tabú (2012) Como le ocurrió entonces, la parte de fantasía supera con creces a la parte semi documental: la mezcla ingeniosa de fábulas como las del ladrón, el procreador guapo, pero tonto, y el genio del viento, son de un frescor que, como dice el título, embelesa. El anacronismo intencionado es un recurso humorístico bien llevado por el realizador; igual que la música y los bellos encuadres de la costa invitan a la contemplación de imágenes muy bien filmadas.

Sin embargo, el intento de enlazar estos cuentos al más puro estilo Pasolini con el documento acerca de los pájaros pinzones, creemos que no está a la altura. Primero porque se alarga muchísimo en el tiempo, y segundo porque la crítica política —el verdadero propósito de la cinta, al menos en esta parte— se consigue sólo a medias cuando Gomes va presentando a los personajes aficionados a la cría de pájaros: la mayoría se encuentra en paro y viven en precario en las casas sociales que el gobierno ha construido para sustituir a las chabolas de la periferia de Lisboa. Una manifestación de las fuerza de seguridad y comentarios del autor al inicio de la cinta parecen insertos para dotar de suficientes elementos de denuncia a una cinta que, o no los necesita, o no se han utilizado bien.

Añadimos unas letras acerca de la segunda parte de la trilogía, que acabamos de ver: Las mil y una noches: El desolado. Bastante mejor que la tercera, comentada más arriba. Se echa en falta algo de la fantasía del Embelesado, de su rodaje a lo Pier Paolo Pasilini, pero sin embargo la mezcla de documental y ficción está mucho más conseguida. La crítica social y política es rotunda y adecuada. Destacamos los relatos de la juez y los cortos de la torre de apartamentos. Ya sólo nos queda ver la primera entrega.



LANGOSTA

Nuestra apuesta para ganar el Giraldillo de Oro y algún premio más. Sobre todo por la originalidad de la trama, algo que ya es sinónimo del nombre del director: Yorgos Lanthimos.























Creemos que el cineasta griego se ha superado en esta ocasión con un filme que navega entre la comedia, la ciencia-ficción y el drama. Lanthimos se imagina un mundo estructurado en torno a la relación de pareja. Por un lado, digamos viviendo de forma normal, se encuentran los casados; por otro, escondidos y perseguidos por la ley, están los solteros, los que quieren vivir sin la responsabilidad de formar una familia. Entre medias, sobreviven los que no tienen una relación, pero la buscan desesperadamente. Para estos últimos, el gobierno ha ideado un hotel que los acoge con la intención de que encuentren a su media naranja. El problema es que si no lo consiguen en cuarenta días, tendrán que ser reconvertidos en otra especie animal.

Una trama tan absurda como divertida. No sabemos si la intención de Lanthimos era rodar una comedia —funciona muy bien como tal—, creemos que sí, aunque la seria actuación de todo el elenco, encabezada por un Colin Farrell con barriga cervecera de funcionario que quiere terminar sus días reconvertido en una langosta, nos hace dudar de si no estamos ante un drama fantástico.  



El estilo de Lanthimos mejora por momentos. En esta nueva propuesta se nos antoja que camina entre el Woody Allen de El Dormilón (Sleeper, 1973) y los sketchs humorísticos de Roy Andersson. En cualquier caso, es un estilo único muy atractivo donde el protagonista (Farrell) deambula perdido en esta extraña civilización, intenta encajar en cualquier de los tres estamentos, sin lograrlo del todo. Es decir, como cualquiera de nosotros.





Nos acabamos de enterar del resultado del palmarés (mañana lo colgaremos aquí): no hemos ganado la apuesta, aunque casi: Langosta, se ha llevado el premio EURIMAGES de las cintas coproducidas por ese fondo europeo. La ganadora del Giraldillo de Oro es una película española que no hemos visto: La academia de las musas (José Luis Guerín, 2015). ¡Ah!, Roberto Minervini (The Other Side) se ha llevado el de mejor dirección, ¡con todo merecimiento! Ampliaremos la noticia.


martes, 14 de octubre de 2014

CINE EN DVD: LA ISLA DE LAS ALMAS PERDIDAS (Island of Lost Souls de Erle C. Kenton, 1932)

El pasado 3 de octubre, la distribuidora Research Entertainment S.L. lanzó al mercado la edición simultánea en DVD y Blu-Ray de un clásico del cine de terror, La Isla de las Almas Perdidas.






















