jueves, 17 de diciembre de 2009
jueves, 29 de octubre de 2009
COLABORACIÓN: 500 DÍAS JUNTOS ((500) Days of Summer de Marc Webb, 2009)
Como anunciábamos, ha sido imposible realizar la sección semanal de recomendaciones (esperemos que se resuelvan los problemas y podamos continuar con nuestro ritmo normal). Sin embargo tenemos la suerte de poder leer un estupendo post que nos ha envíado nuestro amigo y colaborador Dexter, que lo disfruten:
La sombra de Woody Allen es alargada y sobrevuela de principio a fin este 500 días juntos, simpática comedia romántica que supone el debut en el mundo del largometraje del director Marc Webb.
La opera prima de este antiguo realizador de videoclips parece ser una revisitación y conveniente puesta al día del clásico alleniano Annie Hall no solamente en sus fondos- la historia de los vaivenes sentimentales de una pareja en el transcurso de los 500 días citados en el título- sino en las formas. Webb parece alejarse por momentos de las trilladas sendas del género y dotar a su obra de cierta personalidad a base de un desarrollo que sin ser del todo original sí resulta estimulante y vistoso. En este sentido, es posible destacar algunos hallazgos narrativos y visuales salteados a lo largo y ancho del metraje y quizá se antoje un tanto artificioso el diseño de los personajes a quienes se insufla de cierto aíre supuestamente independiente e intelectual acorde con el medio urbano en el que se mueven.
Tom es un atractivo joven de Los Angeles aspirante a arquitecto que hasta que llegue su oportunidad trabaja en una agencia publicitaria rellenando tarjetas de felicitación. El chico está enamorado perdidamente de Sommer, su nueva compañera de oficina que, lamentablemente para él, no cree ni el amor eterno ni en la pareja. Con semejante sinopsis cualquiera diría que estamos ante una comedia romántica más, que al final vivirán felices y comerán perdices pero…
Es posible que 500 días juntos no sea una historia de amor a pesar de ser la típica historia de chico conoce a chica como reza el rótulo que se nos aparece a modo de prólogo justo antes de los títulos de crédito. Es posible, pero sólo es posible, tal vez el envoltorio y el celofán sólo escondan la misma historia de siempre. Que no nos engañemos, lo del “chico conoce a chica” tan viejo como el mismo tiempo siempre tiene necesariamente el mismo final. Tras el último beso, después de el the end o la bajada del telón llegan los auténticos problemas, la convivencia y la rutina, y perdonen que me ponga pragmático, también la hipoteca, los hijos o la suegra. 500 días juntos no es una película de amor, es una película sobre el amor ¿ Y quién demonios sabe qué es eso? Según la película es algo que se sabe cuando se siente, pero la definición tampoco nos saca mucho del atolladero. Demasiadas dudas y misterio en torno a este loco sentimiento… Sabe usted por ejemplo cuánto dura y si tiene fecha de caducidad como los yogures. Webb intenta responder a todas esas preguntas y más, plantea todo lo que usted siempre quiso saber sobre el amor y tal vez nunca se atrevió a preguntar. Y siento destriparles el final, pero no nos resuelve nada, acaba la película y nos quedamos como estábamos. No nos quedará otro remedio que seguir estrujándonos los sesos, a los románticos empedernidos seguir confiando en poder construir un verano sin fin para que nunca llegue el otoño; al resto aferrarse al amor o a lo que quiera que sea que estén dispuestos a dar. Mientras la cosa les funcione ¿porqué no?
Dexter.
Ver el comentario de Caperuzzita y su visión cinéfila del amor
La sombra de Woody Allen es alargada y sobrevuela de principio a fin este 500 días juntos, simpática comedia romántica que supone el debut en el mundo del largometraje del director Marc Webb.
La opera prima de este antiguo realizador de videoclips parece ser una revisitación y conveniente puesta al día del clásico alleniano Annie Hall no solamente en sus fondos- la historia de los vaivenes sentimentales de una pareja en el transcurso de los 500 días citados en el título- sino en las formas. Webb parece alejarse por momentos de las trilladas sendas del género y dotar a su obra de cierta personalidad a base de un desarrollo que sin ser del todo original sí resulta estimulante y vistoso. En este sentido, es posible destacar algunos hallazgos narrativos y visuales salteados a lo largo y ancho del metraje y quizá se antoje un tanto artificioso el diseño de los personajes a quienes se insufla de cierto aíre supuestamente independiente e intelectual acorde con el medio urbano en el que se mueven.
Tom es un atractivo joven de Los Angeles aspirante a arquitecto que hasta que llegue su oportunidad trabaja en una agencia publicitaria rellenando tarjetas de felicitación. El chico está enamorado perdidamente de Sommer, su nueva compañera de oficina que, lamentablemente para él, no cree ni el amor eterno ni en la pareja. Con semejante sinopsis cualquiera diría que estamos ante una comedia romántica más, que al final vivirán felices y comerán perdices pero…
Es posible que 500 días juntos no sea una historia de amor a pesar de ser la típica historia de chico conoce a chica como reza el rótulo que se nos aparece a modo de prólogo justo antes de los títulos de crédito. Es posible, pero sólo es posible, tal vez el envoltorio y el celofán sólo escondan la misma historia de siempre. Que no nos engañemos, lo del “chico conoce a chica” tan viejo como el mismo tiempo siempre tiene necesariamente el mismo final. Tras el último beso, después de el the end o la bajada del telón llegan los auténticos problemas, la convivencia y la rutina, y perdonen que me ponga pragmático, también la hipoteca, los hijos o la suegra. 500 días juntos no es una película de amor, es una película sobre el amor ¿ Y quién demonios sabe qué es eso? Según la película es algo que se sabe cuando se siente, pero la definición tampoco nos saca mucho del atolladero. Demasiadas dudas y misterio en torno a este loco sentimiento… Sabe usted por ejemplo cuánto dura y si tiene fecha de caducidad como los yogures. Webb intenta responder a todas esas preguntas y más, plantea todo lo que usted siempre quiso saber sobre el amor y tal vez nunca se atrevió a preguntar. Y siento destriparles el final, pero no nos resuelve nada, acaba la película y nos quedamos como estábamos. No nos quedará otro remedio que seguir estrujándonos los sesos, a los románticos empedernidos seguir confiando en poder construir un verano sin fin para que nunca llegue el otoño; al resto aferrarse al amor o a lo que quiera que sea que estén dispuestos a dar. Mientras la cosa les funcione ¿porqué no?
Dexter.
Ver el comentario de Caperuzzita y su visión cinéfila del amor
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jueves, 22 de octubre de 2009
SILENCIO SE... GRABA (Semana del 23 al 29 de octubre de 2009)
Otra buena semana de cine la que se nos presenta cuando se agotan los días de este mes de octubre, ahora sí, lluvioso. Entre obras maestras incontestables como La Noche del Cazador o El Hombre que mató a Liberty Valance tenemos una oferta de lo más variada: discurre entre películas de aventuras, filmes del oeste, dramas, comedias o cintas bélicas. Casi todos los géneros figuran en la siguiente tabla donde siempre me gusta destacar la inclusión de algunas películas españolas, en este caso tan atractivas como La Tía Tula o La Buena Estrella. Mientras buscan su filme preferido nosotros vamos a comentar dos cintas que confirman que la calidad y lo comercial no tienen por qué estar reñidos.
Pinchar en la tabla para verla mejor (las películas resaltadas no tienen por qué ser las mejores; las de color azul ya han sido comentadas anteriormente, pueden acceder a la reseña en la lista alfabética del lateral del blog; las de color rojo se comentan más abajo)
Comentarios de algunas de las cintas recomendadas:
El Nombre de la Rosa (Le Nom de la Rose de Jean-Jacques Annaud, 1986). Sean Connery, Christian Slater, F. Murray Abraham. (Canal Sur, viernes 23 a las 23:45)
Elaboradísima película del director francés Jean-Jacques Annaud que se deja la piel en cada proyecto que realiza –con independencia del resultado final-. Fueron necesarias 17 versiones y cuatro guionistas para llevar a la gran pantalla el best-seller de Umberto Eco; al no encontrar una localización adecuada se tuvo que construir un monasterio entero para decorar la historia; además, el rodaje fue tan accidentado que casi le cuesta la vida al propio Connery (el actor consiguió el papel prácticamente en contra de todos, realizador y escritor).
A pesar de los contratiempos, la cinta que narra las pesquisas de dos monjes, que intentan resolver los asesinatos en una abadía aislada en plena Edad Media, funciona muy bien. Y lo hace porque la trama, con la dosis de tensión suficiente, se encuentra acompañada de muchos matices enriquecedores. En primer lugar, Annaud elige una fotografía y una ambientación adecuadas para que la historia encaje perfectamente en su lugar en el tiempo. El aislamiento del monasterio, el duro invierno, la austera, pero enorme torre que preside la trama y que esconde los secretos que ayudarán a resolverla, son todos elementos ideales para introducir al espectador en aquellos días en los que Europa le dio la espalda al progreso y se abandonó en el oscuro medievo.
El realizador envuelve la acción principal (la de la investigación) con una crítica abierta hacia el clero. Y no sólo por presentar la inquisición más radical y sangrienta, sino por sacar a relucir siempre que puede el eterno debate del uso poco caritativo de las posesiones materiales de la Iglesia. Es decir, se une a la cruzada de Umberto Eco, que llegó a reconocer que se decidió a escribir la novela porque “tenía ganas de envenenar a un monje”. Realmente Annaud va más allá en su censura cuando presenta a unos frailes caricaturizados al máximo con rostros que no parecen humanos. Son seres deformes, pálidos y enfermizos, ciegos o tullidos, los que pueblan el particular y amenazante universo del monasterio.
Con un espíritu claramente comercial, la pareja de héroes resulta muy bien elegida. El maestro y el aprendiz. El primero (Sean Connery), un franciscano de nombre William de Baskerville (clara referencia a Sherlock Holmes), es un cura tolerante y a la vez crítico con la comunidad religiosa; consciente de que los libros son lo más importante del mundo tenebroso que le ha tocado vivir. El segundo personaje, Adso de Melk, interpretado por un jovencísimo Christian Slater (15 años), asume el papel de narrador de la historia sin abandonar, en ningún momento, su expresión de sorpresa. Los dos religiosos se adentran en un misterio que va a cambiar sus vidas. Y nosotros, los espectadores, como en las novelas de Conan Doyle, nos identificamos con Watson/Adso y nos dejamos llevar por las deducciones del maestro sin parpadear.
Terminator 2. El Juicio Final (Terminator 2: Judgment day de James Cameron, 1991). Arnold Schwarzenegger, Linda Hamilton, Edward Furlong. (TVE 1, viernes 23 a las 22:00)
Una de las pocas secuelas que superan al original. Cameron vuelve a realizar una película de éxito con el "musculitos" Schwarzenegger como reclamo seguro, pero esta vez cambia al personaje de bando (una de las pocas veces que esto se ha hecho en el cine) y lo sitúa en el lado bueno. El golpe de efecto le salió redondo consiguiendo una recaudación espectacular. Además la cinta supera la media, en cuanto a calidad se refiere, convirtiéndose en un clásico del género en tiempo record.
