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domingo, 11 de septiembre de 2022

LA BATALLA DEL RÍO DE LA PLATA (The Battle of the River Plate de Michael Powell y Emeric Pressburger, 1956)

De todos los acorazados de bolsillo, el más activo en los primeros meses de la Segunda Guerra Mundial fue el “Admiral Graf Spee”. Al mando del capitán de navío Langsdorff, el “Graf Spee” salió a la mar diez días antes de la invasión de Polonia, de acuerdo a los planes de la Kriegsmarine de anticiparse al comienzo de las hostilidades. Langsdorff se internó en el océano sin ser detectado y se preparó para actuar contra el tráfico marítimo. Sus incursiones por el Atlántico Sur y el Índico enseguida dieron sus frutos: nueve mercantes hundidos o los que es lo mismo más de 50.000 toneladas al fondo del mar. 



Pronto la armada británica trazó un plan para interceptar al corsario alemán que se mostraba tan esquivo como le habían ordenado. La batalla del Río de la Plata narra, precisamente, el encuentro entre una flotilla de cruceros ingleses y el “Graf Spee” en diciembre de 1939, con las trágicas consecuencias de una batalla naval encarnizada y un conflicto diplomático que dio la vuelta al mundo. El combate naval en aguas sudamericanas fue especialmente célebre debido a que la guerra en tierra, la drôle de guerre o “guerra de broma”, parecía estancada. Sin embargo, la batalla entre el “Graf Spee” y los buques ingleses no fue ninguna broma y el guion de la cinta así lo confirma:

El “Admiral Graf Spee” acaba de hundir al mercante “Africa Shell” y de capturar a su comandante, el capitán Dove (Bernard Lee). El marino inglés es conducido ante la presencia de Langsdorff (Peter Finch) del que recibe un trato exquisito igual que el resto de prisioneros de guerra que lleva el navío. Mientras tanto, la armada británica, en concreto el comodoro Hardwood (Anthony Quayle), diseña un plan de caza para interceptar al “Graf Spee”. Gracias a la información del “Doric Star”, el último barco hundido por el corsario alemán, Harwood estima la posición del acorazado de bolsillo y decide esperarlo en las cercanías del estuario del Río de la Plata. Sus cruceros “Exeter”, “Ajax” y “Achilles” son inferiores en armamento, velocidad y protección, pero espera que la acción conjunta de los tres pueda vencer al “Graf Spee”... 

Michael Powell y Emeric Pressburger, los responsables del guion, de la dirección y de la producción, llevaban trabajando juntos desde que se conocieron en El espía negro (1939), dirigida por el primero y escrita por el segundo, y desde que en 1941 acordaron fundar The Archers, una productora independiente que financió todos sus éxitos, los que los llevaron a ser los mejores directores del Reino Unido. En estrecha colaboración los dos cineastas ya habían dirigido películas bélicas con anterioridad. Fueron filmes de propaganda (Los invasores, One of our aircrafts is missing, El coronel Blimp) realizados durante la guerra, pero que se fueron distanciando poco a poco de otras producciones del mismo estilo. En especial la última, El coronel Blimp (The Life and Death of Colonel Blimp, 1943), una obra maestra. 

Si en El coronel Blimp los directores ya abordaron el espinoso asunto de la amistad entre enemigos que tanto disgustó a Winston Churchill, en La batalla del Río de la Plata dicho tema es el central de la película: Dove y Langsdorff no sólo se respetan sino que terminan siendo amigos, algo que en plena guerra era difícil de admitir. Claro que Powell y Pressburger lo tuvieron más fácil a finales de los cincuenta, en los años en los que la Comunidad Europea comenzaba su andadura, que en 1943 cuando arriesgaron su carrera con El coronel Blimp.



Como en Blimp y en otras cintas de The Archers (la citada One of our aircrafts is missing es otro buen ejemplo), la película que nos atañe viene impregnada del sentido del humor y la flema que tanto ha caracterizado a los británicos. Tópicos a los que solían recurrir Powell y su compañero sin que se resintiese el conjunto de la trama. Los comentarios ingeniosos en plena batalla, con el “Exeter” en serías dificultades, o los simpáticos diálogos entre el comodoro y los protagonistas, no chirrían en absoluto gracias a la naturalidad de su inclusión en el guion. 

Aunque los dos realizadores compartían en los créditos la autoría de la dirección de la película, se supone, por sus antecedentes, que Pressburger pondría más de su parte en el libreto, mientras que Powell haría lo propio en la realización, compartiendo ambos la labor de producción. Para Powell entonces dejaríamos la dirección de escenas en interiores tan brillantes como la del encuentro entre Dove y Langsdorff, rodada en un larguísimo plano secuencia, y las de exteriores en planos generales de los barcos implicados en la contienda. En opinión del director, la cinta era como “una especie de ballet marítimo”, y así se lo tomó en los muchos metros de película rodados en la mar, tanto los previos a la batalla como los del combate.

