¿No les ha ocurrido alguna vez
que justo después de que les hayan presentado a alguien, en una primera impresión, la persona les ha parecido más falsa que una moneda de 3
euros? Pues eso es exactamente lo que nos ha sucedido con la última película
del director mexicano, González Iñárritu.
Una historia que quiere ser
original, pero que llega algo tarde después de la más conseguida JCVD
(Mabrouk El Mechri, 2008), o del arranque de El Congreso (The Congress de Ari Folman, 2013), cintas con guiones
especulares donde Van Damme y Robin Wright, respectivamente, hacen de ellos
mismos —igual que Michael Keaton—; todos con unas carreras en decadencia cuyos éxitos
anteriores pesan en exceso (a nadie se le escapa que Birdman es Batman).
Tampoco tiene nada de innovador el hecho de que la trama se desdoble cuando los
conflictos entre los personajes influyen en la obra que representan en la ficción
(aquí los ejemplos son mucho más numerosos: La noche americana, Vania
en la calle 42, La mujer del teniente francés,
etc.).
Sin una trama que aporte nada
nuevo, el filme se sustenta en las hipotéticas virtudes de realizador y actores. El
primero se atreve a rodar, cámara en mano, en sólo un plano secuencia todo el
largometraje (con las mismas trampas que Hitchcock en La Soga, todo hay que
decirlo). Un alarde técnico que se nos antoja tiene que ver más con el
lucimiento personal del director que con la película en sí. Ni siquiera los
saltos en el tiempo sin cortar la filmación (elemento narrativo que tampoco es nuevo y que, por
ejemplo, hacía muy bien Angelopoulos en El viaje de los comediantes) son
suficientes para que desparezca esa sensación de rodaje autocomplaciente.
Algo parecido sucede con los actores.
Todos ellos empeñados en una verborrea sobreactuada con la excusa de estar
dando vida a personajes que quieren demostrar su buen hacer como profesionales
de la actuación. Una redundancia que cae en la soberbia interpretativa, muy en
sintonía, eso sí, con el trabajo del realizador.
Con Birdman, Iñárritu logra
todo lo contrario a lo que se propone: una película poco sincera rematada con un
final tan falso como la cinta en sí. Una conclusión seguramente forzada por
aspectos comerciales, o incluida a última hora para no caer en otro defecto, el
de la trama previsible. Fuera o no esa la intención, la verdad es que ya no
importa demasiado: a esas alturas, el largometraje ya no tenía mucha solución.
Ver Ficha de Birdman.