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jueves, 10 de julio de 2008

SILENCIO SE... GRABA (Semana del 11 al 17 de julio del 2008)

Antes de irme de vacaciones os dejo con la última tabla para la semana que viene. Suerte y nos vemos en agosto.

Pinchar en la tabla para verla mejor.



Argel (Algiers de John Cromwell, 1938) Charles Boyer, Hedy Lamarr.

Versión de la excelente Pepe Le Moko de Julián Duvivier (1937), pero a la americana, es decir con estrellas de Hollywood y con un final más convencional. A pesar de ello resulta bastante interesante, sobre todo por la presencia siempre estimulante de Hedy Lamarr que consigue atrapar al espectador con las mismas armas –con su belleza- con las que hipnotiza a un Charles Boyer algo desubicado y desde luego muy lejos del Jean Gabin de la versión original.



La Reina de Nueva York (Nothing Sacred de William A. Wellman, 1937) Carole Lombard, Fredric March.

Una mujer de provincias, Hazel Flagg (Carole Lombard, la reina de la comedia) se hace pasar por una enferma terminal para ver cumplido su sueño de viajar a Nueva York. Un periodista (Fredric March) se aprovecha de la situación para poder ganarse la confianza perdida de su jefe. La trama promete diversión y se coloca entre las comedias de Preston Sturges, el particular mundo de Frank Capra (la cinta tiene mucho que ver con esa maravilla que es Juan Nadie) y la acidez de Billy Wilder (pensemos en El Gran Carnaval), todo muy bien llevado por el cada día más grande William A. Wellman. Otras referencias cómicas que rápidamente vienen a la memoria son las películas de los hermanos Marx, presentes en muchas secuencias del filme como la del arranque, con el falso magnate oriental (era un limpiabotas) y la llegada del periodista a Vermon, la ciudad de los monosílabos. Sin olvidarnos de una secuencia genial, cuando "destierran" a Fredric March del mundo de los vivos (lo mandan a la sección necrológica): en un plano fijo se suceden multitud de pequeños gags, al más puro estilo slapstick, muy propio del cine mudo, donde March intenta escribir las esquelas mientras todo tipo de empleados del periódico, ignorándole, no hacen más que molestarle. Todo esto en apenas cinco minutos. No perderse varias sutilezas de Wellman: los planos con la pareja de enamorados tapando sus rostros con la rama de un árbol o dentro de un cajón en el muelle, ocultándose ante los espectadores como si formaran parte de otra película -no creo que fuera por problemas de la censura sino más bien porque el director quería diferenciar lo cómico de lo romántico y dar preferencia a lo primero-. La inclusión de figurantes o insertos rápidos es otra de las proezas de la cinta (lo que hace necesario verla varias veces para apreciarlos todos). Así, un poema en honor de Hazel sirve como envoltorio de pescado; o dos parejas, un gigolo con una anciana y un viejo millonario con una buscona, lloran desconsolados en un rápido inserto entre los muchos que salen en la secuencia de la cena homenaje a Hazel Flagg. Genial.


La Venganza de Ulzana (Ulzana’s Raid de Robert Aldrich, 1972) Burt Lancaster, Bruce Davidson, Richard Jaeckel.

Segundo western de Aldrich que trata el tema de la libertad de los indios y de su resistencia a vivir en una reserva (el primero fue Apache, 1954). La diferencia fundamental con Apache estriba en que la película está narrada desde el punto de vista de los soldados que los persiguen y no de los indios que huyen. Además se nota el paso de los años entre una y otra: este filme es bastante más duro que el primero, y también más reflexivo. Y no sólo por la madurez del director sino también por la interpretación más sosegada –siempre excelente- de Burt Lancaster, lo que le proporciona un atractivo aire crepuscular al largometraje.


miércoles, 9 de enero de 2008

HA NACIDO UNA ESTRELLA (A Star is Born de George Cukor, 1954)

“Nunca segundas partes fueron buenas”. Eso al menos se suele decir para las películas que son secuelas o remakes. Vamos a hablar de una excepción que confirma la regla; vamos a hablar de Ha nacido una estrella de George Cukor.