Se trata de la primera versión sonora —y la mejor de todas ellas, con diferencia— de la famosa novela de H.G. Wells, “La Isla del Doctor Moreau”. Adaptada por Waldemar Young y Philip Wylie, fue dirigida por el olvidado Erle C. Kenton, realizador que terminó por especializarse en el cine de terror antes de pasarse a la televisión. El largometraje, si bien, pertenece al subgénero denominado “animalismo” (como King Kong o Murders in the Zoo), tiene cierta similitud con otra obra maestra del cine fantástico: El Malvado Zaroff (The Most Dangerous Game de Irving Pichel y Ernest B. Schoedsack, 1932).

Island of Lost Souls se encuentra narrada desde el punto de vista de Edward Parker (Richard Arlen), un náufrago salvado in extremis por los marineros del mercante al mando del alcohólico Davies. El buque transporta animales salvajes con destino a una isla perdida en el océano. Cuando llegan al fondeadero, el capitán Davies abandona a Parker, junto a la singular carga, en un bote propiedad del Dr. Moreau (Charles Laughton). Mientras Parker espera un medio de transporte que le lleve de vuelta a su país, es testigo de los horrores de la isla: los nativos monstruosos, la críptica forma de proceder de Moreau, los horrorosos gritos que proceden de su laboratorio y la presencia de Lota (Kathleen Burke), una mujer que apenas sabe hablar y que muestra unos sospechosos rasgos felinos.



Aunque se basa en la citada novela de Wells, el filme es una adaptación personal que pone el acento en uno de los experimentos de Moreau: la creación de la mujer perfecta a partir de un animal. Moreau es un mad doctor —típico personaje del cine de terror, como Orlac o Frankestein— que juega a ser Dios y se encuentra obsesionado con su última creación, Lota, “La mujer Pantera”. Moreau aprovecha la presencia de Parker para intentar que surja una atracción sexual entre su invitado y Lota. Un romance imposible que logre redondear la última fase del proyecto, la de unir a la pareja para que tengan un hijo. Con lo que no cuenta el científico es con el instinto animal de Lota que aún persiste en el interior de la criatura.

Se puede entender el filme como un intento de la Paramount por hacerle competencia a la Universal y, de alguna forma, intentar repartirse el pastel del exitoso ciclo de terror —el mejor de la historia— en esos primeros años treinta. En efecto, la cinta de Kenton arranca como sus primas hermanas de la Universal: con una niebla premonitoria cuando recogen a Parker; con una amenaza latente (Parker en el camarote es atendido por Montgomery, el ayudante de Moreau, y se escuchan unos ladridos y rugidos que ponen la película en ambiente); con una fotografía tenebrista a cargo de Karl Struss, muy en la línea del otro Karl, Freund; y, sobre todo, con la presencia de Bela Lugosi, buque insignia del citado ciclo de la Universal, que encarna al inquietante “Predicador de la Ley”, uno más de los experimentos del Doctor Moreau.


Entre los actores, destaca Charles Laughton, casi debutando en Estados Unidos, y Kathleen Burke, la mujer pantera, que sigue la costumbre de esos años de dejar la identidad sin descubrir hasta los créditos finales; mientras, Bela Lugosi, sobreactuado como siempre, se esconde en un disfraz excesivo para gritar las leyes de Moreau. Una interpretación en la que la característica tendencia a la declamación del famoso Drácula no desentona demasiado dada la naturaleza del personaje.

Creo que los aficionados del género, y los cinéfilos en general, disfrutarán de esta joya de la Paramount en los albores del cine sonoro que, como poco, contiene uno de los mejores finales del cine de terror.



Ver Ficha de Island of Lost Souls.



miércoles, 5 de febrero de 2014

CINE FÓRUM: JENNIE (Portrait of Jennie de William Dieterle, 1948)

Hoy traemos a nuestro cine club particular la pregunta del millón: ¿Puede el amor durar eternamente? O lo que es lo mismo: ¿Es el amor más poderoso que la propia muerte? El director, William Dieterle, y el productor, David O. Selznick —se nos antoja que más el segundo que el primero, ahora veremos—, responden a esta cuestión con una obra maestra:


La cinta narra cómo Eben, un pintor sin suerte (Joseph Cotten), se encuentra un día en el parque con Jennie, una niña muy particular (Jennifer Jones, regular caracterizada como jovencita, dada su edad). La pequeña viste como si perteneciera a otra época y se refiere a hechos acaecidos hace varias décadas como si estuvieran sucediendo en ese momento. Eben se queda prendado de Jennie y se pregunta si no ha sido todo una alucinación.

