Se dice que
entre el amor y el odio hay un margen muy estrecho; de igual forma, entre la
tragedia y el humor, entre los filmes de terror y los cómicos, tan sólo existe
una delgada frontera. Es un límite casi permeable en el que un uso excesivo de
los elementos que configuran las cintas de un género provoca el traspaso de uno
al otro extremo. Es lo que ocurre con el largometraje del que vamos a hablar
hoy.
Cuántas veces
habremos visto películas de miedo que nos producían una risa nerviosa o,
directamente, una carcajada; bien por lo mal realizadas que estaban o por la
saturación antes mencionada. Damián Szifrón ha utilizado en su provecho esta última
circunstancia para fabricar una cinta donde el miedo y la risa se confunden de
forma muy estudiada. Todo para entretener a un público que vive en un mundo
tragicómico en el que da la impresión de que el humor es lo único que nos puede
permitir seguir adelante.
Relatos
Salvajes es un largometraje que nos recuerda los filmes por episodios
que se hacían en la Italia de los sesenta y setenta. Películas
de Monicelli, Risi, Fellini, etc., que denunciaban la realidad del desarrollismo
implacable de esos años con el retrato a su vez irreal, si se quiere la
caricatura grotesca, de unos personajes que caminaban a lo largo de la frontera
antes aludida entre el drama y el humor. Szifrón le ha dado una vuelta de
tuerca a esa fórmula europea (los argentinos son tan primos hermanos de los
italianos como de los españoles) para denunciar el mundo presente, el de la
intolerancia y el egoísmo, con las mismas armas que entonces, pero adaptadas al
cine actual.
Una colección de
episodios, la de la cinta de Szifrón, que si bien es algo desigual, funciona
como un todo gracias al elemento común del adecuado adjetivo “salvaje”: los
protagonistas de cada segmento, en algún momento del relato, explotan de tal
manera que sale a relucir su lado violento para desencadenar una serie de
acontecimientos que desembocarán en un final del todo sorpresivo.
La colocación de
la cámara en lugares imposibles, y el barroquismo de algunas tomas son otros puntos
de unión entre todos los capítulos donde sólo en el corto que se desarrolla en
un bar notamos la mano de los hermanos Almodóvar, a la sazón productores de Relatos
Salvajes, con algún plano que nos remite directamente a las primeras
cintas de Pedro.
De todos los
segmentos, nos gusta especialmente el episodio del avión con el que arranca la
película porque le da el tono correcto a todos los demás; pero nos atrae aún
más el que se desarrolla en la carretera, una especie de revisión del Diablo
sobre ruedas (Duel de Steven
Spielberg, 1971) en clave de humor negro y hasta escatológico, una pequeña obra
maestra que es el punto álgido del largometraje. Quizás ese sea el episodio que
hubiéramos elegido para colocar al final de la película; el que nos hubiera
gustado como fin de fiesta en lugar del segmento de la boda, aunque éste
parezca, literalmente, más adecuado.
Relatos
Salvajes es, por tanto, un éxito del cine que viene de Sudamérica, pero
con acento español en la producción y con reminiscencias europeas en la
estructura de la película. A pesar de tan sugerentes referencias, Damián
Szifrón consigue algo que hoy en día parece imposible: un estilo diferenciado dentro
del nuevo panorama cinematográfico repleto de homenajes, por no decir directamente plagios. Un estilo personal que, sin embargo, permite a la película moverse por el circuito comercial del cine de género. Ese que viene pisando con fuerza en las
pantallas de nuestro país y que, ¡sorpresa!, no es precisamente estadounidense.
Ver Ficha de Relatos salvajes.
A ver si la veo. Me apetece mucho. Besos
ResponderEliminarCreo que te gustará, ya me contarás. Besos.
EliminarSi está un actorazo como Darín, entonces es buenísima
ResponderEliminar"El bombita", es el apodo que le dan a su personaje. No te digo más jajaja
EliminarTengo ganas de verla, cuando la estrenaron preferí ver La isla mínima, conozco al guionista y he visto todo lo que ha hecho con el director.
ResponderEliminarSALUDOS.
Muy buena "La isla mínima", últimamente está de moda rodar en Sevilla, vamos a tener que hacer un paseo de la fama como en Almería.
EliminarSaludos
Vaya, vaya, vaya. Apuntadísima. Esta la iré a ver. Me gusta lo que dices de la película y ando un poco harto de los mismos menús. Humor y miedo en el mismo film, y con "estilo diferenciado". Esto es un acontecimiento.
ResponderEliminarSaludos.
Estilo directo y barroco el de Szifrón. Espero que a ti también te guste. Ya nos dirás.
EliminarSaludos.
¡Me dan tanta envidia (sana) los argentinos en muchos aspectos cinematográficos!
ResponderEliminarAdemás, esta película no tiene el defecto de muchas cintas sudamericanas que es el acento tan fuerte que hace que los españoles nos resulte difícil entender a los actores. Tienen acento, claro, pero se han ocupado del sonido y de la vocalización para que llegue todo nítido.
Eliminartodavía no he tenido oportunidad de verla y tiene todos los ingredientes para gustarme.
ResponderEliminarSaludoss!
Creo que te puede gustar, ya nos comentarás ¿vale?
EliminarSaludos.
La tengo pendiente, Fernando... uno que cada vez tiene menos tiempo para el placer.
ResponderEliminarAbrazos.
Pues hay que organizarse la vida de otra manera, hay que buscar tiempo para el descanso y el placer si no la cosa va regular.
EliminarAbrazos.
El primero es un chiste, pero como a ti, también fue el que más me gustó y la verdad es que sirve de aviso de lo que viene. El último también me gustó, sobretodo por ese inesperado (al menos para mí) final.
ResponderEliminarUn saludo.
¿Verdad? El primer episodio es como el solista de una orquesta, que da el tono correcto antes de empezar para que todo el mundo afine su instrumento. El de la boda también está bien y es verdad que tiene un final inesperado, creo que el director ha querido que nos quedemos con buen sabor de boca, después de todo...
EliminarSaludos.
Uno de los éxitos del año. Me hace pensar en cómo un estilo que en la actualidad es raro encontrarse en la cartelera, puede triunfar: sí, al espectador le encanta que le sorprendan: "The artist" o "Blancanieves", pongo por caso: mudo y en blanco y negro, nada menos. Así que lo mismo vemos dentro de poco más largometrajes hechos de cortometrajes, donde a mí me parece esencial, para que tengan éxito, que sean de un único director y que sigan una línea temática común. En cuanto a lo que comentas, el primero establece las reglas de juego de lo que viene después, por tanto es fundamental. Y el del "Diablo sobre ruedas", je, je, bueno, pues no son un dechado de originalidad estos relatos, pero se explican fenomenalmente desde su presentación, mantienen la tensión y aportan un buen giro final, es decir, la construcción básica del cortometraje... multiplicada por seis.
ResponderEliminarSaludos.
La idea inicial de algunos de ellos no es muy original que digamos (el del Bombita es "Un día de furia" pero en plan argentino), lo que es personal, como bien dices, es el desenlace.
EliminarSaludos.