
Pronto,
otros directores siguieron el ejemplo de Rossellini y continuaron con tramas
realistas que también tuvieran que ver con la guerra recién terminada. Fueron
esos argumentos los que priorizaron los primeros años del neorrealismo, aunque,
como veremos, no fue, ni mucho menos, la única temática. Uno de los
realizadores que probó con la nueva forma de hacer cine fue Luigi Zampa. El
cineasta en un solo año (1947) ofreció un díptico que no se distanciaba mucho
de la citada trilogía de Rossellini:
La
primera película, Vivir en paz, reflejaba como ninguna otra el sentir del pueblo
italiano respecto al conflicto que se desarrollaba en su país. Sin el
consentimiento de los ciudadanos, muy a pesar suyo, los granjeros, ganaderos,
la gente del campo, sufría las idas y venidas de una guerra que no tenía nada
que ver con ellos. Zampa lo vio con claridad y eligió vestir a su filme con los
ropajes de la comedia para finalizar con un giro de tragedia y mostrar al
público la cruda realidad.
La
trama se centra en un pueblo que, como dice el título, vive en una paz
relativa. Solo un alemán se ocupa de controlar a la aldea gobernada por un
alcalde fascista. Todo discurre con tranquilidad, como si la guerra no existiera,
hasta la llegada de dos soldados americanos, uno de ellos herido, que piden
ayuda a los hijos de un granjero (Aldo Fabrizi). El cabeza de familia en un
principio se niega a prestarles ayuda, pero poco a poco toma conciencia de la
realidad y opta por arriesgarse, por cuidar a los soldados y ocultar el hecho
al cacique fascista y al resto del pueblo; siempre bajo la amenaza del germano,
que promete pena de muerte a todo aquel que dé cobijo a los aliados.
La
historia de Vivir en paz bien podía haber sido de Zavattini, sin embargo,
la firma otra gran valedora del neorrealismo como fue Suso Cecchi D’Amico (Ladrón
de bicicletas, Rocco y sus hermanos, Rufufú, etc.). La escritora colaboró
con Luchino Visconti en todas sus obras desde que lo conoció en 1951, pero también
fue guionista de De Sica, Antonioni, Comencini, Zeffirelli, Monicelli,
Blasetti… y Luigi Zampa.
Noble
gesta (L’onorevole Angelina,
1947)

En el filme de Zampa, Anna
Magnani se convierte en la heroína de un barrio cuando se enfrenta a los
promotores de viviendas con tal de salir de la miseria. Su lucha tiene tanta
repercusión que funda un partido y la proponen como candidata al parlamento.
Enseguida los caciques intentan sobornarla lo que provoca que el pueblo le dé
la espalda. Es entonces cuando se recrudece su lucha. Esta vez ella sola se
enfrentará a todos: al poder establecido, a sus vecinos y a los carabineros (su
marido es uno de ellos).
De nuevo con la
colaboración de Suso Cecchi D’Amico en el libreto, y con otra intérprete destacada
del movimiento, Anna Magnani (recordemos que tanto ella como Aldo Fabrizi, el
protagonista de Vivir en paz, fueron los actores principales de Roma,
ciudad abierta), son con las que Zampa aborda esta excelente película, que se llevó el premio a la mejor actriz (Magnani) en el festival de Venecia.
Igual que en Vivir en paz, el director usa en Noble
gesta la comedia como reclamo popular para, a continuación, enlazarla
con el drama. De esta forma, Zampa lograba denunciar algunos de los problemas
sociales y políticos del momento como eran la carencia de viviendas dignas y la
corrupción. En tan solo un año, Luigi Zampa había ofrecido dos obras que,
prácticamente, podían resumir el inicio del neorrealismo italiano.