“El
extraño caso de Albert Lewin”, podría titularse una película sobre el
sorprendente director responsable de obras tan singulares ––y magníficas–– como
Pandora
y el holandés errante o El retrato de Dorian Grey. Desde
luego resulta, como poco, curiosa la carrera de este director personal que
navegó a contracorriente del sistema.
No
siempre fue así, pues Lewin formó parte de la época de esplendor de los grandes
estudios cuando en los años treinta fue la mano derecha de Irving Thalberg, a
la sazón directivo estrella de la Metro Goldwyn Mayer. En la Metro, Lewin fue
guionista y productor de numerosos filmes, pero cuando Thalberg murió de forma
prematura, el cineasta quiso probarse como director debutando con Soberbia.
Y
lo hizo, esta vez sí, fuera del sistema, en una producción independiente,
adaptando una novela de Somerset Maugham y con un actor que pronto sería su
fetiche: George Sanders. El habitual registro del actor encajaba como un guante
con el protagonista: un hombre cínico, egoísta y sin escrúpulos que abandona su
familia para dedicarse a lo que siempre deseó, a la pintura, sin pararse ante
nada y ante nadie.
Basado
ligeramente en la vida de Paul Gauguin, el filme se centra en volver odioso al
personaje principal que acumula otras “virtudes”, como la de ser un misógino
que no cree en el amor, y que utiliza a las mujeres en su provecho para, una
vez conseguidas sus metas personales, desecharlas como un envase vacío.
La
película puede considerarse la primera de una trilogía donde Lewin adapta
sendas obras literarias. Novelas con la pintura como elemento sobre el que gira
toda o gran parte de la trama, y con personajes atormentados por su propia
crueldad. La siguiente, por orden de aparición, es su obra maestra El
retrato de Dorian Grey (The
Picture of Dorian Gray, 1945), cinta suficientemente conocida. De la
tercera vamos a hablar ahora:
Tras el éxito de la versión de la célebre novela de Oscar
Wilde, largometraje producido al amparo de la MGM, Lewin regresó a la vía
independiente para dirigir otra adaptación, esta vez de Guy de Maupassant.
En Los asuntos privados de Bel Ami, el
realizador vuelve, con George Sanders a la cabeza, a retratar un personaje
atrapado por su propia ambición. Un arribista que utiliza a cuanta mujer se
pone a su alcance para conseguir medrar en la sociedad. Bel Ami (que así es
conocido por sus numerosas amantes) intenta por todos los medios conseguir un
título noble y casarse con la hija de un multimillonario. Pero lo hace por
etapas: contrayendo matrimonio con una viuda, que le ayudará sin saberlo en sus
propósitos, mientras se lía con la madre de su objetivo final: la joven ––y
rica–– casadera.
Igual que en Soberbia, Lewin rueda en un blanco y
negro expresionista con sólo una secuencia en color, la que dedica a un cuadro
que refleja la ambición del personaje como si fuera un espejo (¿les recuerda a Dorian
Gray?). En Soberbia son pinturas muy reconocibles del estilo de Gauguin;
en Bel
Ami es un cuadro que representa la tentación de San Antonio. Entre
otros pintores, Salvador Dalí ofreció a la productora de la película su particular
visión del tormento del santo (la que a la postre resultó una de sus obras
maestras con esos elefantes y otros animales de patas finísimas rondando por la
pintura), aunque finalmente fue Max Ernst el autor del lienzo que sale en el filme.
Las obsesiones de Albert Lewin estaban claras. También
los finales de ambas películas son parecidos cuando el amor en el que no cree
el protagonista parece redimirle. En Soberbia lo encuentra en una isla
del Pacífico; en Bel Ami se esconde en su interior y sólo al final, cuando ya es
demasiado tarde, emerge para que el personaje se dé cuenta de que toda su vida
ha sido un error.
Pocas fueron las películas que dirigió Lewin (seis); para
el gran público, su figura siempre estará ligada a Pandora y a Dorian
Gray, no obstante, recomendamos acercarse a estas dos cintas, notables
ejemplos de su cine particular, repleto de misticismo, con una aureola de
fantasía tan poco común en el cine clásico y, me atrevería a decir, en el cine
de todas las épocas.
Uno de los más singulares y enigmáticos directores que ofreció el Hollywood clásico.
ResponderEliminarEs cierto, con una filmografía escasa, pero muy interesante.
EliminarNos aportas además de cultura cinéfila estupendas propuestas para hacerse una sesión doble cualquier fin de semana.
ResponderEliminarGracias Ethan.
Feliz semana. Un abrazo
Un miniciclo de películas menos conocidas, pero no por ello peores.
EliminarGracias a ti, que pases unas buenas vacaciones.
Abrazos.
Epa hermano. Felicitaciones por tu libro y te nombraron en la fiesta de cumpleaños de tigrero ¿puedes pasar por allá y revisarla?
ResponderEliminar¡Todo un detalle! Ya pasé por tu blog para felicitarte. Un abrazo.
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