El próximo 6 de junio se celebra el setenta aniversario
del Desembarco de Normandía, una operación aliada que significó el comienzo del
fin para el régimen nazi y el inicio de la liberación de Europa. Nos hacemos
eco del acontecimiento con una reseña sobre una de las películas bélicas más
famosas, legendaria diría yo, también de más calidad, que sobre la Segunda
Guerra Mundial se haya hecho jamás, dirigida por un verdadero especialista en
el género: Raoul Walsh.
Objective, Burma! sirve muy bien a nuestro propósito porque su estructura parece resumir todo el conflicto a nivel global y no sólo la campaña en Birmania: el inicio, con la rápida derrota aliada; el desarrollo, que simboliza el esfuerzo titánico de guerra (el núcleo de la película con las aventuras del capitán Nelson (Errol Flynn) y sus hombres); y, finalmente, la conclusión, con la invasión de las fuerzas conjuntas semejante a la de Normandía.
Al indudable tono propagandístico que reina en la película
se le une el característico sello trágico de Walsh: El director deja que el
drama se apodere de la cinta progresivamente, a través de la evolución de los
personajes, pero también de las imágenes. El optimismo del inicio, con la
inclusión de las pocas concesiones al humor que Walsh permite en el
largometraje, continúa con la rápida y limpia operación de la estación de radar,
sin ninguna victima norteamericana, y con el uso de la banda sonora y encuadres
convencionales. A partir de ahí, con el desengaño producido por la fallida
evacuación, arranca el deambular del pelotón por la selva birmana. Los
encuadres comienzan a ser más barrocos, la iluminación rebaja su tono y los
personajes se desesperan.
Walsh utiliza el paisaje como elemento dramático para reflejar la angustia de la guerra y lo desplazado del americano de su entorno natural. El vadear de los ríos ya no es tan fácil como al principio y el agua cada vez les llega más al cuello. La jungla se convierte en el verdadero enemigo y la guerra entre japoneses y americanos pierde su sentido cuando no se comprenden las órdenes, cuando de lo único que se trata es de llegar a un punto determinado en el mapa sin saber por qué. Así, la batalla entre dos bandos se transforma en una lucha entre hombres y naturaleza donde lo único que importa es sobrevivir.
Pasado el ecuador del metraje, el filme se vuelve tan
oscuro como anclado el capitán Nelson en el aislamiento que le confiere su
condición de jefe. El personaje se une a la larga lista de héroes trágicos y
solitarios de Walsh, mientras que la película se reafirma como otra cinta más
de itinerario del director; acaso la más representativa de todas ellas: los
soldados penetran en una región prohibida de la que intentan salir; dan vueltas
y más vueltas en un lugar cerrado, en un entorno que les agobia como si de una
moderna Ilíada se tratase.
En esta tragedia shakesperiana en la que finalmente se transforma la cinta, dos son las secuencias que destacan, ambas con la notable participación del director de fotografía, James Wong Howe: la batalla nocturna del final y la escena de la muerte del teniente Jacobs. En ambas, Howe experimenta con la fotografía en ambientes de poca luz y consigue deformar las expresiones de los rostros de los militares que esperan aterrorizados la llegada de los japoneses. Por su parte, Walsh rueda con acierto encuadres generales de los soldados cavando las trincheras como si de sus propias tumbas se tratase, o gestiona primeros planos de los actores que muestran temor, ansiedad, o sufrimiento, que se debaten, como el capitán Nelson, entre matar al teniente Jacobs (William Prince) para que no sufra o dejarle morir. Walsh no muestra el cuerpo de Jacobs y deja que el espectador se imagine horribles mutilaciones. Una sutileza que parece extraída de las mejores cintas de terror donde lo implícito, lo que se sugiere, es más terrible que lo explícito.
