Soy de la opinión que, en general, hay que acudir al cine
con las menos referencias posibles a la hora de ver una película nueva. Nada de
leer reseñas o críticas, ni siquiera saber de qué va el filme. No obstante, la
excepción que confirma la regla (seguro que hay más) es la nueva película del
italiano afincado en USA, Roberto Minervini.
El realizador tuvo la deferencia de venir a la sala a hacer una breve introducción, y a someterse al final de la proyección a todas las preguntas que le quiso hacer el público. En este caso, como digo, es bueno saber de antemano que la cinta es un documental con muy poco de ficción. Sólo algunas escenas de transición y otras alegóricas han sido preparadas, el resto es un rodaje libre, cámara en mano, de lo que sucede en las dos historias que propone Minervini.
El director vive allí, con esa
gente, y sólo ha querido plasmar en pantalla a lo que se enfrentan Marc, Lisa y
el resto de personajes, que insisto, son reales, ninguno es actor y de ahí que
las secuencias más crudas impacten tanto. En opinión del realizador, es
imposible simular ciertas escenas: o se ruedan tal como suceden o se nota el
artificio. Vimos algo parecido hace un par de años aquí, en el Festival de
Cine Europeo, cuando Danis Tanovic dirigió a personas reales interpretándose a
si mismo en La mujer del chatarrero. Se trataba de una historia que se
quería reproducir con los mismos personajes que la vivieron.
Minervini va
mucho más lejos que Tanovic en su propuesta realista: todo lo que ocurre en la
gran pantalla está sucediendo sobre la marcha, como la vida misma. La película es dura, muy dura, y más
sabiendo que todo es real. Drogas, alcohol, grupos paramilitares, marginados
todos ellos, son los protagonistas de este documento extraordinario, pero no
apto para todos los públicos. El mismo Minervini nos confesó que a veces se
tuvo que ausentar del rodaje porque no podía aguantar (dejo al cámara y a los
técnicos solos rodando lo que pudieran).
Lo único que une a las dos
historias, en lo que coinciden el grupo de enganchados a la metanfetamina y la
banda paramilitar organizada de ultraderecha, es que todos ellos odian a la Administración
Obama. Le echan la culpa de lo que ocurre a su alrededor y ambos grupos desean
acabar con el sistema.
Otro aspecto que puede relacionar
ambas tramas, es el de la protección. Mientras los radicales aseguran que todo
lo que hacen es para proteger a sus familias, los drogadictos se cuidan entre
ellos, aunque siempre planea la duda de si lo hacen para conseguir más droga.
Sólo un apunte final para el
espectador que quiera ver el largometraje: el título, The Other Side, no se
refiere a lo diferente de las dos historias, sino al significado de la frase,
algo que nos aclaró Minervini: es un slang
norteamericano que tiene un sentido violento cuando se pronuncia ya que se
trata de excluir a alguien por no ser o pensar como tú. “Eres un other side, no te queremos”, sería la
frase completa.
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