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domingo, 22 de enero de 2023

2 X 1: "MÍSTICA Y REBELDE" y "BANJO ON MY KNEE" (John Cromwell)

Mística y rebelde (Spitfire, 1934) 

Con la llegada del sonoro, el director norteamericano John Cromwell, que procedía del teatro y había tenido éxito en Broadway, fue contratado por la Paramount, primero, y luego por la RKO, para dirigir películas. Especializado en adaptaciones para la gran pantalla, una de ellas fue Mística y rebelde, versión de la obra de teatro “Trigger”, dirigida por George Cukor y con la presencia de algunos actores del elenco en la propia película.

Trigger (Katharine Hepburn) es una joven que vive sola en las montañas, alejada de la civilización, y que apenas sobrevive con lo que le da el trabajo de lavandera. Muy guapa, es cortejada por sus vecinos, sin mucho éxito, pero también llama la atención de dos ingenieros que trabajan en la explotación de una mina. Uno de ellos (Robert Young), se enamora de Trigger y es correspondido. El conflicto surge cuando la esposa del ingeniero llega de la ciudad para hacerle una visita…

El filme lo domina la protagonista de la historia interpretada por Katharine Hepburn, que, a pesar de llevar apenas dos años en Hollywood, acababa de ganar su primer Óscar por Gloria de un día (Morning Glory, Lowell Sherman, 1933). En Mística y rebelde la actriz hace un papel de muchacha salvaje muy creíble, que contrasta con los más serenos, Robert Young y Ralph Bellamy, y sus intentos por educarla.

 

Una trama que se incluye en lo que podría ser un género, el de la chica indómita que atrae a los hombres por su físico, pero también por su descaro y por la inocencia casi infantil ante el amor. Otros ejemplos serían el de Gene Tierney en La ruta del tabaco (Tobacco Road, John Ford, 1941) o el de Jennifer Jones en varios largometrajes (Duelo al sol, Corazón salvaje, Pasión bajo la niebla).

Se puede decir que Mística y rebelde es una película pre-code, ya que se estrenó justo antes de que la censura del código Hays se estableciese con fuerza en las producciones de Hollywood. Se nota la laxa actuación del código en una cinta que muestra el adulterio totalmente desenfadado y desdramatizado, contagiado de la inocencia de la protagonista. No fue así en la obra justo anterior de Cromwell, Ana Vickers (1933), que tuvo que cambiar el argumento para poder pasar la censura. Filme que, por cierto, marcó una tendencia y provocó el cambio de actitud hacia una postura moral más estricta.  

 

Banjo on My Knee (1936)

Sin salir de la América profunda, John Cromwell dirige para la Fox, un par de años después, el musical Banjo on My Knee. Para un realizador que tocó prácticamente todos los géneros, con bastante éxito por cierto, se le daban especialmente bien las historias que transcurrían en entornos rurales o en los sitios más recónditos de la geografía norteamericana. Así, en los años treinta, Las aventuras de Tom Sawyer (1930), Mística y rebelde, Jalna (1935) o Village Tale (1935) se movían en esos ambientes.

Con respecto a Banjo on My Knee, la película vuelve al mismo ámbito que Tom Sawyer: al río Mississippi y a las aldeas que se levantan en sus orillas.  Allí viven una serie de personajes sin apenas educación, analfabetos la mayoría. La cinta comienza con la boda entre dos de ellos: Ernie (Joel McCrea) y Pearl (Barbara Stanwyck), bajo la bendición del padre del primero (Walter Brennan). Justo después de la boda, una pelea hace que Ernie tenga que huir al creer que ha asesinado a una persona.

A partir de aquí, las idas y venidas de los personajes buscándose unos a otros es el dinámico argumento de esta tragicomedia que, en realidad, es un musical salpicado de números donde Barbara Stanwyck sorprende cantando y bailando, donde Walter Brennan toca una y otra vez la canción que da nombre al título, como si fuera un hombre orquesta, mientras la canta su amigo Buddy (Buddy Ebsen, actor muy afín a estas historias como aquella que le dio la fama en televisión: Los nuevos ricos), que se lanza con el claqué de una forma original debido a su cuerpo largo y desgarbado.

