jueves, 16 de julio de 2009

COLABORACIÓN: Adiós muchachos (Au revoir les enfants, Louis Malle; 1987)



Pese a que antes de morir en noviembre de 1995 todavía le quedaría tiempo para rodar otros tres títulos más a lo largo de la década siguiente, la divertida y buñueliana Milou en mayo y las maravillosas Herida y Vania en la calle 42, el francés Louis Malle nos había presentado ya en 1.987 el que en verdad ha de ser considerado su auténtico testamento cinematográfico. A los 55 años y con una sólida y reconocida carrera profesional a sus espaldas, el maestro de la nouvelle vague se atreve a saldar por fin cuentas con su pasado rodando la película que siempre había querido rodar y para la que llevaba preparándose psicológicamente más de media vida. En esta sutil y delicada obra maestra Malle lleva a la pantalla uno de los recuerdos que más marcaron su infancia y posterior existencia, un recuerdo traumático y doloroso que nos traslada a una fría mañana de enero de 1944 en el patio del Pequeño Colegio del Carmen, un internado católico al sur de París cerca de Fontenebleau en el que el futuro cineasta cursaba estudios. Un recuerdo que persiguió a Malle hasta el final de sus días. Es la propia voz del realizador la encargada de cerrar el film para ratificarlo. “Han pasado – confiesa- más de 40 años [de aquello] pero hasta el día de mi muerte, yo recordaré cada segundo de esa mañana de enero”.
Julien Quentin, alter ego de Malle en el film, es un chaval de 12 años, segundo de los hijos de una familia parisina de clase media alta y posición acomodada. Estamos en octubre de 1943 y los alemanes siguen campando a las anchas por las calles de la capital; aunque todo indica que falta poco para que se marchen, la situación amenaza con recudrecerse, por lo que los Quentin deciden envíar a sus hijos a estudiar a un internado religioso a las afueras de la ciudad. A poco de iniciarse las clases llega al centro un nuevo alumno llamado Jean Bonnet, un muchacho avispado e inteligente de orígen judío que enseguida capta la atención de Julien. Los dos chicos traban desde el primer momento una bonita amistad que se cimentará en los meses siguientes a través de juegos, lecturas, conversaciones… Todo cambía de raíz el día en el que dos miembros de la Gestapo irrumpen en el aula de Quentin y Bonnet y se llevan a este segundo junto a otro compañero y al propio superior del colegio acusado de haberles dado cobijo. De inmediato, todos los alumnos son convocados en el patio del centro donde se produce el encuentro final con los prisioneros y la emotiva despedida que da pie al título de la obra.
La realidad nos dice no obstante que las cosas no sucedieron exactamente así. Hans Helmunt Michel, el chico en el que está basado el personaje de Bonnet, llegó al internado donde estudiaba Malle apenas iniciado el curso del 43 después de haber pasado toda una serie de calamidades y penurias. Su padre, un médico judío de Frankfurt, se suicidó cuando el pequeño sólo contaba 3 años y su madre acabaría siendo arrestada años después en París por la policia francesa en la célebre “redada del Velódromo de Invierno”. Hans pudo escapar junto a su hermana menor y encontrar refugio en el hogar de una amiga de la familia que más tarde conseguiría que lo admitieran como alumno del Colegio del Carmen por mediación de su director, el padre Jacques. Sin embargo, a diferencia de lo que se nos cuenta en la cinta, Michel y Malle nunca fueron amigos; es más, según confesaría más tarde, el segundo no sintió en ningún momento simpatía alguna por su nuevo compañero. Algo hasta cierto punto normal. Al principio de la película, Julien aparece descrito como un niño mimado, caprichoso y algo redicho y resabiado, y no es de extrañar que la llegada de un alumno que se mostraba más listo e inteligente que él le tocase y no poco las narices. Aquella fatídica mañana de enero comenzó a anidar en el corazón de Malle una profunda desazón que le perseguirá toda la vida, un fastidio y un vacío por no haberse acercado lo suficiente a alguien que quizá podía haber sido su alma gémela. Ya en los comienzos de su carrera, el cineasta baraja la posibilidad de fabular y contarnos cómo hubiese sido esa amistad, pero no puede. La tarea le lleva más de 40 años, tal es el peso de los recuerdos y de la culpa. Malle reccorre el camino inverso al de su amigo y compañero de generación François Truffaut quien sí fue capaz de trazar un certero retrato de su infancia en su conocida y celebrada opera prima Los cuatrocientos golpes.
Resulta especialmente sobrecogedor que la amistad que se nos narra en la película nunca existiera, que sea solamente una proyección de su director que se vale de la magia del cine para convertir en realidad una situación personal traumática. Y resulta así, porque Au revoir les enfants es uno de los más bellos cantos a la amistad jamás rodados, narrado con ternura, honestidad y una sensiblidad a flor de piel. Malle vuelve a una época y a un escenario que ya había retratado anteriormente en su cine (Lacombe Lucien) y a un tema como es el de la pérdida de la inocencia que no era ajeno en su filmografía (El soplo al corazón). Sin embargo, el carácter autobiográfico y a la vez fabulador de la cinta le proporciona una dimensión extraordinaria. El film de Malle es pura sensiblidad, la sensibilidad hecha cine, sus cimientos esa mágica y rara poesía que llevan impresas la tristeza y la melancolía. Permítanme para finalizar confesarles un pequeño secreto. Me tengo por un espectador tremendamente sensible, aunque pocas han sido las películas que a lo largo de mi vida han conseguido arrancarme las lágrimas en una sala de cine. Adiós muchachos ha sido una de ellas.

