lunes, 22 de septiembre de 2008

RÍO GRANDE (John Ford, 1950)

Hace unos días se celebraba el treinta y cinco aniversario de la muerte del más grande -en mi opinión- director de todos los tiempos, de John Ford. Y hace poco más de un año lo que se conmemoraba era el centenario del nacimiento del intérprete preferido de Ford: John Wayne. Muchos son los filmes cuyo título se asocia rápidamente a la imponente figura de “El Duque” (aún mantiene el record del actor que más veces ha sido protagonista); tiene en su haber legendarias películas como Río Rojo o Centauros del desierto, que serán reseñadas próximamente en este espacio. Hoy vamos a hablar de Río Grande, la última entrega de la trilogía que John Ford realizó sobre la caballería de los Estados Unidos -las otras dos fueron Fort Apache (1948) y La Legión Invencible (She Wore a Yellow Ribbon, 1949)-.


Río Grande se puede encuadrar dentro de las cintas más personales de Ford – la mayoría lo eran-; se puede definir como una sucesión de grandes momentos que el propio director hubiera querido vivir. Ignoro si Ford atravesaba por una crisis, digamos nostálgica, pero lo cierto es que tanto en este filme como en Caravana de Paz (Wagon Master) –ambos de 1950- adquieren más importancia las secuencias donde se para la acción, donde no sucede nada importante y el tiempo parece dilatarse, que aquellas que se suponen responden a la trama principal. Esta característica califica a Río Grande como de cinta moderna y adelantada a su época.

Así, el maestro se recrea en planos del coronel Kirby (Wayne) paseando al anochecer por la orilla del Río del título, recordando a su amada Kathleen (Maureen O’Hara) mientras suena alguna canción de “Sons of the Pioneers”; o nos muestra los ejercicios de doma de los reclutas, con Ben Johnson cabalgando al estilo “cuádriga romana”, erguido sobre dos caballos a la vez, con las riendas en la mano y un pie sobre cada montura.

Son especialmente conmovedoras aquellas imágenes sin palabras, con miradas fuera de campo, donde se evocan acciones del pasado que nunca debieron suceder, como el abandono de la familia por parte del coronel. La interpretación de la pareja protagonista fue decisiva para expresar dicha emoción, y es que Ford descubrió el magnetismo que existía entre John Wayne y Maureen O’Hara; dicen que sirvió como prueba definitiva para apostar por el mismo casting en la obra maestra El Hombre Tranquilo (The Quiet Man, 1952) –y para que ambos realizaran, en total, cinco películas juntos-.

Y ahora una pregunta: ¿en qué medida le emociona el cine clásico, o el cine en general? ¿Es Ud. un cinéfilo empedernido y aún no lo sabe? Para salir de dudas le propongo realizar una prueba muy sencilla: Hágase con un DVD o cinta de Río Grande, acomódese en su mejor sillón y deje que arranque el filme. Si la primera secuencia, esa en la que entra un agotado destacamento al fuerte, con John Wayne a la cabeza intentando colocarse en el caballo de una forma lo más digna posible; esa escena sin palabras, donde suena un triste “I'll take you home again, Kathleen” mientras las sufridas mujeres buscan ansiosas con la mirada si su pareja se encuentra entre los que regresan; si esa escena, digo, no le pone los pelos de punta, entonces, tranquilo Ud. no ha contraído –aún- esta dichosa enfermedad. Pero cuidado, es contagiosa.

Ver Ficha de Río Grande.

6 comentarios:

  1. También a mi entender, Ford es, sin duda alguna, el mejor director que ha dado este invento. Esta cuestión jamás me ha planteado controversia alguna.

    No recuerdo ninguna películs firmada por él que no me guste, más o menos, pero que no me guste y de la que no pueda extraer infinidad de elementos, detalles o emociones destacables.

    Por mi cumpleaños, me regalaron la primera parte del libro John Wayne, de Juan Tejero; obra que te recomiendo.

    En cuanto a la maravillosa trilogía que refieres, si bien Río Grande se lleva, creo yo, la aureola y el estandarte, a mí me gusta bastante más La legión invencible (curioso título, teniendo en cuenta el nombre original) con esas imágenes nocturnas, esos cielos quebrados en rojo y ese capitán ajado y viudo.

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  2. Es curioso la diversidad de opinión que existe cuando se trata de elegir la mejor de la trilogía. He leído preferencias de todo tipo: para muchos la mejor es "Fort Apache"; "La Legión Invencible" se sitúa también entre las elegidas por bastantes críticos. Y qué decir de "Río Grande"...
    Yo confieso que la que más me gusta es la última que veo. Las he visto varias veces las tres, así que voy cambiando de opinión como de caseta en La Feria.
    Un abrazo.

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  3. Lo siento pero no puedo o no quiero comentar a Ford, es demasiado grande para mí. Se le podrá estar dando vueltas a esto del cine, pero no se puede filmar mejor, sólo rendirle tributo copiándole incesantemente.

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  4. Hola Ethan, recién contestado tu comentario, me paso, raudo como el caballo que monta Ben Johnson en "Río Grande", para decirte que en este filme hay un furioso romanticismo mezclado con grandes dosis de orgullo (¿irlandés, marca de la casa?) y todo bien salpimentado por un sano patriotismo, sentido del deber y, tal vez lo más importante, un amor compartido y reconciliador.
    Saludos cordiales.

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  5. Sí señor, un amor compartido y un sentido del deber que lo pudo romper. Muy parecido el tema también en "Escrito bajo el Sol", con la misma pareja protagonista.
    Saludos!

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  6. Mi película favorita de Ford es "Misión de Audaces" ("The Horse Soldiers") de 1959. No sabría decir el motivo pero encuentro que tiene todos los elementos que hacen de ella una película que merece la pena, en especial el papel de William Holden, y la música, perfecta en cada momento. La recomiendo, sin duda.

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