Jennie es en realidad una adaptación de la novela de Robert Nathan a cargo de hasta cuatro guionistas, siempre con la supervisión-intromisión de Selznick —el productor que no sabía o no quería delegar—, todo para conseguir un producto que sirviera de lucimiento a su descubrimiento personal, y a la sazón esposa, Jennifer Jones. La cinta es un melodrama fantástico que reflexiona acerca del amour fou, con un ambiente onírico, muy bien realizado desde la parte técnica e interpretado con el mismo tono melancólico por todo el reparto.

Al estilo de Sueño de amor eterno (Peter Ibbetson de Henry Hathaway, 1935), Eben y Jennie se encuentran media docena de veces y se van enamorando siempre como en un sueño. El largometraje se estructura entorno a esos seis encuentros en donde vemos como Jennie va creciendo paulatinamente. Selznick, en un principio, consideró la opción de contratar a varias profesionales para que dieran vida al personaje principal en sus sucesivas etapas, pero finalmente desechó la idea por el riesgo que corría al depender de tantas actrices para la película. Suponemos que también tomó esa decisión para ahorrar un dinero que luego empleó en presentar a su mujer tan maravillosa como de hecho sale en pantalla, siempre como envuelta en una aureola, apareciendo y desapareciendo de forma mágica.

Para el papel de Eben, Selznick se decidió por Joseph Cotten (se llevó un premio en Venecia por su trabajo en el filme) que actúa casi con el mismo registro que en El Tercer Hombre. Eben se comporta como perdido, esperando que aparezca Jennie en el momento menos pensado, en el parque, detrás de un árbol, o en el portal de su casa. El personaje deambula por la historia sin saber qué pensar acerca de su extraña relación con una persona que parece existir sólo en su imaginación.


William Dieterle, suponemos que atado por corto por Selznick, rueda el drama romántico con un tono expresionista ayudado por la excelente fotografía de Joseph H. August, técnico nominado por su trabajo al Oscar y tristemente desaparecido antes de finalizar el filme. No era la primera vez que Dieterle se enfrentaba a una película rodeada de niebla y claroscuros, o a una cinta fantástica: Fog over Frisco (1934) o El Hombre que vendió su alma (All that money can buy, 1941), respectivamente, son algunos ejemplos dentro de una filmografía repleta de muy buenos largometrajes.

Para resumir, sólo decir que Portrait of Jennie es el típico producto made in David O. Selznick: la cuidada adaptación de un novelón, con muy buenos decorados, excelsa fotografía, música envolvente (primero de Bernard Herrmann, despedido por Selznick, pero dejando en la cinta el tema que canta Jennifer Jones; y después, a cargo de Dimitri Tiomkin, plagiando, según sus compañeros, temas de Claude Debussy) y un excelente reparto, con dos grandes damas de la actuación acompañando a Cotten y Jones: Ethel Barrymore y Lillian Gish.

Y ahora vayamos, como siempre, a hacer un esbozo de análisis de una de las escenas de la película. Estamos en la segunda mitad de la cinta y asistimos a uno de los seis encuentros entre Eben y Jennie:



La secuencia dura ocho minutos aproximadamente y se divide en dos partes: el encuentro nocturno y el posterior paseo por la ciudad, y la escena que transcurre en la buhardilla de Eben.

En la primera parte, Eben pasea por el parque y, mientras se pregunta si es víctima de una especie de encantamiento que supera el paso del tiempo, aparece Jennie de entre las sombras, a contraluz de una farola. El efecto es mágico y, si bien la cinta ganó el Oscar a los mejores efectos especiales, el plano de  la silueta de Jennie acercándose en la oscuridad parece que se debe más a la habilidad del director de fotografía que a otra cosa.

