El cuarto día de
festival, aquí en la cita europea de Sevilla, fue una jornada dedicada al género
que tanto nos gusta, el cine negro. En esta ocasión disfrutamos de su versión mediterránea
porque ayer fuimos testigos de un noir
al estilo griego, una propuesta de Yannis Economides muy personal que no nos defraudó:
Stratos es un veterano asesino a sueldo que se muestra cansado y enfermo. Al tiempo que combina su trabajo de verdugo con el de empleado en una fábrica del sector de la alimentación, se presta a ayudar a escapar de la cárcel a Leonidas, su exjefe al que le debe la vida. Mientras aporta dinero para excavar un túnel, le proponen entrar a formar parte de una familia de delincuentes, un grupo mafioso que controla la región y que, entre otras cosas, pone en peligro la integridad de Katharina, su vecina de ocho años.
La cinta camina
por el cine negro con una estructura lineal, pero fragmentada, que divide el
metraje en secuencias claramente diferenciadas. Son escenas separadas por fundidos
a negro que marcan las elipsis y propician el suspense. Lo logran al basarse en
un diálogo bien planificado que incluye puntos de giro dentro de cada porción
de película; o que combinan escenas que parecen de transición con impactantes
imágenes de acción.
Ese contraste en
la parte visual es consecuente con el que propone el director con respecto a
los personajes. Así, Vangelis Mourikis (Stratos) se muestra contenido en su interpretación,
lacónico e inexpresivo, mientras el resto de actores actúan con libertad, con
una improvisación histriónica y exagerada que acentúa aún más el comportamiento
del protagonista. La tensión de la trama se eleva con la misma intensidad que
la ansiedad del espectador, que sabe que Stratos va a estallar de un momento a
otro.
Pero quizás lo
más atractivo de la cinta sea su tono crepuscular. El realizador lo consigue
desde el arranque cuando se adivina un halo de decadencia en el primer plano
del filme: un cementerio de autobuses y tranvías abandonados, cubiertos de óxido,
será el escenario de uno de los “trabajos” del protagonista. También suma para
lograr el efecto de declive la música melancólica de una guitarra acústica, que
nos recuerda a las películas de Wim Wenders y que acompaña a un resignado Stratos
en su cita con el destino.
Pues mira, creo que no vi nunca una peli de cine negro griega. A mi curiosidad nacional se le une mi agrado por el género, uno de mis favoritos. A ver si puedo conseguirla, la pones bien y eso cuenta. Cualquiera de otro país podría pensar lo mismo (en principio) que con la española No habrá paz para los malvados. Un saludo, ethan.
ResponderEliminarLa organización dice que es un estilo parecido al del polar francés, en concreto nombran a Jean-Pierre Melville. Yo lo veo muy diferente, como mucho pueden tener en común el retrato de personajes que actúan solos, como samurais ("Le Samourai"). Saludos.
EliminarBuena pinta. Me ha traído a la memoria una que vi recientemente, "Erase una vez en Anatolia" de Nuri Bilge Ceylan, que me gustó mucho porque llevaba el negro a lo local, dejando caer que por mucha globalización que tengamos, habrá cosas del terruño que no cambiarán nunca. Y, claro, leo tu entrada y me monto mi propia película sin haberla visto...
ResponderEliminarSaludos.
De Nuri Bilge Ceylan tengo pendientes de ver "Los impactos" y "Clima", esta que nombras no la conocía. Me temo que el cine negro tiene tantas raices, como países hay. La riqueza del género está asegurada gracias a la condición del ser humano: siempre habrá argumentos para el noir, donde sea los puedes encontrar.
EliminarSaludos.