La trama sigue la línea argumental de Terminator (The Terminator, 1984) y arranca de la misma forma, con un salto en el tiempo: del futuro viene un robot de la clase T-1000, prácticamente indestructible, que puede imitar cualquier cosa, incluyendo los seres humanos. Su misión consiste en eliminar a John Connor, el que será líder de la resistencia en la lucha contra las máquinas, pero que ahora es sólo un niño. Simultáneamente también llega un androide para todo lo contrario: para proteger a John.
Uno de los méritos del largometraje es que Cameron consigue que los efectos especiales no sean los protagonistas (a diferencia de lo que ocurre en la mayoría de las actuales películas comerciales). El director los utiliza para acompañar a la acción, para subrayar los aspectos que le interesan. En este caso su propósito es dar al T-1000 esa impresión de invencible y a la vez dotarle de unos poderes que le convierten en un ser terrorífico.
El filme logra con creces el objetivo de entretener gracias a unas secuencias de acción muy bien rodadas, como la persecución en la rambla o la lucha final en la fábrica. Tampoco falta el aspecto sentimental. Aquí, el típico debate de si las máquinas pueden tener afecto por los seres humanos, Cameron lo resuelve de una forma entrañable que ha pasado ya a la historia de la ciencia-ficción.
Pinchar en la tabla para verla mejor (las películas resaltadas no tienen por qué ser las mejores; las de color azul ya han sido comentadas anteriormente, pueden acceder a la reseña en la lista alfabética del lateral del blog; las de color rojo se comentan más abajo)
Comentarios de algunas de las cintas recomendadas:
El Nombre de la Rosa (Le Nom de la Rose de Jean-Jacques Annaud, 1986). Sean Connery, Christian Slater, F. Murray Abraham. (Canal Sur, viernes 23 a las 23:45)
Elaboradísima película del director francés Jean-Jacques Annaud que se deja la piel en cada proyecto que realiza –con independencia del resultado final-. Fueron necesarias 17 versiones y cuatro guionistas para llevar a la gran pantalla el best-seller de Umberto Eco; al no encontrar una localización adecuada se tuvo que construir un monasterio entero para decorar la historia; además, el rodaje fue tan accidentado que casi le cuesta la vida al propio Connery (el actor consiguió el papel prácticamente en contra de todos, realizador y escritor).
A pesar de los contratiempos, la cinta que narra las pesquisas de dos monjes, que intentan resolver los asesinatos en una abadía aislada en plena Edad Media, funciona muy bien. Y lo hace porque la trama, con la dosis de tensión suficiente, se encuentra acompañada de muchos matices enriquecedores. En primer lugar, Annaud elige una fotografía y una ambientación adecuadas para que la historia encaje perfectamente en su lugar en el tiempo. El aislamiento del monasterio, el duro invierno, la austera, pero enorme torre que preside la trama y que esconde los secretos que ayudarán a resolverla, son todos elementos ideales para introducir al espectador en aquellos días en los que Europa le dio la espalda al progreso y se abandonó en el oscuro medievo.
El realizador envuelve la acción principal (la de la investigación) con una crítica abierta hacia el clero. Y no sólo por presentar la inquisición más radical y sangrienta, sino por sacar a relucir siempre que puede el eterno debate del uso poco caritativo de las posesiones materiales de la Iglesia. Es decir, se une a la cruzada de Umberto Eco, que llegó a reconocer que se decidió a escribir la novela porque “tenía ganas de envenenar a un monje”. Realmente Annaud va más allá en su censura cuando presenta a unos frailes caricaturizados al máximo con rostros que no parecen humanos. Son seres deformes, pálidos y enfermizos, ciegos o tullidos, los que pueblan el particular y amenazante universo del monasterio.
Con un espíritu claramente comercial, la pareja de héroes resulta muy bien elegida. El maestro y el aprendiz. El primero (Sean Connery), un franciscano de nombre William de Baskerville (clara referencia a Sherlock Holmes), es un cura tolerante y a la vez crítico con la comunidad religiosa; consciente de que los libros son lo más importante del mundo tenebroso que le ha tocado vivir. El segundo personaje, Adso de Melk, interpretado por un jovencísimo Christian Slater (15 años), asume el papel de narrador de la historia sin abandonar, en ningún momento, su expresión de sorpresa. Los dos religiosos se adentran en un misterio que va a cambiar sus vidas. Y nosotros, los espectadores, como en las novelas de Conan Doyle, nos identificamos con Watson/Adso y nos dejamos llevar por las deducciones del maestro sin parpadear.
Terminator 2. El Juicio Final (Terminator 2: Judgment day de James Cameron, 1991). Arnold Schwarzenegger, Linda Hamilton, Edward Furlong. (TVE 1, viernes 23 a las 22:00)
Una de las pocas secuelas que superan al original. Cameron vuelve a realizar una película de éxito con el "musculitos" Schwarzenegger como reclamo seguro, pero esta vez cambia al personaje de bando (una de las pocas veces que esto se ha hecho en el cine) y lo sitúa en el lado bueno. El golpe de efecto le salió redondo consiguiendo una recaudación espectacular. Además la cinta supera la media, en cuanto a calidad se refiere, convirtiéndose en un clásico del género en tiempo record.
La trama sigue la línea argumental de Terminator (The Terminator, 1984) y arranca de la misma forma, con un salto en el tiempo: del futuro viene un robot de la clase T-1000, prácticamente indestructible, que puede imitar cualquier cosa, incluyendo los seres humanos. Su misión consiste en eliminar a John Connor, el que será líder de la resistencia en la lucha contra las máquinas, pero que ahora es sólo un niño. Simultáneamente también llega un androide para todo lo contrario: para proteger a John.
Uno de los méritos del largometraje es que Cameron consigue que los efectos especiales no sean los protagonistas (a diferencia de lo que ocurre en la mayoría de las actuales películas comerciales). El director los utiliza para acompañar a la acción, para subrayar los aspectos que le interesan. En este caso su propósito es dar al T-1000 esa impresión de invencible y a la vez dotarle de unos poderes que le convierten en un ser terrorífico.
El filme logra con creces el objetivo de entretener gracias a unas secuencias de acción muy bien rodadas, como la persecución en la rambla o la lucha final en la fábrica. Tampoco falta el aspecto sentimental. Aquí, el típico debate de si las máquinas pueden tener afecto por los seres humanos, Cameron lo resuelve de una forma entrañable que ha pasado ya a la historia de la ciencia-ficción.
jueves, 15 de octubre de 2009
SILENCIO SE... GRABA (Semana del 16 al 22 de octubre de 2009)
No terminan de caer las hojas en este extraño comienzo del otoño; eso es lo que ocurre aquí, en el Sur, donde el calor se niega a abandonarnos. Al menos tenemos buen cine en las distintas cadenas de televisión en abierto. Así, cintas ochenteras y clásicas conviven con películas modernas de David Cronenberg, Steven Soderbergh o Andrew Jarecki. Obras maestras del cine mudo y del Neorrealismo se programan junto a filmes de aventuras, comedias legendarias o largometrajes españoles tan buenos como El Sur o Secretos del Corazón. Que las disfruten.
Pinchar en la tabla para verla mejor (las películas resaltadas no tienen por qué ser las mejores; las de color azul ya han sido comentadas anteriormente, pueden acceder a la reseña en la lista alfabética del lateral del blog; las de color rojo se comentan más abajo)
Comentarios de algunas de las cintas recomendadas:
El Perro del Hortelano (Pilar Miró, 1996). Emma Suárez, Carmelo Gómez. (Canal Extremadura TV, sábado 17 a las 21:50)
Brillante adaptación de una de las mejores obras de Lope de Vega. Pilar Miró dirige con maestría la conocida historia de los celos que tiene una condesa (Emma Suárez) por el amor que se profesan su secretario y su dama de compañía. Al sentirse enamorada del primero (Carmelo Gómez) intenta estorbar la relación que envidia; cuando consigue atraer a su empleado también interrumpe su romance con él debido a la diferencia de clases. Ni come ni deja comer.
La versión es tan fiel al texto de Lope que los diálogos son en verso, sin embargo Pilar Miró huye, cuando puede, de la teatralidad. También utiliza su experiencia como realizadora de programas dramáticos para no caer en la trampa de dirigir una adaptación televisiva de la comedia. Con las primeras secuencias no lo consigue del todo, pero pronto descubrimos que es cine lo que tenemos ante nuestros ojos cuando rueda un larguísimo travelling de los actores principales; cuando “airea” una conversación y la sitúa en un paseo en góndola; o cuando utiliza el texto de Lope como voz en off de uno de los amantes mientras nos muestra bellas imágenes del contrario.
En su afán cinematográfico, la directora no pierde la oportunidad de presentar escenas cotidianas de la época, como juegos infantiles, labores de jardinería y tertulias en los parques, siempre aprovechando al máximo los paréntesis de la historia. Con ello consigue una ambientación ganadora de premios (un Goya que acompaña a seis más en otras categorías) e inunda de color la simpática trama. También utiliza el aspecto cromático para separar las secuencias, para dividir el filme en capítulos diferenciados. Elige a la condesa -que realmente dirige el argumento con sus actos- y la pinta de un color distinto cada vez que la trama cambia. Así, los vestidos de Emma Suárez se suceden del amarillo al naranja y del azul pastel al rojo, pasando por el morado.
Con unos actores que no desentonan (quizás Fernando Conde se exceda en su papel picaresco y muestre ramalazos de su paso por el grupo "Martes y Trece") y con un decorado de excepción (palacios y parques de Lisboa y Setúbal) firma Pilar Miró una de sus mejores películas, un disfrute para la vista y para el oído que además tiene la virtud de ganar con los años.
Vacaciones en Roma (Roman Holiday de William Wyler, 1953). Gregory Peck, Audrey Hepburn. (Canal 9, domingo 18 a las 23:45)
Cuento de Cenicienta al que Dalton Trumbo le da la vuelta para convertirlo en la historia de una princesa que se despierta en casa de un periodista, y que decide tomarse el día libre para descubrir Roma como una turista anónima más. El guión fue merecedor del oscar, pero el escritor no pudo recogerlo al estar perseguido por el comité de asuntos antinorteamericanos, razón por la que su nombre no aparece en los créditos.
El caso es que Roman Holiday es una deliciosa comedia que supuso un gran cambio en las vidas de aquellos que la realizaron. Por un lado, William Wyler se aleja momentáneamente del drama, y de Estados Unidos, para rodar en Roma- dicen que también para poner distancia entre él y el comité de McCarthy-; Gregory Peck por fin puede participar en una comedia romántica, y descubre que se le da muy bien, pronto volverá al rol de periodista en la mejor de las comedias de Vincente Minnelli: Mi desconfiada esposa (Designing Woman, 1956); y, sobre todo, para Audrey Hepburn. La “mujer gacela” rompe con el prototipo de actriz ideal que se llevaba en las décadas anteriores gracias a su espontánea actuación, su figura delgada y su elegante belleza. A partir de la interpretación de la princesa Ana –y del oscar- su carrera se lanza imparable hacia el estrellato.
