¿Hasta que punto considera que lo que ocurre en el bloque
de apartamentos donde vive le concierne? ¿Debe intervenir o lo más prudente
es dejar que cada uno resuelva sus problemas, mientras éstos no le afecten
directamente a usted o a su familia? Esas y otras preguntas son las que el
director rumano, Radu Muntean, quiere responder con su interesante cinta que
compite para hacerse con el Giraldillo de Oro, aquí en el Festival de Cine
Europeo de Sevilla.
Patrascu es un padre de familia, casado con la socia del
negocio de matriculación de vehículos que ambos regentan. Un día, al regresar
de su paseo diario, oye ruidos en el primer piso. Una pareja discute
acaloradamente. Cuando pasa por delante de la puerta del apartamento, ve salir
al responsable de los gritos: es Vami, su vecino de abajo. Unos días más tarde,
la policía invade el bloque: la mujer que vivía en el piso de la pelea ha sido
hallada muerta con la cabeza destrozada. En el interrogatorio pertinente,
Patrascu opta por no decir nada y seguir con su vida. Sin embargo, no podrá
evitar tropezarse con Vami, ni que éste se relacione con su familia.
En la línea realista del cine europeo de los últimos años (nos
acordamos de los hermanos Dardenne, por ejemplo), Muntean rueda una cinta
personal donde su cámara observa la tranquila vida de una familia de clase
media; donde las imágenes y los diálogos no cuadran con el interior de los
personajes que suponemos se encuentran en ebullición después de haberse
cometido el crimen. El efecto de esta paradoja sobre el espectador es de lo más
interesante: casi se puede oír lo que piensan los protagonistas, que se encuentran
al borde del estallido. La tensión tiene que salir por algún lado, pero no
sabemos cuándo ni cómo. Es la dosis de suspense de una película donde la puesta
en escena es meramente auxiliar. Todo lo que ocurre forma parte del decorado,
como una capa externa desdramatizada, mientras lo verdaderamente importante
sucede en algún lugar del cerebro de Patrascu.
Con una ligera referencia a películas como Teorema
(Pier Paolo Pasolini, 196) y a otros filmes del estilo, donde un extraño se introduce
progresivamente en la vida de una familia, avanza el largometraje con tiento,
pero de forma lineal hasta poner al protagonista en una situación límite. La
intención de Vami no está clara. Tampoco se sabe si es el asesino o no. Da la
impresión de que ya que comparte con Patrascu un terrible secreto, también
quiere compartir todo lo demás.
En resumen, atractivo thriller realista que, salvo algunas secuencias más flojas, mantiene al espectador atento a la más mínima señal que haga saltar todo por los aires.
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