 

El principal acierto de Banjo on My Knee es la descripción de caracteres: las de los protagonistas, con especial mención al genial Walter Brennan, pero también a otros secundarios: a Buddy, o al juez que no duda en tachar del acta de matrimonio los nombres de los recién casados si se van a casar de nuevo con otra persona, y que duerme la siesta en el embarcadero junto a una botella de whisky, hecho que mantiene en vilo al resto de vecinos que aguardan de un momento a otro el chapuzón. 

De nuevo, como en Mística y rebelde, no parece haber ley en el pueblo, al menos no la normal, pero sí la establecida por los ciudadanos de ese entorno hermético de la América profunda, donde tienen sus propias normas, algunas basadas en supersticiones. Bagaje que llevan con ellos cuando, por necesidad, tienen que acudir a la ciudad, algo tan extraordinario como viajar a otro planeta.




lunes, 18 de julio de 2011

RECORDANDO A GINGER ROGERS: ESPEJISMO DE AMOR (Kitty Foyle de Sam Wood, 1940)

Aprovechamos el centenario del nacimiento de Ginger Rogers para recuperar un post colgado hace tres años cuando comenzábamos nuestra andadura bloguera y eramos unos completos desconocidos. Vaya por ella, una de las grandes.

'Nunca he sido partidario de esa frase lapidaria que suele pronunciarse cuando termina la proyección de algún filme clásico: “Ya no se hacen películas así”. En mi opinión, lo único cierto de esa afirmación es su sentido literal. En efecto, la producción de cintas en Hollywood ha cambiado y mucho desde la época dorada de los grandes estudios. El diseño de vestuario, la decoración, el maquillaje, etc., eran parte de los estudios y no había que romperse la cabeza para contratar a tal o cual empresa para llevar a cabo un nuevo proyecto. Eso facilitaba mucho la labor creativa y además posibilitaba la “fabricación” de largometrajes en beneficio directo de un actor o actriz en concreto. Y eso fue lo que sucedió con Espejismo de Amor. En este caso la gran beneficiada fue la protagonista: Ginger Rogers. La película no cabe duda que está hecha a su medida -ahora veremos por qué-, pero puedo anticipar que el resultado no pudo ser mejor: fue la cinta de mayor recaudación de la RKO ese año y significó el punto más alto de la carrera de la estrella, llevándose el oscar y el reconocimiento de la Academia de Hollywood por su brillante interpretación.



Y es que la actriz saca a relucir sus mejores virtudes: el talento para la comedia y su habilidad para cambiar de aspecto. Para mí siempre será la mujer de las ”mil caras”. A lo largo de su carrera sorprende lo madura que aparece por ejemplo en La Calle 42 (42nd Street de Lloyd Bacon, 1933) –cuando sólo tenía 22 años- y su cara de niña en papeles como Me Siento Rejuvenecer (Monkey Business de Howard Hawks, 1952), cuando ya era una cuarentona. En Kitty Foyle tenemos la suerte de contar con todas las Ginger Rogers como si fuera un resumen de su carrera. Así, aparece caracterizada como una adolescente asistiendo a un desfile de famosos en Filadelfia; o la misma actriz representa a una mujer muy circunspecta y seria que sirve de conciencia al otro lado del espejo a su trasunta de apariencia más juvenil. En todo caso siempre muy elegante, vestida por Renié, y especialmente guapa.

