jueves, 3 de abril de 2008

SED DE MAL (Touch of Evil de Orson Welles, 1958)

Existe una tendencia a clasificar a los directores de cine en dos grandes grupos: los realizadores que son meros artesanos y aquellos otros –los menos- que son cineastas personales. Entre los últimos, que son los que a este blog interesan, pueden encontrarse verdaderos genios. De uno de ellos, de Orson Welles -sí, Caperuza, sí, reconozco que es un genio- vamos a volver a hablar hoy.


Estamos en 1958, año en el que Welles regresa a Estados Unidos para dirigir una película a pesar de su fama de director maldito para los estudios. Como muchas de las obras maestras del cine, la cinta nació de una casualidad; más bien de una confusión del protagonista, Charlton Heston: al enterarse de que Welles participaba en el rodaje, dio por sentado que se iba a encargar de la dirección cuando la realidad era que fue contratado sólo para actuar. El productor, Albert Zugsmith, para no desilusionar a Heston, finalmente accedió poner al orondo realizador al frente del proyecto. De esta forma Welles tuvo la oportunidad de crear unos de sus mejores trabajos: Sed de Mal; a nuestro entender sólo superado por El Cuarto Mandamiento (The Magnificent Ambersons, 1942) y Ciudadano Kane (Citizen kane, 1941).

El filme se basa en la novela negra de Whit Masterson, “Badge of Evil”, pero en manos del genial director se convierte en una crítica-venganza-revancha contra los elementos de poder yanquis; claramente representados aquí por un enorme Welles, casi un gigante gracias al efecto de los contrapicados. Este policía corrupto no duda en "colocar" pruebas falsas contra sospechosos, a los que interesa convertir en culpables; o conspirar con delincuentes de la zona para enredar a la mujer de otro policia. Resulta algo más que sospechoso el final cuando Marlene Dietrich intenta redimirlo. Es sabido que la película, como casi todas las de genial director, fue cortada y manipulada por los productores y sólo en 1998 se pudo realizar un montaje más acorde a la visión que Welles tenía de su obra. Por cierto la presencia de la Dietrich, caracterizada como en sus más legendarias películas, se me antoja más un homenaje a la propia actriz, y a Von Sternberg, que una exigencia del guión.

Touch of Evil es, ante todo, el cine barroco por excelencia. La sucesión de planos interminables, contrapicados imposibles, luz expresionista al máximo y travellings que parecen no acabar nunca, demuestran que para Welles la forma de contar las historias era igual de importante que la trama en sí. Pero el espectador cinéfilo, que no se cansa de ver una y otra vez esta gran película, que sigue expectante el movimiento de la cámara y, a la espera de que se corte el plano, se sorprende de su larguísima duración. A ese tipo de espectador, digo, puede que le resulte excesivo dicho alarde de técnica cuando se superpone, y casi logra enmascarar, a la acción en sí. En efecto, en la secuencia en la que el inspector Vargas (Charlton Heston) conduce su automóvil, acompañado de un funcionario estadounidense, es normal perderse los diálogos si se atiende al complejo y larguísimo plano, tomado desde el capó del coche, que nos muestra las estrechas calles de la agobiante ciudad fronteriza.



No puede decirse lo mismo del arranque, donde nos da igual perdernos los créditos, para contemplar admirados uno de los mejores (¿el mejor?) plano-secuencia de la historia del cine. Perfectamente concebido por Welles y su equipo, requirió toda una noche para poder rodarlo; en parte por culpa del actor que hacía de agente de aduanas, que no conseguía aprenderse su papel. Welles comprendió que sólo le quedaba una toma cuando ya divisaba la luz del Sol por el horizonte, entonces se volvió hacia el actor desmemoriado y le dijo algo así: “Si no te acuerdas de tu línea, limítate a mover los labios, que ya lo doblaremos luego en el estudio, pero ¡por Dios no se te ocurra decir de nuevo: Lo siento Mr Welles!” La toma fue un éxito y es la que finalmente aparece en la película.

Por último, una curiosidad que atormenta mi retorcida mente cinéfila ¿Es casual que en un momento de la película Janet Leight acuda a un motel, perdido en el desierto, donde ella sea la única cliente y donde el recepcionista no parezca estar muy cuerdo?. Exacto, igual que a vosotros a mí me suena a Psicosis de Alfred Hitchcock, además hay algunos planos casi idénticos. Podría ser un "guiño" de Welles a su colega aquejado también de problemas de sobrepeso, sino fuera porque... ¡Sed de Mal es anterior a Psicosis!

Ver Ficha de Sed de Mal

2 comentarios:

  1. En fin, supongo que era algo así como un predistigitador. No un mago, como Fellini, pero si alguien que tenía una perzzepción del mundo tan certera que tuvo esa capacidazz que sólo tienen los genios y es la de crear una "nueva forma de hazzer" Enzzima de todo eso, se río del mundo entero (que es una buena manera de echarse unas risas) con sus "no buenos" y "no malos" con sus norias y sus relojes, con la gente diminuta y los paseos surcados por árboles en los zzementerios y con mujeres que arrastran maletas por solares desiertos en las ciudades.

    Bueno, siempre he pensado que si hubiera sido matemático, o medidor de historias en el firmamento, hubiese inventado una nueva forma de medir las estrellas, de invadir lejanos planetas, de transportar los vientos del siroco. Es dezzir, era un genio, para qué discutir eso, no??

    Caperuzza

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  2. Vale, no discutiremos de eso...

    Welles era un genio.

    Y en esta peli brilla como nunca; aunque sería mejor decir está más "oscuro" que nunca.

    Por cierto que casualidad que hayamos destacado esta peli, justo dos días después va y muere Charlton Heston. Habrá que recordar alguna peli más en su memoria. A pesar de sus ideas extremistas era un actor que ayudó a escribir una parte muy importante de la historia del cine.
    Besos.

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