La primera jornada del Festival de Cine Europeo de Sevilla
2016 giró en torno a la mujer. Ayer pudimos asistir a dos cintas con ese tema
como denominador común, aunque muy diferentes en el género, en la época
(primera mitad del siglo XIX, la primera, y primeros compases del XXI, la
segunda), y que además competían en distintas secciones:
UNE VIE
La película del director Stéphane Brizé —que se ve le ha
gustado el festival pues es de los realizadores que repiten—, es un retrato de
época tal como corresponde a la adaptación de la ópera prima de Guy de
Maupassant. Pero, sobre todo, es la constatación de las dificultades por las
que la mujer de cualquier estamento social (¡ojo! no sólo las de clase baja) debia pasar en aquellos años debido
a los convencionalismos, a las tradiciones, a la religión y al machismo
imperante.
La película se narra bajo el punto de vista de Jeanne
(Judith Jemla) y arranca en el momento en el que la joven de familia acaudalada
sale del convento, donde se le enseña todo menos a transitar por la vida. Un
matrimonio de conveniencia y una noche de bodas traumática no es nada más que
el principio. Desengaños, infidelidades, traiciones, enfermedades
y todo tipo de calamidades se aguantan peor desde el lado de la sufridora que
desde la postura del que se va de cacería o del hijo que vive a costa de la madre.
Si a eso se le une un reverendo que
en vez de solucionar un problema lo que consigue, en nombre de Dios, es provocar el desastre, pues el dramón está
servido. Lo que podría ser un melodrama estilo Orgullo y prejuicio se
torna en tragedia cuando se le despoja de todo el glamour y se observa lo que
se esconde detrás de una historia de amor y lujo. Así, la luminosidad de las lámparas de los bailes de salon se convierte en la luz mortecina de las velas de los largos días invernales; y los románticos duelos se transforman en asesinatos a sangre fría.
El director aborda la trama de forma lineal, pero
episódica; digamos, y salvando las distancias, como haría Tarkovsky pero con estructura clásica. Con el
maestro ruso coincide en los insertos a base de flashback de recuerdos felices, y con el ropaje telúrico de una
película que transcurre en la campiña normanda. Las estaciones del año son
utilizadas por el realizador de Une vie como compartimentos estancos donde guardar las
secuencias del filme: la primavera y el verano coinciden con los instantes de
felicidad; mientras que el otoño y el invierno sacuden el cuerpo y el alma de la
protagonista que ve como su vida se deshace, al tiempo que el sonido del
crepitar del fuego de una chimenea que ya no calienta se convierte a veces en la única
banda sonora de la película.
TONI ERDMANN
Mientras Une vie competía en la sección
Oficial, la segunda película que tuvimos la suerte de ver pertenece a la EFA,
es decir a las cintas seleccionadas para los premios de la Academia Europea de
Cine. Premiada en Cannes y propuesta por Alemania para los Óscar, este filme de
la directora germana Maren Ade es una delicia para el espectador, a pesar de su
larga duración:
¿Qué serías capaz de hacer para reconducir la vida de tu
hija, cuando te sientes culpable de que viva de esa forma? Esa es
la pregunta que la realizadora parece hacerse desde el comienzo de esta
original tragicomedia que estamos seguros de que va a dar mucho que hablar en los próximos meses.
Maren Ade describe una familia desestructurada formada por
un matrimonio divorciado donde él es un profesor de música cuya vida bohemia es un desastre. Winfried, que así se llama (interpretado por
un magnifico Peter Simonischek) padece del corazón, se refugia en un perro
moribundo y en su particular y extravagante sentido del humor. Por otro lado, Inés (Sandra Hüller,
tan fría como adecuada para su papel) es la hija que vive en Bucarest. Ejecutiva
agresiva y déspota con sus subordinados —de uno de ellos se aprovecha para
vivir una falsa aventura basada en el sexo— no trabaja para vivir, sino todo lo contrario.
La existencia de Inés transcurre en
continuo estrés, sin importarle demasiado que su profesión consista en
externalizar servicios para empresas, aunque eso signifique el despido de
cientos de trabajadores. Cuando Winfried acude a ver a Inés por sorpresa se da
cuenta de lo infeliz que es su hija. Entonces decide inventarse un personaje
(Toni Erdmann) para intentar cambiar la vida de su hija.
Atractiva historia para una película donde la comedia y el
drama se dan la mano para gestionar situaciones muy divertidas que van a tener
consecuencias en la relación entre padre e hija y en las vidas de ambos. A Toni Erdmann le basta una peluca y unos dientes postizos para poner patas arriba la
vida de su hija y la de la empresa donde ella trabaja. Todos se verán afectados
por la presencia de un personaje que sólo pretende que la gente se tome un
respiro, se mire al espejo y se haga la última gran pregunta que nos propone la
directora: ¿merece la pena vivir así?
Tras leer lo que has escrito, ya me ha picado el gusanillo. Quedo a la espera de poder verlas.
ResponderEliminarNo te las pierdas, en especial la segunda, que supongo tendrá repercusión en carteleras y premios.
EliminarYo empiezo el lunes, estoy fuera, y Toni Erdmann también la veré, he invitado a mis amigos, así que agradezco leerte y saber que está bien.
ResponderEliminarTienes que verla, puede ser la sensación del festival, y del año. Así de claro.
EliminarNos acabamos de enterar, hace unos minutos, de las candidaturas a los premios del cine europeo y Toni Erdmann tiene lo que se llama "Grand Slam" en los Óscar: Nominada a mejor película, directora, actor, actriz y guión. Casi nada...
ResponderEliminarAcaban de anunciar que "Toni Erdmann" ha ganado el galardón por el que competía: El premio del público". Me alegro. Merecidísimo.
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