La película contiene secuencias inolvidables. Destacan la que inicia el enredo en la casa del periodista o el viaje en moto por Roma. Además, todas ellas repletas de anécdotas en el rodaje, algunas tan graciosas como la conocida de la escena en la Bocca Della Veritá.
Vacaciones en Roma inició una desigual serie de películas, digamos turísticas, muy inferiores en calidad donde sólo Cómo casarse con un millonario (How to marry a millonaire de Jean Negulesco, 1954) se salva de la quema.
Pinchar en la tabla para verla mejor (las películas resaltadas no tienen por qué ser las mejores; las de color azul ya han sido comentadas anteriormente, pueden acceder a la reseña en la lista alfabética del lateral del blog; las de color rojo se comentan más abajo)
Comentarios de algunas de las cintas recomendadas:
El Perro del Hortelano (Pilar Miró, 1996). Emma Suárez, Carmelo Gómez. (Canal Extremadura TV, sábado 17 a las 21:50)
Brillante adaptación de una de las mejores obras de Lope de Vega. Pilar Miró dirige con maestría la conocida historia de los celos que tiene una condesa (Emma Suárez) por el amor que se profesan su secretario y su dama de compañía. Al sentirse enamorada del primero (Carmelo Gómez) intenta estorbar la relación que envidia; cuando consigue atraer a su empleado también interrumpe su romance con él debido a la diferencia de clases. Ni come ni deja comer.
La versión es tan fiel al texto de Lope que los diálogos son en verso, sin embargo Pilar Miró huye, cuando puede, de la teatralidad. También utiliza su experiencia como realizadora de programas dramáticos para no caer en la trampa de dirigir una adaptación televisiva de la comedia. Con las primeras secuencias no lo consigue del todo, pero pronto descubrimos que es cine lo que tenemos ante nuestros ojos cuando rueda un larguísimo travelling de los actores principales; cuando “airea” una conversación y la sitúa en un paseo en góndola; o cuando utiliza el texto de Lope como voz en off de uno de los amantes mientras nos muestra bellas imágenes del contrario.
En su afán cinematográfico, la directora no pierde la oportunidad de presentar escenas cotidianas de la época, como juegos infantiles, labores de jardinería y tertulias en los parques, siempre aprovechando al máximo los paréntesis de la historia. Con ello consigue una ambientación ganadora de premios (un Goya que acompaña a seis más en otras categorías) e inunda de color la simpática trama. También utiliza el aspecto cromático para separar las secuencias, para dividir el filme en capítulos diferenciados. Elige a la condesa -que realmente dirige el argumento con sus actos- y la pinta de un color distinto cada vez que la trama cambia. Así, los vestidos de Emma Suárez se suceden del amarillo al naranja y del azul pastel al rojo, pasando por el morado.
Con unos actores que no desentonan (quizás Fernando Conde se exceda en su papel picaresco y muestre ramalazos de su paso por el grupo "Martes y Trece") y con un decorado de excepción (palacios y parques de Lisboa y Setúbal) firma Pilar Miró una de sus mejores películas, un disfrute para la vista y para el oído que además tiene la virtud de ganar con los años.
Vacaciones en Roma (Roman Holiday de William Wyler, 1953). Gregory Peck, Audrey Hepburn. (Canal 9, domingo 18 a las 23:45)
Cuento de Cenicienta al que Dalton Trumbo le da la vuelta para convertirlo en la historia de una princesa que se despierta en casa de un periodista, y que decide tomarse el día libre para descubrir Roma como una turista anónima más. El guión fue merecedor del oscar, pero el escritor no pudo recogerlo al estar perseguido por el comité de asuntos antinorteamericanos, razón por la que su nombre no aparece en los créditos.
El caso es que Roman Holiday es una deliciosa comedia que supuso un gran cambio en las vidas de aquellos que la realizaron. Por un lado, William Wyler se aleja momentáneamente del drama, y de Estados Unidos, para rodar en Roma- dicen que también para poner distancia entre él y el comité de McCarthy-; Gregory Peck por fin puede participar en una comedia romántica, y descubre que se le da muy bien, pronto volverá al rol de periodista en la mejor de las comedias de Vincente Minnelli: Mi desconfiada esposa (Designing Woman, 1956); y, sobre todo, para Audrey Hepburn. La “mujer gacela” rompe con el prototipo de actriz ideal que se llevaba en las décadas anteriores gracias a su espontánea actuación, su figura delgada y su elegante belleza. A partir de la interpretación de la princesa Ana –y del oscar- su carrera se lanza imparable hacia el estrellato.
La película contiene secuencias inolvidables. Destacan la que inicia el enredo en la casa del periodista o el viaje en moto por Roma. Además, todas ellas repletas de anécdotas en el rodaje, algunas tan graciosas como la conocida de la escena en la Bocca Della Veritá.
Vacaciones en Roma inició una desigual serie de películas, digamos turísticas, muy inferiores en calidad donde sólo Cómo casarse con un millonario (How to marry a millonaire de Jean Negulesco, 1954) se salva de la quema.
jueves, 8 de octubre de 2009
SILENCIO SE... GRABA (Semana del 9 al 15 de octubre de 2009)
Asistimos estos días a un derroche publicitario impresionante de la que dicen es la película más cara del cine español. Carteles por toda la ciudad anunciando el nuevo proyecto de Amenábar se unen a entrevistas en la televisión y avances en todos los telediarios. Demasiado bombo siempre me provoca el efecto contrario. De todas formas habrá que esperar lo mejor de este buen director. Mientras tanto nosotros a lo nuestro. A entresacar lo más destacable de la oferta televisiva en forma de tabla de recomendaciones:
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El Bello Antonio (Il Bell’Antonio de Mauro Bolognini, 1960). Marcello Mastroianni, Claudia Cardinale. (Castilla-La Mancha TV 2, sábado 10 a las 00:30)
Una de las películas de mayor calidad de Mauro Bolognini, de su mejor etapa como director: aquella que transcurre entre finales de los cincuenta y primeros de los sesenta, donde dirige adaptaciones (en este caso la novela es de Vitaliano Brancati) escritas por, nada menos, que Pier Paolo Pasolini. De esta época, Pasolini llegó a decir que algunos de sus guiones para Bolognini fueron las obras literarias de las que se sentía más orgulloso.
La cinta narra el regreso de Antonio (Marcello Mastroianni, un pusilánime sencillamente magnífico) a su pueblo natal. La llegada es todo un acontecimiento, debido a la fama que le precede. Para la villa, Antonio es una especie de Don Juan por el que suspiran todas las mujeres. Lo que nadie puede imaginarse es el “terrible” secreto que esconde el personaje y que sólo desvelará a su primo y a su prometida con la que finalmente se casa: Antonio es impotente.
Al no consumarse el matrimonio todo se viene abajo: la Iglesia interviene anulando el enlace, el prestigio de la familia de Antonio cae por los suelos y la presión que todos ejercen contra él hace que finalmente tome una decisión descabellada.
En Il Bell'Antonio, el dúo Bolognini-Pasolini recoge el testigo de un movimiento neorrealista casi finiquitado, y lo transforma en una visión más crítica hacia la sociedad, los estamentos y sus arcaicas reglas y tradiciones. Los prejuicios de un pueblo encerrado en sí mismo, denunciados por los cineastas, son los que provocan que la comedia -propuesta inicial- finalmente se transforme en drama.
Buenas noches, y buena suerte (Good night, and good luck de George Clooney, 2005). David Strathairn, George Clooney. (TV3, lunes 12 a las 23:25)
Hay decisiones que, antes de tomarlas, ya sabes que van a cambiar tu vida. A principios de los cincuenta, en Estado Unidos, y en plena "caza de brujas", si un periodista se embarcaba en la peligrosa aventura de denunciar los métodos y las injusticias cometidas por el senador McCarthy, sabía que él y todos los que le apoyaran pronto serían el blanco del comité inquisidor. Eso fue lo que le pasó a Edward R. Murrow, el director de informativos de la cadena CBS, cuyo programa "Cara a cara" tenía los mayores índices de audiencia.
Geoge Clooney aprovecha la historia real de Murrow para denunciar las trabas que aún tiene la libertad de expresión. Lo hace trasladándose a la época de los hechos, sumergiéndose en una acertada fotografía en blanco y negro, pero usando una moderna cámara que persigue los gestos, las miradas y los silencios que preceden a situaciones extremas como un despido o la inevitable llamada de atención por parte del responsable de la cadena.
Los contrastes entre lo viejo y lo nuevo; eso es lo que hace de este filme una bandera eficaz contra la intolerancia en el mundo de la política; y en el de la prensa. La mezcla de documentos reales (entrevistas a victimas de la persecución, declaraciones del propio senador o vistas del comité de asuntos antinorteamericanos) con secuencias entre bastidores, mientras se rueda el programa televisivo, resulta muy atractiva y aporta el grado preciso de suspense y tensión para que la cinta, en principio árida, pase como un suspiro.
La interesante trama, la eficaz interpretación de David Strathairn, secundado por un elenco de lujo, y el rodaje con sentido de un primerizo George Clooney (su segunda película), midiendo las pulsiones de los personajes en todo momento, consiguieron que la cinta fuera nominada a seis estatuillas de la Academia y ganara multitud de premios.
domingo, 4 de octubre de 2009
SI LA COSA FUNCIONA (Whatever Works de Woody Allen, 2009)
Woody Allen, después de dos pasos fallidos hacia adelante (El Sueño de Casandra y Vicky Cristina Barcelona, sobre todo este último) ha dado un salto de calidad, desde atrás, con su nueva comedia.
Y es que Whatever Works es un antiguo proyecto de Allen, escrito para Zero Mostel (Los Productores, Golfus de Roma) que fue abandonado cuando el humorista falleció en 1977. Tuvieron que pasar tres décadas para que el director lo recuperara del fondo del cajón y lo transformara para Larry David.
La cinta narra la situación absurda que se plantea cuando un sabio cascarrabias (Larry David) retirado de todo (del trabajo, de su mujer y casi de la vida después de un intento de suicidio) convive con una ignorante adolescente que queda hipnotizada por su verborrea pesimista. El contraste es total entre la pueblerina que acaba de llegar a la gran ciudad y el viejo con el colmillo retorcido unas cuantas vueltas.
