domingo, 21 de septiembre de 2025

2 X 1: "PINA" y "LA SAL DE LA TIERRA" (Wim Wenders)

Pina (2011) 

La carrera del veterano director alemán Wim Wenders ha tenido luces y sombras, si bien más de las primeras que de las segundas, con éxitos como El cielo sobre Berlín, París Texas o El amigo americano; una filmografía desigual salpicada de documentales —estos sí, casi todos excelentes— tan buenos como aquel sobre los últimos días en la vida de su colega Nicholas Ray (Relámpago sobre el agua), o ese otro sobre el cine de Yasujiro Ozu (Tokyo-Ga), y unos cuantos rebosantes de música como Buena Vista Social Club

Largometrajes que son ensayos cinematográficos como los realizados en la segunda década del siglo XXI donde ha podido rodar sus dos mejores trabajos en el terreno de la no ficción, ambos nominados al Óscar al mejor documental. El primero de ellos, Pina, es un homenaje a la bailarina alemana Pina Bausch, fallecida pocos días antes del comienzo del rodaje. 

El filme es en realidad un musical cuando se estructura en capítulos dedicados a cada uno de los bailarines de la escuela de Pina, testigos de las enseñanzas de su maestra. Un grupo heterogéneo, internacional, que opinan y dan su versión acerca de la visión que tenía la bailarina a la hora de interpretar el baile moderno, de romper los límites entre el teatro y la danza.

 

Junto a las opiniones de los alumnos, estos interpretan segmentos de las creaciones más notables de Pina, coreografiadas por ella misma, a veces en un teatro, otras en las calles de la ciudad, dentro de los tranvías o en la propia academia. Son números expresionistas que dejan huella tras haberlos visto, y representan aspectos de la vida misma sublimados gracias al baile. 

Destaca el número Café Muller, que se desarrolla en una cafetería repleta de sillas donde los bailarines danzan a través del laberinto que se abre ante ellos, gracias a la intervención de otro artista que va retirando los elementos del atrezo, con una perfecta compenetración con los que danzan a su alrededor —dicen que cuando Wenders, en un principio no interesado demasiado en la danza, vio esta obra en el teatro, rompió a llorar. El número es un ejemplo de los muchos que hay en el filme, todos preparados y representados en el teatro con éxito. La película termina con una frase pronunciada por la propia Pina que resume su obra: «Dance, dance, otherwise we are lost».  



La sal de la tierra (The Salt of the Earth, 2014) 

El siguiente documental realizado por Wenders es La sal de la tierra, en mi opinión puede ser el mejor documental del director hasta la fecha, no solo por lo bien estructurado y dirigido que está, sino por la repercusión mundial que ha tenido el trabajo de Wenders. La cinta narra la vida y la obra del fotógrafo recientemente fallecido Sebastião Salgado, y esta codirigida por el hijo del protagonista: Juliano Ribeiro Salgado. Rodada en gran parte en blanco y negro, colores de las expresivas instantáneas del fotógrafo brasileño, la película sigue una organización lineal, que arranca en la infancia del protagonista y continúa en su juventud, cuando se licencia en Economía. Gracias a su mujer, Salgado se apasiona por la fotografía, dejando el trabajo como economista para centrarse en su nueva profesión. 

A partir de aquí, comienza a trabajar en varios libros que recogen sus instantáneas —algunos les lleva una década de trabajo— viajando por todo el mundo a más de 100 países, recogiendo conflictos internacionales, masacres, hambrunas, éxodos y todo tipo de calamidades. Así, los volúmenes titulados Otras Américas, o Sahel son muy descriptivos. Otros trabajos, como el dedicado a los trabajadores del mundo —entre ellos, los pescadores gallegos— son notables. Quizás el más impresionante es el reportaje realizado en Kuwait cuando en la Primera Guerra del Golfo, Sadam Husein mandó quemar los pozos de petróleo. Las imágenes de aquel infierno, donde el humo era tan denso que no dejaba pasar la luz y los días sólo tenían noches, son espectaculares y han dado la vuelta al mundo. 

Lo siguiente fue Éxodo, cuyo tema central era los movimientos de masas de personas que huían de la guerra, como lo ocurrido en Ruanda en los años noventa con el genocidio de tutsis a cargo de los hutus y, más tarde, al contrario. Lo visto allí, reflejado en durísimas fotografías, parece una pesadilla, como si el testimonio de Joseph Conrad en El corazón de las tinieblas se quedara como una simple anécdota.

