“Una guerra”, así de escueto y sencillo es el título de la
nueva película de Tobias Lindholm (casi como una continuación de su excelente A Hijacking , "Un secuestro", con la que tiene muchos elementos en común). Dos palabras, unas y otras, que en su concisión encierran toda la
complejidad posible en un mundo tan crispado como el que nos ha tocado vivir. Con A War, Tobias Lindholm ha querido enumerar algunas de las consecuencias que puede
acarrear un conflicto bélico en la vida de los soldados que allí combaten y en
la de sus familias. Tarea nada fácil, pero resuelta de forma brillante, en nuestra
opinión.
Claus Pedersen (Johan Philip "Pilou" Asbaek, actor en primera línea del star system escandinavo, presente en
todas las películas importantes que vienen de allí, también el protagonista de A Hijacking) es el oficial de mayor
grado al mando de un destacamento danés en el frente de Afganistán. Tras sufrir
algunas bajas decide acudir él mismo a las patrullas en vez de supervisarlas
desde el centro de operaciones, como es su obligación. En pleno ataque del
enemigo, toma una polémica decisión para salvar las vidas de sus soldados, pero
no puede evitar daños colaterales entre la población civil. Suspendido de sus
funciones, es enviado de vuelta a casa a la espera de ser juzgado por crímenes
de guerra.
El director danés Tobias Lindholm se atreve a abordar el
espinoso asunto que enfrenta al respeto a la ley por encima de todo, contra la
comprensión hacia personas que se juegan la vida y tienen que tomar decisiones
en décimas de segundo. Algo que no es nuevo, pero que el realizador gestiona desde la posición neutra del crupier que se limita a repartir las
cartas para que sea el espectador el que finalmente tome parte en el juego.
Y la baraja es harto complicada. Por un lado, las
ansiedades del frente, las situaciones extremas por las que personas
corrientes, por muy preparadas que estén, tienen que soportar en territorio
ajeno donde viven otros seres humanos que, cómo ellos, tienen familia y aspiran a
una vida mejor. Lo malo es que a simple vista no se distinguen esos lugares
comunes: los cascos, los uniformes mimetizados, la tez pálida, los cabellos
rubios frente a los burkas, las barbas y la tez morena. Parecen seres de
diferentes planetas; y no lo son.
Por el otro lado se sitúa la batalla cotidiana, la
de los que se quedan en casa esperando el regreso del soldado. Una lucha
también difícil de llevar, donde el objetivo es mantener la estructura de la familia
intacta. Cuando ambos mundos se encuentran, en el caso de A War, no es
precisamente para recuperar lo que dejaron atrás, sino para enfrentarse a
otro dilema: al de la aplicación de una justicia implacable que amenaza con
destruir lo poco que queda de su vida anterior.
Dilemas morales entre compañeros, tensión entre abogados,
remordimientos en los acusados, presión desde las familias, son algunas de las
fuerzas que entran en colisión en una cinta para el debate, muy bien rodada
desde el realismo, tanto en las escenas domésticas como en las bélicas. Y aquí hay que decir que nada fue igual desde Salvar al soldado Ryan; todas las películas que vinieron después se benefician
de una tecnología donde el verismo en la acción es siempre uno de los activos
más importantes; igual que sucede en A War.
Por cierto, ¿se trata de la segunda parte de una trilogía que comenzó con la muy citada A Hijacking y que puede hacer historia en el cine europeo?... Lo ignoramos, pero estaremos atentos a Tobias Lindholm.
Por cierto, ¿se trata de la segunda parte de una trilogía que comenzó con la muy citada A Hijacking y que puede hacer historia en el cine europeo?... Lo ignoramos, pero estaremos atentos a Tobias Lindholm.
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