La historia se aleja de la relación entre el hombre maduro y la jovencita, que Allen nos proponía en Manhattan (1979), para situarse entre una sátira de Pigmalión y una versión bufa de Lolita. Además, el cineasta neoyorquino se apoya en el vodevil para las situaciones cómicas cuando se plantea la trama como si fuera una obra de teatro, al menos en sus giros de guión. Así, utiliza dos llamadas a la puerta del apartamento donde se desarrolla la acción para cambiar drásticamente la historia. O se vale de únicamente dos secuencias (una para cada personaje secundario) para darles la vuelta totalmente a los padres de la adolescente. Una demostración de habilidad y soltura que hacía tiempo no le veíamos.
Woody Allen, como en sus mejores películas, no pierde la ocasión de hablar de sí mismo con el público -literalmente-, esta vez utilizando como intermediario al cómico Larry David, con el que ya había trabajado brevemente en Días de Radio (Radio Days, 1987) e Historias de Nueva York (New York Stories, 1989). Aprovechando que el director no actúa, los diálogos son más ácidos que de costumbre; sin embargo David no consigue –a lo mejor ese es el propósito- que nuestra mente deje de pensar en la figura del realizador cuando su personaje aparece en pantalla.
Esa, digamos, falta de responsabilidad del director en la interpretación se une a la relajación que le supone volver a dirigir en los barrios y parques de Nueva York. No sólo se nota lo cómodo que Woody Allen se siente en su ciudad, también uno intuye, de las escenas de la película, que en una reunión de amigos para tocar el clarinete, o en la visión de una película clásica pueden hallarse argumentos suficientes para la definición de felicidad.
Ver Ficha de Si la cosa funciona.
Y es que Whatever Works es un antiguo proyecto de Allen, escrito para Zero Mostel (Los Productores, Golfus de Roma) que fue abandonado cuando el humorista falleció en 1977. Tuvieron que pasar tres décadas para que el director lo recuperara del fondo del cajón y lo transformara para Larry David.
La cinta narra la situación absurda que se plantea cuando un sabio cascarrabias (Larry David) retirado de todo (del trabajo, de su mujer y casi de la vida después de un intento de suicidio) convive con una ignorante adolescente que queda hipnotizada por su verborrea pesimista. El contraste es total entre la pueblerina que acaba de llegar a la gran ciudad y el viejo con el colmillo retorcido unas cuantas vueltas.
La historia se aleja de la relación entre el hombre maduro y la jovencita, que Allen nos proponía en Manhattan (1979), para situarse entre una sátira de Pigmalión y una versión bufa de Lolita. Además, el cineasta neoyorquino se apoya en el vodevil para las situaciones cómicas cuando se plantea la trama como si fuera una obra de teatro, al menos en sus giros de guión. Así, utiliza dos llamadas a la puerta del apartamento donde se desarrolla la acción para cambiar drásticamente la historia. O se vale de únicamente dos secuencias (una para cada personaje secundario) para darles la vuelta totalmente a los padres de la adolescente. Una demostración de habilidad y soltura que hacía tiempo no le veíamos.
Woody Allen, como en sus mejores películas, no pierde la ocasión de hablar de sí mismo con el público -literalmente-, esta vez utilizando como intermediario al cómico Larry David, con el que ya había trabajado brevemente en Días de Radio (Radio Days, 1987) e Historias de Nueva York (New York Stories, 1989). Aprovechando que el director no actúa, los diálogos son más ácidos que de costumbre; sin embargo David no consigue –a lo mejor ese es el propósito- que nuestra mente deje de pensar en la figura del realizador cuando su personaje aparece en pantalla.
Esa, digamos, falta de responsabilidad del director en la interpretación se une a la relajación que le supone volver a dirigir en los barrios y parques de Nueva York. No sólo se nota lo cómodo que Woody Allen se siente en su ciudad, también uno intuye, de las escenas de la película, que en una reunión de amigos para tocar el clarinete, o en la visión de una película clásica pueden hallarse argumentos suficientes para la definición de felicidad.
Ver Ficha de Si la cosa funciona.
jueves, 1 de octubre de 2009
SILENCIO SE... GRABA (Semana del 2 al 8 de octubre de 2009)
Si las lluvias de este final de septiembre, y comienzo de octubre, anegan nuestras ciudades nosotros hacemos lo propio con las recomendaciones televisivas e inundamos de buen cine la siguiente tabla. Antes de consultarla hay que hacer un par de precisiones: a partir de hoy las películas que han sido comentadas previamente aparecerán resaltadas en azul. Los lectores que quieran acceder a dichas reseñas sólo tendrán que buscarlas en el lateral del blog, donde figura una lista por orden alfabético. Como siempre, la cinta o cintas que resaltamos en rojo son las que se comentarán ese jueves; serán filmes que nos apetece reseñar, pero que no tienen por qué ser los mejores de la tabla.
Pinchar en la tabla para verla mejor
Comentarios de algunas de las cintas recomendadas:
55 días en Pekín (55 days at Peking de Nicholas Ray, 1963). Charlton Heston, Ava Gardner, David Niven. (La 2, viernes 2 a las 01:45)
Una superproducción de Samuel Bronston, de esas que hacía en España con grandes directores, separado del sistema de producción americano que agonizaba frente a la todopoderosa televisión. Nicholas Ray, un director de culto, autor de por lo menos media docena de obras maestras, aquí no llega a cuajar uno de sus filmes mayores en parte por problemas con el productor (que llegó a despedirlo dos veces) y de la producción en sí, amén de fallos de casting (los personajes orientales son actores occidentales, y a veces regular maquillados). Pese a todo, si no la tuviera en mi videoteca y se me presentara la oportunidad de grabarla, lo haría sin dudarlo. La cinta entretiene y mucho. Las escenas de acción están muy bien conseguidas, como la del ataque de los boxers (esos chinos con mala leche); o la del arranque de la película, con un Heston con mucha sangre fría. Además la cinta cuenta con la presencia de Ava Gardner y David Niven, dos motivos más para ver la película.
Libertarias (Vicente Aranda, 1996). Ana Belén, Ariadna Gil, Victoria Abril. (Aragón Televisión, lunes 5 a las 01:05)
Viejo proyecto de Vicente Aranda, dirigido 15 años más tarde de haberlo ideado, sobre un argumento suyo y de José Luis Guarner. Nominada para seis Goyas, la cinta destaca por encima de la media de las que se han hecho sobre la Guerra Civil Española, aunque hay mucha gente que opina que todavía no se ha realizado la película definitiva sobre la contienda, probablemente por falta de la suficiente objetividad que dan los años. Precisamente esa falta de imparcialidad es lo que impide que Libertarias sea la mejor obra de Aranda –creo que la trilogía formada por Amantes, Intruso y Celos está por encima, sobre todo la primera-. Sin embargo, el largometraje está brillantemente dirigido, con escenas de gran belleza y diálogos muy bien estudiados que forman parte de un excelente guión.
La trama se desarrolla en los primeros días del conflicto. Dividida en dos partes, en la primera (una amplia introducción) la acción se localiza en Barcelona, recién estallada la Guerra. Allí unas milicianas anarquistas, con Pilar a la cabeza (Ana Belén), “liberan” un burdel y reclutan mujeres para la causa. Entre ellas se encuentra María (Ariadna Gil), una monja refugiada por casualidad en el prostíbulo. Esta circunstancia anuncia otra paradoja más importante: la lucha interior del personaje que se debate entre sus creencias religiosas y la revolución.
La segunda parte transcurre en el frente de Zaragoza, cuando el grupo de mujeres se une a la columna de Buenaventura Durruti –al que Aranda respeta tanto que se niega a descubrir su rostro-. Si en el prólogo Aranda muestra como el caos convive con la ilusión revolucionaria, en el resto de la película va introduciendo el pesimismo y las disputas en el seno del bando republicano hasta la derrota final. Es durante ese largo desarrollo cuando el filme gana en profundidad de los personajes y calidad visual. Así, Aranda rueda una incursión en las líneas enemigas como si fuera un cortejo fúnebre; o realiza una secuencia final terrorífica, propia del mejor cine de género, precedida de una clara metáfora acerca del sacrificio humano.
Pero, sin duda, lo mejor es el tratamiento de los personajes. Todo gira alrededor de María. Los combatientes que se reúnen en torno a ella son, entre otros: un cura, ayudante de Durruti (Miguel Bosé, bastante soso); una prostituta, aburrida de hacer tanto el amor; un expresidiario, que lleva dos años sin acostarse con una mujer; dos milicianos, padre e hijo, que temen que se les pare el reloj; y una anarquista coja que puede comunicarse con los espíritus (Victoria Abril, estupenda), a la que Aranda regala los mejores diálogos. Todos bajo el mando de Pilar que asume una importante misión: proteger a la religiosa en medio del horror de la Guerra.
Cada acción se analiza desde el punto de vista de los inocentes ojos de María. Al principio se somete al grupo desde una especie de síndrome de estocolmo, pero a medida que avanza el metraje va sintiendo verdadero amor hacia Pilar y, por extensión, hacia su causa que pasa por ser una reivindicación feminista más que una militancia anarquista. Ariadna Gil ayuda a que María sea creíble, consiguiendo una de sus mejores actuaciones; dando vida a la religiosa que es capaz de recitar de memoria tanto versículos del Evangelio como párrafos de la obra de Bakunin. Y es que la monja es el ojo imparcial que necesitaba la cinta. Un ojo que finalmente hace que el personaje se quede tuerto por culpa, o gracias, a un brillante plano final.
Pinchar en la tabla para verla mejor
Comentarios de algunas de las cintas recomendadas:
55 días en Pekín (55 days at Peking de Nicholas Ray, 1963). Charlton Heston, Ava Gardner, David Niven. (La 2, viernes 2 a las 01:45)
Una superproducción de Samuel Bronston, de esas que hacía en España con grandes directores, separado del sistema de producción americano que agonizaba frente a la todopoderosa televisión. Nicholas Ray, un director de culto, autor de por lo menos media docena de obras maestras, aquí no llega a cuajar uno de sus filmes mayores en parte por problemas con el productor (que llegó a despedirlo dos veces) y de la producción en sí, amén de fallos de casting (los personajes orientales son actores occidentales, y a veces regular maquillados). Pese a todo, si no la tuviera en mi videoteca y se me presentara la oportunidad de grabarla, lo haría sin dudarlo. La cinta entretiene y mucho. Las escenas de acción están muy bien conseguidas, como la del ataque de los boxers (esos chinos con mala leche); o la del arranque de la película, con un Heston con mucha sangre fría. Además la cinta cuenta con la presencia de Ava Gardner y David Niven, dos motivos más para ver la película.
Libertarias (Vicente Aranda, 1996). Ana Belén, Ariadna Gil, Victoria Abril. (Aragón Televisión, lunes 5 a las 01:05)
Viejo proyecto de Vicente Aranda, dirigido 15 años más tarde de haberlo ideado, sobre un argumento suyo y de José Luis Guarner. Nominada para seis Goyas, la cinta destaca por encima de la media de las que se han hecho sobre la Guerra Civil Española, aunque hay mucha gente que opina que todavía no se ha realizado la película definitiva sobre la contienda, probablemente por falta de la suficiente objetividad que dan los años. Precisamente esa falta de imparcialidad es lo que impide que Libertarias sea la mejor obra de Aranda –creo que la trilogía formada por Amantes, Intruso y Celos está por encima, sobre todo la primera-. Sin embargo, el largometraje está brillantemente dirigido, con escenas de gran belleza y diálogos muy bien estudiados que forman parte de un excelente guión.
