lunes, 14 de marzo de 2016

EL AUTOREMAKE EN EL CINE: CAPÍTULO 4.2 (IX)

Un ejemplo del humor que se respira en El Dorado es la secuencia del reencuentro entre Thornton y Harrah después del prólogo: han transcurrido siete meses y Wayne impide que Mitchum, tumbado en un camastro, coja una botella del suelo. El primero desplaza de una patada el whisky y el segundo, después de la sorpresa, ataca a su amigo a causa de la crisis etílica. Una acción muy similar a la del arranque de Río Bravo, pero con ciertas diferencias que aclaran la intención del director. En primer lugar, la escena transcurre en el interior de la cárcel y no delante de testigos; por otro lado, el sheriff no se encuentra en una situación tan vergonzosa (no tiene que recoger la moneda de la escupidera) y Hawks, aunque mantiene el montaje de plano-contraplano entre los dos actores, opta por un picado y un contrapicado menos expresivos (compárese 4.39 y 4.40 con 4.23 y 4.24) para que todo resulte bastante más suave que en la cinta original. 

Lo que definitivamente establece el tono de comedia es la pelea entre los dos: la expresión en el rostro de Mitchum cuando recibe el golpe antes de desmayarse (4.41) es propia de una secuencia slapstick de cine mudo. Hawks reconoció que en El Dorado quería tomarse más a la ligera, casi de broma, el tema del alcoholismo del sheriff: “¿Qué otra cosa podía hacer? Ya lo hicimos de una forma, ahora teníamos que hacerlo de otra. Decidimos divertirnos un poco” (Bogdanovich 2007, p.295).


4.39

4.40


4.41

4.42


Con el avance del metraje se generaliza el tono irónico. Para establecer los lazos de amistad entre los dos protagonistas, Hawks sigue evitando las muestras explícitas de cariño: en Río Bravo, Dude tiene problemas al liar el tabaco con sus manos temblorosas, que se solucionan con el ofrecimiento de cigarrillos por parte de Chance; en El Dorado, el sheriff Harrah no consigue recargar el revólver por el mismo motivo (4.42), de nuevo Wayne acude en su ayuda para introducir él las balas en el cargador. Situaciones similares, muy efectivas ambas, pero presentadas de forma diferente. Más simpáticas en el remake que en la película original gracias, en parte, al excelente trabajo de Robert Mitchum. 

El director quedó gratamente sorprendido con la estrella, a la que le precedía una fama de actor perezoso. Cuando Hawks le acusó de ser un farsante, de dar una imagen de vago cuando en realidad era uno de los hombres más trabajadores que había conocido, el actor le contestó: “No se lo digas a nadie” (ibidem). Además de una interpretación notable, Mitchum fue responsable de ideas tan buenas como la secuencia del baño en la cárcel o líneas de diálogo como las del cambio de muletas al final de la película cuando Harrah y Thornton, heridos, tienen que usar sendos apoyos para caminar (4.43).[1] Hawks era bastante receptivo y no le importaba nada cambiar el guión sobre la marcha, de hecho, a diferencia de otros directores como Hitchcock, esa era otra de las características de su cine: no ser esclavo de un papel escrito y seguir su intuición durante el rodaje para incorporar nuevas ideas, suyas o del resto del equipo.

4.43





[1] Ambos actores, Wayne y Mitchum, se atribuyeron esa idea por el mismo motivo, para contrarrestar el fallo de continuidad que comete Mitchum en la película al cambiar la muleta constantemente de brazo de una secuencia a otra.


2 comentarios:

  1. Pues sí. Da un poco de pena que cortaran la versión de Mitchum cantando. No me voy a levantar a comprobarlo,pero creo que fue porque su hija le dijo que un sheriff no cantaba.
    En el libro de McBride también decía que lo de liar el cigarro "se le quedó" a Wayne y así lo usó después con Hathaway en la de "Valor de ley".
    Un saludo.

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  2. Se nota el buen ambiente que había en el rodaje, lo bien que se lo pasaron todos, director y actores; y eso que Wayne ya estaba algo cascado como veremos luego.
    Saludos.

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