domingo, 6 de octubre de 2024

2 X 1: "LA BAILARINA DE LA ÓPERA" y "EL CARNET AMARILLO" (Raoul Walsh)

La bailarina de la ópera (The Red Dance, 1928) 

Nadie duda de que la mejor época en la carrera de Raoul Walsh fue aquella en la que estuvo ligado a la Warner Brothers. Antes de eso fue saltando de productora en productora sin mucho éxito. Sólo tuvo en la Fox cierta estabilidad y pudo dirigir algunas películas que ya daban muestra de su calidad, tanto en el cine mudo como en el sonoro. De ese período son las dos películas de las que vamos a hablar hoy. 

La primera de ellas, La bailarina de la ópera, es una cinta silente, un drama focalizado en la revolución rusa: Tasia (Dolores del Río) es una campesina que tiene a su padre en prisión simplemente por enseñar música; mientras que a su madre la asesinan los temibles cosacos del zar por enseñar en la escuela. Cuando Tasia conoce de casualidad al Gran Duque Eugen (Charles Farrell), se enamora de él. Un noviazgo difícil por pertenecer a dos clases diferentes, que en aquellos tiempos significaba dos bandos distintos. La pareja sólo tiene en común que a ambos los obligan a casarse con quien no quieren. La situación de los protagonistas —y la de toda Rusia— cambia cuando estalla la revuelta… 

Filme muy bien rodado por Walsh, que se luce en las secuencias de la revolución, pero también en las intimistas que encuadran a la pareja protagonista. Dolores del Río, la gran diva mexicana —con permiso de María Félix—, gesticula con vehemencia en su interpretación, algo típico del cine mudo de aquellos años, pero su presencia llena la pantalla cuando la convierten en una heroína de la revolución: La bailarina “roja” (título original del largometraje).

 

La película adapta la novela homónima de Henry L. Gates, una historia ingeniosa, que se desarrolla entre la aventura y el romance, con conspiraciones de todo tipo y protagonismo de personajes históricos (el propio Zar y su familia intervienen, igual que Rasputín, aunque no se diga su nombre), que se mezclan en una trama bien enlazada con ciertos toques de humor, pero también de tragedia. 

La cinta demuestra lo bien que se rodaba en los últimos años del período mudo, con travellings, transiciones, encuadres y buen ritmo en las escenas de acción. Aunque la película denuncia los asesinatos de las masas obreras en los primeros días de la revuelta, también pone el énfasis en la pobreza extrema de la sociedad y, en contraste, la opulencia de las clases privilegiadas. 

 

El carnet amarillo (The Yellow Ticket, 1931) 

Tres años después de La bailarina de la ópera, Raoul Walsh rueda El carnet amarillo,  de nuevo para la Fox y otra vez con un argumento que tiene que ver con la revolución rusa: 

Estamos en Rusia en 1914, en los meses previos a la Primera Guerra Mundial, la protagonista, Marya (Elissa Landy), vive en un gueto judío del que no puede salir por orden del zar. Cuando se entera de que su padre se está muriendo en prisión (fue encarcelado por no pagar unos impuestos injustos), Marya quiere viajar a San Petersburgo para visitarlo. La única solución para moverse por el país es hacerse con un carnet amarillo que distingue a las prostitutas, pero que les permite viajar con libertad. Confundida con una prostituta, Marya se las tiene que ver con el Barón Igor Andrey (Lionel Barrymore), un corrupto jefe de policía. Mientras tanto, Marya conoce al corresponsal inglés (Laurence Olivier) al que le cuenta las injusticias y los atropellos que vive la sociedad rusa en tiempos del zar. Cuando el periodista publica el artículo, tanto ella como él se sitúan en el blanco del Barón. Ni que decir tiene que cuando estalla la guerra, los acontecimientos se precipitan… 

Filme sonoro basado en la obra de teatro de Michael Morton, con una trama con muchos puntos en común con La bailarina de la ópera: además de transcurrir en la rusia previa a la revolución, la protagonista también tiene un padre injustamente encerrado que muere en la cárcel, hay un romance en el que se interpone un alto cargo del gobierno, y el final es casi igual, e, incluso, hay escenas que se repiten en una y otra cinta, como las de la prisión, seguramente para ahorrarse metros de película.

 

El carnet amarillo es un largometraje sonoro pre-code filmado con la maestría de Raoul Walsh, que experimenta con los contrapicados y la profundidad de campo. Destaca la larga secuencia entre el Barón y la protagonista que termina con un disparo al más puro estilo de Hitchcock; también vuelven a sobresalir las escenas con muchos extras, como aquellas del movimiento de tropas al declararse la guerra. 

La película tiene un magnífico reparto con el gran Lionel Barrymore haciendo uno de sus malvados personajes, y un Laurence Olivier jovencísimo, que ya brilla con una actuación sobresaliente, igual que la de la actriz y escritora Elissa Landy. Si estamos atentos, descubriremos a Boris Karloff en un pequeño papel.




domingo, 22 de septiembre de 2024

EL AUTOREMAKE EN EL CINE. CAPÍTULO III (V)

Para este viaje entre el melodrama y la comedia, Dama por un día se apoya en una correcta puesta en escena y en la excelente fotografía de Joseph Walker,[1] otro de los colaboradores habituales de Frank Capra.