La trama se desarrolla en los primeros días del conflicto. Dividida en dos partes, en la primera (una amplia introducción) la acción se localiza en Barcelona, recién estallada la Guerra. Allí unas milicianas anarquistas, con Pilar a la cabeza (Ana Belén), “liberan” un burdel y reclutan mujeres para la causa. Entre ellas se encuentra María (Ariadna Gil), una monja refugiada por casualidad en el prostíbulo. Esta circunstancia anuncia otra paradoja más importante: la lucha interior del personaje que se debate entre sus creencias religiosas y la revolución.
La segunda parte transcurre en el frente de Zaragoza, cuando el grupo de mujeres se une a la columna de Buenaventura Durruti –al que Aranda respeta tanto que se niega a descubrir su rostro-. Si en el prólogo Aranda muestra como el caos convive con la ilusión revolucionaria, en el resto de la película va introduciendo el pesimismo y las disputas en el seno del bando republicano hasta la derrota final. Es durante ese largo desarrollo cuando el filme gana en profundidad de los personajes y calidad visual. Así, Aranda rueda una incursión en las líneas enemigas como si fuera un cortejo fúnebre; o realiza una secuencia final terrorífica, propia del mejor cine de género, precedida de una clara metáfora acerca del sacrificio humano.
Pero, sin duda, lo mejor es el tratamiento de los personajes. Todo gira alrededor de María. Los combatientes que se reúnen en torno a ella son, entre otros: un cura, ayudante de Durruti (Miguel Bosé, bastante soso); una prostituta, aburrida de hacer tanto el amor; un expresidiario, que lleva dos años sin acostarse con una mujer; dos milicianos, padre e hijo, que temen que se les pare el reloj; y una anarquista coja que puede comunicarse con los espíritus (Victoria Abril, estupenda), a la que Aranda regala los mejores diálogos. Todos bajo el mando de Pilar que asume una importante misión: proteger a la religiosa en medio del horror de la Guerra.
Cada acción se analiza desde el punto de vista de los inocentes ojos de María. Al principio se somete al grupo desde una especie de síndrome de estocolmo, pero a medida que avanza el metraje va sintiendo verdadero amor hacia Pilar y, por extensión, hacia su causa que pasa por ser una reivindicación feminista más que una militancia anarquista. Ariadna Gil ayuda a que María sea creíble, consiguiendo una de sus mejores actuaciones; dando vida a la religiosa que es capaz de recitar de memoria tanto versículos del Evangelio como párrafos de la obra de Bakunin. Y es que la monja es el ojo imparcial que necesitaba la cinta. Un ojo que finalmente hace que el personaje se quede tuerto por culpa, o gracias, a un brillante plano final.
domingo, 27 de septiembre de 2009
CINE FÓRUM: LOS EMIGRANTES (Utvandrarna de Jan Troell, 1971)
Si la última entrega de nuestra mini sala fórum se la dedicábamos al cine español –con vehemente debate incluido- hoy nos toca comentar y analizar una secuencia de un cine que se me antoja siempre ha sido superior al nuestro -incluido el momento actual-, me refiero al cine sueco. A la hora de escribir sobre películas escandinavas es inevitable pensar en el influyente Ingmar Bergman, sin embargo vamos a hablar de una obra de otro director importante, Jan Troell, y de su gran proyecto: Los Emigrantes.
Troell se decidió a llevar a la pantalla la novela homónima de Vilhelm Moberg y a planificar lo que iba a ser una producción de proporciones gigantescas -la cinta que nos ocupa y su continuación: El Nuevo Mundo (Nybyggarna, 1972)-; y no sólo me refiero a su duración, también su calidad y dimensión épica son enormes.
El filme se organiza en torno a dos capítulos. En primer lugar, Troell indaga en las razones que llevaron a los campesinos suecos, de mediados del siglo XIX, a emigrar a los Estados Unidos. Su naturalismo extremo hace que el abanico de motivos se extienda desde la pobreza y el hambre hasta las inclemencias de una tierra en invierno perpetuo, pasando por la intolerancia de unas creencias donde predomina el temor a Dios. El hincapié en esto último es evidente cuando la película arranca con un sermón fanático y sostiene, en diversos momentos de la trama, que el pecado y la lujuria parece que aumenten en la misma proporción que la rigidez religiosa.
La segunda parte se centra en la travesía hacia la tierra prometida. También estructurada por episodios, cobra importancia el último segmento de la trama: el viaje en barco. Allí, cuando la naturaleza se vuelve en contra de los pasajeros, vuelven a surgir las envidias, el egoísmo y la intransigencia. Es como un recordatorio de lo que dejaron atrás. Las miserias físicas (mareos, vómitos, enfermedades, muerte) se confunden con las sicológicas. El duro realismo de Troell se vuelve por momentos insoportable.
Aunque la sombra de Bergman planea sobre Utvandrarna (pensemos al menos en su pareja de actores preferidos: Max Von Sydow y Liv Ullmann) Jan Troell supo dar con una visión particular del tipo de cine que se estaba haciendo en Suecia y Dinamarca. Responsable de la fotografía y el montaje, Troell usa la técnica y el guión para desarrollar el largometraje a base de contrastes: altibajos en la trama, con momentos casi bucólicos que dan paso a imágenes donde el sufrimiento es el protagonista; pero también en el encuadre, con tomas muy generales “rotas” a base de planos detalle.
Nominada para cinco oscar, Los Emigrantes ganó el Globo de Oro a la mejor película extranjera y obtuvo multitud de premios en diferentes festivales. Para no ser menos, vamos a darle también nuestro particular reconocimiento: vamos a recuperar una de sus secuencias para, posteriormente, intentar analizarla.
Estamos en el arranque de la cinta, después de los créditos y de un sermón en una iglesia protestante, viene esta maravilla:
La secuencia nos presenta, en prácticamente cinco minutos, la transición entre dos generaciones de campesinos de una misma familia. Jan Troell usa la técnica descrita anteriormente: alternar planos muy generales con primeros planos y planos detalle; y combinar escenas relajadas del campo, de los animales pastando, o de la madre realizando sus labores en el huerto, con otras menos agradables como la del accidente. Un hecho, este último, que sirve de perfecta excusa para acelerar el relevo entre padre e hijo.
Con muy poco diálogo, con una banda sonora basada en los sonidos del campo, Troell se muestra muy hábil con la elipsis: en la segunda parte de esta secuencia, y con apenas tres tomas, resuelve la búsqueda de una mujer por parte del hijo (Max Von Sydow), el noviazgo y el matrimonio hasta el primer embarazo. Además encadena las escenas muy bien cuando, por ejemplo, pasa del pie de él al de ella.
A partir de aquí Liv Ulmann toma el protagonismo de la secuencia. Una novia muy joven que de repente se encuentra embarazada y desempeñando las labores del hogar. El director expresa con imágenes lo que siente Liv Ullmann, que prefiere seguir jugando a realizar las tareas domésticas.
En la tercera parte Troell vuelve a ser duro con el espectador y nos muestra como el hermano menor mata al gato de la familia. Es una escena de pesadilla que traerá consecuencias en la vida de este personaje, sobre todo en la secuela de Los Emigrantes, otra magnífica película que también recomiendo.
Troell se decidió a llevar a la pantalla la novela homónima de Vilhelm Moberg y a planificar lo que iba a ser una producción de proporciones gigantescas -la cinta que nos ocupa y su continuación: El Nuevo Mundo (Nybyggarna, 1972)-; y no sólo me refiero a su duración, también su calidad y dimensión épica son enormes.
El filme se organiza en torno a dos capítulos. En primer lugar, Troell indaga en las razones que llevaron a los campesinos suecos, de mediados del siglo XIX, a emigrar a los Estados Unidos. Su naturalismo extremo hace que el abanico de motivos se extienda desde la pobreza y el hambre hasta las inclemencias de una tierra en invierno perpetuo, pasando por la intolerancia de unas creencias donde predomina el temor a Dios. El hincapié en esto último es evidente cuando la película arranca con un sermón fanático y sostiene, en diversos momentos de la trama, que el pecado y la lujuria parece que aumenten en la misma proporción que la rigidez religiosa.
La segunda parte se centra en la travesía hacia la tierra prometida. También estructurada por episodios, cobra importancia el último segmento de la trama: el viaje en barco. Allí, cuando la naturaleza se vuelve en contra de los pasajeros, vuelven a surgir las envidias, el egoísmo y la intransigencia. Es como un recordatorio de lo que dejaron atrás. Las miserias físicas (mareos, vómitos, enfermedades, muerte) se confunden con las sicológicas. El duro realismo de Troell se vuelve por momentos insoportable.
Aunque la sombra de Bergman planea sobre Utvandrarna (pensemos al menos en su pareja de actores preferidos: Max Von Sydow y Liv Ullmann) Jan Troell supo dar con una visión particular del tipo de cine que se estaba haciendo en Suecia y Dinamarca. Responsable de la fotografía y el montaje, Troell usa la técnica y el guión para desarrollar el largometraje a base de contrastes: altibajos en la trama, con momentos casi bucólicos que dan paso a imágenes donde el sufrimiento es el protagonista; pero también en el encuadre, con tomas muy generales “rotas” a base de planos detalle.
Nominada para cinco oscar, Los Emigrantes ganó el Globo de Oro a la mejor película extranjera y obtuvo multitud de premios en diferentes festivales. Para no ser menos, vamos a darle también nuestro particular reconocimiento: vamos a recuperar una de sus secuencias para, posteriormente, intentar analizarla.
Estamos en el arranque de la cinta, después de los créditos y de un sermón en una iglesia protestante, viene esta maravilla:
La secuencia nos presenta, en prácticamente cinco minutos, la transición entre dos generaciones de campesinos de una misma familia. Jan Troell usa la técnica descrita anteriormente: alternar planos muy generales con primeros planos y planos detalle; y combinar escenas relajadas del campo, de los animales pastando, o de la madre realizando sus labores en el huerto, con otras menos agradables como la del accidente. Un hecho, este último, que sirve de perfecta excusa para acelerar el relevo entre padre e hijo.
Con muy poco diálogo, con una banda sonora basada en los sonidos del campo, Troell se muestra muy hábil con la elipsis: en la segunda parte de esta secuencia, y con apenas tres tomas, resuelve la búsqueda de una mujer por parte del hijo (Max Von Sydow), el noviazgo y el matrimonio hasta el primer embarazo. Además encadena las escenas muy bien cuando, por ejemplo, pasa del pie de él al de ella.
A partir de aquí Liv Ulmann toma el protagonismo de la secuencia. Una novia muy joven que de repente se encuentra embarazada y desempeñando las labores del hogar. El director expresa con imágenes lo que siente Liv Ullmann, que prefiere seguir jugando a realizar las tareas domésticas.