Powell y Pressburger llegaron tan lejos en su afán de lograr escenas lo más verídicas posible, que utilizaron en prácticamente todo el rodaje buques reales, nada de maquetas; incluso alguno de ellos habían sido los verdaderos protagonistas de la acción naval. Su presencia fue tan importante que en los singulares créditos de la película, como si fueran actores, figuran los nombres de la impresionante flota de barcos utilizados: así, los cruceros “Achilles” y “Cumberland” se interpretan a sí mismos, mientras que el “Sheffield” hace de “Ajax” y el “Jamaica” de “Exeter”. Para el papel del “Graf Spee”, los productores utilizaron al crucero estadounidense “Salem”. Aunque son evidentes algunos anacronismos (el transbordo de combustible navegando no se corresponde con una maniobra de la Segunda Guerra Mundial; los cañones antiaéreos del “Salem” de 3 pulgadas son inconfundibles, también los cascos de los artilleros pertenecen a la marina de los Estados Unidos, etc.), el truco de guion de presentar al acorazado alemán camuflado de crucero americano salva el inconveniente.

Los directores aprovecharon bien tal despliegue de medios y fotografiaron a los barcos a todo color y en Vistavision. Asimismo se rodearon de los mejores asesores para describir con acierto el ambiente dentro de un crucero inglés en combate o, lo que tiene más mérito, en operaciones rutinarias de vigilancia. Las guardias de mar, el transbordo de pesos con andarivel, el aprovisionamiento de combustible, el arriado e izado de botes, la obsesión por no perder de vista al buque insignia donde va el comodoro, etcétera, son descritos como si de un documental se tratase y se acercan mucho a lo que es la realidad de todos los días a bordo de un buque de guerra.    


El post es un extracto corregido para la ocasión del capítulo dedicado a La batalla del Río de la Plata en mi libro: CINE Y NAVEGACIÓN. Los 7 mares en 70 películas 




martes, 4 de marzo de 2008

OPERACIÓN CROSSBOW (Operation Crossbow de Michael Anderson, 1965)

Operación Crossbow es una peculiar superproducción del oportunista Carlo Ponti (de nuevo un productor casado con una estrella, en este caso Sophia Loren). Seguramente, quiso explotar el filón descubierto por Los Cañones de Navarone (The Guns of Navarone de J.Lee Thompson, 1961) y continuado por El desafío de las Águilas ( Where Eagles Dare de Brian G. Hutton, 1969) y tantos otros largometrajes. De forma paralela a Los Cañones..., Ponti se rodeó de un impresionante reparto, encargó un largometraje bélico, donde los héroes operaran en territorio enemigo, y consiguió que la película destilara acción durante una hora y media para intentar competir con la televisión. Lo que sucedió es que aquí se acabaron las semejanzas con las demás cintas.


Y es que el resultado fue un producto muy interesante gracias, sobre todo, a la original estructura narrativa. Operación Crossbow se divide en tres partes bien diferenciadas: un prólogo realista, donde el director (Michael Anderson, en una de sus mejores cintas) relata, casi como un documental, como los alemanes consiguen fabricar las temibles bombas V1 y V2 -fueron las precursoras de los misiles balísticos actuales, aunque la ignición de las V1 se producía después del lanzamiento con catapulta y no antes como aparece en el filme- y como los ingleses intentan contrarrestar esa amenaza descubriendo el emplazamiento y los arsenales nazis; una segunda parte, totalmente ficticia, cuyo eje es la infiltración dentro de las filas alemanas por parte de tres espías aliados; y una tercera, la más interesante, en la que mezcla el docu-drama del prólogo con la ficción, para conseguir un todo casi perfecto.


Mucha de la culpa del éxito de la película se debe a uno de los guionistas: el siempre efectivo Emeric Pressburger (habitual colaborador de Michael Powell en, por lo menos, tres obras maestras). Pressburger (aquí bajo el seudónimo de Richard Imrie) consigue que el espectador se quede boquiabierto varias veces en la primera mitad de la película. Además, de forma osada, destaca las hazañas de la heroína nazi Hannah Reitsch, la piloto que arriesgó su vida para que el proyecto V1 finalizara con éxito. Anteriormente había hecho algo parecido en la excelente Coronel Blimp (The Life and death of Colonel Blimp de Michael Powell y Emeric Pressburger, 1943), no sin antes sortear, con dificultad, la censura del propio Winston Churchill.

Estos y otros atractivos, que seguramente observará el espectador, son los que propician que Operación Crossbow se encuentre ocupando un lugar preeminente dentro del cine bélico.


Ver Ficha de Operación Crossbow


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