La mayoría de las secuencias arrancan con planos generales de situación (3.7) para luego gestionarse con encuadres medios y americanos nada barrocos. Capra sólo se permite el lujo de un fuerte picado para resaltar el punto de giro principal de la película, cuando los mendigos le explican a Dandi el problema de Annie (3.8). En el resto del metraje, la dinámica cámara de Walker sigue los movimientos de los actores con tanta elegancia como en los dos travellings, intencionadamente similares, que acompañan a May Robson en las secuencias más dramáticas: más rápido cuando Annie entra en el hotel y se dirige a recepción para recuperar la carta de Louise, y más pausado cuando decide contar toda la verdad, casi al final de la película (3.9 y 3.10).

Con la técnica de Walker y la narrativa de Capra, con leves pinceladas, y con cierto grado de suspense, descubrimos el secreto que guarda Annie celosamente: una breve conversación con el botones, que le entrega sobres y papel con el membrete del hotel; una fotografía que da la vuelta[2] cuando se dispone a beber un trago; o un disco que todos los vecinos escuchan a la misma hora cuando ella escribe a su hija. No hace falta explicar la historia con largos diálogos, sólo tres secuencias son suficientes para plantear el drama.

Los diálogos se los reservaron Riskin y Capra para el tipo de comedia que sin querer estaban descubriendo para el cine: la screwball comedy.[3] Porque Dama por un día es un antecedente directo del género que se consagraría con películas como Sucedió una noche, todavía más exitosa que Lady for a Day.[4] La comedia “alocada”, como se conoció en España, se caracterizaba por diálogos punzantes que presidían situaciones absurdas donde el ritmo era endiabladamente rápido. 

Si la pertenencia de Dama por un día al nuevo género no está muy clara no es por la falta de frases ácidas, casi siempre surgidas del lacónico mayordomo o de los matones de Dandi cuyos apodos irónicos iban en consonancia con la personalidad de cada uno: el malhumorado Happy y el medio analfabeto Shakespeare. “Esa cabaretera no te deja pensar”, “Durante el día no pienso en ella”; “Trae mala suerte ser supersticioso”; o “Mi mujer es una maniática, no le gusta que vaya por ahí casándome con la gente”, son algunos ejemplos de los muchos que pueblan el ingenioso guion. Quizás la parte melodramática de la trama y la contención en el ritmo en algunas secuencias cómicas, es la que resta elementos para considerarla una película screwball pura, pero la utilización del diálogo como arma arrojadiza entre los personajes ya estaba ahí.

Con respecto al uso del diálogo como herramienta narrativa, el propio Capra hablaba de una revolución cuando lo defendía por encima de la acción al poco de estrenarse la película; aunque matizaba: “La acción importante no es la que sucede en pantalla, sino la que tiene lugar en la mente del público. […] Lo que necesitamos es suplir la acción esencial con diálogo que la sugiera […] La imaginación es mejor artista que el guionista o el director. Nuestro objetivo es hacer mayor uso de la imaginación por parte del público” (Freedman 1933, p.10). El cine comenzaba a superar el trauma del paso del mudo al sonoro y profesionales como Capra se estaban dando cuenta de que los diálogos no eran el fin sino un recurso más de la narrativa cinematográfica. Las talkies, donde la parte hablada era la razón de ser comercial, como una atracción más, estaban dando paso a filmes con un uso más racional de la palabra. Ahora sabemos que el director siciliano fue fundamental en ese proceso de transformación.

Capra y Riskin consiguieron estimular la imaginación del público gracias a la suya propia y al buen trabajo de todo el elenco. Con May Robson conduciendo el drama, y la banda de Dandi la comedia, todos bajo la atenta mirada de Capra, el filme resultó una perfecta mezcla entre los dos géneros. Un cuento de hadas que combinaba la fantasía con la cruda realidad de la Depresión; donde se van superando las complicaciones con elegancia y con precisión de relojero en el último minuto. Tanto que para algunos autores es la película de Capra más cercana a la perfección (Willis 1988). También era la preferida de John Ford y, en alguna ocasión, el propio Capra no dudó en confesar que era su favorita (Dalio 1944).  

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[1] Un gran profesional que acumuló numerosas patentes a lo largo de su vida, entre ellas la invención del primer zoom. Fue contratado por la Columbia en 1927 y, desde entonces hasta su retirada en 1952 fue, prácticamente, un fijo como director de fotografía de Frank Capra.

[2] Un plano calcado al que ya rodó Capra un par de años antes en The Miracle Woman cuando Barbara Stanwyck, avergonzada por ser cómplice de una estafa, da la vuelta a la fotografía de su difunto padre.

[3] El nombre viene de una jugada de béisbol donde el pitcher lanza la pelota para que gire en el sentido contrario a las agujas del reloj. Un lanzamiento especialmente propenso a las lesiones de codo. En la screwball comedy se especializaron la Paramount y la Columbia. Nació en la primera mitad de los años treinta y se extendió hasta la siguiente década para dar obras tan importantes como La Fiera de mi niña, La Pícara puritana o Historias de Filadelfia, entre muchas otras.

[4] Sucedió una noche, interpretada por Clark Gable y Claudette Colbert, ganó cinco Óscar: los que se llevaron la pareja protagonista más los obtenidos por Capra, Riskin y la Columbia.



domingo, 8 de septiembre de 2024

2 X 1: "PIEL DE VERANO" y "LA TERRAZA" (Leopoldo Torre Nilsson)

Piel de verano (1961) 

A finales de los años cuarenta el cine en Argentina vive un período de crisis. Sólo la intervención proteccionista del gobierno de Perón salva la industria cinematográfica a cambio de instalar una severa censura, que finaliza a mediados de los cincuenta junto a la caída del régimen. Ahí es donde surgen las películas del director Leopoldo Torre Nilsson, las que le dan a conocer como el mejor director argentino de la época y acaso de la historia del cine de este país. 