Se trata de una cinta basada en la que realizó –y escribió- William A. Wellman en 1937. Narraba la historia de Norman Maine, un actor en decadencia y alcohólico que descubría a Vicki Lester, una joven promesa con la que posteriormente se casaba (Fredric March y Janet Gaynor en la película original, James Mason y Judy Garland en la que nos atañe); todo se torcía cuando la carrera de Norman tocaba a su fin y no tenía más remedio que acostumbrarse a ser la sombra de Vicki. Aquel largometraje parecía difícil de superar, dado el éxito y los numerosos premios que cosechó, sin embargo, diecisiete años más tarde, el productor Sydney Luft intentó un nuevo proyecto ideado para relanzar la carrera cinematográfica de su mujer; la carrera de Judy Garland. Aunque dicho objetivo no se consiguió -debido a otros factores- el resultado final fue excelente y hoy podemos decir que se trata de una de las mejores películas de la historia.


Y todo gracias a su director. George Cukor afrontaba su primer musical y además lo tenía que realizar en el novedoso Cinemascope. Ambos retos los solventó con nota no sólo por su conocida habilidad para la dirección de actrices –y actores-, sino también por el perfecto manejo de la cámara y la excelente inclusión en la trama de los números musicales. Secuencias como la del segundo encuentro entre Norman y Vicki son un ejemplo de la forma personal que tenía Cukor de entender el cine. El director encadena una escena en un night club -un maravilloso travelling de ida y vuelta con James Mason buscando a la actriz y fumando como una locomotora-, con el impresionante número “The Man That Got Away”, donde Judy Garland canta con un torrente de voz y consigue llegar –en opinión de muchos- al punto más alto de su carrera.


Siempre que veo Ha Nacido una Estrella termino pensando lo mismo: “Es curioso lo que se parece Cukor a Minnelli”. Y es que hay muchos elementos en este filme que recuerdan al mejor Vincente Minnelli, y no me refiero sólo al uso del color rojo o a la brillantez de la coreografía y los decorados, sino también a la utilización del guión especular; al método de “narrar bailando”; y al tratamiento psicológico de los personajes. En el número “Born in a Trunk”, Vicki se ve a sí misma en un cine, como protagonista de una película donde canta y baila para contar la historia de su vida. Es el cine dentro del cine, pero también es una nueva forma de narrar. La secuencia sigue muy de cerca el estilo moderno que se inició con el ballet final de Un Americano en París (An American in Paris de Vincente Minnelli, 1951). Sin embargo, en el número “Someone at Last”, Cukor llega más lejos que Minnelli. Aquí Judy Garland se sirve de lámparas, plantas, mesas y demás objetos del salón de su casa para representar un viaje imaginario donde se desplaza de París a Brasil pasando por China.

La denuncia del medio que les da de comer también es otro punto en común entre los dos directores. Para Vicki el primer día en unos grandes estudios no puede ser más frustrante: a nadie parece importarle su rostro –de hecho en su primer papel insisten en que no se le vea la cara-; se pierde entre platós y pantallas donde se proyectan todo tipo de películas o queda atrapada –literalmente- por el sistema cuando se enreda en una especie de puerta giratoria. La simbología de este tipo es continua en todo el metraje, pero también lo es la semejanza o el contraste con la vida real. Así, la situación personal en aquella época de Judy Garland -consumida por las drogas- se parecía demasiado a la de Norman Maine en la ficción o, si lo vemos de otra manera, el que Judy encarne a una joven que comienza su carrera choca demasiado con el hecho de que esta película fuera la última de la actriz como protagonista, con éxito de crítica y público. La última, sí, pero también la mejor.

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