La invasión de los aliados, en la resolución del filme,
libera al pelotón de sus enemigos —y al espectador de la tensión— y despoja la
película de su manto trágico. Sin embargo, Walsh se resiste a dejar las cosas
así: en uno de los últimos planos, Nelson ofrece a su superior las chapas de
identificación de los caídos. Sus palabras son amargas, “aquí está el precio de
la misión, no mucho en realidad, sólo un puñado de norteamericanos”. La crítica
del director anticipa su cinta más cruda sobre la guerra, Los desnudos y los muertos
(The Naked and The Dead, 1958), y
distorsiona con toda la intención el mensaje patriótico. La conclusión de Objetivo:
Birmania siembra de dudas al espectador que, en 1945, ya no necesitaba
de falsas propagandas a favor de la guerra más cruel que haya existido nunca.
Trailer original:
Trailer original:
(Un análisis más extenso de la película y de su autoremake Tambores Lejanos se puede leer en el capítulo V de El Autoremake en el cine. ¿Obsesión o repetición?, un libro que está disponible hasta el 15 de junio en la Feria del Libro de Madrid, en la caseta nº185)
En Inglaterra no se estrenó hasta 1952. Estaban enfadados y tenían sus razones. El peso de la campaña de Birmania lo llevaron británicos y australianos y no les sentó muy bien que por obra y arte de una película, de repente Errol Flynn y sus muchados derrotaran ellos solitos a los japoneses.
ResponderEliminarFue especialmente crítico con la película (con Flynn) el Daily Mirror: en una caricatura se veía al actor pisando la tumba de un militar inglés. La Warner no tuvo más remedio que colocar un letrero al final en el que se explicaba el mérito de los británicos en la campaña.
EliminarEl deambular del capitán Nelson y su compañía me recuerdan al del Mayor Dundee en la película de Peckinpah. Algo así como un eterno viaje en círculos.
ResponderEliminarTodo un clásico del cine bélico. En la mili tuvieron un rasgo de buen gusto al proyectarnos esa película, consideraban que era una buena lección de como se desenvuelve una unidad militar en territorio enemigo.
Saludos. Borgo.
Eso es, lo apuntábamos en la reseña: Todas las obras bélicas de Walsh, a excepción de las más hawksianas como "What Price Glory?" o "Fighter Squadron", son Ilíadas, los personajes dan vueltas sin saber a dónde ir. En "Los desnudos y los muertos" es muy clara la simbología al desarrollarse también en la jungla, pero no lo es menos en el resto de cintas: en "Jornada desesperada" los héroes dan vueltas dentro de las líneas enemigas, en "Northern Pursuit" se pierden en un paisaje nevado tan hostil como la jungla, y en "Urcentain Glory" son acosados por los ciudadanos de un pueblo francés y también recorren un camino hacia la muerte, con la duda de si deben entregarse o no.
EliminarSaludos.
Yo crecí en un tiempo en que esta película conservaba plenamente su aura mítica, como otras muchas de Walsh que no creo necesario citar (cincuenta años de carrera, nada menos). El peso de esa leyenda está reflejado en tu reseña, donde explicas perfectamente lo que “Objetivo Birmania” es. Escribía Garci allá por los ochenta que la estatura Raoul Walsh se acercaba por entonces a pasos agigantados a la de Ford, pero no creo que hoy pueda sostenerse esa afirmación. Me temo que tal vez no ha pasado el corte de la nueva generación, que sus películas ya no se ven. Y es tan tan injusto. “Los desnudos y los muertos” fue durante muchos años la película bélica en color más importante, acontecimiento de sábado noche y todo eso. Hoy está desaparecida.
ResponderEliminarCómo se agradece que se recupere la memoria en textos como el tuyo.
Qué razón tenía Garci. En aquella época (ahora ya no se habla de eso, ni de eso ni de nada) se decía que Walsh era, ante todo, un artesano, pero Garci y algunos otros (Moix) aseguraban que el director era tan autor como Hawks o Ford. Si uno ve las películas de Walsh, con tantos lugares comunes en tramas e intencionalidad, se da cuenta de lo acertado del comentario de Garci.
