domingo, 7 de septiembre de 2025

ARMAS PARA EL CARIBE (L'arme à gauche de Claude Sautet, 1965)

Casi siempre en ambientes urbanos, el polar (cine negro francés) se prodigó poco en entornos marítimos, quizás porque los autores de los libros que servían de base a los filmes tampoco lo hacían. Una de las excepciones fue Charles Williams, cuya novela Aground se convirtió en el guion de Armas para el Caribe:


El capitán Jacques Cournot (Lino Ventura) ha sido contratado por Hugo Hendrix (Alberto de Mendoza) para comprar el “Dragoon”, un velero de dos palos propiedad de Rae Osborn (Sylva Koscina). Cuando todo parece indicar que la venta está asegurada, la goleta desaparece; en su lugar la policía encuentra los cuerpos de dos hombres asesinados y las pruebas de que hay tráfico de armas de por medio. Cuando Hendrix también se esfuma, Rae se sincera con el capitán y le confiesa que es la exmujer de Hendrix, que resulta ser un estafador de poca monta. La joven contrata a Cournot para buscar al “Dragoon” al que localizan varado bastante lejos de la costa y muy próximo a un islote... 

Charles Williams fue uno de los autores hard-boiled más afamados y uno de los más adaptados al cine. Hasta una docena de novelas suyas se convirtieron en películas, algunas con el escritor participando directamente en el guion. Como en Armas para el Caribe, sus historias giraban en torno a una mujer de turbio pasado experta en engatusar al héroe de turno. La cinta arranca de esta guisa, pero pronto da un giro, cuando Rae se sincera con el capitán al que encarna el duro Lino Ventura —un actor tan identificado con el noir en Europa como Humphrey Bogart en Estados Unidos—. Quizás debido a la manipulación de los guionistas, entre ellos el director Claude Sautet, la protagonista se muestra desde el principio más en la línea de una joven vulnerable, adicta al alcohol, que de una femme fatale.

Que Claude Sautet fuera elegido para llevar adelante el proyecto de Armas para el Caribe es posible que ahora resulte extraño, dada su trayectoria cinematográfica posterior cuando se dedicó más a los dramas que a los policíacos. La película puede entenderse como una cinta de aprendizaje aunque el cineasta ya se maneja con soltura a través de unos caracteres tan estancados en su vida como la situación en la que se ven envueltos. 



Situación repleta de contrasentidos: un barco que no navega, una isla que no es la costa ansiada, unas armas que no disparan; y en fin, unos personajes sin salida en su vida privada, pero también en la acción cuando tres se encuentran en el barco sin poder navegar y el cuarto, con todas las armas a su alcance, se ve incapaz de revertir la situación desde una isla desierta.

Armas para el Caribe es una cinta realista, un noir insólito, casi un thriller, en especial en el último tercio de la película cuando el villano mantiene a Cournot en el punto de mira al tiempo que éste intenta fondear el ancla salvadora. La secuencia es de una angustia creciente al ver que la puntería del gánster mejora por momentos y las probabilidades de acertar al capitán, cuando éste asoma la cabeza para respirar, son cada vez mayores.

Realizado con la misma pericia de marino que Cournot cuando monta un aparejo de fortuna en su afán de sacar el barco de varada, el filme se encuentra además muy bien fotografiado. La luz del atardecer y la del alba predominan sobre la del día a medida que las cosas se complican. El blanco y negro juega un papel austero en una cinta sobria, sin adornos. Igual que los diálogos a los que no les sobra ni les falta una coma: los justos y necesarios.

Armas para el Caribe nos dice muchas cosas, entre ellas que una isla en el Caribe, unas aguas transparentes y un lujoso velero no son siempre sinónimos de vacaciones y placer.




El post es un extracto corregido para la ocasión del capítulo dedicado a Armas para el Caribe en mi libro: CINE Y NAVEGACIÓN. Los 7 mares en 70 películas





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