lunes, 29 de enero de 2024
LA ISLA DEL TESORO (Treasure Island de Victor Fleming, 1934)
domingo, 14 de enero de 2024
2 X 1: "OYUKI, LA VIRGEN" y "LAS HERMANAS DE GION" (Kenji Mizoguchi)
Oyuki, la virgen (Maria no
Oyuki, 1935)
Hablar de Kenji Mizoguchi es hablar de un genio, uno de los grandes directores del cine japonés y, por extensión, del cine mundial. A mediados de los años treinta, ya era considerado un maestro, con una trayectoria muy importante en el período del cine silente (más de cuarenta películas). En plena adaptación al sonoro, dirigió las dos películas de las que vamos a hablar hoy.
En Oyuki, la virgen, en medio de la guerra civil una familia acomodada huye de la ciudad que está siendo bombardeada por las fuerzas del gobierno. En la diligencia pública en la que viajan, les acompañan dos geishas, que son objeto de su desprecio y crítica. Cuando un señor de la guerra secuestra la diligencia y pide pasar la noche con la más joven de la familia, una de las geishas se ofrece para ir en su lugar…
La película de Mizoguchi es una crítica certera y directa de las clases acomodadas frente a la generosidad y benevolencia de las protagonistas de la cinta, las dos prostitutas. El filme está basado en el cuento Bola de sebo de Guy de Maupassant, el que después utilizaría de partida John Ford cuando dirigió La diligencia (Stagecoach, 1939); la trama también tiene cierto aire a El expreso de Shanghai (Shanghai Express, Josef Von Sternberg, 1932).
Mizouguchi
pone el acento en las dos protagonistas, sobre todo en Oyuki, interpretada por
Isuzu Yamada, para realizar uno de sus habituales retratos femeninos. Igual que
su coetáneo Mikio Naruse, pero con más conocimiento de causa —la hermana de
Mizoguchi fue vendida como geisha, y él mismo frecuentó en la infancia los
prostíbulos—, Mizoguchi es un director experto en esa materia, en personajes de
vida difícil como son las prostitutas, rechazados por la sociedad que los ve
como objetos que se pueden comprar y vender.
En Ojuki, Mizoguchi se enfrenta a su segunda película sonora y todavía no ha desarrollado el estilo por el que será conocido mundialmente, el de los barrocos planos-secuencia, aunque sí deja ver su vocación pictórica —estudió bellas artes— en los cuidados y preciosistas encuadres y en la puesta en escena.
Las hermanas de Gion (Gion no shimai, 1936)
Un año después de realizar Oyuki, la virgen, Mizoguchi vuelve a rodar un melodrama con parte del equipo de Oyuki, y con una historia que trata de nuevo sobre dos geishas, que en esta ocasión son hermanas:
La mayor, Umekichi, atiende al señor Furusawa, un antiguo cliente del que está enamorada y que ahora se encuentra arruinado. Umekichi le deja vivir con las dos hermanas a pesar de las pegas que pone la pequeña Omocha (interpretada, otra vez, por Isuzu Yamada). Omocha despotrica sobre los hombres, se queja de que las utilizan como objetos, pero desea que un rico las mantenga. Los tejemanejes de Omocha para vivir a lo grande y deshacerse de Furusawa se centran en convencer al señor Jurakudo, un rico comerciante de antigüedades, para que sea el protector de su hermana. Al mismo tiempo, Omocha rechaza a Kimura, un simple empleado, al que utiliza para que le consiga un kimono nuevo. Omocha prefiere al jefe de Kimura, el señor Kudo. La menor de las hermanas llega tan lejos con sus intrigas que Kimura quiere vengarse de ella…
El excelente e intrincado guion de Las hermanas de Gion se debe al colaborador de Mizoguchi durante el resto de su obra: Yoshikata Yoda. El libreto, muy criticado por el régimen militar japonés que llevó al país a la Segunda Guerra Mundial, adapta la novela del escritor ruso Aleksandr Kuprin.
Mizoguchi, por momentos, transforma
el guion en una obra de teatro, o en una ópera, cuando aleja la cámara de los personajes
para descubrir el escenario que los envuelve. Aún sigue sin desarrollar el
estilo sintético a base de planos-secuencia, pero elude lo que puede el montaje
para que fluya la narración con los menos artificios posibles.
En Las hermanas de Gion, de nuevo Mizoguchi sabe de lo que habla: la hermana mayor del director, con la que se fue a vivir cuando murió su madre, era una geisha mantenida por un noble. Gracias a eso, Mizoguchi pudo costearse los estudios de bellas artes en Tokio. Este filme con toques de comedia, de vodevil, es en realidad un drama que termina con un mensaje muy claro acerca de la profesión de geisha: «¡por qué tiene que existir!», exclama una y otra vez Omocha en la secuencia final, acaso la mejor de la película.