“Billy Wilder es Dios”, afirmaba Fernando Trueba cuando recogió el oscar por Belle Epoque. Como Trueba, hay infinidad de cinéfilos monoteístas a los que no les falta razón. Aún considerándome pagano y creyendo en la existencia de un Olimpo de grandes directores, reconozco que Wilder se sitúa entre ellos y, además, en un lugar preeminente. Hoy vamos a comentar una de sus obras mayores (para Woody Allen la mejor película realizada jamás), me refiero a Perdición.
Double Indemnity es una excelente muestra del cine negro que se realizaba en los años cuarenta en Hollywood y contiene todos los tópicos del género, aunque quizás sea mejor decir que los inventa. Como indica el propio Wilder, es una película que se ha vuelto a realizar varias veces, con distintos títulos. Cintas como Fuego en el cuerpo o Labios Ardientes, por poner dos de los mejores film noir modernos, no son sino variantes aventajadas de Perdición. Tanto en comics, como en series de televisión, estamos acostumbrados a ver parodias más o menos acertadas del largometraje de Wilder. Las voces en off, la femme fatale, casi siempre una malvada rubia platino (aquí Barbara Stanwyck... ¡con peluca!), la ambigüedad del protagonista (Fred MacMurray, rescatado de la comedia por Wilder) o el ambiente nocturno y las luces y sombras, son elementos que caracterizan a los largometrajes negros. Al revisar Perdición, volveremos a verlos, sólo que debemos hacerlo pensando que allí se utilizaron prácticamente por primera vez, y de una forma magistral. Así la luz que entra por las persianas se vuelve neblina por el humo de los cigarrillos y dibuja intermitentemente la silueta de los personajes que planean un crimen, o se aman a oscuras, o hacen las dos cosas a la vez.
A pesar de la evidente sumisión al cine negro, la película es wilderiana por los cuatro costados. La acidez de los diálogos y la rapidez en que se suceden las conversaciones son un adelanto de, por ejemplo, Un, dos, tres o El apartamento. El guión fue escrito por Wilder en colaboración con Raymond Chandler (experto novelista del género). Se trataba de la adaptación de la novela “ Double Indemnity”, del especialista James M. Cain, autor de obras tan importantes como “El Cartero siempre llama dos veces”. Los diálogos sólo tienen un inconveniente: el de superponerse unos sobre otros. Cuando aún nos estamos maravillando de alguna frase dicha por Fred MacMurray (“nunca imaginé que el asesinato oliera a madreselva”), y sin darnos tiempo a saborear las palabras, se oye otra expresión más ingeniosa aún, del mismo personaje o de cualquier otro. (“¿Se llama Margie? Apuesto a que bebe en botella...” o “Buena luchadora para su peso”, refiriéndose al “tipazo” de una mujer).
Double Indemnity es una excelente muestra del cine negro que se realizaba en los años cuarenta en Hollywood y contiene todos los tópicos del género, aunque quizás sea mejor decir que los inventa. Como indica el propio Wilder, es una película que se ha vuelto a realizar varias veces, con distintos títulos. Cintas como Fuego en el cuerpo o Labios Ardientes, por poner dos de los mejores film noir modernos, no son sino variantes aventajadas de Perdición. Tanto en comics, como en series de televisión, estamos acostumbrados a ver parodias más o menos acertadas del largometraje de Wilder. Las voces en off, la femme fatale, casi siempre una malvada rubia platino (aquí Barbara Stanwyck... ¡con peluca!), la ambigüedad del protagonista (Fred MacMurray, rescatado de la comedia por Wilder) o el ambiente nocturno y las luces y sombras, son elementos que caracterizan a los largometrajes negros. Al revisar Perdición, volveremos a verlos, sólo que debemos hacerlo pensando que allí se utilizaron prácticamente por primera vez, y de una forma magistral. Así la luz que entra por las persianas se vuelve neblina por el humo de los cigarrillos y dibuja intermitentemente la silueta de los personajes que planean un crimen, o se aman a oscuras, o hacen las dos cosas a la vez.
A pesar de la evidente sumisión al cine negro, la película es wilderiana por los cuatro costados. La acidez de los diálogos y la rapidez en que se suceden las conversaciones son un adelanto de, por ejemplo, Un, dos, tres o El apartamento. El guión fue escrito por Wilder en colaboración con Raymond Chandler (experto novelista del género). Se trataba de la adaptación de la novela “ Double Indemnity”, del especialista James M. Cain, autor de obras tan importantes como “El Cartero siempre llama dos veces”. Los diálogos sólo tienen un inconveniente: el de superponerse unos sobre otros. Cuando aún nos estamos maravillando de alguna frase dicha por Fred MacMurray (“nunca imaginé que el asesinato oliera a madreselva”), y sin darnos tiempo a saborear las palabras, se oye otra expresión más ingeniosa aún, del mismo personaje o de cualquier otro. (“¿Se llama Margie? Apuesto a que bebe en botella...” o “Buena luchadora para su peso”, refiriéndose al “tipazo” de una mujer).
Pero no sólo los diálogos son excelentes, la estructura de la cinta y el tratamiento de los personajes son prácticamente perfectos. El arranque, con la confesión por parte de MacMurray de un asesinato, asegura la atención del público que se pregunta como se ha llegado a esa situación. Wilder se encarga de ir aportando datos, en forma de giros de guión, cada vez con mayor tensión hasta la resolución final. Para enriquecer la trama, el realizador utiliza “adornos” efectistas que se repetirán a lo largo del metraje. La insinuante pulsera en el tobillo de Barbara Stanwyck o la incomoda e insistente petición de cerillas por parte de un magnifico Edward G. Robinson, provocan una premeditada complicidad con el espectador.
Según confiesa Wilder, en sus conversaciones con Cameron Crowe, quiso hacer una película realista. Las maquinaciones en un supermercado o la profesión de los personajes principales, vendedores de seguros, iban en la dirección de acercar al público una complicada trama policíaca. Gracias a Dios (ya saben, a Billy Wilder), Perdición no salió como él pensaba. Resultó un largometraje maravillosamente poco realista. Y es que no creo que nadie piense como Fred MacMurray cuando se oye su voz en off diciendo: “No oía mis propios pasos porque eran los pasos de un hombre muerto”.
Según confiesa Wilder, en sus conversaciones con Cameron Crowe, quiso hacer una película realista. Las maquinaciones en un supermercado o la profesión de los personajes principales, vendedores de seguros, iban en la dirección de acercar al público una complicada trama policíaca. Gracias a Dios (ya saben, a Billy Wilder), Perdición no salió como él pensaba. Resultó un largometraje maravillosamente poco realista. Y es que no creo que nadie piense como Fred MacMurray cuando se oye su voz en off diciendo: “No oía mis propios pasos porque eran los pasos de un hombre muerto”.
Ver Ficha de Perdición
Cuando Wilder estrenó "Perdición", Alfred Hitchcock le envió el siguiente telegrama: “Desde Perdición, las dos palabras más importantes en el mundo del cine son Billy Wilder". Y a eso yo digo Amén….
ResponderEliminarPara mí Wilder, es Dios, pero ya sabes, que en esto del cine, como en otras muchas cosas, no soy monoteísta.
;)
Bueno, yo, pagano de mí, siempre he tenido a "Perdición" entre las diez mejores de todos los tiempos. Lo malo es que no me atevo a dar la lista. Odio las listas...
ResponderEliminarBesos.