EliminarUn abrazo.
La mayor parte de las veces consigues que salga de aquí con una visión muchísimo más amplia de películas que ya conocía
ResponderEliminarBesos y gracias
Gracias a ti, eso es lo que se pretende y me alegra conseguirlo contigo: aportar algo al lector que ya conoce la película; y al que no la conoce, animarle, darle argumentos para que quiera verla.
EliminarBesos.
Hay dos películas y las dos protagonizadas por Errol Flynn: "Objetivo Birmania" y" Murieron con las botas puestas "cada una en su género que me quedaron grabadas desde la infancia .
ResponderEliminarAún recuerdo la angustia de la persecución por la selva de esos infatigables japoneses que iban siguiendo el rastro-las hojas en el río- en su huida por los americanos.
Magnífica película para los amantes del cine bélico.
Un saludo.
Esa escena está muy bien, cuando el soldado japonés se encuentra la hoja flotando en el río, la música de Franz Waxman tiene mucho que ver en la tensión que desprenden las imágenes. Errol Flynn, en sus memorias, hace referencia a la banda sonora y dice que él participó con algunas ideas, como por ejemplo la de mantener el silencio, sin música, cuando atacan la aldea y en otras secuencias.
EliminarSaludos.
Fíjate lo que te digo: creo que es la primera película de la que tengo un recuerdo inicial nítido, no contaminado por visionados postreros o literatura sobre ella posterior.
ResponderEliminarCuando uno es un crío, el aspecto propagandístico, tan evidente en esta cinta, pasa totalmente desapercibido entre el calor asfixiante de la jungla y los mosquitos.
Me pasa como a ti, no sé si la primera, pero sí de las primeras y aún se mantiene esa angustia del primer visionado como uno de los recuerdos claros de la infancia.
EliminarHubo veteranos del frente de Birmania que cuando vieron la película salieron convencidos de que la cinta se había realizado en la jungla birmana. Cuando les dijeron que las localizaciones eran de California, no se lo creían.
Las junglas en blanco y negro de nuestra infancia. Bueno, las junglas y todo lo demás: el salvaje oeste, los bajos fondos de Nueva York o Los Ángeles, la épica guerrera de la Edad Media o los mosqueteros de su majestad. Y el color no ha mejorado nada de todo eso, me temo. Será que el arte, en fin, es un juego de luz y sombra.
ResponderEliminarSaludos.
No, no se ha mejorado nada. En esta película, la presencia de James Wong Howe es más que sobresaliente. El director de fotografía tenía experiencia en manejar luces y sombras en los géneros más afines a sus habilidades: el cine negro (La Cena de los Acusados, El Enemigo Público Nº1...) y el cine de terror (La Marca del Vampiro). Tuvo una carrera espectacular y ganó dos Óscar más varias nominaciones al premio de la mejor fotografía.
EliminarSaludos.
Es un género que ha dado muy buenas películas y aunque aborrezco la guerra me interesa el tema si está bien tratado.
ResponderEliminarHay una pelicula de John Boorman con el trasfondo de la guerra (no hay escenas de batalla) que me gustó mucho y que supongo conoces "Infierno en el pacífico", con el estupendo Lee Marvin ( actor perfecto en éste género, en el negro y en cualquier otro) con Toshiro Mifune, y son ellos dos sin una palabra los que sostienen el film.
¿Qué opinas de Salvad al soldado Ryan? Supongo que tendrás alguna reseña que no conozco.
Un abrazo, amigo Ethan
He visto esa película que dices, dos enemigos en una isla desierta que al final se necesitan uno al otro, la vi hace mucho tiempo, pero creo que es esa.
EliminarSalvar al soldado Ryan me gustó, en especial su simbología judeo-cristiana muy evidente en muchas de sus películas y aquí también. Sí que tengo una reseña:
http://elblogdeethan.blogspot.com.es/2010/06/cine-en-dvd-salvar-al-soldado-ryan.html
Abrazos.