Comienza el XXII Festival
de Cine Europeo de Sevilla y nosotros nos estrenamos asistiendo a la proyección
de Sirat, la última película del director español nacido en
París, Oliver Laxe. Un largometraje premiado en Cannes, que, además,
representará a España aspirando al Óscar a mejor película extranjera.
La cinta arranca con una frase, una creencia de los árabes —casi toda la filmografía de Laxe tiene que ver con la cultura musulmana— que dice: «Existe un puente llamado Sirat que une infierno y paraíso. Se advierte al que lo cruza que su paso es más estrecho que una hebra de cabello y más afilado que una espada». Este párrafo puede perfectamente ser el resumen de una historia que por momentos se traduce en una experiencia audiovisual que no dejará indiferente a nadie.
El filme comienza en
algún lugar de Marruecos donde se celebra una rave. Luis (Sergi López) y su
hijo llevan cinco meses buscando a la hermana mayor, que ha desaparecido y
creen que se encuentra en el norte de África asistiendo a una de esas fiestas
con música electrónica y drogas. Cuando la policía marroquí disuelve la reunión,
algunos de los participantes se encaminan hacia otra rave que tiene lugar en
Mauritania. Luis y el pequeño se unen a la caravana con la esperanza de encontrar
a la joven.
A partir de aquí, el
largometraje se convierte en una road movie a través del desierto donde los
personajes sufrirán todo tipo de obstáculos naturales mientras se oyen noticias
del exterior nada halagüeñas: todo parece indicar que el mundo se encuentra al
borde de la tercera guerra mundial.
Dentro de una atmósfera apocalíptica,
que puede recordar a Mad Max por lo extraño de los vehículos, el
paisaje yermo y la falta de gasolina, los singulares personajes antisistema,
que parecen extraídos de una película de Tod Browning —de hecho, uno de ellos
lleva una camiseta que hace referencia a La parada de los monstruos
(Freaks, 1932)—, avanzan hacia el sur al compás de una música envolvente
y machacona.
La película se parte en
dos en un momento trágico al tiempo que están atravesando un cada vez más
angosto desfiladero (¿el Sirat?). De repente todo se vuelve violencia y muerte, cuando da
la impresión de que los protagonistas estén realmente en el infierno. El final
abierto, muy afín a lo que el director nos tiene acostumbrados, no es nada
optimista ni esperanzador.
Oliver Laxe, en sus
películas, siempre busca paraísos en la tierra. En su cinta anterior, Lo
que arde, parece que el edén reside en algún lugar situado entre los parajes
gallegos de su patria, aunque pronto todo se torna fuego a raíz de los
incendios provocados. En Sirat, la felicidad de los personajes,
el paraíso terrenal, tiene lugar cuando se sienten en libertad, bailando al son
de la música. Sin embargo, pasado el puente, no pueden evitar que se desate el
infierno de sus pecados.



A mí lo de las raves me parece una barbaridad, y más en países musulmanes. Un beso
ResponderEliminarLas raves en general son un descontrol, aquí funciona para introducir la trama.
EliminarAbrazos!
La tengo pendiente de ver.
ResponderEliminarNo te la pierdas, es diferente a todo lo que hayas visto.
EliminarGracias por la reseña. la tendré en cuenta. Te mando un beso.
ResponderEliminarSi te cruzas con ella, no dejes de verla.
EliminarAbrazos!
Confieso que el presunto carácter metafórico de la propuesta se me escapa y que hubiese agradecido menos carga trágica. Lo cual no impide que admire la fisicidad de esta road movie, entre "El salario del miedo" y "Mad Max".
ResponderEliminarSaludos.
En cualquier caso, creo que estamos ante una muy digna propuesta cinematográfica, con su cuota de originalidad y sí, muy trágica.
EliminarSaludos.
Tras un atmosférico arranque de los que te ponen bien arriba, la película, con algunas inquietantes referencias de fondo al colapso de la civilización occidental, presenta unos personajes que en principio podían ser arquetípicos del cine de aventuras, aquí un padre y su hijo volcados en una búsqueda desesperada a través de un entorno árido y hostil que convierte ese viaje iniciático en una lucha por la supervivencia a medida que se adentran hacia lo desconocido.
ResponderEliminarLa fuerza de las telúricas imágenes de SIRÂT (y la función capital del sonido) hacen de esta película una experiencia sensorial, brutal, que nos deja en trance. Cine radical.
Un saludo.
Pues sí, el subtítulo de "Trance en el desierto" es bastante adecuado a lo que el espectador va a visionar. El género es difícil de acertar pues se sitúa entre una cinta de aventuras, como dices, un drama, un trhiller... Da igual, es una película a destacar de entre sus coetáneas.
EliminarSaludos.
No me entusiasmó tanto como al resto del mundo, pero me pareció una propuesta interesante, todo una experiencia sensorial, muy trágica (no me lo esperaba), que no da respuestas y deja preguntas en el aire.
ResponderEliminarSaludos.
Es cierto que la segunda parte sorprende, y mucho, al espectador. Mérito de Laxe, que suele terminar las cosas con fuegos artificiales.
EliminarSaludos.