viernes, 24 de febrero de 2012

PUENTES Y SOMBRAS: I-5



Merche se plantó, con la poca decisión que le quedaba, delante de la mesa de Cecilia. Pronto se dio cuenta que de cerca era más desagradable todavía. El vestido, de color gris oscuro, casi negro, no conseguía disimular su deformado aspecto por ser demasiado ajustado para una embarazada. El joven, a quien instantes antes Cecilia había reprendido, se alejaba cabizbajo como si le pesara la Nikon con teleobjetivo que llevaba colgada del cuello.
—¿Y usted qué quiere? —dijo Cecilia todavía fuera de sí, mirando con cara de pocos amigos a Merche.
—Yo... Tenía una entrevista de trabajo… —contestó Merche con poca convicción, dispuesta a marcharse en cuanto Cecilia se lo insinuara.
—Ah, es usted. Llega tarde. Siéntese. —Cecilia hablaba como si estuviera dictando un telegrama.
Rebuscó entre sus papeles y extrajo de una bandeja el currículum de Merche. Leyó algo en él.
—Su nombre es Mercedes Vallés, ¿no es así?
—Sí. —Merche dejó el bolso encima de la mesa mientras se mantenía erguida en la silla giratoria; respiró hondo e intentó sonreír sin mucho éxito—. Aunque todos me llaman Merche y prefiero utilizar el apellido de mi madre: Emanuele.
—Vale, Mercedes Vallés. —Cecilia no podía ser más cortante. Merche seguía sintiendo la borrasca en su horizonte particular.
—He podido leer sus datos con detenimiento y veo que su expediente académico no es demasiado brillante.
Merche comenzó a recoger: se colgó nuevamente el bolso del hombro. No podía soportar más esa situación: un acoso sexual nada más llegar, seguido de un juicio sumarísimo a su persona a cargo de una especie de bruja gótica salida de una película de Tim Burton.
—Sin embargo, me gusta su experiencia y su carácter emprendedor. —Cecilia golpeaba el currículum de Merche con el dedo índice, en el lugar donde aparecía la información—. Al menos eso se desprende de su intento de llevar adelante una revista de actualidad política.
Merche sintió que el tiempo mejoraba. No obstante, dado el éxito anterior, prefirió callarse.
—No me gusta perder el tiempo así que vamos a lo que interesa —continuó Cecilia—.  Le vamos a hacer un contrato temporal de un mes; como prueba. Si nos convence, si me convence, seguirá con nosotros.
La joven transformó su gesto sombrío en uno luminoso. Estaba abrumada. Contenta. A punto de saltar de alegría. Por fin se despejaba el día.
—No sé qué decir…
—No diga nada y preste atención: Va a pertenecer a Local y Regional, es decir, dependerá de mí personalmente. —Merche seguía eufórica, pero en silencio, sólo la delataban sus ojos café con leche que centelleaban al ritmo de su corazón.
—Su trabajó será principalmente de campo. Consistirá en atender, in situ, las noticias locales que vayan surgiendo y hacerse cargo de los reportajes para incluirlos en la sección. Saldrá siempre con alguien de Medios Gráficos. Los detalles internos los aprenderá sobre la marcha. Pregunte a sus compañeros cómo funciona la red local, cómo es el proceso de maquetación, etc. Empezará mañana mismo. Su mesa de trabajo es esta de al lado. —Cecilia seguía disparando palabras, mientras señalaba, sin mirar, a una mesa contigua con un ordenador y una bandeja como la suya, pero vacía—. ¿Está claro?
—Gracias… Yo…—Merche no era capaz de expresar lo que sentía, después del terrible día que llevaba. Le entraron de nuevo ganas de llorar.
—Si no tiene ninguna duda, lo mejor es que vayamos a ver al jefe ahora mismo. Así mañana no tendrá que presentarse a nadie y podrá comenzar con su trabajo.
—Creo que no va a hacer falta. Ya he hablado con él.
—¿Conoce a Roberto?
—¿Roberto? No. Me dijo que se llamaba Jaime. Que era el dueño de la empresa o algo así.
—¿Jaime Morales?
—Sí.
—Ese no es dueño de nada. Es un gilipollas.
—Pues yo creía…
—Es el hijo de Don Juan, el presidente del Grupo Sincera, pero ni pincha ni corta. Su padre lo mantiene a raya.
Cecilia se acercó algo más a Merche para tutearla; por fin.
—Ten cuidado con él. No le consientas lo más mínimo. Se cree un playboy, pero no es más que un jodido niñato.
—Pero trabaja aquí ¿no?
—Sí. Lleva Internacional. Bueno, realmente lo único que hace es joder al personal. Es un parásito que si por mí fuera ya estaría de patitas en la calle. Pero supongo que Roberto no se lo podrá permitir.
—Entiendo…
Tras un silencio, que ambas utilizaron para reflexionar sobre la conveniencia o no de echar a Jaime a la calle y enfrentarse a su padre, Cecilia se levantó de la mesa e hizo un ademán a Merche para que la siguiera.
—Venga, vamos a ver a Roberto.
 