A principios de los sesenta, Torre Nilsson dirige dos estupendas películas pertenecientes a ese grupo de cintas que le consagran: Piel de verano y La terraza. La primera película adapta el relato corto de Beatriz Guido, Convalecencia, con guion de la propia Beatriz Guido, a la sazón mujer de Torre Nilsson: 

Una joven estudiante hace un trato con su abuela: cuidará hasta la muerte del hijo del amante de la abuela, un hombre aquejado de una enfermedad terminal al que le queda poco tiempo, y a cambio pasará todo un año en París pagado por la abuela. El hombre llega con sus cuidadores, una inquietante pareja formada por un mayordomo-enfermero y una insinuante y provocativa mujer que intenta seducir al enfermo. Mientras tanto la relación entre la estudiante y el convaleciente va siendo cada vez más estrecha…

 

Con una atmósfera opresiva durante todo el metraje, relajada de vez en cuando en tomas exteriores, discurre este drama inquietante con pocos personajes, todos ellos pertenecientes a una burguesía que es el blanco del ataque de la pareja formada por la escritora y el cineasta. 

Finales pesimistas, cámara expresiva, a veces barroca contrarrestando la aparente sencillez de una trama agobiante, son características del cine de Torre Nilsson, que recurre a primeros planos convincentes según el momento dramático en el que se necesitan, y picados y contrapicados que indican que la relación entre la pareja protagonista es irregular, y asimétrica: ella sabe que se muere, él no parece tener la misma información.   

 

La terraza (1963) 

Dos años después de Piel de verano, Torre Nilsson vuelve al estío, estación propicia para romances, pero también para conflictos derivados del ocio y el calor. Lo hace con La terraza, nuevo éxito del realizador argentino de nuevo con guion de su mujer, Beatriz Guido, que adapta una historia también ideada por ella: 

En la terraza de un elegante bloque de pisos de Buenos Aires van llegando unos jóvenes para tomar el sol, nadar en la piscina, oír música y bailar. Poco a poco, Belita, una espabilada y descarada niña, les va suministrando las bebidas que piden a cambio de una propina. La situación se va caldeando y cuando llega un vecino para trabajar con su máquina de escribir, los jóvenes hacen lo posible para echarlo. La cosa se complica cuando el padre de uno de ellos aparece para desalojar el terrado. Entonces uno de los jóvenes se sube a la barandilla y amenaza con tirarse al vacío si no les dejan quedarse. El padre accede y ellos se disponen a pasar la noche en la azotea… 

Película buñueliana por el extraño encierro voluntario de los muchachos en un lugar limitado como es la terraza de un edificio. Y de nuevo crítica certera hacia la burguesía: hacia los hijos y su ridículo motín, pero también contra los padres de esa clase social.

 

Los “niños de papá” sienten con su pequeña revuelta que por fin están haciendo algo de provecho, mientras que los padres se preguntan qué está pasando cuando su vida normal se vuelve del revés en el momento en el que los hijos no les hacen caso. Hasta “Dios” desde el cielo se preocupa por ellos (un sacerdote desde un helicóptero con un megáfono). 

La situación generada pronto desemboca en disputas, peleas, celos, cambios de pareja y otras pequeñas riñas que no presagian nada bueno. La tragedia se ve llegar en una cinta bien dirigida con el estilo característico del director, primeros planos, contrapicados, puesta en escena claustrofóbica, a pesar de estar rodada en una terraza al aire libre, que, no obstante, provoca una sensación de confinamiento en un ámbito cada vez más estrecho.





domingo, 25 de agosto de 2024

ACCIÓN EN EL ATLÁNTICO NORTE (Action in the North Atlantic de Lloyd Bacon, 1943)

La Warner, como otras compañías, quiso colaborar con el esfuerzo de guerra desde el momento en que Estados Unidos entró en el conflicto. Para aportar su granito de arena se planteó realizar un documental de dos rollos de duración destinado al reclutamiento de personal para la Marina Mercante. A medida que la guerra iba avanzando, el proyecto también creció. Con el concurso de varios guionistas (entre ellos escritores tan prestigiosos como W.R. Burnett) y basándose en una historia de Guy Gilpatric, que finalmente recibió una nominación al Óscar, la cinta terminó por convertirse en una película importante, sobre todo cuando se anunció la participación de Humphrey Bogart encabezando el reparto (acababa de interpretar Casablanca): 


Joe Rossi (Humphrey Bogart) es el segundo del petrolero “Northern Star” cuyo capitán (Raymond Massey) es un viejo lobo de mar hecho a sí mismo. Cuando el “Northern Star” se dirige a ocupar su puesto en un convoy, es torpedeado por un submarino y se va a pique. El sumergible no se conforma con haber hundido al petrolero, también embiste al bote salvavidas. Rossi, el capitán y el resto de compañeros consiguen subirse a una balsa y resistir once días hasta que son rescatados. Una vez en tierra todos vuelven a enrolarse en otro barco, el “Seawitch”, un mercante ligeramente armado... 

Acción en el Atlántico Norte se divide en tres partes. En primer lugar, un prólogo trepidante, un infierno en el mar con el “Northern Star” ardiendo que se corresponde más con el final de cualquier película bélica que con el arranque. Es un comienzo que persigue el propósito de avisar del peligro al que se enfrentaban los mercantes para que el público lo tenga presente el resto del metraje.


