De satisfactorio tenemos que clasificar el arranque del
festival de cine europeo, aquí en Sevilla, con dos películas bien distintas,
pero con una factura más que correcta en ambas.
Mientras se celebraba la gala inaugural en el Teatro Lope
de Vega con Two Friends (Les deux
amis de Louis Garrel, 2015), nosotros elegimos dos cintas que compiten por
el premio del público en la Sección EFA (European Film Academy), donde suelen
encontrarse las mejores propuestas si tenemos en cuenta anteriores ediciones
del certamen:
MIA MADRE
Alguien definía la figura del
director de cine, y su cometido a lo largo de una jornada de trabajo, y lo
resumía como aquel que se dedica a responder preguntas. En La Noche Americana (La nuit américaine, 1973), Francoise
Truffaut hacía una aproximación exacta a la labor del realizador para mezclar
ficción y realidad en una cinta imprescindible; con Mia madre, Nanni Moretti
sigue la misma estructura —nada nuevo en su estilo que cabalga a lomos del
documental—, pero le da una visión muy particular al tema. Digamos que se
revuelve contra sí mismo y deforma la trama hasta volverla desencantada y
pesimista; hasta llegar a decir que trabajar en el cine es lo peor a lo que uno
se puede dedicar.
Pero Moretti hace trampa. Como suele
ser habitual en él, el director también participa como actor, pero en esta ocasión
deja el protagonismo, su alter ego, en otra persona, en la excelente Margherita
Buy. En la actriz recae todo el peso del discurso de Moretti, como si fuera una
marioneta en manos del realizador. Ella interpreta a una directora que también
se llama Margherita, y que además de pasar por las dificultades propias de un
rodaje, acaba de separarse de su pareja, se ha dado cuenta de que su hija
adolescente se entiende mejor con su ex y, para colmo, su madre se está muriendo.
Para enredarlo todo aún más, la estrella extranjera contratada por la
realizadora es un actor (John Turturro) que se comporta de forma extravagante y
hace que el rodaje sea aún más caótico.
La maniobra intencionada de Moretti lejos
de ocultarla al público, se permite anunciarla cuando la protagonista sostiene
que los actores deberían desdoblarse a la hora de interpretar su papel. Algo así
como que cada personaje debería tener en todo momento al lado de él al actor que le da
vida. Es lo que hace Moretti en la película con respecto a Margherita. Es el
hermano de la directora en la ficción, el que se mantiene a su lado para aconsejarla,
consolarla y para compartir los momentos duros. Como un ángel que vela por el
personaje (hay una secuencia muy explícita en este sentido: un sueño en el que
la directora y su hermano aguardan en la cola de un cine para ver El
cielo sobre Berlín; el que haya visto la célebre película de Wim Wenders
me entenderá). En Mia madre, Moretti juega con doble mano, la de la realizadora
(es decir, él mismo) y la suya como actor. Un juego original e interesantísimo
que gustará a los fans del cineasta
pues es otra vuelta de tuerca más a su ya larga filmografía.
El filme es, por tanto, una delicia
en su estructura, en su intención y en la realización. Un drama que no pierde
el sentido del humor gracias a las escenas donde John Tuturro se hace con las
riendas. Un personaje que, no obstante, tampoco se salva del halo de amargura
que preside a la película. Turturro interpreta a un actor en decadencia que
también se encuentra harto de su profesión y que pide a gritos, literalmente,
volver a la realidad. De nuevo otro personaje que pronuncia
las frases que Moretti no se atreve a decir por sí mismo; o mejor dicho que sí
se atreve siempre y cuando lo haga utilizando el medio que domina como nadie:
el cine.
RAMS: EL VALLE DE LOS CARNEROS
Sin cambiar el tono intimista, pero sí completamente la
forma y el fondo, asistimos casi sin tiempo para respirar a la siguiente sesión
de cine de autor, en este caso escandinavo:
En un valle de Islandia viven dos hermanos que llevan
cuarenta años sin hablarse. Tan frío y distante es el paisaje como la
relación entre Gummi y Kiddi. Los dos se dedican a la cría de
ovejas a las que quieren como si fueran sus propios hijos. Ambos preparan y
presentan a sus mejores carneros al concurso anual de la comarca. El hermano
mayor, Kiddi, es el ganador, mientras Gummi se tiene que conformar con
un segundo puesto que le sabe a derrota. Desolado, Gummi descubre que el carnero
de su hermano tiene todos los síntomas de una enfermedad altamente contagiosa. El descubrimiento inicia una revuelta que pone en peligro todas las explotaciones de la región.
Cuando se decreta que los carneros deben ser sacrificados, Kiddi comienza a sospechar que Gummi se ha inventado la epidemia por
despecho. Mientras el enfrentamiento parece inevitable, el
invierno comienza a hacer estragos.
El valle de los carneros es un drama familiar con una cantidad de premios
importante dada su corta vida. Una película con tantos planos rodados en
exteriores como intensas son las pulsiones interiores de los dos protagonistas. El director islandés, Grimur Hakonarson, decide narrar el
largometraje desde el punto de vista de Gummi. Es el perdedor del concurso, el que desencadena toda una revolución
que afectará aún más a la relación con su hermano, y a la sazón vecino, y con
toda la región.
El realizador, rueda este drama
con toques de comedia —ya decía John Ford que una película sin humor, aunque
sea una tragedia, no vale nada—; con cierto suspense gracias a los bien
llevados puntos de giro (el último con cambio en el punto de vista y,
aunque previsible, muy impactante); y con rigor en la puesta en escena de planos
muy bien rodados, donde destacan los bellos encuadres de la campiña islandesa.
Rams puede parecer un
largometraje con una trama sencilla en su enunciación, sin embargo resulta tan
compleja como aristas tiene la mente humana. El orgullo y la intolerancia tienen
su hueco en la historia; también se acomoda en ella el rencor enquistado que ha
logrado bloquear una relación de la misma forma que la nieve obstruye las
entradas de las viviendas. ¿Podrán Gummi y Kiddi pasar el invierno sin las
ovejas? ¿Se hará la película con el premio del público?
Empiezas bien, con buenas referencias. Me alegro.
ResponderEliminarHasta ahora ha habido suerte. De todas formas la elección no era muy difícil teniendo en cuenta el background de Moretti y los premios de la película islandesa.
ResponderEliminarSaludos.
Pues me declaro fan de Moretti, me han gustado siempre sus películas, y por lo que has escrito esta no me va a decepcionar. Los ejercicios de introspección que los directores de cine realizan hacia su profesión, suelen dar resultados extraordinarios. En cuanto a la islandesa, últimamente he leído bastante a Arnaldur Indriðason, claro, que no sé si el género negro se puede aplicar a esta "Rams". ¿Robert Mitchum de esquilador?
ResponderEliminarSaludos.
No, nada de cine negro jajaja En todo caso, blanco, dado el paisaje nevado y el frío que pasan los personajes.
EliminarLa cinta de Moretti me ha gustado especialmente. Sigo bastante al director y creo que se ha superado.
Saludos.