En la tercera parte Troell vuelve a ser duro con el espectador y nos muestra como el hermano menor mata al gato de la familia. Es una escena de pesadilla que traerá consecuencias en la vida de este personaje, sobre todo en la secuela de Los Emigrantes, otra magnífica película que también recomiendo.
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jueves, 24 de septiembre de 2009
SILENCIO SE... GRABA (Semana del 25 de septiembre al 1 de octubre de 2009)
Nos adentramos en el otoño, una estación para disfrutar, aquí en el Sur, donde ya se puede pasear sin que corras el riesgo de una insolación o un golpe de calor. Para las tardes, noches y madrugadas de la próxima semana proponemos la siguiente tabla de películas recomendadas. Allí podemos encontrar varias cintas ya comentadas en el blog y otras que desarrollan historias como aquellas en donde una carta revela un amor en secreto; un cazador de recompensas adiestra a un sheriff imberbe; o un periodista vuelve, una y otra vez, a vivir el mismo día. Que las disfruten.
Pinchar en la tabla para verla mejor (las películas en rojo no son necesariamente las mejores, son las que se comentan más abajo)
Comentarios de algunas de las cintas recomendadas:
El Desierto Rojo (Il Deserto Rosso de Michelangelo Antonioni, 1964). Monica Vitti, Richard Harris. (Canal 7 Región de Murcia, viernes 25 a las 04:55)
Filme importante de Antonioni que continúa con sus indagaciones sobre la falta de comunicación en las relaciones, pero esta vez con un uso experimental del color que proporciona a la película el atractivo que sin duda tiene. El expresionismo aquí es con letras mayúsculas cuando el director italiano abandona el blanco y negro, las sombras y las luces, y se decide a ensayar con el color y a utilizar las tonalidades cromáticas con el objetivo de anunciar el estado de ánimo de los personajes. Para conseguir sus propósitos expresionistas, casi de manera enfermiza, Antonioni mandó pintar una fábrica entera, y hasta un bosque.
De la pareja de actores elegida, Monica Vitti sigue en la misma línea que la famosa trilogía de la incomunicación (La Aventura, La Noche y El Eclipse), mientras el que sorprende es el casi siempre histriónico Richard Harris, que aquí se somete a Antonioni y obtiene un nuevo registro interpretativo. Un trabajo que realizó muy a pesar suyo, tal como se desprende de los problemas que tuvo con el director italiano. Antonioni retrasó tanto el rodaje que el actor británico decidió abandonarlo antes de perder su siguiente trabajo en Mayor Dundee (Sam Peckinpah, 1964). Al parecer, Antonioni se vio obligado a utilizar un doble para finalizar la película.
De cualquier forma, tanto Monica Vitti como Richard Harris consiguen fundirse con el desasosiego de un entorno de niebla, frío y contaminación, consiguiendo la extraña armonía que preside la cinta. De ella destacan la secuencia dentro de una especie de caseta encarnada donde “juegan” los personajes, mientras en el exterior llega un siniestro barco que se declara en cuarentena (Antonioni no desperdicia ningún elemento para subrayar la sensación de aislamiento). Pero, sobre todo, las escenas de Monica Vitti vagando por la fábrica desierta, muy cercanas a las del final de El Grito (Il Grido, 1957), una cinta que, en parte, resulta casi un borrador de El Desierto Rojo, pero que no llega a su altura a la hora de hipnotizar al espectador; ni a la de profundizar tanto en la soledad que casi consigue atravesarla con sus magníficas imágenes.
Raw Deal (Anthony Mann, 1948). Dennis O’Keefe, Claire Trevor, Marsha Hunt. (Popular TV, viernes 25 a las 17:15)
Sorprendente película de Anthony Mann, una joya del cine negro para descubrir con muchísimos aspectos destacables. Raw Deal es una muestra de lo que ya era capaz de hacer Mann en la década anterior a su explosión definitiva como realizador.
Mann transforma en una trama más compleja la manida historia del delincuente que se fuga de la cárcel para ajustar cuentas con su antigua banda. Primero porque la evasión ha sido preparada por los gangsters como parte de un complot para acabar con él. Y segundo por la intervención de dos mujeres que competirán por el amor del protagonista: la letrada que lleva su caso, Ann (Marsha Hunt) y su amante, Pat (Claire Trevor, qué gran dama, poco reconocida, pero con una carrera ejemplar a sus espaldas, siempre interpretando a mujeres con carácter, recordemos La Diligencia, Kayo Largo, Historia de un detective, y un largo etcétera).
Precisamente, la voz en off de Claire Trevor conduce la trama, pero lo hace de forma lineal, sin apoyarse en el típico flash-back del género, esto hace que se mantenga el suspense hasta el final sin que el espectador sepa lo que va a suceder. Además la película está muy bien estructurada en dos partes: una primera, de mayor duración, tiene una clara forma de road movie, con los tres fugitivos acercándose a San Francisco desde la prisión; mientras que la segunda se desarrolla en la gran ciudad para concluir de forma espectacular. La definición inicial de los personajes –nadie es del todo bueno, como en las mejores películas negras- va cambiando a lo largo de la angustiosa ruta para llegar a clarificarse al final. La que no cambia es la del “malo” –Raymond Burr, de una violencia desatada- al que Mann presenta con una secuencia que anticipa la famosa de Lee Marvin en Los Sobornados (The Big Heat de Fritz Lang, 1953).
Pero si el guión y el tratamiento de los personajes son casi perfectos, la fotografía y la puesta en escena pueden situarse entre lo mejor que se ha hecho nunca en el cine negro. Mi afirmación podría parecer exagerada pero es que la forma de rodar de Mann y la maestría de su director de fotografía, John Alton, no me deja más remedio que mantener lo dicho. Veamos por qué:
El director, y el operador, se plantean una película de serie B como un ejercicio de estilo. Mann suple los escasos recursos disponibles con efectivas elipsis y una admirable puesta en escena que ahorra tiempo y dinero (en las escenas de acción todo sucede rápido, muy rápido). Un ejemplo: la fuga. Mann dirige la secuencia alternando el primer plano de Pat con un plano muy general de la muralla de la prisión (punto de vista de ella), donde la acción, electrizante, se acerca a toda velocidad hasta alcanzarla de lleno. En las tomas de interior, el virtuosismo técnico alcanza momentos difíciles de superar cuando John Alton maneja las sombras y Mann rueda como si estuviera inventando el Cinemascope (que luego dominaría como nadie). Así, cuando vemos un teléfono que suena en primer término, en la esquina del encuadre, el personaje que contesta se aproxima desde el fondo para llenar con su rostro toda la pantalla. Hay un plano, que abre la conclusión de la cinta, donde Claire Trevor, de perfil, deja espacio para que se vea un reloj que anuncia la posible muerte de Ann. El velo que le cubre la cara, y su rostro parcialmente iluminado por un portillo (allí estaba Alton), son premonitorios de lo que va a suceder. Scorsese consideraba a John Alton como un maestro y recomendaba efusivamentre su manual de fotografía en el excelente documental que realizó sobre el cine norteamericano.
Sólo me queda por decir que se dejen llevar por Claire Trevor a través de un viaje que quiere terminar en una vida digna -“donde uno pueda dedicar su vida a trabajar en algo decente que se pueda hacer a la luz del día”-; que noten esa neblina que no presagia nada bueno; que se maravillen de la secuencia de la playa, donde se repiten los planos de un personaje y de otro para concluir unidos; y que se adentren en Corkscrew Alley, un callejón sin salida, iluminado por un único farol, que va a ser testigo de una venganza.
Vacaciones sin novia (The Perfect Furlough de Blake Edwards, 1959). Tony Curtis, Janet Leigh. (Televisión de Canarias, domingo 27 a las 01:25)
Comedia de Blake Edwards con uno de sus actores fetiches Tony Curtis, que aquí aparece con su mujer en la realidad: Janet Leigh, padres ambos de Jamie Lee Curtis. No es de los mejores trabajos de Edwards, pero ofrece situaciones bastante graciosas, y descubre a Curtis como un gran actor de comedias; posteriormente haría con el mismo director Operación Pacífico (Operation Petticoat, 1959) y La carrera del siglo (The Great Race, 1965), ambas mejores que ésta.
Julio César (Julius Caesar de Joseph L. Mankiewicz, 1953). Marlon Brando, James Mason, John Gielgud, Louis Calhern, Deborah Kerr. (Veo TV, martes 29 a las 16:30)
El más "dramaturgo" de los directores, Mankiewicz, realiza un homenaje al mayor dramaturgo de todos los tiempos… leer más
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Comentarios de algunas de las cintas recomendadas:
El Desierto Rojo (Il Deserto Rosso de Michelangelo Antonioni, 1964). Monica Vitti, Richard Harris. (Canal 7 Región de Murcia, viernes 25 a las 04:55)
Filme importante de Antonioni que continúa con sus indagaciones sobre la falta de comunicación en las relaciones, pero esta vez con un uso experimental del color que proporciona a la película el atractivo que sin duda tiene. El expresionismo aquí es con letras mayúsculas cuando el director italiano abandona el blanco y negro, las sombras y las luces, y se decide a ensayar con el color y a utilizar las tonalidades cromáticas con el objetivo de anunciar el estado de ánimo de los personajes. Para conseguir sus propósitos expresionistas, casi de manera enfermiza, Antonioni mandó pintar una fábrica entera, y hasta un bosque.
De la pareja de actores elegida, Monica Vitti sigue en la misma línea que la famosa trilogía de la incomunicación (La Aventura, La Noche y El Eclipse), mientras el que sorprende es el casi siempre histriónico Richard Harris, que aquí se somete a Antonioni y obtiene un nuevo registro interpretativo. Un trabajo que realizó muy a pesar suyo, tal como se desprende de los problemas que tuvo con el director italiano. Antonioni retrasó tanto el rodaje que el actor británico decidió abandonarlo antes de perder su siguiente trabajo en Mayor Dundee (Sam Peckinpah, 1964). Al parecer, Antonioni se vio obligado a utilizar un doble para finalizar la película.
De cualquier forma, tanto Monica Vitti como Richard Harris consiguen fundirse con el desasosiego de un entorno de niebla, frío y contaminación, consiguiendo la extraña armonía que preside la cinta. De ella destacan la secuencia dentro de una especie de caseta encarnada donde “juegan” los personajes, mientras en el exterior llega un siniestro barco que se declara en cuarentena (Antonioni no desperdicia ningún elemento para subrayar la sensación de aislamiento). Pero, sobre todo, las escenas de Monica Vitti vagando por la fábrica desierta, muy cercanas a las del final de El Grito (Il Grido, 1957), una cinta que, en parte, resulta casi un borrador de El Desierto Rojo, pero que no llega a su altura a la hora de hipnotizar al espectador; ni a la de profundizar tanto en la soledad que casi consigue atravesarla con sus magníficas imágenes.