Al arranque le sigue una fase central en la que se presenta a los marineros en tierra y donde el guion acude a las inevitables consignas propagandísticas. Entre ellas las de incentivar el alistamiento; la de concienciar a las esposas que se quedan en tierra de que su sacrificio merece la pena; y la de alertar a la población civil para que no comente en público los movimientos de tropas y buques. De esto último se encarga Bogart en una secuencia escrita para él. Vestido al uso de cualquier noir de los que solía interpretar, acude a un tugurio donde una femme fatale de voz grave canta “Night and Day”, y donde un bocazas se va de la lengua. Ni que decir tiene que Bogie hace callar al irresponsable y de paso se lleva a la rubia.

En el tercer acto, con una estructura de filme completo, la trama narra la nueva misión de los protagonistas: todos han vuelto a embarcar y forman parte de un convoy que se dirige a Murmansk con armamento para el frente ruso. De esta fase cabe destacar el buen asesoramiento naval que permite un tratamiento del guion muy cercano a las operaciones reales. Sólo la última parte se aparta de la realidad cuando el convoy es dispersado y el indefenso mercante se las tiene que ver —¡él solo!— contra un submarino y dos bombarderos. 

A pesar de todo, se agradece la licencia de ficción para redondear una película muy entretenida donde no falta la acción ni la emoción.



El post es un extracto corregido para la ocasión del capítulo dedicado a Acción en el Atlántico Norte
 en mi libro: CINE Y NAVEGACIÓN. Los 7 mares en 70 películas




domingo, 30 de junio de 2024

2 X 1: "LA CONDICIÓN HUMANA" y "HARAKIRI" (Masaki Kobayashi)

La condición humana (Ningen no jôken, 1959) 

Otro maestro de la generación de Akira Kurosawa, creador de la productora Yonki No Kai con él y con Kon Ichikawa y Keisuke Kinoshita, es Masaki Kobayashi, que comenzó siendo asistente del último de los directores nombrados. Antiguo combatiente y prisionero de guerra en la Segunda Guerra Mundial, Kobayashi se da a conocer en el mundo entero por dirigir La condición humana

La cinta narra la historia de Kaji (Tatsuya Nakadai) y la de su mujer Michiko (Michiyo Aratama), desde la guerra de Manchuria hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. El protagonista se declara objetor de conciencia y, para evitar ser reclutado, accede a desplazarse a Manchuria en calidad de supervisor de personal, en un campo de concentración japonés para prisioneros chinos. Allí Kaji intenta que prevalezca el trato humano y que mejoren las condiciones de trabajo de los cautivos. Cuando se reciben órdenes de incrementar la producción, los métodos de Kaji pronto se ven desplazados por un autoritario y despiadado comportamiento de los militares nipones. Cuando Kaji finalmente es despedido, sucede lo que más temen él y su esposa: Kaji es llamado a filas y entra en combate… 

Monumental obra de casi diez horas de duración, repartida en tres películas para su distribución y divida cada una en dos partes de aproximadamente una hora y media cada una. Para algunos críticos es la mejor película jamás rodada, con duras secuencias en la primera y última parte, y bellos planos como el de la columna de prisioneros chinos caminando a contraluz por las crestas de las montañas rumbo a la cantera.

 

Filme mastodóntico (se tardó cuatro años en rodarlo), pero muy atractivo, basado en la novela de Jumpei Gomikawa —de seis volúmenes—, que comienza en un campo de prisioneros con el protagonista en el lado de los que van ganando y termina en otro campo, esta vez soviético, y con él de prisionero. Entre medias, Kaji pasa por todo tipo de calamidades mientras combate contra los chinos y los soviéticos. 

El largometraje, ganador de varios premios en el Festival de Venecia, es un enorme repaso antibélico, que, como anuncia el título, trata de la condición humana en todas sus aristas. Kobayashi acude a sus propias experiencias durante la guerra para completar una de las mayores obras del cine mundial. 

 

Harakiri (Seppuku, 1962) 

Un año después de que se estrenara la última parte de La condición humana, Masaki Kobayashi rueda una de sus mejores películas: Harakiri. Un jedai-geki, o filme de época, situado en el siglo XVII, en un periodo de paz después de una guerra civil en Japón. Sin batallas a las que acudir, algunos samuráis se quedan sin trabajo. Es lo que le ocurre a Hanshiro (de nuevo interpretado por Tatsuya Nakadai), un ronin o samurái sin señor al que servir, que se encuentra sumido en la más absoluta pobreza. Desesperado, Hanshiro acude a la hacienda de un señor feudal para solicitar un lugar adecuado para hacerse el harakiri y de esta forma poder morir con honor. 

Su ruego es aceptado, pero se le advierte que no permitirán extorsiones de ningún tipo como han hecho otros, que en realidad venían a pedir limosna a cambio de renunciar al suicidio, algo considerado un deshonor manifiesto. Hanshiro se mantiene en sus trece y accede a escuchar la historia de uno anterior que murió allí. Un relato que revelará las verdaderas intenciones de Hanshiro… 

Excelente filme rodado con luz de tono bajo, con más sombras que luces, en un blanco y negro expresionista que subraya la trama: un thriller, o una película de cine negro al estilo oriental donde hay suspense cuando se va descubriendo lo que pretende el protagonista.