Para asegurar el éxito, la productora puso al servicio de Ginger Rogers uno de sus mejores artesanos, Sam Wood, que realiza un excelente trabajo. Con una eficaz estructura en flash-back, por episodios –una bola de cristal o de nieve, nos introduce en cada capítulo-, presenciamos los momentos decisivos de la vida de Kitty; una mujer moderna, fuerte y trabajadora, de clase media baja, de las llamadas white-collar girl o mujeres de las "cinco y media" (hora en la que salían de trabajar), con una existencia algo más que complicada, que se debatía entre el amor de su vida y la seguridad de un matrimonio convencional.

El arranque quiere introducir la cinta en lo que parece va a ser una reivindicación feminista, aunque vista hoy en día se queda en sólo un intento, eso sí muy loable para los años cuarenta. Y es que la película destila una atractiva contradicción a lo largo de todo el metraje. Por un lado el fuerte carácter del reaccionario Sam Wood -y el de la propia Ginger Rogers- hacía presuponer que la protagonista iba a decantarse siempre por las alternativas conservadoras para resolver cada uno de los problemas que se le presentaran: la elección clave ya citada, un posible aborto o el enfrentamiento con una familia de la alta sociedad, nada menos que en Filadelfia. Y casi sucede si no fuera porque enfrente tenían al responsable del guión: un gran profesional llamado Dalton Trumbo –de ideas socialistas, perseguido más tarde en la tristemente famosa “caza de brujas”, cuya lista negra había sido apoyada entre otros por... ¡Sam Wood y Ginger Rogers!- muy bien secundado por los diálogos de Donald Ogden Stewart, que consiguió un oscar ese mismo año por otra película sobre la ciudad del “cotilleo”: Historias de Filadelfia (The Philadelphia Story de George Cukor, 1940). Lo cierto es que el guión es casi lo mejor de la cinta, con todos los recursos propios de un buen escritor como objetos recurrentes (un anillo, una botella firmada) o frases repetitivas en boca de los personajes (“por Judas Tadeo”). Todo para familiarizar al espectador y conseguir su complicidad.

Al margen de los conflictos entre estrella, director y guionista –que seguro que los hubo- la película encajaba a la perfección con la vida real de la propia estrella: harta de ser la sombra de Fred Astaire, en la serie de largometrajes que le hicieron famosa, quiso demostrarse a sí misma y al público que era capaz de llevar una digna carrera en solitario. Valga la reseña de hoy para recordar a Ginger Rogers, una mujer fuerte e independiente, en el aniversario de su nacimiento, en julio de 1911. Ese mes venía al mundo en una ciudad de Missouri de nombre... Independence'.

Ver Ficha de Espejismo de Amor.


miércoles, 29 de abril de 2009

COLABORACIÓN: Ricas y famosas (Rich and Famous, George Cukor, 1981)


