sábado, 12 de enero de 2008

ÉL (Luis Buñuel, 1953)

Calanda, Teruel, 22 de febrero de 1900, nace Luis Buñuel Portolés; el mejor cineasta español de todos los tiempos. Con una filmografía tan extensa, que va desde su espectacular comienzo surrealista -movimiento que nunca abandonó- hasta sus cintas francesas, es difícil decantarse por un largometraje en particular. Con la seguridad de que algún día volveremos a repasar su legendaria obra, hoy vamos a comentar una película de su etapa mexicana. Se trata de Él, excelente melodrama donde Buñuel retrata "a su manera" (igual que hizo con El Ángel Exterminador y Ensayo de un Crimen) las costumbres burguesas de la época.



Antes de adentrarnos en la historia y, sobre todo, en la forma de contarla por parte del genial director, no está de más una breve referencia a sus colaboradores habituales de este importante periodo: el productor Oscar Dancigers, responsable de varias obras maestras de Buñuel; el director de fotografía Gabriel Figueroa, muy hábil en el manejo de las luces y las sombras, deudor del movimiento expresionista y autor de cintas que, en ocasiones, oscurecieron la labor de importantes directores para erigirse como verdadero creador -véase El fugitivo (The fugitive, 1947) del mismísimo John Ford-; y, por último, su inseparable Luis Alcoriza, un agudo guionista y, posteriormente, excelente director, también exiliado de la guerra y blanco preferido de las bromas de Buñuel. Dicen que un día de caza, cuando Alcoriza iba a cobrar una pieza (un pájaro que había abatido de un disparo), se lo encontró ya relleno y hasta con el precio en una etiqueta atada a una de sus patas.

Las obras del realizador español son tan personales y características que si en Él nos hubiéramos perdido los créditos, tan sólo viendo los primeros planos, nos daríamos cuenta enseguida que se trata de una cinta suya. Y es que en el arranque ya nos presenta sus dos principales obsesiones, las que más perturban al ser humano: la religión y el sexo. - “El sexo sin la religión es como cocinar un huevo sin sal”, aseguraba Buñuel en una entrevista-. Dicha escena, la del lavado de pies en la iglesia, pasa por ser una de sus secuencias más provocativas y mejor rodadas. En manos de Buñuel, la recreación por parte de un sacerdote de lo escrito en los Evangelios tiene un significado lujurioso. Además es la presentación del protagonista (Arturo de Córdova), un perfecto resumen de su personalidad cuando observa los pies de su futura esposa con pasión y casi sin poder disimular su deseo. A lo largo del metraje Buñuel repetirá con planos detalle la misma situación, escena, que por otra parte, podemos observar en varias de sus películas posteriores (Diario de una camarera o Belle de Jour, son dos ejemplos claros).



Aunque la producción de Él es muy modesta, sin embargo el decorado de la casa donde se desarrollan los acontecimientos es digno de estudiar con detalle. En un primer visionado de la cinta puede que nos pase desapercibido, pero si nos fijamos en las puertas, en los arcos que separan las habitaciones, en las escaleras y ventanas observaremos una arquitectura muy daliniana y modernista a la vez, con toques de Gaudí, todo acorde con la personalidad tortuosa del inquilino.

Toda la película es un prodigio de puesta en escena, pero aparte del arranque, ya comentado, me gustaría resaltar dos secuencias: una confirma que aún siendo muy personal el cine de Buñuel no está exento de influencias. Se desarrolla en lo alto de un campanario, allí la pareja protagonista observa a la gente como si fueran hormigas y se produce una situación que recuerda a El Tercer Hombre (The Third Man de Carol Reed, 1949); de hecho el diálogo acerca de lo insignificantes que son las personas es casi el mismo que el pronunciado por Orson Welles en la famosa secuencia de la noria.

La otra escena es la de la conclusión final. Resume la película a la perfección, deja al espectador con un, digamos, atractivo desasosiego y contiene en un solo plano muchas más pistas acerca del cine de Buñuel que lo que yo pueda contar en estas líneas.

Ver Ficha de Él.

4 comentarios:

  1. Excelente reseña, Ethan. Me quito el sombrero ese que me sale en la fotografía.

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  2. Lo mismo digo de tu entrada sobre esta obra de arte.
    Saludos!

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  3. Muy buena entrada, Ethan, sin pedantería ni falsa erudición y sí una más que suficiente información seductora a la obra del gran don Luis. Coincido contigo en tu valoración sobre esta obra maestra indeleble: es curioso cómo el maestro nos muestra el fracaso del "alivio" salutífero del monasterio frente a la insania, la locura, de los celos del cobarde burgués por antonomasia. No hay nada como un paseo en zig zag hacia el túnel de la enajenación.
    Saludos cordiales.

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  4. Tremendo ese último plano. Muy amable tu comentario, gracias.
    Un abrazo!

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