 

La estructura de la película, en flashback cuando le cuentan la historia del ronin anterior, y cuando el propio Hanshiro cuenta la suya para explicar cómo ha llegado a esa situación, ayuda al suspense y sirve para que poco a poco el espectador vaya metiéndose en la historia. 

Harakiri quizás sea la cinta de Masaki Kobayashi más reconocida y galardonada (ganó el Premio del Jurado en Cannes), un largometraje que vuelve a incidir en el comportamiento humano ante las adversidades, igual que en La condición humana, pero esta vez trasladado al mundo de los samuráis. Kobayashi se atreve a criticar el código de honor de aquellos caballeros mientras ataca también al sistema feudal japonés, justo después de la ocupación norteamericana, como hicieron algunos colegas suyos.




domingo, 16 de junio de 2024

EL AUTOREMAKE EN EL CINE. CAPÍTULO III (IV)

El espíritu comunal (una cinta donde no hay un protagonista claro, donde triunfa la sinergia) es una de las claves de la historia de Dama por un día. Se puede decir que todo el cine de Capra, aunque aboga por la iniciativa individual y el tesón de los protagonistas, al final hace que estos logren sus propósitos con la ayuda de familiares y amigos. Es lo que le ocurre a "Annie Manzanas" y a casi todos los personajes del director a lo largo de su carrera.[1] Una característica que tiene mucho que ver con los tiempos en los que se rodaron la mayoría de sus éxitos, los años de la Depresión, y que sigue los principios del New Deal: la política intervencionista del presidente Roosevelt ideada para acabar con la crisis. Se puede decir que desde La Locura del Dólar (otro guion de Robert Riskin)[2] Capra opta por un cine de realidad social, que poco a poco se va comprometiendo cada vez más con las ideas y principios del partido Demócrata. 

Dama por un día también sigue por ese derrotero, aunque sólo sea por el entorno en el que se desarrolla la trama  y por la crítica al estamento político (véase el último tercio de la película). Capra plantea pronto el ambiente de la historia: la primera imagen es de un ciego (que no lo es) que toca el acordeón mientras pide unas monedas. El mendigo se encuentra con un colega amputado de las dos piernas[3] y con el resto de indigentes que sobreviven en las calles de Nueva York; entre ellos, Annie Manzanas. Un colectivo que parece extraído de una novela de Dickens (y esto nos recuerda a Browning y a sus freaks) o de la cinta alemana contemporánea, M, el vampiro de Düsseldorf (M de Fritz Lang, 1931). 

Para conseguir que la trama se impregnase del ambiente de la crisis, Riskin cambió la actividad original de Annie. La anciana pasó de vender flores, según la idea original de Runyon, a vender manzanas. De esta forma, Riskin creó un personaje que el público enseguida identifica­ría con la vida real, un personaje que era muy habitual verlo transitando por las aceras de Nueva York en la época de la Depresión. Además, gracias a las manzanas, a Riskin se le ocurrió la idea que provoca la intervención de Dandi para ayudar a la vieja: la superstición por la fruta, la necesidad de que Annie siga vendiendo las manzanas de la suerte. Aunque esta sea la razón “oficial”, a nadie se le escapa que el mafioso y el resto de la banda tienen en el fondo buen corazón y ayudan a la vieja por compañerismo. Igual que lo hacen los políticos corruptos y la policía cuando se enteran del motivo de la farsa. 

A pesar de la tímida motivación que Riskin está obligado a presentar, la del chantaje de Dandi que tiene secuestrados a varios periodistas, el público sabe que todos quieren contribuir a sacar adelante la pantomima por pura empatía con Annie, por solidaridad. De nuevo tenemos el espíritu comunal del New Deal. Al final, todos se sienten tan bien consigo mismos que se vuelven agradables con sus subordinados: el gobernador suspende la supervisión de la alcaldía, el alcalde confiesa haber sido duro con el comisario, el comisario pide perdón a los policías y éstos les dicen a los periodistas que olviden lo sucedido.

Dentro de esta temática social tan del gusto de Capra, hay que señalar, por último, el acercamiento de clases como una de las obsesiones particulares de su cine.[4] Un tema ideal para la comedia, que Capra y Riskin explotarían en su siguiente proyecto, Sucedió una noche (It Happned One Night, 1934), pero que en Lady for a Day también se encuentra presente aunque funcione al revés: los que se acercan a los ricos son los pobres y no al contrario como suele ser habitual. Una aproximación que aquí funciona como una fábula, como un cuento de hadas que transita entre la comedia y el melodrama, pero que tiene un final realista: “la Cenicienta” vuelve a las calles una vez que su hija parte hacia la felicidad.

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[1] Podríamos enumerar las películas que se basan en este principio, pero serían casi todas las de Frank Capra. Aquí van algunas: Dama por un día y Un Gangster para un Milagro, La Locura del Dólar, ¡Qué bello es vivir!, Juan Nadie, El secreto de Vivir, etcétera. 

[2] Una cinta que se ha vuelto muy actual al tratar la crisis financiera desde el punto de vista del director de un banco que defiende las ayudas a los pequeños empresarios en contra de la especulación, “que se fía más de las ideas que de los avales”. Una trama en cierto modo parecida a la de ¡Qué bello es vivir! y también presente en el arranque de Estrictamente Confidencial.

[3] Es el discapacitado físico al que llaman “Shorty” que se trata, en realidad, de un mendigo que conoció Capra en la infancia cuando el director vendía periódicos por las calles. El resto de extras también los reclutó de los barrios bajos de Los Ángeles y a ellos les dedica las primeras imágenes.