En 1.981, dos años antes de su fallecimiento, el maestro George Cukor se pone por última vez detrás de la cámara para rodar esta bonita historia de amistad entre mujeres que puede considerarse su verdadero testamento cinematográfico. Ricas y famosas no sólo supone un más que digno colofón a una impecable trayectoria, más de cinco décadas dedicadas al cine que incluyen un buen puñado de éxitos y al menos media docena de incontestables obras maestras, sino también el mejor de los legados posibles que pudo dejar a la posteridad su autor. El tópico apunta a Cukor como un director eminentemente de actrices, y como el cineasta que quizá mejor ha sabido a lo largo de la historia de Hollywood acercarse al universo de la mujer y mejor ha sabido plasmar en pantalla la esencia del alma y el carácter femeninos. Todos podemos recordar numerosos y maravillosos ejemplos al respecto, desde la deliciosa adaptación del clásico Mujercitas de Louise May Alcott a ese otro amargo retrato de la decadencia y el fracaso con nombre y rostro de mujer – y qué mujer, Judy Garland- llamado Ha nacido una estrella. Por no hablar, claro, de títulos tan elocuentes como The women o Confidencias de mujer. Con semejantes antecedente era evidente que el último trabajo de Mr Cukor habría de ser también su último homenaje hacia el mal llamado sexo débil.
Ricas y famosas adapta una pieza teatral del británico John Van Drutten, autor de Soy una cámara, el texto que a su vez inspira también la famosa Cabaret de Bob Fosse. La obra ya había sido llevada a la gran pantalla con anterioridad en la década de los cuarenta por el director Vincent Sherman bajo el título de Vieja amistad y con nada menos que Bette Davis y Miriam Hopkins dando vida a la pareja protagonista. En este caso Cukor nos propone un recorrido por veinte años en la vida de dos mujeres, dos amigas inseparables de la infancia y la adolescencia a las que el destino se encarga finalmente de distanciar e incluso enfrentar. La de Lizz y Merry, las protagonistas de nuestra película será una amistad que sobrevivirá al tiempo y a sus inclemencias, inevitables obstáculos tales como los celos o la envidia que lejos de distorsionar una relación terminan enriqueciéndola. Alguien dijo alguna vez que ésta, la amistad, era como un jardín cuyas flores había que cuidar y regar a diario; supongo que en esos cuidados irá incluida la lucha contra el pulgón y las demás plagas que amenazan permanentemente con destruir la cosecha e impiden que ésta crezca fuerte y sana. Por si no lo teníamos suficientemente claro, la película nos viene a recordar que una amistad sin baches ni desencuentros que superar no es una amistad.
Cukor arranca la película con un pequeño flasback que no sólo sirve para presentarnos a sus dos protagonistas, Lizz y Merry, sino también para anticipar algunas de las claves de lo que será su posterior evolución y distanciamiento. La escena nos retrotrae a una fría y nevada noche de invierno de 1.959 en una solitaria estación de tren. Merry abandona el colegio para casarse con su novio, que también lo fue antes de Lizz, e instalarse en California y las dos amigas se despiden con la promesa de volver a verse pronto. Tendrán que pasar sin embargo algunos años para que se produzca el ansiado reencuentro y para que las dos mujeres descubran que poco o nada tienen que ver con las dos jovencitas que se dijeron adiós en el andén aquella noche. Liz ha llegado a ser una prestigiosa escritora que ha logrado introducirse en los circulos literarios e intelectuales más selectos de Nueva York; es una mujer madura, indepediente y bien considerada por su entorno. Bajo esta coraza se oculta, no obstante una tremenda fragilidad que se manifiesta especialmente en sus relaciones con los hombres. Por su parte a Merryl la vemos convertida en un ama de casa aconstumbrada gracias al trabajo de su marido a tratar con la flor y nata de la sociedad californiana. A pesar de un carácter algo ingenuo, Merryl demuestra grandes dosis de sensatez y sentido comun a la hora de enfrentarse a situaciones delicadas que quizá al final resultarán claves para mantener a flote la relación con su amiga. Una noche, y con Lizz sumida en una de esas fases de bloqueo que le impiden avanzar en la redacción de una nueva novela, su amiga le anuncia que ha dedicido seguir sus pasos en el mundo de la literatura y le da a leer un manuscrito que ella mismo ha escrito con la intención de que le ayude a publicarlo. La obra resulta ser un inesperado best seller que catapulta a su autora a la fama y la convierte en millonaria. Llega entonces la hora de ajustar cuentas y de que caigan las máscaras. Lizz, que ya vio una vez cómo le arrebataban en sus narices al gran amor de su vida, no soporta que ahora el intrusismo profesional de su amiga le robe la gloria que ella creía le pertenecía en exclusiva. En los años siguientes se suceden los encuentros y desencuentros, las puñaladas por la espalda y las reconciliaciones. El duelo final tiene lugar por fin en la lujosa suite de un hotel en la que las dos amigas acaban poco menos que sacándose los ojos, tirándose los trastos a la cabeza y echándose en cara sus propias frustraciones. Porque si de algo nos habla también Ricas y famosas es de cómo el tiempo termina engullendo nuestros viejos sueños e ilusiones de juventud y de cómo los años acaban reduciendo a la nada los principios que un día creímos inquebrantables. Sabemos que ninguno de los fantásticos proyectos que planean Lizz y Merryl en esa memorable reconciliación final al calor del fuego en la pequeña cabaña de Connecticut – la nieve que separó a las dos amigas al principio las vuelve a reunir para siempre al final- se hará realidad. Al menos, ellas al final consiguen mantener viva la llama de su amistad haciendo acopio de su complicidad, ese rasgo distintivo de las relaciones femenimas que muchos tanto añoramos en las masculinas.
De todo lo dicho anteriormente se deduce con facilidad que la gran baza con la que juega Cukor en este film es el formidable duelo interpretativo entre sus dos principales protagonistas. El director sabe sacar todo el jugo a las actuaciones de Jacqueline Bisett y Candice Bergen, dos grandes y bellísimas actrices que quizá en su época no gozaron de todo el reconocimiento que merecían. Aquí ambas están sublimes y una y otra nos regalan el papel de su vida. No era fácil superar el listón que habían dejado Bette Davis y Miriam Hopkins, protagonistas de la adaptación original frente a la cual el de Cukor aparece en opinión de muchoscomo un film fallido. No he tenido oportunidad de ver Vieja amistad y por tanto no puedo juzgar ni sobre el film ni sobre la actuación – supongo que notable- de la Davis y la Hopkins que por cierto al final del rodaje acabaron llevándose tan mal como los personajes que interpretaban en la ficción. Lo cierto es que tanto la película de Sherman como la de Cukor son hijas de su tiempo y ambas se desarollan cronológicamente en la época en la que son rodadas. En este sentido Cukor juega con ventaja pues su film nos narra un período muy interesante en lo que se refiere la evolución individual de la mujer especialmente en lo concerniente a la consecución de derechos y libertades. Además de ofrececernos un recorrido por la historia de dos mujeres, su película nos permite la posibilidad de contemplar todo el fenómeno de gestación y consolidación de la revolución sexual femenina que , al menos en la sociedad norteamericana, tiene lugar a mediados del siglo pasado. Cukor rueda esta película con su particular estilo elegante y sofisticado – en este punto no podemos olvidar la delicada y hermosa partitura original de Jacques Deleure, habitual compositor de Truffaut, que la adorna de principio a fin. Al mismo tiempo , y a sus 82 años el maestro se puede por fin dar el gusto de tratar con valentía temas y situaciones que le habían sido vedadas en su etapa más clásica. Supongo que Cukor moriría con la tranquilidad de saber que había llegado a tiempo de rodar la historia que siempre quiso contarnos.

