Somos
conscientes de que hemos tenido desatendida demasiado tiempo nuestra sección
cinematográfico-culinaria (aunque no la costumbre de ir al cine y de tapear;
esos hábitos no los desatendemos); quizás
por eso hemos querido volver a lo grande, con una obra maestra.
The
Navigator es una genialidad nacida de la colaboración de tres enormes
figuras del cine: Buster Keaton, Joseph M. Schenck y Clyde Bruckman. Del primero, del que sobran las presentaciones y que junto a Chaplin es la gran leyenda de la comedia, hablaremos más tarde. El segundo, a la sazón cuñado de Keaton, fue el
productor que hizo posible películas tan importantes como la que hoy comentamos;
un empresario que dejó total libertad de actuación al humorista y que cuando
faltó (cuando Keaton pasó a ser un asalariado más de la Metro), ya nada llegó a
ser lo mismo. Por último, Bruckman fue el excelente guionista y creador de gags que Keaton necesitaba. Juntos
hicieron las no menos geniales Las tres edades, La
ley de la hospitalidad, El moderno Sherlock Holmes y Siete
ocasiones. Su fructífera colaboración terminó con la imprescindible El
maquinista de la General, dirigida por ambos, aunque Bruckman también intervino
en la que se considera la última gran cinta de Keaton: El cameraman.
En El
Navegante, Keaton le da un matiz nuevo a su personajillo cuando lo viste
de multimillonario, de joven rico que jamás ha hecho nada por sí mismo y que,
después de ver a una pareja de novios, le entra el capricho de casarse con Betsy,
su vecina de enfrente. La supuesta novia (Kathryn McGuire) es otra niña rica
que tampoco ha dado un palo al agua en su vida. Tras una serie de mal
entendidos ambos serán los únicos pasajeros y tripulantes de un barco a la deriva, “The
Navigator”.
Como en los
mejores filmes de Keaton, sus problemas con objetos y máquinas que no domina, o
con la naturaleza hostil (en este caso con el océano) son la causa del conjunto de los muy bien conectados y excelentes gags.
Con el agravante de que, en esta ocasión, a la habitual condición patosa del
protagonista se le une lo perdido que se encuentra el personaje sin nadie que le
sirva o cuide de él.
Otra novedad es
lo bien acompañado que se encuentra Keaton cuando Betsy lucha codo a codo con él en su particular “batalla” contra
los elementos. La joven abandona pronto su rol de joven bella en peligro (el habitual desencadenante de la acción en la mayoría de las cintas de "cara de palo"), para mostrarse igual de incompetente que su compañero, y para repartirse las risas de los espectadores.
Sin duda, lo más
divertido vendrá cuando la total ignorancia de la pareja en casi todo, y en
especial en lo referente a la navegación, les haga ser más atrevidos de lo
normal, con el peligro —y las risas— que eso conlleva.
Se preguntarán,
después de esta pequeña presentación, ¿qué pinta una película de Buster Keaton
en una sección gastronómica como esta? Pues bien, la solución se encuentra en
los siguientes cinco minutos en los que Buster y Betsy se disponen a preparar
un apetitoso desayuno de café con huevos y bacon.
Y es que ¡no veas el hambre que entra con ese aire marino…!
Y ahora las
tapas:
Casa La Viuda (Calle
Albareda, 2, Sevilla)
En pleno centro
de Sevilla, entre Sierpes y Tetuán —ahí es nada—, se encuentra este mesón que
siempre ha presumido de ser el mejor bar de tapas de toda la ciudad y, por
extensión, unos de los mejores de España. Un local con solera, que se inauguró
en el siglo XVII y estuvo al servicio de los sevillanos hasta 1950. Tras un
periodo en el que se pasó al bando de las entidades financieras, el bar fue
recuperado para volver a ser un referente en esto del buen comer. Y no lo
decimos nosotros solo, es una casa recomendada por las mejores guías, entre
ellas la Michelín de la que tiene el orgullo de ser el primer bar andaluz en
alcanzar, en 1930, una de sus codiciadas estrellas.