[4] Tema central de otro gran número de películas del director: Dama por un día y su remake, Estrictamente Confidencial y su remake, Sucedió una noche, El Secreto de Vivir, Vive como quieras, Juan Nadie, etcétera. 





lunes, 3 de junio de 2024

2 X 1: "EL ARPA BIRMANA" y "SOLO EN EL PACÍFICO" (Kon Ichikawa)

El arpa birmana (Biruma no tategoto, 1956) 

Kon Ichikawa, de la generación de Akira Kurosawa, fue un director japonés atraído por el humanismo en todas sus acepciones. De hecho, fue el director del excelente documental sobre Las Olimpiadas de Tokyo (Tokio orinpikku, 1965), aunque su obra no cayó demasiado bien al Comité Olímpico en cuanto Ichikawa se fijó más en el deportista-hombre que en las competiciones deportivas. 

Antes de eso, Ichikawa dirigió dos largometrajes por los que se dio a conocer en el mundo entero, diferentes entre sí pero con elementos comunes. El primero de ellos puede ser su obra maestra: El arpa birmana. Una cinta sobre la Segunda Guerra Mundial y sus miserias: 

Mizushima, es un soldado nipón que toca muy bien el arpa birmana —peculiar instrumento musical portátil, más pequeño que el clásico—, que siempre lleva consigo y cuando lo toca hace las delicias de sus compañeros de sección y del capitán Inouye, también músico, que siempre que puede organiza un concierto con el coro de la compañía. Cuando la guerra termina, los británicos asignan a Mizushima una misión desesperada: el soldado tiene 30 minutos para convencer a un destacamento japonés para que deje de luchar. Los rebeldes no acceden y los británicos atacan destruyendo a todo el grupo. Mizushima, profundamente afectado por el desastre, decide vivir como un sacerdote budista y dedicar su vida a enterrar a los compatriotas cuyos cuerpos han sido abandonados por todo el frente.

 

El arpa birmana es un alegato antibelicista típico de posguerra y de la ocupación estadounidense, que comienza con una trama convencional acerca de una sección en los últimos días del conflicto bélico, pero que pronto cambia al drama de un solo soldado (los planos generales con el protagonista en medio de los campos birmanos vacíos acentúan esa soledad), enfrentado a los desastres de la guerra, que busca una solución interior, religiosa, para salvar tanto horror. 

La cinta llevó el nombre de Kon Ichikawa por todo el mundo, ganó varios premios en Venecia y estuvo nominada al Óscar a la mejor película extranjera. Ichikawa volvió sobre ella cuando realizó un autoremake en color en 1985.

 

Solo en el Pacífico (Taiheiyô hitoribotchi, 1963) 

Siete años después de rodar El arpa birmana, Ichikawa filma la historia verdadera de Kenichi Horie (basada en el libro del propio Horie), un joven japonés que está obsesionado por atravesar el Pacífico e ir desde Japón hasta San Francisco en un pequeño velero. 

A pesar de ir en contra de las leyes del país, y de la oposición de sus padres —sólo con el beneplácito de su hermana—, el joven va ahorrando poco a poco hasta hacerse con un velero de madera y comprar todos los suministros necesarios para el viaje. Horie se hace a la mar con ilusión, pero las penalidades se suceden durante el viaje: desde tempestades hasta largas jornadas sin viento van mermando las fuerzas del marino solitario. 

Solo en el Pacífico está rodada con la voice over de Horie, que se convierte también en el narrador de la cinta; y con insertos en flashback, recurso muy utilizado en este tipo de películas donde hay un único personaje en la mayoría del metraje. Así, los filmes más modernos como A la deriva (Adrift, Baltasar Kormákur, 2018) y Espíritu libre (True Spirit, Sarah Spillane, 2023), por nombrar tan solo dos.

 


El largometraje de Ichikawa, si bien muestra la soledad del navegante en medio del inmenso piélago azul, por otro lado resulta algo claustrofóbico en cuanto gran parte de ella se rueda en el parvo interior del barco, que además hace agua por las deficiencias y prisas en su construcción. 

Igual que en El arpa birmana, Kon Ichikawa apuesta por el humanismo crítico, por la voluntad del ser humano. En esta ocasión es un navegante solitario que a través de sus habilidades, esfuerzo y trabajo es capaz de desarrollar sus posibilidades y llevar a término lo que se proponga.




domingo, 19 de mayo de 2024

PUNTO DE RUPTURA (The Breaking Point de Michael Curtiz, 1950)

La Warner Brothers, fue pionera en los años treinta del cine de gangsters, precursora del noir, y en cabeza en cuanto a crítica social y denuncias de todo tipo de corruptelas. También era una productora acostumbrada a realizar remakes de antiguos éxitos, en especial después de la crisis institucional que se desató a finales de los cuarenta. Una de aquellas producciones fue Punto de ruptura:


En Newport Beach, California, vive el joven matrimonio formado por Harry y Lucy Morgan (John Garfield y Phyllis Thaxter). Harry es un excombatiente de la marina y ahora tiene su negocio propio al que no quiere renunciar. Es el patrón del “Sea Queen”, un yate para pesca deportiva que alquila a los turistas y que maneja con la ayuda de su compañero, el marinero de color Wesley (Juano Hernández). Harry insiste en mantenerse independiente, pero acosado por las deudas tiene miedo de perder el barco. Harry no encuentra otra salida que aceptar un transporte ilegal...