jueves, 14 de agosto de 2008

SILENCIO SE... GRABA (Semana del 15 al 21 de agosto de 2008)

Muchas e interesantes películas han programado las diferentes cadenas nacionales y autonómicas para este puente de agosto. Las que yo recomiendo grabar son todas las de la siguiente tabla:

Pinchar en la tabla para verla mejor (las películas en rojo no son necesariamente las mejores, son las que se comentan más abajo)

Comentarios de algunas de las cintas recomendadas:


Grupo Salvaje (The Wild Bunch de Sam Peckinpah, 1969). William Holden, Robert Ryan, Ernest Borgnine, Edmon O’Brien, Warren Oates, Ben Johnson.

Grupo Salvaje es una película que no ha hecho sino crecer con el paso de los años y hoy en día podemos decir, sin riesgo a equivocarnos, que es la obra maestra de Sam Peckinpah y la más representativa del llamado western crepuscular... leer más




La Quimera del Oro (The Gold Rush de Charles Chaplin, 1925). Charles Chaplin, Mack Swain, Georgia Hale.

Quien quiera ver los mejores momentos de Charlot que se prepare porque aquí van:
- Cómo comerse una bota como si fuera un lenguado, con espinas y todo; y de acompañamiento los cordones, a modo de espaguettis.
- Cómo inventarse el baile de los panecillos de pan, con dos tenedores y sendos bollos de pan.
- Cómo sentirse con resaca hasta la extraña sensación de que la casa se mueve, pero... ¿se mueve de verdad?

