Un ejemplo del humor que se respira en El Dorado es la secuencia del reencuentro entre Thornton y Harrah después del
prólogo: han transcurrido siete meses y Wayne impide que Mitchum, tumbado en un
camastro, coja una botella del suelo. El primero desplaza de una patada el whisky
y el segundo, después de la sorpresa, ataca a su amigo a causa de la crisis
etílica. Una acción muy similar a la del arranque de Río Bravo, pero con ciertas diferencias que aclaran la intención
del director. En primer lugar, la escena transcurre en el interior de la
cárcel y no delante de testigos; por otro lado, el sheriff no se encuentra en
una situación tan vergonzosa (no tiene que recoger la moneda de la escupidera)
y Hawks, aunque mantiene el montaje de plano-contraplano entre los dos actores,
opta por un picado y un contrapicado menos expresivos (compárese 4.39 y 4.40
con 4.23 y 4.24) para que todo resulte bastante más suave que en la cinta
original.
Lo que definitivamente establece el tono de comedia es la pelea entre
los dos: la expresión en el rostro de Mitchum cuando recibe el golpe antes de
desmayarse (4.41) es propia de una secuencia slapstick de cine mudo. Hawks reconoció que en El Dorado quería tomarse más a la ligera, casi de broma, el tema
del alcoholismo del sheriff: “¿Qué otra cosa podía hacer? Ya lo hicimos de una
forma, ahora teníamos que hacerlo de otra. Decidimos divertirnos un poco” (Bogdanovich
2007, p.295).
4.39 |
4.40 |
4.41 |
4.42 |
Con el avance
del metraje se generaliza el tono irónico. Para establecer los lazos de amistad
entre los dos protagonistas, Hawks sigue evitando las muestras explícitas de
cariño: en Río Bravo, Dude tiene
problemas al liar el tabaco con sus manos temblorosas, que se solucionan con el
ofrecimiento de cigarrillos por parte de Chance; en El Dorado, el sheriff Harrah no consigue recargar el revólver por
el mismo motivo (4.42), de nuevo Wayne acude en su ayuda para introducir él las
balas en el cargador. Situaciones similares, muy efectivas ambas, pero
presentadas de forma diferente. Más simpáticas en el remake que en la película original gracias, en parte, al excelente
trabajo de Robert Mitchum.
El director quedó gratamente sorprendido con la
estrella, a la que le precedía una fama de actor perezoso. Cuando Hawks le
acusó de ser un farsante, de dar una imagen de vago cuando en realidad era uno
de los hombres más trabajadores que había conocido, el actor le contestó: “No
se lo digas a nadie” (ibidem). Además de una interpretación notable, Mitchum
fue responsable de ideas tan buenas como la secuencia del baño en la cárcel o
líneas de diálogo como las del cambio de muletas al final de la película cuando
Harrah y Thornton, heridos, tienen que usar sendos apoyos para caminar (4.43).[1] Hawks era bastante
receptivo y no le importaba nada cambiar el guión sobre la marcha, de hecho, a
diferencia de otros directores como Hitchcock, esa era otra de las características
de su cine: no ser esclavo de un papel escrito y seguir su intuición durante el
rodaje para incorporar nuevas ideas, suyas o del resto del equipo.
4.43 |
[1] Ambos
actores, Wayne y Mitchum, se atribuyeron esa idea por el mismo motivo, para
contrarrestar el fallo de continuidad que comete Mitchum en la película al
cambiar la muleta constantemente de brazo de una secuencia a otra.
Pues sí. Da un poco de pena que cortaran la versión de Mitchum cantando. No me voy a levantar a comprobarlo,pero creo que fue porque su hija le dijo que un sheriff no cantaba.
ResponderEliminarEn el libro de McBride también decía que lo de liar el cigarro "se le quedó" a Wayne y así lo usó después con Hathaway en la de "Valor de ley".
Un saludo.
Se nota el buen ambiente que había en el rodaje, lo bien que se lo pasaron todos, director y actores; y eso que Wayne ya estaba algo cascado como veremos luego.
ResponderEliminarSaludos.