Aunque la cinta es un remake de Tener y no tener, (To have and Have Not, Howard Hawks, 1944) el tratamiento es tan diferente que apenas queda rastro del original. El nombre del protagonista se mantiene y también algunas secuencias (las del arranque, con las imágenes de pesca y con las promesas del cliente de pagar al día siguiente; o las del transporte ilegal, con el amigo que se esconde en el barco en contra de las órdenes de Harry), pero casi todo es distinto. 

El contexto social es el que manda sobre el argumento en las dos versiones. En la primera, el largometraje se convierte en una cinta de propaganda bélica cuando se estrena en plena contienda; sin embargo, en la segunda, el filme se transforma en una película de denuncia social tan oscura como lo era la posguerra, y con el problema de la inmigración ilegal en su seno. Un tema de rabiante actualidad, pero que en absoluto era nuevo en Hollywood cuando James Cruce ya lo abordó en el drama A la sombra de los muelles (I Cover the Waterfront, 1933). 


En Punto de ruptura, Michael Curtiz, el director de la cinta, daba la impresión de que quería despojar a la trama de todo lo que hiciese referencia a la película de Hawks. Para ello, Curtiz filmó el largometraje en exteriores y se acercó a la novela original de Hemingway todo lo que pudo de tal forma que el tema central de la trama era el interés de Harry por mantenerse independiente. 

Todo en Punto de ruptura es mucho más turbio. Hasta el falso final feliz se presenta descorazonador. No hay duda de que la cinta pertenece por derecho propio al cine negro. Contiene la mayoría de los códigos que caracterizan el género: la femme fatale (Patricia Neal); la iluminación de tono bajo, que se vuelve más estilizada cuando se conspira en la trastienda de una casa de empeños, o en el backstage de una salas de fiestas de la Habana. El ambiente exótico, los amigos poco recomendables, la voice over, que narra la historia en flashback, el protagonista excombatiente y con dificultades para integrarse en la sociedad, todos forman parte de los elementos que hicieron grande el noir.

Si Humphrey Bogart es el icono por excelencia del género, John Garfield no le va a la zaga. El actor debutó con Michael Curtiz más de una década antes de Punto de ruptura y protagonizó varias cintas realizadas por el director. Su compromiso con el cine negro iba en consonancia con el interés por la crítica social. Punto de ruptura fue su penúltima película, y prácticamente pasó desapercibida debido a que la Warner se desentendió del actor, acusado de pertenecer al partido comunista (cosa que Garfield siempre negó), canceló toda promoción y evitó gastarse un centavo en publicidad. Al cabo de los años la crítica la redescubrió y la llenó de elogios con toda razón al tratarse de una joya del noir de todos los tiempos. Para algunos mejor incluso que Tener y no tener debido a su realismo y a la excelente dirección de Michael Curtiz. 


El post es un extracto corregido para la ocasión del capítulo dedicado a Punto de ruptura en mi libro: CINE Y NAVEGACIÓN. Los 7 mares en 70 películas




domingo, 5 de mayo de 2024

2 X 1: "NO AÑORO MI JUVENTUD" y "ESCÁNDALO" (Akira Kurosawa)

No añoro mi juventud (Waga seishun ni kuinashi , 1946) 

A Akira Kurosawa siempre se le ha considerado el más occidental de los directores japoneses, sobre todo respecto a los otros dos grandes, Mizoguchi y Ozu, algo que es cierto si tenemos en cuenta la influencia recibida —y transmitida— por el director nipón desde y hacia  sus colegas extranjeros. Un ejemplo lo tenemos en las dos películas que traemos hoy, ambas consideradas el punto de cierre de dos periodos en la carrera de Kurosawa. 

No añoro mi juventud, pertenece al final de la primera etapa de Kurosawa, la más desconocida, la que abarca la Segunda Guerra Mundial y la posterior ocupación estadounidense de la posguerra. Basada en hechos reales, la película transcurre a lo largo del conflicto armado y trata de la persecución del gobierno japonés hacia los elementos más liberales de la universidad. Así, un profesor es destituido y un alumno detenido y más tarde ejecutado sólo por sus ideas. 

A medida que avanza el metraje, el protagonismo del filme recae en Yukie (Setsuko Hara), la hija del profesor y, a la vez, la viuda del alumno. Cuando Yukie lleva las cenizas de su esposo a los padres de éste, la película cambia y se transforma en otro drama bien distinto donde Yukie ayuda a sus suegros agricultores a superar el desprecio y el abandono por parte de la comunidad, que considera que el finado era un traidor.

 

La cinta, por tanto, se estructura en dos partes bien diferenciadas siendo la mejor la segunda, la que se desarrolla en los campos de arroz. Una parte que Kurosawa tuvo que reescribir para superar la censura. Setsuko Hara (musa de Yasujiro Ozu) hace un papel bien distinto al ambiguo de la primera parte, como si quisiera redimirse con el trabajo. 

No añoro mi juventud se convierte así en una de las pocas cintas de Akira Kurosawa protagonizadas por una mujer. De hecho, las mejores secuencias son aquellas en las que Setsuko Hara aparece sin maquillaje, llena de barro, plantando arroz en un lodazal, echando una mano a sus suegros para superar todo tipo de dificultades.