Estamos ante una de las obras maestras de Chaplin (tiene al menos media docena de ellas); trata del famoso vagabundo y sus aventuras en el Yukon en busca de oro. Allí comparte su suerte con un asesino, un buscador de oro fortachón y una bailarina de salón, que le da calabazas el día de nochevieja; es en ese momento cuando vemos al charlot tragicómico, el que tanto enriqueció con esas secuencias dramáticas su propia carrera cinematográfica.



Melodías de Broadway 1955 (The Band Wagon de Vincente Minnelli, 1953) Fred Astaire, Cyd Charisse, Oscar Levant.

The Band Wagon es el musical por excelencia; con Minnelli en plena forma. Una cinta inolvidable realizada para entretener, como anuncia en el arranque, y subraya en el final, la letra de la famosa canción que sirve para representar al Cine: "That's Enterteinment"... leer más.




La Alegre divorciada (The Gay Divorcee de Mark Sandrich, 1934) Fred Astaire, Ginger Rogers.

¿Tiene problemas en su vida? ¿Se siente estresado, o triste? Pruebe a grabar esta película legendaria y véala las veces que sean necesarias. Le aseguro que notará una pronta mejoría a medida que se sumerja en esta historia sencilla de chica conoce a chico, se enamoran, se pelean y finalmente se casan. La sonrisa volverá a su rostro cuando comiencen los bailes de la pareja más legendaria de la historia del musical: Fred Astaire, Ginger Rogers.

Enmarcados en decorados imposibles –¡esas habitaciones de hotel no pueden existir!- parece que Fred Astaire y Ginger Rogers vuelen por la pantalla. Desde la torre de control, el vuelo es seguido por una prodigiosa cámara en movimiento, del director que mejor supo filmar a la pareja: Mark Sandrich. A destacar el número final: “El Continental”, un baile que se hizo famosísimo en la época y cuya secuencia dura... ¡casi 20 minutos!

Antes de administrar la dosis de fotogramas consulte a su farmacéutico de los posibles efectos secundarios, como el de la persistencia en su mente de una melodía que dice aquello de: ”...kiss while you dancing, the Continental, the Continental...”



Cruce de Destinos (Bhowani Junction de George Cukor, 1956) Ava Gardner, Stewart Granger.

Una atípica producción de los años cincuenta, pues no se trata sólo de "una de aventuras" en Cinemascope, con Granger de héroe, si no una película psicológica, donde una anglo-india (Ava Gardner) se debate entre ser hindú u occidental; entre su novio mestizo como ella o el coronel inglés; entre confesar un asesinato o no hacerlo. Muy buena interpretación de Ava Gardner, gracias a la hábil dirección del especialista en mujeres, George Cukor; y excelente la ambientación de una India próxima a su independencia.



La Bella y la Bestia (La Belle et la Bete de Jean Cocteau, 1946) Josette Day, Jean Marais, Marcel André.

Se trata de la mejor adaptación del clásico cuento infantil de Madame Leprince de Beaumont (le sigue de cerca la versión de Disney de 1992)... leer más



Cabalgar en solitario (Ride Lonesome de Budd Boeticher, 1959) Randolph Scott, Karen Steele.

Western del especialista Boetticher a beneficio de Randolph Scott que se hizo de “oro” gracias a participar en los beneficios de las películas que rodaron juntos... leer más




El Gran Flamarion (The Great Flamarion de Anthony Mann, 1945) Erich Von Stroheim, Mary Beth Hughes.

