Preston Sturges procedía
de Broadway como tantos otros escritores que se pasaron al cine cuando éste
comenzó a hablar. Sus comedias para la gran pantalla eran o adaptaciones de
obras de teatro suyas, o ideas originales, pero siempre con un punto de crítica
social (más de un punto en muchas ocasiones).
Después de su trilogía de
obras maestras, por las que es recordado: Las tres noches de Eva (The Lady Eve, 1941), Los
viajes de Sullivan (Sullivan’s
Travel, 1941) y Un marido rico (The Palm
Beach Story, 1942), Sturges realizó dos películas muy parecidas, con el
mismo protagonista, Eddie Bracken, y tan delirantes como las anteriores.
En
El
milagro de Morgan Creek, Eddie es un joven deprimido porque su novia (Betty
Hutton) pasa de él, y porque encima se ha quedado embarazada de otro. El
problema es que la joven no sabe quién se acostó con ella, sólo recuerda que
era un marine. Para rematar el enredo, la preñada tiene una idea genial:
casarse con el pobre Eddie, que se hará cargo de ella y los niños, claro que no
saben que dará a luz ¡sextillizos!
Con esa historia tan
surrealista, Morgan Creek, como en las mejores películas de Sturges, es una screwball comedy con diálogos tan punzantes
como ácidos y con una trama tan alocada que no deja respirar al espectador. Éste asiste al absurdo en el que se ve envuelto Eddie, que no quiere casarse, al menos no de esa forma, que no desea ser padre, que no quiere hacerse pasar por soldado, que no sabe cómo decirle a su suegro que tiene que casarse de penalti, que, en fin, quiere desaparecer del mapa.
Aunque el tono de sátira y
el estilo realista de sus cintas era toda una innovación en aquellos primeros años
cuarenta, Sturges no renunciaba a elementos tradicionales de las películas de
humor de toda la vida, las que él había visto en los cines desde joven. De
hecho, le encantaba el slapstick y sabía cómo introducirlo en sus
largometrajes para provocar las carcajadas del público sin que pareciera
anticuado. Así lo hizo también en su siguiente colaboración con el humorista
Eddie Bracken:
Después
de un año en el frente, Eddie vuelve a casa con una noticia sorprendente: va a reconocer
que nunca se llegó a alistar, que en realidad ha pasado el año en un astillero.
En su momento le dio vergüenza confesar que lo habían dado por inútil debido a
una alergia. En el camino a casa, se encuentra con unos combatientes de verdad
que quieren que siga con el engaño para evitarle el disgusto a la madre de
Eddie. El lío ya está servido, pues todo el pueblo lo recibirá como un héroe, y
hasta lo proclamará como el nuevo alcalde.
Salve,
héroe victorioso es, por tanto, tan
delirante como Morgan Creek, y con muchos elementos en común con aquella. Ambas
tramas se basan en un engaño, una farsa en la que se ve envuelto el atónito protagonista,
que no hace más que protestar en todo momento sin poder evitar el enredo, ya sea
por culpa de su novia embarazada de sextillizos, o por la insistencia de los
marines (también son seis) que desean agradar a la madre de Eddie. Las quejas airadas
de Eddie Bracken contrastan con el grave semblante de su antagonista en los dos
filmes: el gran secundario que era William Demarest (el padre de la novia, en el
primero de los largometrajes, o el sargento marine, en el segundo).
Otro
denominador común tiene que ver con el contexto de conflicto mundial, pues ambas
películas se realizaron mientras se luchaba en Europa y en el Pacífico. Lo que
la guerra trae a un pequeño pueblo es en realidad el eje central de la trama: cuando
en una relación fugaz de una sola noche, un soldado deja embarazada a la
protagonista y luego se va al frente; o cuando un falso héroe regresa victorioso
a casa revolucionando al pueblo entero.
Sturges,
fiel a la visión crítica de la sociedad, sitúa en el punto de mira de sus
frases ácidas a la clase política. En las dos cintas la corrupción de los
representantes del pueblo está más que presente. En la primera, Sturges, de una
forma muy original, recurre a su debut como director, El gran McGinty (The Great McGinty, 1940), para realizar
un cameo de los dos personajes principales, los corruptos McGinty (Brian
Donlevy) y el “Boss” (Akim Tamiroff), y hasta los incluye en los créditos, no a
los actores, sino ¡a los propios personajes!; en la segunda, es igual de explícito
cuando el corrupto alcalde se vuelve a presentar para la enésima reelección. Es
el Gran McGinty de turno: entre otras ilegalidades, en la presentación de su
candidatura y en cada mitin, siempre hace propaganda de su propia empresa.
Ese
era el moderno y polémico estilo de Sturges, que brilló en una filmografía
escasa de tan solo doce películas, si no contamos los innumerables guiones que
escribió en la década de los treinta, colaborando con directores como Leisen o
Hawks. Sólo cuando se cansó de que otros realizasen sus libretos,
fue cuando se pasó a la dirección.
"Salve, héroe victorioso" parece una comedia estandar sobre los tiempos de guerra, sin embargo, tras esta apariencia hay toda una reflexión sobre el orgullo cívico y la honestidad en la política.
ResponderEliminar"El milagro de Morgan Creek", nos trae un asunto que encaja bastante mal con el código moral de la época, como es el embarazo indeseado de una chica, poco más que adolescente.
