miércoles, 12 de marzo de 2008

LA COLINA DE LOS DIABLOS DE ACERO (Men in War de Anthony Mann, 1957)

“Contarme la historia de un soldado raso y os contaré la historia de todas las guerras”. Con esta frase, justo a continuación de los créditos, arranca La Colina de los diablos de acero. Anthony Mann nos avisa con este “desbarre” que la película que vamos a presenciar no va a ser “una de guerra” convencional como las que se estilaban en los años precedentes.


Men in war nos describe como un pelotón, rodeado de enemigos, intenta llegar a contactar con el grueso de las fuerzas en plena guerra de Corea. El miedo, la fatiga de combate y la desesperación hacen mella en cada uno de los soldados y en el teniente responsable de sus vidas (Robert Ryan). La llegada de un jeep, con un coronel al borde de la locura y un sargento (Aldo Ray) que intenta desertar, no hace más que empeorar la situación. A partir de aquí la película se divide en dos partes claramente diferenciadas: una primera de itinerario, donde innumerable peligros van diezmando lo poco que les queda de moral; y una segunda en la que intentan redimirse de sus debilidades alcanzando la colina del título.

Con Men in war, el género se hace mayor, más real y humano, como lo demuestran distintas secuencias donde los personajes recogen fotos de las familias de los enemigos que acaban de matar. Pero también se hace más crítico y echa una mirada al pasado; a los últimos años de la década de los veinte y los primeros de la siguiente, donde cintas como Sin Novedad en el frente (All quiet on the Western Front de Lewis Milestone, 1930) reflexionaban sobre lo injusto de la guerra.
Robert Ryan llega a decir “El batallón no existe, el regimiento no existe, Estados Unidos no existe, somos los únicos que seguimos luchando en esta guerra”. Este claro alegato antibelicista de Mann, refleja lo que la guerra de Corea significaba para los americanos en comparación con la recién acabada Segunda Guerra Mundial. Y es que el film es un claro precedente de las cintas bélicas que comenzaron a rodarse sobre la guerra del Vietnam en décadas posteriores.

La perfecta realización, con rodaje íntegro en exteriores, la actuación realista de Ray y Ryan y la excelente música de Elmer Bernstein (subrayando los silencios en las escenas más impactantes) hacen que La Colina de los diablos de acero sea una de las mejores y más personales obras de Anthony Mann.


Ver Ficha de La Colina de los Diablos de Acero

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