El largometraje contaba la historia de un tirador excepcional (Flamarion, interpretado por Erich Von Stroheim) al que un matrimonio le servía de blanco en su número circense... leer más

miércoles, 9 de enero de 2008

HA NACIDO UNA ESTRELLA (A Star is Born de George Cukor, 1954)

“Nunca segundas partes fueron buenas”. Eso al menos se suele decir para las películas que son secuelas o remakes. Vamos a hablar de una excepción que confirma la regla; vamos a hablar de Ha nacido una estrella de George Cukor.

Se trata de una cinta basada en la que realizó –y escribió- William A. Wellman en 1937. Narraba la historia de Norman Maine, un actor en decadencia y alcohólico que descubría a Vicki Lester, una joven promesa con la que posteriormente se casaba (Fredric March y Janet Gaynor en la película original, James Mason y Judy Garland en la que nos atañe); todo se torcía cuando la carrera de Norman tocaba a su fin y no tenía más remedio que acostumbrarse a ser la sombra de Vicki. Aquel largometraje parecía difícil de superar, dado el éxito y los numerosos premios que cosechó, sin embargo, diecisiete años más tarde, el productor Sydney Luft intentó un nuevo proyecto ideado para relanzar la carrera cinematográfica de su mujer; la carrera de Judy Garland. Aunque dicho objetivo no se consiguió -debido a otros factores- el resultado final fue excelente y hoy podemos decir que se trata de una de las mejores películas de la historia.


Y todo gracias a su director. George Cukor afrontaba su primer musical y además lo tenía que realizar en el novedoso Cinemascope. Ambos retos los solventó con nota no sólo por su conocida habilidad para la dirección de actrices –y actores-, sino también por el perfecto manejo de la cámara y la excelente inclusión en la trama de los números musicales. Secuencias como la del segundo encuentro entre Norman y Vicki son un ejemplo de la forma personal que tenía Cukor de entender el cine. El director encadena una escena en un night club -un maravilloso travelling de ida y vuelta con James Mason buscando a la actriz y fumando como una locomotora-, con el impresionante número “The Man That Got Away”, donde Judy Garland canta con un torrente de voz y consigue llegar –en opinión de muchos- al punto más alto de su carrera.


Siempre que veo Ha Nacido una Estrella termino pensando lo mismo: “Es curioso lo que se parece Cukor a Minnelli”. Y es que hay muchos elementos en este filme que recuerdan al mejor Vincente Minnelli, y no me refiero sólo al uso del color rojo o a la brillantez de la coreografía y los decorados, sino también a la utilización del guión especular; al método de “narrar bailando”; y al tratamiento psicológico de los personajes. En el número “Born in a Trunk”, Vicki se ve a sí misma en un cine, como protagonista de una película donde canta y baila para contar la historia de su vida. Es el cine dentro del cine, pero también es una nueva forma de narrar. La secuencia sigue muy de cerca el estilo moderno que se inició con el ballet final de Un Americano en París (An American in Paris de Vincente Minnelli, 1951). Sin embargo, en el número “Someone at Last”, Cukor llega más lejos que Minnelli. Aquí Judy Garland se sirve de lámparas, plantas, mesas y demás objetos del salón de su casa para representar un viaje imaginario donde se desplaza de París a Brasil pasando por China.

La denuncia del medio que les da de comer también es otro punto en común entre los dos directores. Para Vicki el primer día en unos grandes estudios no puede ser más frustrante: a nadie parece importarle su rostro –de hecho en su primer papel insisten en que no se le vea la cara-; se pierde entre platós y pantallas donde se proyectan todo tipo de películas o queda atrapada –literalmente- por el sistema cuando se enreda en una especie de puerta giratoria. La simbología de este tipo es continua en todo el metraje, pero también lo es la semejanza o el contraste con la vida real. Así, la situación personal en aquella época de Judy Garland -consumida por las drogas- se parecía demasiado a la de Norman Maine en la ficción o, si lo vemos de otra manera, el que Judy encarne a una joven que comienza su carrera choca demasiado con el hecho de que esta película fuera la última de la actriz como protagonista, con éxito de crítica y público. La última, sí, pero también la mejor.

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