  

Escándalo (Shûbun, 1950) 

La segunda etapa en la carrera de Akira Kurosawa abarca desde el final de la guerra hasta 1950, año en el que rueda Rashomon, película que le da a conocer en el mundo entero. Justo antes de Rashomon, Kurosawa filma Escándalo, probablemente la cinta más occidental de Kurosawa: 

Una famosa cantante de ópera (Shirley Yamaguchi, célebre actriz que más tarde rodaría con King Vidor Esposa de guerra japonesa) se encuentra perdida en el monte y un pintor (Toshiro Mifune, ¿quién si no?) accede a llevarla en su moto al hotel donde ambos se alojan. Unos paparazzi les hacen fotos para un periódico sensacionalista, que saca la noticia del inexistente idilio. El pintor arremete contra el director del rotativo y contrata al abogado Hurita (Takashi Shimura, otro fijo en la troupe de Kurosawa) para denunciar al periódico. Pronto el juicio llenará las primeras páginas de las revistas del corazón. 

Trama muy cercana a lo que se estaba haciendo en Estados Unidos, con muchas reminiscencias de las películas de Frank Capra: Así, las secuencias del juicio, las escenas navideñas (Mifune llevando un árbol de Navidad en su moto), la de Nochevieja en el bar, con todos cantando y, en general, toda la atmósfera del filme.

 

Igual que ocurría en No añoro mi juventud, la estructura del largometraje se parte en dos cuando el foco de la trama se centra en el astroso abogado, justo después de que Hurita acepte dinero para sabotear el juicio. Todo lo que viene a continuación refleja el drama interno del letrado corrupto, mientras su hija enferma se debate entre la vida y la muerte.

También esta segunda parte es mejor que la primera cuando Kurosawa se luce en varias secuencias, como aquellas en las que muestra los rostros de los parroquianos del bar; o cuando antes del juicio rueda los planos de las calles, llenas de carteles con la fotografía de marras y, después de la audiencia, con todos los pósteres medio arrancados a la espera de la siguiente noticia escandalosa.





domingo, 21 de abril de 2024

EL AUTOREMAKE EN EL CINE. CAPÍTULO III (III)

La elección del elenco de Dama por un día no estuvo exenta de complicación, todo debido a la política de la Columbia de pedir prestado a los actores. El estudio quería a Marie Dressler para hacer de Annie, a James Cagney o a Robert Montgomery para el papel de Dandi, y a W.C. Fields para el de Juez. Los tres primeros procedían de la MGM y se descartaron por una experiencia negativa muy reciente de Capra con Irving Thalberg.[1] Como tampoco llegó a buen término la contratación de Fields, que estaba sujeto a la Paramount, decidieron tirar de la Warner como principal proveedora de artistas. Así, el protagonista de Lady for a Day (Warren William) y dos de los principales secundarios (Ned Sparks y Guy Kibbee) finalmente fueron suministrados por el estudio que regentaba Jack Warner.[2]

 

La decisión de Harry Cohn fue providencial porque los tres actores están estupendos. En ellos descansan los momentos más simpáticos de la película y de sus bocas salen las frases más ingeniosas de Riskin con la espontaneidad y naturalidad que requiere la comedia. Estamos de acuerdo con la opinión de Capra acerca del trabajo de Warren William (3.3) cuando dice que hace un Dandi demasiado “simpático”,[3] aunque eso no empaña su labor al manejar cada situación que se le presenta con la seriedad que se le supone al personaje, manteniendo siempre el control y gestionando su papel dignamente a lo largo de todo el metraje. 

La actuación de Ned Sparks es igual de correcta (3.4), la acidez de su personaje es un antecedente claro a los que brillarían en pantalla años después de la mano de Billy Wilder. Pero quizás, la sorpresa más agradable sea la de Guy Kibbee. El veterano actor se hace con un registro contrario al que solía interpretar en los musicales de la Warner cuando se mostraba nervioso y casi siempre sobreactuado. Ahora no nos imaginamos a otro “Juez” que a Kibbee. La serenidad que transmite al representar su papel especular (el actor que interpreta a un personaje que a su vez actúa) es de lo mejor del largometraje; y las dos secuencias donde juega al billar, la de su presentación y cuando se apuesta la dote de la novia, son de las destacadas del filme (3.5 y 3.6).

Gracias a la decisión de Capra y Harry Cohn de contratar a actores, digamos, con menos personalidad que los Cagney, Marie Dressler o W.C. Fields, la película funciona tan bien. Es una cinta sin un protagonista claro donde nadie destaca especialmente, donde la sinergia triunfa por encima de cualquier fuerte personalidad, tanto en la trama como en la forma de dirigir de Capra: “Sentíamos que todos, el equipo artístico y el equipo técnico, estábamos trabajando para la consecución de un film común. Mr. Capra nos sacó lo mejor de nosotros mismos. Creo que deberían nombrarle ‘director’ de las Naciones Unidas” (opinión de Jean Arthur citada en Moix 1996, p.1102, acerca del método de trabajo de Frank Capra).

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[1] La película se iba a llamar Soviet. Un proyecto que le acarreó más de un disgusto a Capra años después a causa de la “caza de brujas”. El director estuvo trabajando cuatro meses en él, justo antes de Dama por un día, hasta que finalmente fue desechado.

[2] Los tres habían participado ese mismo año en el excelente musical Vampiresas 1933 (Gold Diggers of 1933 de Mervyn LeRoy) con la famosa coreografía caleidoscópica de Busby Berkeley.

[3] Capra lo achacaba a la manía que tienen los actores de leer el final del guion y actuar todo el rato “como si estuvieran en la última escena” (McBride 2011, p.300).




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