Eben y Jennie hablan con la melancolía que preside toda la película, con cierta ambigüedad en los diálogos, aludiendo al tiempo y al paisaje con tristeza, a veces como si la otra persona no estuviera presente, como si estuviesen hablando en sueños. A continuación pasean de madrugada por una ciudad que duerme, vacía, muy adecuada para el entorno onírico de la secuencia. La presencia del puente al final de esta parte de la escena es muy simbólica: Jennie comenta que nada separará a los amantes, mientras el viaducto se convierte en una metáfora al representar el enlace entre los dos mundos, el real y el del más allá; la misma conexión que mantiene unidos a Eben y a Jennie.  

La segunda parte transcurre en el estudio del pintor. Eben da los últimos retoques al cuadro mientras Jennie posa envuelta en la niebla. Ella se mantiene en un estado intermedio entre un mundo y otro, como si estuvera a punto de desvanecerse. La fotografía de nuevo es perfecta para reflejar esa sensación de alucinación, de ensueño. En especial cuando Jennie se duerme. Dieterle cambia del plano medio al primer plano y vemos como a Jennie se le van cerrando los ojos mientras habla del futuro, del destino. Y aquí viene lo mejor de la secuencia: Jennie permanece inmóvil, como congelada. Parece que se haya quedado así para la eternidad, como quedará en el cuadro que Eben está pintando, rodeada de una luz que difumina su figura. Sencillamente fantástico.

Eben la despierta de una especie de trance. ¿Dónde estamos?, pregunta ella cuando el espacio y el tiempo no parecen tener importancia en una relación que traspasa ambas dimensiones. Después, se acercan al cuadro ya terminado — insistimos en lo que representa una pintura con respecto al tiempo: un retrato perdura más allá de la vida del que lo pintó y de su modelo— y a continuación contemplan otros dibujos del pintor; algunos no presagian nada bueno, como se verá más tarde (es el elemento de suspense que guarda la película hasta la conclusión y que no vamos a desvelar).

La secuencia finaliza de la misma forma que comenzó, con la mágica desaparición de la protagonista. Esta vez Dieterle se vale del pañuelo que Jennie lleva a lo largo de la película y que viene a demostrar que la presencia de la mujer en la vida de Eben no ha sido un sueño. Jennie se lo coloca delante para desvanecerse como un fantasma ante la cámara en otro efecto que se debe más al montaje y a la fotografía que a cualquier otra técnica. De nuevo, sensacional.

Espero que les haya gustado.

Ver Ficha de Jennie.



Y muy pronto... CENIZAS PARA UN BLUES.

viernes, 28 de junio de 2013

LA HORA BRUJA (Jaime de Armiñán, 1985)


El cine como medio de comunicación se ha servido de la literatura desde sus comienzos y, desde entonces, ha devuelto con creces el favor al arte vecino. Lo ha hecho en su faceta de divulgador de las letras gracias a adaptaciones más o menos fieles a los textos en los que se basa. En el caso de Gustavo Adolfo Bécquer, las películas que recuperan su obra son verdaderos homenajes al escritor sevillano. En nuestra opinión, La Hora Bruja puede que sea la cinta de mayor calidad de todas ellas.



 Dirigida por Jaime de Armiñán a mediados de los ochenta, y escrita por él y por Ramón de Diego (que curiosamente también se encarga del maquillaje), la cinta parte de la rima LVXXIX de Bécquer para contar una historia que se puede resumir en los siguientes versos, recitados por varios de sus personajes a lo largo de todo el metraje:

Una mujer me ha envenenado el alma,
otra mujer me ha envenenado el cuerpo;
ninguna de las dos vino a buscarme,
yo de ninguna de las dos me quejo.

César (Paco Rabal) vive con Pilar (Concha Velasco) en un autobús que recorre los pueblos de España ofreciendo diversos espectáculos como la proyección de películas, la prestidigitación o la quiromancia. De todas estas especialidades, y de alguna más, se encarga el “gran” César, un falso mago que no cree en nada y cuyo negocio es tan ruinoso como su relación con Pilar. Sólo cuando el autobús penetra en la profunda Galicia su suerte parece cambiar, aunque no esté claro si es a peor: “Saga” (Victoria Abril) aparece en sus vidas para seducir a ambos y sembrar la discordia...

