Zhang Yimou es otro de los casos
en los que prestigiosos festivales de cine occidentales han dado a conocer a
excelentes directores de países más o menos exóticos. El director chino hace tiempo que se pasea
triunfante allá por donde presenta sus magníficas cintas, pero en 1990 era
todavía un completo desconocido aunque ya había ganado el Oso de Oro en el
festival de Berlín con su ópera prima Sorgo Rojo (1987). Con su tercer largometraje,
Semilla
de crisantemo, logró encandilar a jurado y público del certamen
vallisoletano haciéndose con la espiga de oro; ese mismo año obtuvo una merecida
nominación al Óscar a la mejor película extranjera.
La historia del triángulo amoroso
en una fábrica textil, en una tintorería de principio de siglo XX, resulta
espectacular desde el lado de la fotografía (Yimou fue operador antes que
realizador, y se nota), pero también sorprende por el tratamiento desenfadado
que el cineasta oriental le confiere a una trama que en realidad es una
tragedia. El director narra con cierto humor negro para concluir con una falsa moralina
en la que el fruto del pecado se vuelve contra sus progenitores.
No obstante, como se ha dicho, lo
que destaca en Ju Dou es la forma sobre el fondo. La estética, los decorados y
el color sobresalen por encima de los diálogos. En la fábrica las telas se
secan en altísimos tendederos y se tiñen de amarillo, de azul o de verde, mientras Yimou
extiende la pintura para colorear toda la puesta en escena con esos mismo
colores. Cuando se avecinan problemas no es casual que sea el rojo el tono del
tinte.
Del reparto, hay que destacar a
Gong Li por encima del resto del corto elenco. La debutante en la primera película de Yimou, la citada Sorgo Rojo, se convierte en Semilla de crisantemo en
una fija, en una bella musa que será el blanco del objetivo del director a lo
largo de toda su carrera.
Dos años más tarde de Semilla
de crisantemo, Zhang Yimou vuelve a rodar una cinta donde una mujer de
fuerte carácter es la protagonista indiscutible. De hecho, esos retratos
femeninos son lugares comunes en la filmografía del director, y el tema central
de sus mejores películas.
Qiu Ju (Gong Li, no podía ser otra) es una mujer de
campo medio analfabeta y a punto de dar a luz un hijo. Después de una disputa,
el alcalde de la aldea donde vive Qiu Ju arremete contra el marido de ella y le
propina una patada en sus partes nobles. A partir de aquí, la terca mujer
inicia un recorrido por todos los juzgados e instancias para obtener una
satisfacción del alcalde. Desde la aldea, a la corte del pueblo, pasando por el
condado, la capital y demás instituciones, Qiu Ju apela una y otra vez las decisiones
de los magistrados hasta que le den la razón.
En Qiu Ju, Zhang Yimou
cambia radicalmente de temática, de ambientación y hasta de forma de rodar. Si
en Semilla
de crisantemo, el director se remontaba a los años veinte, y daba rienda suelta a su experiencia como
director de fotografía; aquí se desentiende de la estilizada puesta en escena para filmar una especie de documental contemporáneo, una película donde Yimou critica la
burocracia comunista desde un punto de vista tragicómico muy atractivo.
Sólo Gong Li permanece como denominador común en ambos filmes, aunque en el segundo largometraje la actriz está irreconocible. El cambio de aspecto y de registro es tan extremo como el del propio director: más gorda, con varias capas de ropa encima como corresponde a una mujer que sobrevive al duro y frío invierno, Gong Li se mueve con torpeza e interpreta a una inocente campesina que cultiva guindillas, que en nada tiene que ver con la espabilada y sofisticada concubina de la película anterior. Si algo les une, es la determinación y el empeño que ponen para lograr sus objetivos.
Qiu Ju, una mujer china
es, en definitiva, una comedia realista, con momentos divertidos, pero con
final dramático, con la que Zhang Yimou consiguió el León de Oro en Venecia, al
tiempo que su actriz fetiche se hacia con la prestigiosa Copa Volpi. Con tan
solo cinco películas Yimou ya había ganado en Berlín, Valladolid y Venecia.