Pero lo mejor del documental, por lo que es conocido, se desarrolla cuando Salgado termina el ciclo de su vida, volviendo, con «el alma enferma» después de presenciar tanto horror, al lugar donde pasó su infancia: un vergel convertido en un desierto a causa de la tala descontrolada de árboles. Entonces su mujer tiene una idea, casi una utopía: plantar cientos de miles de árboles para deshacer el desastre y volver a tener una selva tropical. Tras varios años, lo consiguen y demuestran que los destrozos hechos por el hombre se pueden revertir, eso sí, plantando cerca de dos millones de árboles. 

Por último, decir que el título del documental viene de un pasaje de la Biblia. En Mateo 5:13 se dice : «Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿Cómo volverá a recuperarlo? Ya no serviría para nada, excepto para ser echada afuera y pisoteada por los hombres». También hay una referencia explícita al nombre del fotógrafo, porque Salgado en portugués significa salado. Sebastião Salgado es la sal de la tierra, y lo demuestra con la contribución que él y su familia han hecho en el lugar donde viven.





domingo, 7 de septiembre de 2025

ARMAS PARA EL CARIBE (L'arme à gauche de Claude Sautet, 1965)

Casi siempre en ambientes urbanos, el polar (cine negro francés) se prodigó poco en entornos marítimos, quizás porque los autores de los libros que servían de base a los filmes tampoco lo hacían. Una de las excepciones fue Charles Williams, cuya novela Aground se convirtió en el guion de Armas para el Caribe:


El capitán Jacques Cournot (Lino Ventura) ha sido contratado por Hugo Hendrix (Alberto de Mendoza) para comprar el “Dragoon”, un velero de dos palos propiedad de Rae Osborn (Sylva Koscina). Cuando todo parece indicar que la venta está asegurada, la goleta desaparece; en su lugar la policía encuentra los cuerpos de dos hombres asesinados y las pruebas de que hay tráfico de armas de por medio. Cuando Hendrix también se esfuma, Rae se sincera con el capitán y le confiesa que es la exmujer de Hendrix, que resulta ser un estafador de poca monta. La joven contrata a Cournot para buscar al “Dragoon” al que localizan varado bastante lejos de la costa y muy próximo a un islote... 

Charles Williams fue uno de los autores hard-boiled más afamados y uno de los más adaptados al cine. Hasta una docena de novelas suyas se convirtieron en películas, algunas con el escritor participando directamente en el guion. Como en Armas para el Caribe, sus historias giraban en torno a una mujer de turbio pasado experta en engatusar al héroe de turno. La cinta arranca de esta guisa, pero pronto da un giro, cuando Rae se sincera con el capitán al que encarna el duro Lino Ventura —un actor tan identificado con el noir en Europa como Humphrey Bogart en Estados Unidos—. Quizás debido a la manipulación de los guionistas, entre ellos el director Claude Sautet, la protagonista se muestra desde el principio más en la línea de una joven vulnerable, adicta al alcohol, que de una femme fatale.

Que Claude Sautet fuera elegido para llevar adelante el proyecto de Armas para el Caribe es posible que ahora resulte extraño, dada su trayectoria cinematográfica posterior cuando se dedicó más a los dramas que a los policíacos. La película puede entenderse como una cinta de aprendizaje aunque el cineasta ya se maneja con soltura a través de unos caracteres tan estancados en su vida como la situación en la que se ven envueltos. 



Situación repleta de contrasentidos: un barco que no navega, una isla que no es la costa ansiada, unas armas que no disparan; y en fin, unos personajes sin salida en su vida privada, pero también en la acción cuando tres se encuentran en el barco sin poder navegar y el cuarto, con todas las armas a su alcance, se ve incapaz de revertir la situación desde una isla desierta.

Armas para el Caribe es una cinta realista, un noir insólito, casi un thriller, en especial en el último tercio de la película cuando el villano mantiene a Cournot en el punto de mira al tiempo que éste intenta fondear el ancla salvadora. La secuencia es de una angustia creciente al ver que la puntería del gánster mejora por momentos y las probabilidades de acertar al capitán, cuando éste asoma la cabeza para respirar, son cada vez mayores.

Realizado con la misma pericia de marino que Cournot cuando monta un aparejo de fortuna en su afán de sacar el barco de varada, el filme se encuentra además muy bien fotografiado. La luz del atardecer y la del alba predominan sobre la del día a medida que las cosas se complican. El blanco y negro juega un papel austero en una cinta sobria, sin adornos. Igual que los diálogos a los que no les sobra ni les falta una coma: los justos y necesarios.

Armas para el Caribe nos dice muchas cosas, entre ellas que una isla en el Caribe, unas aguas transparentes y un lujoso velero no son siempre sinónimos de vacaciones y placer.




El post es un extracto corregido para la ocasión del capítulo dedicado a Armas para el Caribe en mi libro: CINE Y NAVEGACIÓN. Los 7 mares en 70 películas





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