El carácter del ser humano se configura a medida que los años pasan y se van adquiriendo sucesivas experiencias dentro de un entorno cambiante. La personalidad del director de cine –aquellos que la tienen- también evoluciona y tan interesante es asomarse a sus películas recientes, donde se puede observar su estilo con toda su complejidad, como recordar obras pretéritas realizadas en el periodo más “fresco” de su carrera. Esto segundo es lo que vamos a hacer hoy con otra enorme figura cinematográfica: vamos a hablar de Akira Kurosawa y de su Perro Rabioso.
En efecto, Nora Inu pertenece a su primera etapa -segunda para algunos tras las cintas iniciales de corte más nacionalista- caracterizada por largometrajes cercanos a lo que se estaba haciendo en occidente; de hecho el filme se encuentra muy relacionado con el género negro estadounidense, pero narrado al más puro estilo neorrealista europeo. Todo ello bajo el punto de vista particular del genial director nipón. Vamos a verlo:
El Perro Rabioso se estructura en tres partes muy diferenciadas: la primera nos cuenta una persecución entre un joven policía (Toshiro Mifune, actor fetiche de Kurosawa) y un ladrón de poca monta que acaba de robarle su pistola reglamentaria. La segunda parte, el núcleo de la cinta, adquiere un tono de aprendizaje muy hollywoodense al relatar las pesquisas del novato y amargado detective junto a un agente más reposado y experimentado (Takashi Shimura, otro de los habituales en el cine del realizador). La conclusión, en cuanto a la forma, es casi una copia de la introducción, lo que le da un carácter circular a la trama muy interesante; sin embargo, aunque se trata de la misma persecución, el personaje encarnado por Mifune ha evolucionado desde su desesperación, a medida que se suceden los crímenes causados por las siete balas de su propio colt.
La negrura del filme no es casual. Kurosawa aprovecha algunas secuencias para denunciar la situación por la que pasaba Japón al término de la Segunda Guerra Mundial: lo desubicado de los personajes femeninos, a cuál más materialista; la desesperación del policía y del ladrón –no se sabe quien es más “rabioso” de los dos-; el tratamiento maniqueo de algunos personajes (“hay dos clases de soldados que regresaban, y que habían sufrido el robo de su petate, aquellos que se conformaban con la situación y aquellos otros que a su vez lo robaban también”); y el entorno asfixiante, donde el calor es un personaje más y la noche el decorado principal.
La aproximación al cine europeo también es evidente. Cuando Mifune decide mezclarse con los bajos fondos, para seguir la pista del ladrón, Kurosawa detiene la acción y se dedica a contemplar los barrios marginales y a las gentes que allí sobreviven. En ese momento, es inevitable que nos vengan a la memoria películas como El Ladrón de Bicicletas (Ladri di Biciclette, de Vittorio de Sica, 1948) y que el cine oriental se sienta cada vez más internacional. Realmente lo será un año después, tras el estreno de Rashomon y los sucesivos premios en Venecia y en Estados Unidos, donde se llevó un Oscar de la Academia.
Entre todas estas influencias –que nos parecen muy adecuadas- aparece la mano personal de Kurosawa cuando, a modo de documental, filma un partido de béisbol o pasea la cámara por los cuerpos sudorosos de unas bailarinas de cabaret que acaban de actuar. Es el mismo que basa su puesta en escena en la profundidad con una estructura en tres niveles, de tal forma que cuando los personajes dialogan entre sí, el que está en primer término habla con el que se sitúa al fondo del escenario o con alguien colocado entre los dos. Es el mismo que simultanea los créditos con un primerísimo plano de un perro jadeando con cara de pocos amigos. Y es el mismo que al enterarse de que dicho arranque había sido censurado en Estados Unidos, donde sospechaban que el animal había sido maltratado, dijo algo así: “es la primera vez en mi vida que he llegado a desear que Japón no hubiera perdido la guerra”.
Ver Ficha de El Perro Rabioso.
Me encanta este director, y Mifune. Tengo que buscarla y verla.
ResponderEliminarHace más o menos un año descubría la última obra de este excelente director: Madadayo, sorprendente, madura y exquisita.
Siempre es bueno regresar a los genios del cine, y sin duda Kurosawa es uno de ellos.
Biquiños
Frente a la cartelera actual, refugiarse en el cine de Kurosawa es una de las mejores cosas que uno puede hacer.
ResponderEliminarSaludos!