¡Qué
alegría de vivir! (Che gioia vivere, 1961)
Volvemos
con René Clément después de una primera entrega en nuestra sección “dos por uno”
(se puede leer aquí),
lo que demuestra el interés que siempre nos ha suscitado el cine del director
francés. Hoy traemos dos películas de su tercera etapa, la que arranca con una
obra maestra: A pleno sol (Plein soleil, 1960).
Si
tenemos que asociar esta fase crucial de la carrera del cineasta con algún nombre
propio, seguramente habría que optar por el de Alain Delon. No en vano, es el actor
protagonista de la citada A pleno sol, y de sus cintas
posteriores, entre las que se encuentran el par que nos atañe hoy.
En
la primera, ¡Qué alegría de vivir!, Delon encarna a Ulisse, un
joven italiano que después de pasar por el servicio militar se queda en el paro.
La búsqueda infructuosa de trabajo le conduce a la sede del partido fascista
donde le dan su primera misión: infiltrarse en una imprenta anarquista. Enamorado
de la hija del jefe, Ulisse reniega del partido de ultraderecha, aunque tampoco
se siente a gusto entre los terroristas.
Narrada
en clave de comedia y ambientada en los primeros años del fascismo, el filme de
Clément tiene ritmo de cinta de enredo en casi todo el metraje, para cambiar al
de aventuras en su último tercio. El centro de la acción es, por supuesto, el
actor francés, que borda su registro preferido, el de joven poco fiable, descarado
y mujeriego.
Menos
dramática, por tanto, que la muy citada A pleno sol, la película tiene
en común con esta y con las siguientes, la duplicidad del personaje que interpreta
Delon cuando se hace pasar por otro hombre (en este caso por un famoso
anarquista) mientras intenta conseguir el amor de su vida. En el ínterin tratará
de desbaratar los planes de unos y otros, fascistas y anarquistas, y de paso
lograr que la “feria de la paz”, un evento internacional que quiere superar la
tragedia de la Gran Guerra, llegue a buen puerto.
Los
felinos (Les, félins, 1964)
En la siguiente colaboración entre René Clément y Alain Delon las cosas
no son muy diferentes: la estrella gala es de nuevo un joven arribista, en este
caso mucho más cercano al de A
pleno sol, por el tono de la
cinta y por la ambientación en la Riviera.
El personaje interpretado por Delon se vuelve a introducir de incógnito,
esta vez en una especie de asilo, cuyos benefactores creen que es un indigente
más, cuando en realidad es un jugador profesional que huye de un gánster.
Contratado como chófer por una pareja de mujeres de la alta sociedad (tía y sobrina),
pronto comprobará que sus salvadoras esconden un terrible secreto.
Nada nuevo en cuanto al registro del actor francés, aunque sí un cambio
en la historia que por momentos se torna de comedia en thriller; de
cinta de acción en filme de suspense donde nada ni nadie es lo que parece. Las
personalidades de nuevo se desdoblan ––no solo la del protagonista––. Los
espejos que Clément utiliza con profusión no son en absoluto gratuitos; tampoco
los pasadizos secretos, los gatos negros y las amenazantes esculturas y figuras
de porcelana.
Es decir, un argumento más propio de Claude Chabrol que de Hitchcock, aunque
tenga elementos de ambos. Algo que no es de extrañar si tenemos en cuenta que
el guionista y autor de la idea original es el conocido novelista Charles
Williams. Escritor muy adaptado en largometrajes de cine negro y de intriga.
En cualquier caso, temas muy afines a René Clément, como ya hemos visto;
y personajes, como el de Alain Delon en las dos películas que hemos comentado,
que, por cierto, ya se veían venir si tenemos en cuenta cintas pretéritas de
Clément: a saber, Monsieur
Ripois (1954), con Gérard
Philipe como antecedente más que claro de Delon; o antes incluso si nos fijamos
en Le château de verre (1950), donde
Jean Marais gestionaba el mismo registro de joven embaucador, pero a la vez
enamoradizo.