Segunda jornada
en el festival de cine de Sevilla con resultado desigual en cuanto a las
películas visionadas. Dos fueron las cintas, una húngara otra alemana, si
atendemos a los directores porque en realidad son coproducciones de varios
países, en un principio diferentes entre sí aunque formalmente no lo sean
tanto. En efecto, ambos filmes utilizan el mismo recurso: acudir al género
comercial ––sólo en apariencia–– para atraer al espectador y que caiga en la
“trampa” de tomar conciencia de un problema social.
JUPITER’S MOON (Jupiter holdja, Kornél Mundruczó, 2017)
Hace tres años
ya vimos de lo que era capaz de hacer el director húngaro Kornél Mundruczó con
una trama de ciencia-ficción en sus manos. White God (2014) sacudió la mente de
los espectadores cuando la vieron, en especial de aquellos sensibilizados
acerca del maltrato animal. Con Jupiter’s Moon vuelve al mismo
género aunque centrado en la vertiente de los superhéroes:
Aryan es un
refugiado sirio que intenta entrar en la Unión Europea a través de Serbia. En
Hungría es atrapado junto con su padre y otros compatriotas por la policía magyar. Los disparos de un agente en
lugar de provocarle la muerte lo convierten en una especie de ángel que puede
volar a su voluntad. Un médico del campamento de refugiados se hará cargo de
él, pero no para protegerlo sino para explotar sus poderes con fines
comerciales.
Como decíamos al
principio, el realizador utiliza el pretendido género comercial para abordar
una tragedia que en Hungría es especialmente cruda por el comportamiento del
gobierno y de los ciudadanos. La idea es buena y consigue funcionar en los
primeros compases. La secuencia de arranque es de un verismo atroz, con los
inmigrantes huyendo entre los disparos. Enseguida el largometraje da un vuelco,
justo cuando Aryan comienza a levitar. A partir de aquí podríamos encuadrar la
trama dentro de un realismo mágico más que de ciencia-ficción, porque no nos
engañemos, esto no es una película de la Marvel, es una denuncia de un
conflicto que nos atañe a todos.
Sin embargo, a
medida que avanza el largometraje, la historia se pierde entre misticismos,
corrupción, efectos especiales, y otras cuestiones, perdiendo el interés igual
que Aryan pierde la gravedad. La metáfora de que el inmigrante sirio sobrevuela
en las conciencias de la gente pierde sentido y la cinta comienza a aburrir
cuando se convierte en una persecución convencional, eso sí muy bien llevada
desde el aspecto técnico.
WESTERN
(Valeska Grisebach, 2017)
Tras once años
sin saber de la directora alemana Valeska Grisebach (estaba previsto que
acudiera al festival para hablarnos de su película, pero se excusó por
problemas de salud) la realizadora presenta esta buena película a la sección
Oficial:
Meinhard (Meinhard Neumann, actor sobrio y fibroso, ideal para el papel) es un
antiguo legionario, ahora conductor de maquinaria pesada en la construcción de
infraestructuras, que junto a sus compañeros trabaja en tierra búlgara. La
falta de agua y de grava suspende la actividad de la compañía que se ve
obligada a tratar con los ciudadanos del cercano pueblo. Mientras tanto,
Meinhard logra integrarse en la comunidad extranjera e incluso se ofrece para
ayudarles en su lucha contra el empresario que los explota en una cantera.
Un forastero a
caballo, la lucha contra el cacique, una partida de póker… Sí, la estructura, o
al menos los elementos del guión, parecen tener que ver con el género
norteamericano por excelencia. Hasta el título nos avisa de que esto es así. De
nuevo nos encontramos con una argucia, en este caso de la directora nacida en
Bremen, para introducirnos en el eterno problema europeo: los odios entre
etnias, entre pueblos; las viejas heridas que lejos de cicatrizar se renuevan y
se transmiten de generación en generación.
Meinhard es
alemán y da la impresión de que ha conseguido congeniar con los búlgaros del
pueblo en el que trabaja. Y no es que haya superado la enorme brecha que separa
ambos pueblos desde la ocupación germana (y eso que eran aliados en la Segunda
Guerra Mundial), sino que parece haberse acercado desde su posición dominante
en Europa Central como potencia económica a uno de los países más pobres
––verdadera razón de la enemistad entre pueblos, parece decir la directora––.
En cualquier caso, Meinhard se ha ganado su confianza, e incluso le han dejado
un caballo…
¿Es todo una
ilusión? Desde luego, el resto de compañeros no sienten lo mismo, y el jefe de
Meinhard es especialmente beligerante. ¿Los búlgaros lo admiten en su comunidad
como él piensa, sobre todo desde que ha establecido una relación sentimental con una mujer del pueblo? El espectador sacará sus propias conclusiones en la resolución
de este peculiar “western”, tan realista en la forma como certero en su
planteamiento y pesimista en la conclusión.
Merecido el Giraldillo de plata para "Western". Me alegro.
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