Supongo que la forma de tratar el asunto de Sturges, debió hacer que los censores pasaran por alto el asunto, pues la película resulta tan alegre y entrañable que hace que olvides cualquier otra posible lectura del tema.
Tienes razón: Sturges hacía malabarismos con sus guiones para sortear a la censura con golpes de diálogo (y golpes literales con el uso del slasptick), algo así como Azcona y Berlanga durante la dictadura.
EliminarAquí me has tocado la fibra sensible, amigo Ethan. ¡Prestos Sturges! ¡Sturges! ¡Qué apellido! También está el otro: ¡John Sturges! Muy diferente, pero Sturges para la eternidad. Los dos, qué cojones. Ay, recuerdo cuando estaba mejor, psicológicamente hablando, cuando me apasionaban las películas de este tipo repeinado y bigotito, casi invisible, como una pelusilla. Es como se llevaba en los buenos tiempos del cine, no es cosa mía, ni mucho menos. Aquí expones dos grandes películas, además de la maravillosa “Las tres noches de Eva”. Qué bien está allí la Barbara Stanwyck, bueno, como en todas, pero aquí está bella, resplandeciente. Me enamoré de ella y mi novia de los ochenta, con aquel pelo encrespado y loca por la movida madrileña, no lo entendía. Aquello pasó, pero mi amor por la Stanwyck, no. Pero dejemos mi insulsa autobiografía cinematográfica. Tras la frenética exhibición de energía creativa a principios de los 40, Sturges pareció haberse quemado; aunque siguió trabajando, el éxito empezó a rehuirle. Sin embargo, los logros de Sturges en su tiempo fueron tan importantes como los de Woody Allen en sus buenos tiempos. Hoy va todo de “buenos tiempos”, amigo Ethan. Los nuestros me parecen a mí que ya no tienen sustancia. Sus películas eran técnicamente avanzadas, como demuestran los planos-secuencia de muchas de ellas y conocía y amaba el medio del cine, homenajeando con frecuencia a otros grandes directores. Por ejemplo, la escena en la sala de proyección de la magnífica “Los viajes de Sullivan” están inspirada en la de “Ciudadano Kane”, al igual que la película de Welles tenía algunas concomitancias con “El poder y la gloria”, rodada antes que su mítica primera obra.
ResponderEliminarMe gustaría regarte lo que dice Prestos Sturges en “Las reglas de oro para una comedia de éxito”.
Una chica bonita es mejor que una fea.
Una pierna, mejor que un brazo.
Un dormitorio, mejor que una sala de estar.
Una llegada, mejor que una partida.
Un nacimiento, mejor que una charla.
Un perro, mejor que un paisaje.
Un gatito, mejor que un perro.
Un bebé, mejor que un gatito.
Un beso, mejor que un bebé.
Y una buena caída, mejor que ninguna otra cosa.
Ay, recuerdo el trastazo que se da Henry Fonda en “Las tres noches de Eva”.
No sé por qué, pero me ha caído una lágrima mientras escribía este comentario.
Abrazos, amigo.
¡Las tres noches de Eva! Barbara Stanwyck se especializó en esos años en perseguir a los hombres, como en "Bola de fuego" que la tomaba con el estirado Gary Cooper, y aquí con Fonda. Mira lo que opinaba Sturges del slapstick a propósito de "The Lady Eve":
ResponderEliminar"Estaba muerto de miedo con The Lady Eve. Yo amaba las caídas de culo, pero todo lo que a mí me gustaba, a otra gente no le hacía gracia, y viceversa, mis más queridos amigos y severos críticos constantemente me presionaban para que redujese los tortazos de cinco a tres […] Crucé los dedos cuando Henry Fonda se cayó sobre el sofá […] Cuando rasgó la cortina […] Cuando la bandeja del roast beef lo golpea. Pero todo fue bien. La audiencia, incluida la crítica, se rindieron a la diversión, y la película hizo un montón de dinero para el estudio"
Abrazos.
Fíjate que las comedias antiguas no son algo muy publicitado, más bien son las épicas. Así que con este director me puedo poner al tanto de ese género tan antiguo y tan actual siempre
ResponderEliminarLas comedias de Sturges figuran en lo más alto del cine clásico, y eso es decir mucho. Yo empezaría por su trilogía imprescindible ya comentada en el post.
EliminarUn saludo.
Tendré que arrancar por la trilogía clásica entonces, porque no he visto ninguna.
ResponderEliminarMe las anoto. Buena entrada Ethan
abrazo
Suerte que tienes de poder ver por primera vez esas maravillosas películas.
EliminarUn abrazo.
Conocí la obra de Preston Sturges (que había caído en un injusto olvido) por un ciclo que Àlex Gorina le decicó en TV-3 cuando la TV no temía pasar películas en blanco y negro. Mi favorita es "Los viajes de Sullivan". Lástima que su colaboración con Howard Hughes terminara fatal.
ResponderEliminarIntento encontrar su última película que rodó en Francia "Los comentarios del mayor Thompson" de Daninos, otro autor olvidado que me gusta mucho.
Saludos!
Borgo.
A mí también me gusta mucho "Los viajes de Sullivan", para mí entre esa y "Las tres noches de Eva" estaría la mejor película de Preston Sturges.
EliminarSaludos.