Barrio Chino (Frisco Jenny, 1933)
El director norteamericano William A. Wellman tuvo una
época muy prolífica, y también de calidad, en su larga carrera, que fue la
primera mitad de los años treinta. En esa etapa filmó para varios estudios, y
en 1933 rodó dos películas muy similares:
La primera, Barrio Chino, arranca con el terremoto de San Francisco y el posterior incendio de la ciudad. Jenny (Ruth Chatterton), la joven protagonista, se queda huérfana y embarazada al morir su amante y su padre en el seísmo. Para conseguir dinero y poder mantener a su hijo, Jenny se convierte en la madame de un negocio de prostitución donde también trafica con el alcohol durante el período de la prohibición. Los servicios sociales le quitan el hijo cuando entienden que ese no es el lugar adecuado para criar a un niño. Con el tiempo, al pequeño lo dan en adopción, destaca en los estudios y, ya de adulto, llega a ser fiscal del distrito. El drama se acentúa cuando el fiscal tiene en su punto de mira a su propia madre sin saberlo.
Ligeramente basada en La mujer X, obra de teatro de Alexandre Bisson, Barrio Chino es acaso la mejor versión de todas las que han sido llevadas a la gran pantalla, con la particularidad de que el hijo de Jenny no se convierte en su abogado sin saber que su cliente es su madre; todo lo contrario, resulta ser el fiscal que la quiere condenar a muerte.
El arranque de la cinta funciona muy bien gracias a la habilidad de Wellman con la cámara, a escenas documentales de 1906, y a los estupendos efectos especiales —hay que tener en cuenta la época—del terremoto y el incendio de San Francisco. El posterior desarrollo del filme se debate entre el melodrama y la película de gangsters, género este predilecto del primer Wellman (recordemos la obra maestra que es El enemigo público).
Además de la buena actuación de la protagonista, y la de Louis Calhern, un delincuente que quiere decirle al fiscal que es hijo de Jenny, en Barrio Chino destaca, como siempre, el manejo de una dinámica cámara en las secuencias que lo necesitan (travellings, panorámicas, etc.) y el muy buen uso del montaje en el cambio de planos generales a primeros planos. Una joya de Wellman en aquellos difíciles comienzos del sonoro.
Rosa de medianoche (Midnight Mary, 1933)
Después
de Barrio Chino, Wellman rueda una película similar, Rosa
de medianoche, donde se presenta el retrato de otra joven con una vida
difícil, también con un título original en el que se nombra a la protagonista: Frisco
Jenny frente a Midnight Mary:
Ahora es Mary (Loretta Young) la acusada de asesinato. Mientras espera el veredicto del jurado, Mary recuerda su vida y se la muestra al espectador gracias a un largo flashback: desde que nace hasta que se ve envuelta en el homicidio, pasando por su época de adolescente cuando es detenida por un robo que no ha cometido. Después de salir del correccional, la joven intenta buscar trabajo en vano y termina por unirse a una banda de mafiosos. Un día, en uno de los locales que atraca la banda, conoce a Tom (Franchot Tone), un joven abogado del que se enamora. Mary intenta cambiar de vida, pero es demasiado tarde, el pasado vuelve una y otra vez.
Hábil
con las elipsis, William A. Wellman hace un buen trabajo al comienzo del filme
cuando explica cómo ha sido la vida de Mary; porque Rosa de medianoche arranca
de la misma forma que concluye Barrio Chino: con la protagonista
siendo procesada por asesinato.
Especializado en historias de la depresión, de los años treinta, y de gánsteres, Wellman vuelve a hacer un largometraje en el que se mezcla el melodrama, el romance y el tema policíaco, igual que en Barrio chino. En Rosa de medianoche, Wellman se luce esta vez en las escenas de amor, con primeros planos entre Loretta Young y Franchot Tone que se adelantan a su tiempo y no tienen nada que envidiar a, por ejemplo, Alfred Hitchcock en Encadenados.
En Rosa de medianoche, la conocida actriz Loretta Young y el también célebre Franchot Tone se encuentran muy bien acompañados de un grupo de secundarios encabezados por Una Merkel, como la amiga de Mary, Andy Devine, como el amigo de Tom, y los malvados Ricardo Cortez, el casi fijo en este tipo de películas, Warren Hymer, y Harold Huber, otro malo al estilo Peter Lorre.
Verdaderos artistas, desarrollando todo el potencial que tenía el cine con los medios, a veces tan primitivos, de la época.
ResponderEliminarSobre todo con las nuevas cámaras con sonido, que hacían un ruido tremendo y casi no se podían mover, a menudo encerradas en cabinas insonorizadas. Esto hacía que tampoco los actores pudieran moverse, lo que desembocaba en unas secuencias muy teatrales.
EliminarEs un director que siempre me ha gustado mucho, de los considerados, un buen artesano.
ResponderEliminarUn abrazo.
Yo diría que, incluso, podría dar el salto hacia los directores que se consideran ya más personales y no simples artesanos como, por ejemplo, Raoul Walsh.
EliminarAbrazos!
Tus entradas siempre muy interesantes Ethan, Encadenados la he visto infinidad de veces.
ResponderEliminarAbrazos.
He puesto el ejemplo de "Encadenados" porque hay secuencias en "Rosa de medianoche" que me la han recordado.
EliminarAbrazos!