Hacía mucho tiempo que no sufría ese malestar; aunque le era familiar, terriblemente familiar. Los calambres ya habían hecho su aparición y las oleadas de calor iban seguidas de otras de frío. La fiebre, y los dolores óseos y musculares, casi no le permitían andar. Y luego estaba esa horrible migraña. El Gabacho se sentía morir mientras se arrastraba a duras penas por la calle Baños. La acera era demasiado estrecha para el zigzag cansino que llevaba. No podía seguir con su punto de vista a ras de suelo, tenía que elevarlo si no quería ser atropellado. Además, el tráfico intenso colapsaba la calzada; una de las más usadas por ser la puerta de entrada a la plaza del Duque y a la zona comercial del centro.
Mientras atravesaba la glorieta de la Gavidia, intentaba averiguar qué es lo que pudo haber pasado el día anterior en el piso de Charlie. Su cerebro apenas le dejaba pensar, pero recordaba las voces que oyó al fondo del pasillo y la ausencia de gente en las inmediaciones. Era muy extraño: ninguno de los clientes habituales de Charlie andaban por allí cuando él llegó. Seguramente se trataba de una redada; pero tampoco había ningún vehículo de la policía. De todas formas, no tenía más remedio que volver allí si quería acabar con las taquicardias y el mal cuerpo en general. No era la primera vez que pasaba por la misma, o parecida, situación. Cuando las cosas se calmaban con la policía, solía regresar al lugar donde el camello de turno fue visto por última vez. O era él el que suministraba la droga de nuevo, o tenía algún correo que avisaba del siguiente punto de reunión a todos los consumidores que se acercaban por allí.
Al doblar la esquina de la plaza de la Concordia con Jesús del Gran Poder, El Gabacho se tropezó con una pareja de novios que iba con bolsas de El Corte Inglés. El centro comercial ya ofrecía sus galas para las fiestas navideñas y la plaza del Duque hervía de gente después de un largo puente sin apenas actividad. Sus puestos callejeros impe­dían ver la estatua de Velázquez y formaban una especie de zoco que contrastaba con el edificio principal de los grandes almacenes. 
Los jóvenes increparon al yonqui que siguió dando tumbos sin prestarles atención. A duras penas, después de abandonar San Miguel, se adentró en la calle Trajano. Pasado el hotel Venecia ya podía divisar si existía algún movimiento sospechoso en las proximidades del piso franco. Todo permanecía tranquilo.
Sin pensar mucho en las consecuencias de su acción, traspasó el portal y el zaguán para comenzar a subir las escaleras. A El Gabacho le costaba respirar después de supe­rar el primer tramo. Sentía como si la altura de los peldaños hubiera crecido desde el último día, mientras que la huella parecía más corta. A medida que le faltaba el aire, su esquelético cuerpo se mostraba cada vez más pesado. Casi sin aliento, llegó al cuarto piso. Igual que la noche anterior la puerta estaba entreabierta. Le entró pánico, pero la esperanza de que terminaran los temblores, y la ansiedad que le producía la arritmia de su corazón, lo empujaron den­tro.
No había más luz que la procedente de la planta baja. El sombrío pasillo, sin más adorno que un cuadro torcido donde una perdiz descolorida parecía a punto de perder el equilibrio, lo guiaba hacia una lúgubre habitación sin muebles. En las paredes sólo habitaba la tristeza y la falta de pintura. En el suelo, se desparramaban dos viejos colchones sin bastas manchados de sudor y otros fluidos corporales. Estaban pegados a las paredes, uno enfrente de otro. Mientras El Gabacho atravesaba el estrecho espacio que dejaban los jergones, iba recordando algún pico ocasional que se metió tumbado en aquella deprimente estancia.
Sus pasos lo condujeron a otro pequeño cuarto. A estas alturas la luz era tan escasa que El Gabacho no veía por donde pisaba. A tientas, atravesó el vano de la puerta. Después de dar dos pasos sobre el sucio terrazo, tropezó con algo que no debía estar allí. Buscó la ventana y descorrió la manta que hacía las veces de cortina. La luz atravesó la sala; sólo entonces pudo ver el cuerpo sin vida de Charlie. 