De Armiñán se contagia del entorno celta para rodar una historia de amor bendecida por las meigas. Para contar una insólita relación de pareja, al estilo del director, muy bien interpretada por sus protagonistas (Paco Rabal y Concha Velasco se hicieron con los premios de mejor actor y mejor actriz respectivamente en la SEMINCI de Valladolid, en 1985) y mejor fotografiada por Teo Escamilla: el maestro se luce en las secuencias nocturnas como aquella en la que César quiere asistir a su propio entierro, desnudo, de espaldas al espejo y con cuatro velas ardiendo.

La trama de La Hora Bruja descansa en una fábula donde el cine, con su magia, participa activamente. Así, en el arranque, el director hace uso de un guión especular donde la película comienza con una proyección cinematográfica: Cleopatra. Con el fallo del sonido y las consiguientes protestas del público, César y Pilar doblan a los personajes en directo. César hace de César y Pilar de Cleopatra, en un homenaje al cine como espectáculo. No será la única película de la que se valga el realizador para reconducir la trama (Cielo Amarillo, Hello, Dolly!, Tarzán y Viva Zapata!, también serán nombradas), para utilizar el séptimo arte como un elemento más de fantasía en este universo creado por De Armiñán donde los versos de los clásicos tienen claro protagonismo.

Y es que el director dedica la película a todos los poetas de nuestra lengua, en particular a Rubén Darío, Quevedo, Cervantes y Rosalía de Castro; también a Federico Oliver, a la sazón abuelo de Jaime de Armiñán, y, por supuesto, a Gustavo Adolfo Bécquer.


Ver ficha de La Hora Bruja.



lunes, 21 de mayo de 2012

LOS VENGADORES (The Avengers de Joss Whedon, 2012)

La verdad, no nos veíamos en este blog haciendo una crítica de una película de superhéroes, de mega-acción, de saturación de efectos especiales y de extra-oferta de palomitas; pero calidad y entretenimiento —a partes iguales— nos obligan a dedicarle unas líneas a cierto grupo de gente enfundados en mallas que tanto nos divertían en nuestra infancia y juventud.

La última película de la productora Marvel (y de Disney en la distribución, ojo) es, en efecto, de lo mejor que hemos visto en este apartado de fuegos artificiales cinematográficos en el que se ha convertido la industria del otrora llamado séptimo arte. Con unos antecedentes discretos basados en filmes de presentación, algunos, y de continuación, otros, los magnates de los tebeos han sabido interpretar a la perfección el concepto de sinergia para conseguir que la unión de los protagonistas de las anteriores entregas sea mejor que la suma de cada uno de ellos. Y lo han hecho gracias a la saludable costumbre de contar con un buen guión y no sólo con un gran —enorme, véanse los créditos— grupo de técnicos en diseño por ordenador y efectos especiales.

Para incidir en lo fundamental que es hacerse con una atractiva historia, la productora ha permitido que el autor del libreto sea el realizador (tomen nota los productores de las siguientes cintas palomiteras): en Joss Whedon, escritor y director televisivo, ha recaído la responsabilidad de reunir y llevar a la pantalla a Iron Man, El Capitán América, La Masa y Thor (los cuatro Vengadores originales) junto a otros superhéroes más modernos (Ojo de Halcón —este ya estaba en la segunda agrupación del legendario cómic—, La Viuda Negra y Nick Fury), y de hacer creíble el crossover. Esto último, insistimos, es lo que nos parece más destacable.

Para insertar las inevitables y esperadas secuencias de acción, el director ha usado lo que nos parece una estructura de musical: aquí, los números que salpican la trama han sido sustituidos por las diferentes escenas donde los protagonistas pelean entre sí o luchan contra los “malos”, reservando una larga secuencia de casi veinte minutos para la traca final, tal como se hacía en las cintas de la RKO cuando concluían con una apoteosis de baile y música.

En el casting, sin embargo, habría que hacer alguna objeción, una pega que ya se venía arrastrando desde El Capitán América: lo poco adecuado que nos parece Chris Evans interpretando al soldado de la Segunda Guerra Mundial. Primero, por haber encarnado ya a otro superhéroe (en la deleznable Los Cuatro Fantásticos y en su secuela), y segundo, por no imprimir el carácter que se le supone al líder del grupo. No sabemos si es cuestión de la edad que aparenta —muy joven— o es culpa de una actuación algo sosa, aunque en la secuencia final le ponga todas las ganas del mundo. El que se lleva la palma en este apartado es Robert Downey Jr. Ya lo hizo en sus dos cintas individuales; si bien es cierto que a su habilidad hay que añadir un papel, el de Tony Stark, muy bien definido. De la buena interpretación del actor sale beneficiado su personaje en la ficción cuando, finalmente, Iron Man es el que ejerce de mandamás a lo largo de casi toda la película. Sólo añadir que la inclusión de Mark Ruffalo es todo un acierto al encarnar a Hulk, y que dos “golpes” (léase la palabra en todas sus acepciones) de La Masa son de lo mejor de la película.

