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lunes, 15 de septiembre de 2014

LA TIENDA EN LA CALLE MAYOR (Obchod na korze de Ján Kadár y Elmar Klos, 1965)

Creo que fue Charles Chaplin el que dijo que la vida a corto plazo es una tragedia, pero a largo plazo se convierte en una comedia. ¿Cuántas veces hemos escuchado: “tranquilo, dentro de unos años nos reiremos de esto”? Varias, ¿verdad? Por tanto, da la impresión de que el gran Charlot tenía razón. Sin embargo, su teoría falla cuando las tragedias afectan a un colectivo, en especial cuando es la humanidad la que las padece. Jan Kadar y Elmar Klos lo demuestran con esta película que roza la obra maestra.



La cinta de Kadár y Klos narra cómo Tono (Jozef Kroner), un pobre carpintero, se ve beneficiado sin quererlo por su cuñado, un alto mando fascista en la Checoslovaquia ocupada durante los primeros años de la Segunda Guerra Mundial. Tono acepta encargarse de llevar la mercería de una anciana, una judía que va a ser desahuciada en cumplimiento de la nueva ley racista. La señora Lautmann (Ida Kaminska) es viuda desde hace mucho, está sorda y no se entera de nada; cuando Tono acude a tomar posesión de su tienda, la viuda confunde la situación y cree que el pobre hombre viene a buscar trabajo. Tono no es capaz de llevarle la contraria y finge que trabaja para ella mientras la comunidad judía le da un pequeño salario a cambio de que siga con la pantomima.

La película entra de lleno en la comedia. La relación entre los dos personajes es la causa de equívocos de lo más graciosos. Sigue la misma línea cómica el hecho de la construcción de una especie de pirámide de madera por parte de los fascistas, un monumento cutre que quiere ser el símbolo de la grandeza nazi y parece todo lo contrario. En general, el tono de la interpretación de todos los personajes al son de una musiquilla circense es mucho más acorde con las risas que con las lágrimas en esta primera parte del filme.

Sin embargo, cuando los alemanes reclaman a los judíos, los marcan con las cruces de David y, finalmente, comienzan a deportarlos y a exterminarlos, la tragedia se cierne sobre todos los personajes. ¿Qué debe hacer Tono con la señora Lautmann? Ya no puede seguir con el juego de la misma forma que antes. ¿Tiene que esconderla? ¿Debe denunciarla? Las dudas y el conflicto moral al que se enfrenta es difícil de soportar. A estas alturas, el espectador abandona la sonrisa para ya no volver a recuperarla.



El trabajo en la dirección de Kadár (director húngaro afincado en Checoslovaquia, que más tarde emigrará a Estados Unidos para realizar algunas de sus obras y trabajar en televisión) en adaptar la novela corta de Ladislav Grosman es sencillamente espectacular. Con una cámara en continuo movimiento, con el objetivo siempre en sintonía con la acción, el realizador avanza con fluidez por este largometraje. Lo hace desde lo que parece el típico producto del cine checo de esos años, el cine del humor absurdo (véase Al fuego bomberos de Milos Forman, 1967, o Sed bienvenidos, prohibida la entrada de Elem Klimov, 1964, entre muchas otras), hasta llegar al drama más duro, a la tragedia incluso. Una transición sin piedad hacia el espectador que tan sólo se puede relajar con ciertas escenas oníricas traídas un poco con calzador.

Los trabajos de los actores también brillan a gran altura, en especial el de la polaca Ida Kaminska que representa la parte absurda del holocausto: la anciana no es capaz de asimilar lo que está ocurriendo con el mundo que parece haberse vuelto loco. La Tienda en la Calle Mayor, aunque hoy parezca olvidada, tuvo en su día un enorme reconocimiento mundial: ganó nada menos que el Óscar a la mejor película en lengua extranjera, y —pocas veces ocurre— la notable actuación de Ida Kaminska se hizo un hueco entre las más rutilantes estrellas de Hollywood de tal forma que la Academia no tuvo más remedio que nominarla en el apartado de mejor actriz.




viernes, 12 de noviembre de 2010

LA PRIMA COSA BELLA (Paolo Virzi, 2010)

Nos adentramos en la recta final de Festival, con el segundo, y último, fin de semana, y la expectación por ver quién se lleva los Giraldillos a casa.

Ayer fue un día que sirvió para quitarnos el mal sabor de boca que nos dejaron las últimas proyecciones, tanto por el nivel que tenían, como por la dureza de las temáticas abordadas. Y es que pudimos ver, de la sección EFA, la película a la que le daríamos el premio del público si utilizáramos el criterio del entusiasmo de los aplausos al final de la sesión; aunque si fuera por su calidad, por nuestra parte también se lo llevaría.



La cinta de Paolo Virzi (un viejo conocido, ya estuvo compitiendo en Sevilla con Caterina va in cittá) es una comedia dramática. Nos gusta más emplear esa calificación que el adjetivo de tragicomedia –no sabemos si se puede hacer, pero no nos importa mucho-, al menos para este largometraje que trata de la vida misma, de sus alegrías y tristezas:

Bruno Michelucci es un profesor de instituto que se siente vacío por dentro y que intenta llenar ese hueco de forma artificial, con todo tipo de drogas y sustancias estimulantes, aunque la mayor parte de las veces solo se queda en un intento debido a su torpeza y mala suerte. La visita inesperada de su hermana Valeria, y la noticia que transporta: su madre se está muriendo, provocarán que se replantee su existencia.

El director ayuda al protagonista, en el repaso de su vida, gracias al uso alternativo del flash-back. De hecho el arranque se sitúa en el año 1971, muy parecido al comienzo de la divertida Al Fuego Bomberos (Hori Ma Panenko de Milos Forman, 1967); mientras que la continuación se emparenta con la más reciente El Hijo de la Novia (J.J. Campanella, 2001).
Con esta estructura, podremos vivir junto a Bruno los momentos más importantes de su infancia y adolescencia: los más graciosos, pero también los más traumáticos. En la retrospectiva hay alguien que, para bien y para mal, ha sido el causante de todo: Anna, su madre, que está decidida a casarse a pesar de su enfermedad.

Uno de los muchos atractivos que tiene La Prima Cosa Bella (¡ojo! ha sido seleccionada por Italia para competir por el Oscar) es la descripción de los personajes. Todos ellos se volverán muy cercanos al espectador y, desde luego, el mérito recae en Virzi. Pero también en los actores. En especial de un mito viviente: Stefania Sandrelli. La veterana actriz encarna a Anna en el presente. Y lo hace de una forma tan natural que nos recuerda a alguien de nuestra vida real. Ya la conocíamos, esa es la impresión que da. Pasa lo mismo con el resto del elenco, sobre todo con Bruno y con Valeria, gracias a los seis actores que los interpretan (tres para cada uno, y para cada fase de su vida).

Por tanto, el último filme de Paolo Virzi es una delicia. Entrañable, divertido, amargo en algunas ocasiones. Muy consecuente con la tradicional comedia italiana; de la que se acuerda con una escena, aquella en la que Dino Risi está rodando una película con Marcello Mastroianni y Sophia Loren. Casi nadie.


Ver Ficha de La Prima Cosa Bella.




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