La fama de La Viuda
no es de extrañar si echamos un vistazo a la variadísima carta que aguarda en
casa mesa de su céntrica terraza o del interior del local. Allí podremos
saborear platos tradicionales, “de cuchareo”; tapas y raciones de pescaíto frito; todo tipo de ensaladas —no
se pierdan los cogollos— y, en
general, buena cocina andaluza de siempre con materia prima de alto nivel. Guisos
del día como las papas con bacalao o la caldereta de venado son muy
apreciados; también las croquetas de jamón
y del caldo del cocido o las patatas
a lo pobre con gulas al ajillo son conocidos por sus parroquianos.
En fin, un bar, éste,
ideal para reponer fuerzas después de las compras o de los paseos por el
centro. Aquí todo, de verdad que todo, está bueno; se lo dice alguien asiduo a
Casa La Viuda.
Por cierto, el barco, que estaba destinado al desguace y que compró Keaton para la película, era el antiguo USAT Buford, que entre otros cometidos, había sido utilizado como transporte de tropas en la Guerra hispano-norteamericana.
ResponderEliminarSí, tienes razón, también sirvió como "Arca Roja" cuando en 1919 utilizaron el buque para deportar a cientos de comunistas y anarquistas de Estados Unidos a Rusia. Todo antes de que Buster lo comprase para su famosa película.
Eliminarque decir de Keaton.... lo mas placentero de ver en la historia del cine... y lo peor es que no exagero.... ésta es a una de las mejores muestras de su arte...
ResponderEliminarel juego con las cartas mojadas me hace reír siempre... pero siempre.... salu2...
Con esa escena, la de las cartas, he llorado de risa, no podía más jajaja
EliminarKeaton es el mejor remedio para la depresión o la tristeza: pastillas "Buster"
Saludos!!
Que buen recorrido por Navigator y que bueno vindicar la figura de Keaton, que siempre me emboba. Me tomaré unas tapas y unas pastillas Buster, que a veces la tristeza me viene por no saber meter las cosas en contexto. A ver si resulta.
ResponderEliminarSaludos.
Seguro que resulta.
EliminarUna curiosidad: la cinta fue codirigida por Donald Crisp, un secundario de muchas y muy buenas pelis, casi siempre haciendo de villano. En The Navigator hay un cameo de Crisp en forma de autorretrato: es el cuadro del siniestro capitán del barco que se encarga de asustar a la pareja cuando intentan dormir.
Saludos.
Genio y figura Buster Keaton!! ;-) Creo no haber visto El Navegante (pero la voy a ver seguro), pero lo otro que he visto de él me encanta. El maquinista de la general es una obra maestra sin paliativos. Tengo ganas de conseguir ésta y, sobre todo, Las tres edades y siete ocasiones.
ResponderEliminarCasa La Viuda pintaza. Tengo ganas de conocer Sevilla y otras ciudades andaluzas (en esto no soy nada original: Granada y Córdoba). Si fuera me apunto esta casa de comidas, o como se le quiera llamar (a mí me gusta mucho el término casa de comidas; posada también está chula ;-D)
Un abrazo, ethan, y hasta otra. Estupenda entrada.
Ya estás tardando en ver esta maravilla jajaaj. No, en serio, si te gusta Keaton, no tienes más remedio que verla, es una de sus mejores películas, sin duda. Las otras que nombras son estupendas; mejor siete ocasiones que tres edades, pero las dos muy recomendables, claro.
EliminarCasa de comidas, mesón, bar, posada, lo que quieras: comer y beber bien, ese es el concepto jajaja.
Abrazos.
2 El sentido del ritmo, la duración justa de cada plano, el gag en estado puro. Apenas dos actores, apenas un escenario, apenas un suspiro de tiempo para saborear un manjar cinematográfico de alta cocina. Saludos.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, Antonio. Keaton le daba al gag el tiempo justo para reirnos y pasar al siguiente, el problema es que nosotros nos reímos más de lo que él pensaba y se nos acumulan las escenas.
EliminarSaludos.