22 comentarios:

  1. A ver, a ver, Fernando... Que yo estaba esperando para leer las tres de golpe (porque dijiste que ibas a sacar los tres primeros capítulos) y me estás acumulando demasiado trabajo (ja,ja).
    En fin...si saco tiempo este fin de semana me leo las entregas y te comento.
    Un abrazo.

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    1. Seguramente no me expresé bien. Dije los dos primeros capítulos. Hasta ahora llevó colgados cinco entregas del primer capítulo. Aún queda bastante para terminar este adelanto de la novela.
      Un abrazo!

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  2. Ah! Aclarado...Pues me iré poniendo con ella con esto de las entregas esto va a parecer un folletín dickensiano ;-)

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  3. Ethan, que no me habia enterado de este proyecto. Me parece genial, enseguida me leo los anteriores pedazos del capitulo 1. Y no puedo evitar no invitarte al Festival Directed By 7, que consiste en contar historias como si fuera el director de una pelicula. Te dejo el link www.directedby7.blogspot.com para que te enteres mas del asunto y si te gusta ya me diras si te animas.

    Te leo. Un abrazo.

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    1. Gracias por la invitación, no sé si podré participar, ahora estoy llevando tantas cosas que me da la impresión de que son más de las que puedo atender.
      Un abrazo.

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  4. ¡ Ay ay cómo nos dejas Ethan ! ¡ con un cadáver por medio..! ¡qué angustia...! Esto si que resulta estresante (jiji)

    Saludos narrador :-)

    P.D. ¡Odio lo de la preguntita del robot ! y esas palabras quew apenas se entienden..¬¬

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    1. ¡Y yo, y yo! ¿Cómo se puede quitar ese dichoso robot? Claro, a mí no me pide nada de esto en mi blog, pero sí en casi todos los demás.
      Saludos!

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  5. Ah !!! me encanta tener un amigo escritor de novelas de misterio; una cosa tan importante. Por lo que parezze, habrá apiolamientos, bofia, asesinatos, luzzes de la pasma;espero que algún pavo juegue al billar y que alguien escupa en el suelo, una rubia peligrosa. Algún robo a mano armada???. Creo que hay un suizzidio con ahorcamiento???

    Me gusta, Ethan. Una historia con mucha lírica...

    Solo tengo una pega; me lo has puesto difízzil con la numerazzión. Creo que hubiera sido más fázzil 1, 2, 3, 4 y 5

    Pero eso de 1 de 2, de 3, un lío para nos.

    En fin.

    Caperuzzita Roja Ardiendo en Deseos de Saber como se ahorca el Pollo.

    Possdata: He visto la última de Gafotas y la he visto en 3D, soy una desertora. La niña me recuerda un personaje lejano al que conozzco bien. Había épocas remotas en que los niños corrían aventuras y arreglaban ratones. Que bonitas las maquetas de Melies.

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    1. Caperuza! Alegría verte por aquí de nuevo, se te echaba de menos.
      Lo mejor para no liarse es pinchar en el enlace del final del post que dice: "Leer Capítulo I desde el principio", y luego dejarse llevar.
      Aún no he visto la de Scorsese, pero tengo ganas (por fin no aparece Di Caprio y eso es un aliciente).

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  6. Por fin un ratito para leer Puentes y Sombras. Se lia uno y ...Un saludo Ethan.

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    1. Gracias por echarle un vistazo a la novela. Un saludo!

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  7. Me gusta mucho la última parte, muy cinematográfica, llena de imágenes. Los diálogos, como siempre muy conseguidos :)

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    1. La verdad es que he escrito la novela como si estuviera viendo una película. Me alegro de que se note.

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  9. Ya vemos que las cosas con Merche se han arreglado un poco, el que parecía su jefe solo era un timador y su jefa inmediata siendo brusca le ha dado una oportunidad, y nuestro amigo el gabacho a caído mismo John Holmes en Wonderland, la mala suerte le persigue. Saludos.

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  10. Sí, Merche ve la luz al final del túnel en un día que parecía aciago. El pobre Gabacho lo tiene más crudo.
    Saludos!

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  11. Bueno, menos mal, esta chica ha tenido suerte. Al gabacho nos lo has dejado con un continuará y con las ganas de saber qué pasará.
    Saludos.

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    1. Dentro de poco volvemos con otra entrega, a ver qué pasa...

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  12. Pasé antes a leerte pero no me dio tiempo opinar.
    Esto va viento en popa, con fluidez.
    Me alegro.

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    1. Sí, aunque el Gabacho, en este momento, tenga el viento de proa.
      Un abrazo!

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