Raw Deal (Anthony Mann, 1948). Dennis O’Keefe, Claire Trevor, Marsha Hunt. (Popular TV, viernes 25 a las 17:15)
Sorprendente película de Anthony Mann, una joya del cine negro para descubrir con muchísimos aspectos destacables. Raw Deal es una muestra de lo que ya era capaz de hacer Mann en la década anterior a su explosión definitiva como realizador.
Mann transforma en una trama más compleja la manida historia del delincuente que se fuga de la cárcel para ajustar cuentas con su antigua banda. Primero porque la evasión ha sido preparada por los gangsters como parte de un complot para acabar con él. Y segundo por la intervención de dos mujeres que competirán por el amor del protagonista: la letrada que lleva su caso, Ann (Marsha Hunt) y su amante, Pat (Claire Trevor, qué gran dama, poco reconocida, pero con una carrera ejemplar a sus espaldas, siempre interpretando a mujeres con carácter, recordemos La Diligencia, Kayo Largo, Historia de un detective, y un largo etcétera).
Precisamente, la voz en off de Claire Trevor conduce la trama, pero lo hace de forma lineal, sin apoyarse en el típico flash-back del género, esto hace que se mantenga el suspense hasta el final sin que el espectador sepa lo que va a suceder. Además la película está muy bien estructurada en dos partes: una primera, de mayor duración, tiene una clara forma de road movie, con los tres fugitivos acercándose a San Francisco desde la prisión; mientras que la segunda se desarrolla en la gran ciudad para concluir de forma espectacular. La definición inicial de los personajes –nadie es del todo bueno, como en las mejores películas negras- va cambiando a lo largo de la angustiosa ruta para llegar a clarificarse al final. La que no cambia es la del “malo” –Raymond Burr, de una violencia desatada- al que Mann presenta con una secuencia que anticipa la famosa de Lee Marvin en Los Sobornados (The Big Heat de Fritz Lang, 1953).
Pero si el guión y el tratamiento de los personajes son casi perfectos, la fotografía y la puesta en escena pueden situarse entre lo mejor que se ha hecho nunca en el cine negro. Mi afirmación podría parecer exagerada pero es que la forma de rodar de Mann y la maestría de su director de fotografía, John Alton, no me deja más remedio que mantener lo dicho. Veamos por qué:
El director, y el operador, se plantean una película de serie B como un ejercicio de estilo. Mann suple los escasos recursos disponibles con efectivas elipsis y una admirable puesta en escena que ahorra tiempo y dinero (en las escenas de acción todo sucede rápido, muy rápido). Un ejemplo: la fuga. Mann dirige la secuencia alternando el primer plano de Pat con un plano muy general de la muralla de la prisión (punto de vista de ella), donde la acción, electrizante, se acerca a toda velocidad hasta alcanzarla de lleno. En las tomas de interior, el virtuosismo técnico alcanza momentos difíciles de superar cuando John Alton maneja las sombras y Mann rueda como si estuviera inventando el Cinemascope (que luego dominaría como nadie). Así, cuando vemos un teléfono que suena en primer término, en la esquina del encuadre, el personaje que contesta se aproxima desde el fondo para llenar con su rostro toda la pantalla. Hay un plano, que abre la conclusión de la cinta, donde Claire Trevor, de perfil, deja espacio para que se vea un reloj que anuncia la posible muerte de Ann. El velo que le cubre la cara, y su rostro parcialmente iluminado por un portillo (allí estaba Alton), son premonitorios de lo que va a suceder. Scorsese consideraba a John Alton como un maestro y recomendaba efusivamentre su manual de fotografía en el excelente documental que realizó sobre el cine norteamericano.
Sólo me queda por decir que se dejen llevar por Claire Trevor a través de un viaje que quiere terminar en una vida digna -“donde uno pueda dedicar su vida a trabajar en algo decente que se pueda hacer a la luz del día”-; que noten esa neblina que no presagia nada bueno; que se maravillen de la secuencia de la playa, donde se repiten los planos de un personaje y de otro para concluir unidos; y que se adentren en Corkscrew Alley, un callejón sin salida, iluminado por un único farol, que va a ser testigo de una venganza.
Vacaciones sin novia (The Perfect Furlough de Blake Edwards, 1959). Tony Curtis, Janet Leigh. (Televisión de Canarias, domingo 27 a las 01:25)
Comedia de Blake Edwards con uno de sus actores fetiches Tony Curtis, que aquí aparece con su mujer en la realidad: Janet Leigh, padres ambos de Jamie Lee Curtis. No es de los mejores trabajos de Edwards, pero ofrece situaciones bastante graciosas, y descubre a Curtis como un gran actor de comedias; posteriormente haría con el mismo director Operación Pacífico (Operation Petticoat, 1959) y La carrera del siglo (The Great Race, 1965), ambas mejores que ésta.
Julio César (Julius Caesar de Joseph L. Mankiewicz, 1953). Marlon Brando, James Mason, John Gielgud, Louis Calhern, Deborah Kerr. (Veo TV, martes 29 a las 16:30)
El más "dramaturgo" de los directores, Mankiewicz, realiza un homenaje al mayor dramaturgo de todos los tiempos… leer más
jueves, 17 de septiembre de 2009
SILENCIO SE... GRABA (Semana del 18 al 24 de septiembre de 2009)
Ya sabemos cual fue la ganadora del León de Oro: Lebanon del israelí Samuel Maoz; también conocemos quién se llevó el premio Volpi al mejor actor: Colin Firth (y nos acordamos de alguna amiga que estará encantada con la noticia). Nosotros seguimos con nuestra particular cita con los canales en abierto y nos alegramos de tener la oportunidad de comentar una de nuestras más queridas películas. Mientras tanto recomendamos la siguiente tabla de pases televisivos:
Pinchar en la tabla para verla mejor (las películas en rojo no son necesariamente las mejores, son las que se comentan más abajo)
Comentarios de algunas de las cintas recomendadas:
El Cuarto Mandamiento (The Magnificent Ambersons de Orson Welles, 1942). Joseph Cotten, Dolores Costello, Tim Holt, Anne Baxter. (Canal 9, viernes 18 a las 03:15)
Segunda película de Welles y segunda obra maestra; para el que suscribe, ligeramente por encima de Ciudadano Kane a pesar de las importantes modificaciones, del falso final feliz y de más de 40 minutos amputados por la RKO.
Orson Welles se vale de la novela de Booth Tarkington para contar, una vez más, una trama sobre la decadencia en el seno de la alta sociedad, sobre el triunfo del progreso y sobre las oportunidades perdidas en la búsqueda de la felicidad. Y lo hace narrando la historia de una familia aristócrata americana, Los Ambersons, y centrándola en la subtrama principal: la relación fallida entre un plebeyo (Joseph Cotten), futuro emprendedor que simboliza el progreso, y la hija del magnate (Dolores Costello), que sufre la actitud negativa de su familia y, posteriormente, la de su propio hijo (Tim Holt). Este niño mal criado se opone con más fuerza aún a la unión entre los protagonistas. Su intolerancia (como la de Kane y otros personajes de Welles) destrozará su vida y la de todos los que le rodean, incluyendo al amor de su vida (Anne Baxter).
Como se ha citado la película fue cortada por los productores de la RKO mientras Welles estaba en Brasil rodando el documental incompleto It's all true. El montaje final corresponde al futuro director Robert Wise que consigue mantener intactos (o casi) algunos elementos verdaderamente evocadores:
La fotografía expresionista en blanco y negro. Según la secuencia que se trate, puede ser cautivadora, romántica, cómica o agobiante. El decorado acompaña al argumento y casi lo dirige: La Mansión de los Ambersons –y su decadencia- gobierna el transcurrir de la historia. Y no hay más remedio que destacar la famosa escalera. No es la única vez que una escalera toma tanto protagonismo (pensemos en El Ídolo Caído y en tantas otras), pero es que aquí casi toma vida cuando se encuentra presente en los momentos decisivos de la trama.
El barroquismo de Welles sigue predominando en unos encuadres que deforman la imagen, pero más controlado que en su ópera prima. Además una suerte de planificación de la puesta en escena se traduce en planos secuencia inolvidables. Sólo hay que maravillarse, y seguir una y otra vez, por ejemplo, la escena del baile. Es la actitud formalista de Welles. La que propicia que toda su obra, con independencia de la temática abordada, tenga una continuidad tan clara.
Los actores están geniales. Otra vez, como sucede en Kane, son procedentes del Mercury Theatre; excepto Dolores Costello, una actriz del cine mudo que finalizó su carrera prematuramente debido al deterioro de su rostro causado por las severas sesiones de maquillaje. Y de nuevo hay que hacer una mención especial: Agnes Moorehead. Su papel de la instigadora tía Fanny se encuentra totalmente imbuido del espíritu de la mansión, como una especie de portavoz activo de salones, paredes y chimeneas.
Welles, aunque no actúa, se encuentra presente a lo largo de toda la película. Con su voz en off hace de narrador y dialoga con los coros: gentes de la calle, clientes y propietarios de pequeños negocios, que hacen de improvisados cronistas. También sorprende en los ingeniosos créditos finales, leídos por él mismo. Al final, y con un plano detalle de un micrófono, se oye su enorme y profunda voz (es aquí cuando nos imaginamos su presencia) que dice: "La escribí y la dirigí yo... Ah, mi nombre es Orson Welles”.
2001: Una Odisea del Espacio (2001: A space Odyssey de Stanley Kubrick, 1968). Keir Dullea, Gary Lookwood. (Televisión del Principado de Asturias, domingo 20 a las 00:00)
Cuando el mundo se vio sacudido por un inicio de revolución estudiantil, por unas ideas utópicas que fomentaban el amor libre y el final de todas las guerras, cuando todo esto sucedía un genio llamado Stanley Kubrick estrenaba su obra más importante… leer más
Comenzó en el Trópico (Swing High, Swing Low de Mitchell Leisen, 1937). Carole Lombard, Fred MacMurray, Dorothy Lamour. (Popular TV, domingo 20 a las 00:30)
Adaptación de la obra de teatro “Burlesque”, de George Manker Watters y Arthur Hopkins, a cargo de la “fábrica” de comedias de la Paramount regentada por el todopoderoso Adolph Zukor. La cinta, en efecto, arranca como una comedia romántica con una secuencia muy bien rodada a base de picados y contrapicados donde los protagonistas se encuentran en el Canal de Panamá: Maggie (la gran Carole Lombard) viaja en un crucero como peluquera ocasional y cuando su barco atraviesa una de las esclusas del Canal conoce a Skid (Fred MacMurray), un soldado americano próximo a licenciarse. Skid, en tierra, ve a Maggie asomada por un portillo y comienza a hablar con ella mientras el buque baja de nivel como consecuencia de la salida de aguas de la esclusa. Maggie “desciende” hasta el nivel del soldado, y más abajo, en una escena singular que promete futuras situaciones cómicas.