En definitiva, un filme entretenido basado en la original creación de Jack Kirby y Stan Lee (no perderse el cameo de Lee, una costumbre tan acertada como las apariciones de Hitchcock en sus filmes; un sello de la productora), que tantos buenos momentos nos hizo pasar cuando leíamos con avidez aquellos tebeos de formato novela de bolsillo en blanco y negro, que siempre nos parecían demasiado cortos por culpa del maldito “continuará”; cosa que se ha reproducido con este divertido largometraje.

Ver Ficha de Los Vengadores.






martes, 14 de junio de 2011

EL EXTRAÑO CASO DE ANGÉLICA (O Estranho caso de Angélica de Manoel de Oliveira, 2010)

El extraño caso de Manoel de Oliveira, deberíamos decir. Un director con 102 primaveras que sigue haciendo una película al año —a veces se permite el lujo de hacer también un corto—. Y no una película cualquiera, sino un filme que suele colocar en los más prestigiosos certámenes (Cannes y Toronto en este caso) donde se lleva, como poco, buenas críticas.



Quizás por lo cercano de un cine que se salta lo peninsular para acercarse más al punto de vista francés. (Rohmer, Rivette, etc., podrían estar ahí, junto a Oliveira que, por otro lado, ya ejercía cuando ellos todavía eran unos niños). Cierto que su filmografía peca de minoritaria, pero mantiene un tono literario y pausado que gusta a sus incondicionales entre los que nos encontramos desde hace bastante tiempo, concretamente desde que nos deslumbró aquel Valle Abraham (Vale Abraao, 1993).

El Extraño caso de Angélica es un cuento, una fábula, un sueño. Según el director portugués, la cinta esta basada en una experiencia propia y en un proyecto que llevaba guardado en el cajón desde los años cincuenta. La trama es muy sencilla: un fotógrafo (Ricardo Trepa) interesado en las antiguas costumbres, en las labores del campo a la manera tradicional, es contratado por una familia de la nobleza para retratar el cadáver de una mujer fallecida poco después de su boda. Esa noche, mientras está efectuando su trabajo, mientras el objetivo de su cámara enfoca el rostro de la joven (Pilar López de Ayala), cree observar como la finada le devuelve la mirada con sonrisa incluida. A partir de aquí, el fotógrafo, como si fuera una más de sus instantáneas, quedará impresionado por la imagen de la joven y obsesionado por ella.


En su penúltima película (¡ya tiene otra en preproducción!) el realizador centenario parece dialogar con la muerte: a su edad, no le incomoda el trato cercano con la parca e incluso se alía con ella en este singular y sosegado largometraje. Y es que Oliveira no se da ninguna prisa en retratar la “enfermedad” del joven y su evolución. Encuadra en planos fijos al fotógrafo, que permanece en una especie de trance a medio camino entre la realidad y el más allá, entre la necrofilia y el amour fou. Sólo mueve la cámara cuando la acción que se muestra pertenece a lo onírico, a la fantasía.

Aunque, en entrevistas recientes, el director niega cualquier referencia al pasado y afirma que ha querido llevar el antiguo guión al momento actual, sin embargo, es innegable que la actitud del protagonista pertenece a otra época. También su indumentaria, casi decimonónica, así como el ambiente y el vestuario de la mansión donde transcurren los sorprendentes hechos. La insistencia en retratar a los campesinos con el azado, sin maquinaria, van en ese mismo sentido. Vemos una correspondencia clara entre el antagonismo presente-pasado, en el comportamiento de los personajes, y el contraste, realidad-ficción, o mejor dicho, vida-muerte, de la trama principal. Y probablemente sea eso lo más atractivo de la buena película de Manoel de Oliveira.


Ver Ficha de El Extraño Caso de Angélica.


Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...