8 comentarios:

  1. Sin lugar a dudas una película enorme. Curiosamente pese a ser la favorita en los oscars no ganó.

    ResponderEliminar
  2. Es magistral la manera en la que Malle refleja la vida en un internado católico durante la Segunda Guerra Mundial, haciéndonos partícipes de ese grupo de jovenes (uno de ellos el autor) que descubren la vida, la amistad y las traiciones de forma real y cercana.
    Una gran película de un director mágico
    SALUDOS
    Nos leemos

    ResponderEliminar
  3. Pues no conocía esta peli, la verdad es que aunque es un tema bastante manoseado el de la segunda guerra mundial y las situaciones personales vividas, no deja de ser interesante si estan bien filmadas, me apunto la peli aunque sea por comparar esa infancia francesa a lo Truffaut, pero con ternura ;)

    saludos

    ResponderEliminar
  4. Me has puesto la piel de gallina.

    No sabía que la amistad que se ve en el film era imaginada. La película es extraordinaria, y como tú bien dices, sobresale especialmente en la carrera de Malle -y mira que es difícil, siendo esa carrera tan rica, tan diversa, tan excepcional: ¡es el director de Les amants!-. Y es un asunto muy incómodo, casi tabú, para los franceses, que no quieren asumir esa parte de su historia, ya en Lacombe Lucien se le echaron, por lo visto, encima.

    Hace poco paseando por el centro de París me encontré con un colegio con una inscripción homenaje en su fachada, en recuerdo a los niños judíos que fueron sacados de las aulas, con destino incierto. Imagino que no es el mismo centro, porque dices que está por el el sur, pero me recorrió un escalofrío.

    Un abrazo, enhorabuena por la reseña, tan emocionante y sentida

    ResponderEliminar
  5. Magnífica reseña de una gran película.Malle es un gran director que entra en la dimensión de los olvidados.Creo que hay que resucitar su cine,incluso su labor americana.Ascensor para el cadalso con la música de Miles Davies,es otra muestra de su maestría.
    Vi Adiós muchachos en el mítico programa de José Luis Garci,Que grande es el cine con sus respectivos comentarios entre humo de cigarrillo y buenos libros sobre la mesa.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  6. Maravillosa película, todo en ella es extraordinario, me encanta... pocas películas tienen una melancolía tan triste. Obra maestra. Fantástico el post, Dexter, como siempre.

    Au revoir cinefilos :-)

    ResponderEliminar
  7. Hola Vivian!

    He leído tu comentario en Col Frenesie y me he dicho, ésta es de las mías! jeje.

    Adoro a Montgomery Clift desde que lo descubrí.

    Por eso te invito a mi blog:

    The Montgomery Clift Blog.

    Tenéiss un estupendo blog de cine,

    saludos.

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...