Sin embargo el filme cambia de género para pasarse al musical en el momento en que descubrimos que Skid es un virtuoso de la trompeta. Pero la mutación es transitoria: la película se transforma definitivamente en melodrama cuando interviene un tercer personaje (Dorothy Lamour) que vuelve inestable la relación entre Maggie y Skid.
El largometraje no llega a funcionar del todo en el aspecto musical debido a que el director, Mitchell Leisen, interrumpe los números con insertos aburridos de personajes secundarios. Además no le perdonamos que la chica “mala” de la película sea nuestra querida Dottie Lamour. Un encanto, como siempre, en sus actuaciones, con una especie de trikini que no deja ver bien el director y sus excesos con el atrezzo. Y es que Leisen abarrota los espacios hasta volverlos angustiosos cuando la trama no persigue esa intención. En algo tenía que notarse su paso previo por las labores de decoración, pero no queda bien esa especie de ambiente exótico forzado a lo Von Sternberg cuando se suceden las mejores secuencias musicales. Pero no sólo falla el director, también lo hace Fred MacMurray, sobre todo cuando simula tocar la trompeta. Da la impresión de que no sabe que hay que soplar para que suene el instrumento. Y lo malo es que la trama exige que toque casi todo el tiempo.
De Swing High, Swing Low nos quedamos con la primera parte, con el encuentro en el Canal y la pelea del bar (atención a un jovencísimo Anthony Quinn), con la encantadora Carole Lombard y la delicia de un par de números a cargo de Dorothy Lamour. Y con una escena muy bien planificada, fotografiada y rodada por Leisen. Un encuadre prácticamente fijo que se repetirá hasta tres veces -el plano lo merece- para marcar la estructura narrativa de la cinta: Fred MacMurray abraza a Carole Lombard mientras interpretan el tema estrella de la cinta.
Pinchar en la tabla para verla mejor (las películas en rojo no son necesariamente las mejores, son las que se comentan más abajo)
Comentarios de algunas de las cintas recomendadas:
El Cuarto Mandamiento (The Magnificent Ambersons de Orson Welles, 1942). Joseph Cotten, Dolores Costello, Tim Holt, Anne Baxter. (Canal 9, viernes 18 a las 03:15)
Segunda película de Welles y segunda obra maestra; para el que suscribe, ligeramente por encima de Ciudadano Kane a pesar de las importantes modificaciones, del falso final feliz y de más de 40 minutos amputados por la RKO.
Orson Welles se vale de la novela de Booth Tarkington para contar, una vez más, una trama sobre la decadencia en el seno de la alta sociedad, sobre el triunfo del progreso y sobre las oportunidades perdidas en la búsqueda de la felicidad. Y lo hace narrando la historia de una familia aristócrata americana, Los Ambersons, y centrándola en la subtrama principal: la relación fallida entre un plebeyo (Joseph Cotten), futuro emprendedor que simboliza el progreso, y la hija del magnate (Dolores Costello), que sufre la actitud negativa de su familia y, posteriormente, la de su propio hijo (Tim Holt). Este niño mal criado se opone con más fuerza aún a la unión entre los protagonistas. Su intolerancia (como la de Kane y otros personajes de Welles) destrozará su vida y la de todos los que le rodean, incluyendo al amor de su vida (Anne Baxter).
Como se ha citado la película fue cortada por los productores de la RKO mientras Welles estaba en Brasil rodando el documental incompleto It's all true. El montaje final corresponde al futuro director Robert Wise que consigue mantener intactos (o casi) algunos elementos verdaderamente evocadores:
La fotografía expresionista en blanco y negro. Según la secuencia que se trate, puede ser cautivadora, romántica, cómica o agobiante. El decorado acompaña al argumento y casi lo dirige: La Mansión de los Ambersons –y su decadencia- gobierna el transcurrir de la historia. Y no hay más remedio que destacar la famosa escalera. No es la única vez que una escalera toma tanto protagonismo (pensemos en El Ídolo Caído y en tantas otras), pero es que aquí casi toma vida cuando se encuentra presente en los momentos decisivos de la trama.
El barroquismo de Welles sigue predominando en unos encuadres que deforman la imagen, pero más controlado que en su ópera prima. Además una suerte de planificación de la puesta en escena se traduce en planos secuencia inolvidables. Sólo hay que maravillarse, y seguir una y otra vez, por ejemplo, la escena del baile. Es la actitud formalista de Welles. La que propicia que toda su obra, con independencia de la temática abordada, tenga una continuidad tan clara.
Los actores están geniales. Otra vez, como sucede en Kane, son procedentes del Mercury Theatre; excepto Dolores Costello, una actriz del cine mudo que finalizó su carrera prematuramente debido al deterioro de su rostro causado por las severas sesiones de maquillaje. Y de nuevo hay que hacer una mención especial: Agnes Moorehead. Su papel de la instigadora tía Fanny se encuentra totalmente imbuido del espíritu de la mansión, como una especie de portavoz activo de salones, paredes y chimeneas.
Welles, aunque no actúa, se encuentra presente a lo largo de toda la película. Con su voz en off hace de narrador y dialoga con los coros: gentes de la calle, clientes y propietarios de pequeños negocios, que hacen de improvisados cronistas. También sorprende en los ingeniosos créditos finales, leídos por él mismo. Al final, y con un plano detalle de un micrófono, se oye su enorme y profunda voz (es aquí cuando nos imaginamos su presencia) que dice: "La escribí y la dirigí yo... Ah, mi nombre es Orson Welles”.
2001: Una Odisea del Espacio (2001: A space Odyssey de Stanley Kubrick, 1968). Keir Dullea, Gary Lookwood. (Televisión del Principado de Asturias, domingo 20 a las 00:00)
Cuando el mundo se vio sacudido por un inicio de revolución estudiantil, por unas ideas utópicas que fomentaban el amor libre y el final de todas las guerras, cuando todo esto sucedía un genio llamado Stanley Kubrick estrenaba su obra más importante… leer más
Comenzó en el Trópico (Swing High, Swing Low de Mitchell Leisen, 1937). Carole Lombard, Fred MacMurray, Dorothy Lamour. (Popular TV, domingo 20 a las 00:30)
Adaptación de la obra de teatro “Burlesque”, de George Manker Watters y Arthur Hopkins, a cargo de la “fábrica” de comedias de la Paramount regentada por el todopoderoso Adolph Zukor. La cinta, en efecto, arranca como una comedia romántica con una secuencia muy bien rodada a base de picados y contrapicados donde los protagonistas se encuentran en el Canal de Panamá: Maggie (la gran Carole Lombard) viaja en un crucero como peluquera ocasional y cuando su barco atraviesa una de las esclusas del Canal conoce a Skid (Fred MacMurray), un soldado americano próximo a licenciarse. Skid, en tierra, ve a Maggie asomada por un portillo y comienza a hablar con ella mientras el buque baja de nivel como consecuencia de la salida de aguas de la esclusa. Maggie “desciende” hasta el nivel del soldado, y más abajo, en una escena singular que promete futuras situaciones cómicas.
Sin embargo el filme cambia de género para pasarse al musical en el momento en que descubrimos que Skid es un virtuoso de la trompeta. Pero la mutación es transitoria: la película se transforma definitivamente en melodrama cuando interviene un tercer personaje (Dorothy Lamour) que vuelve inestable la relación entre Maggie y Skid.
El largometraje no llega a funcionar del todo en el aspecto musical debido a que el director, Mitchell Leisen, interrumpe los números con insertos aburridos de personajes secundarios. Además no le perdonamos que la chica “mala” de la película sea nuestra querida Dottie Lamour. Un encanto, como siempre, en sus actuaciones, con una especie de trikini que no deja ver bien el director y sus excesos con el atrezzo. Y es que Leisen abarrota los espacios hasta volverlos angustiosos cuando la trama no persigue esa intención. En algo tenía que notarse su paso previo por las labores de decoración, pero no queda bien esa especie de ambiente exótico forzado a lo Von Sternberg cuando se suceden las mejores secuencias musicales. Pero no sólo falla el director, también lo hace Fred MacMurray, sobre todo cuando simula tocar la trompeta. Da la impresión de que no sabe que hay que soplar para que suene el instrumento. Y lo malo es que la trama exige que toque casi todo el tiempo.
De Swing High, Swing Low nos quedamos con la primera parte, con el encuentro en el Canal y la pelea del bar (atención a un jovencísimo Anthony Quinn), con la encantadora Carole Lombard y la delicia de un par de números a cargo de Dorothy Lamour. Y con una escena muy bien planificada, fotografiada y rodada por Leisen. Un encuadre prácticamente fijo que se repetirá hasta tres veces -el plano lo merece- para marcar la estructura narrativa de la cinta: Fred MacMurray abraza a Carole Lombard mientras interpretan el tema estrella de la cinta.
martes, 15 de septiembre de 2009
COLABORACIÓN: EL CINE NEGRO (Noël Simsolo)
Nuestra amiga Ariodante nos manda un interesante artículo sobre un género que nos apasiona. Una colaboración que nos atrae particularmente, no sólo por el tema sino porque analiza una obra que he leído y releído varias veces. El libro de Noël Simsolo, casi de cabecera, es muy recomendable; el artículo de Ariodante también. Os dejo con ella:
Noël Simsolo, (Perigueux, 1944) es todo un personaje en sí mismo: director, historiador y actor de cine, así como novelista. Su obra ensayística sobre cine se ha centrado en Hitchcock, Fuller, Jerry Lewis, Leone, y Clint Eastwood, principalmente. Vinculado a Cahiers du Cinéma, que le avala perfectamente, por ser un punto de referencia clásico sobre el universo fílmico.
Simsolo estudia el fenómeno del cine negro en su concreción y en su globalidad. Primero, en la introducción, intenta definir lo indefinible. Precisamente el cine negro es algo muy difícil de definir, porque es, como bien le llama Simsolo, como una nebulosa. Globalmente, analiza muy detalladamente los precedentes y las interconexiones con otros géneros, y sus posteriores ecos contemporáneos, y concretamente, le dedica una sección central al ciclo negro americano, donde analiza a los más importantes cineastas que lo desarrollan, y las relaciones de éstos con los autores literarios que escriben novela negra. Después consagra otras secciones a la estética del negro, analizando película por película, siempre interrelacionándolas con otras opciones góticas, western, etc. Estudia exhaustivamente los temas y a los personajes, el cine de gángsters, los detectives, las películas carcelarias, del mundo del boxeo, y toda una gama de películas no exactamente negras, pero que lindan y se entremezclan con ellas. A lo largo del libro la sombra de Fritz Lang planea y se alarga.
(Esta reseña ha sido publicada previamente en Anika entre Libros: http://libros2.ciberanika.com/desktopdefault.aspx?pagina=/letras/S/p04713.ascx)
Ariodante.
Julio 2009
Noël Simsolo, (Perigueux, 1944) es todo un personaje en sí mismo: director, historiador y actor de cine, así como novelista. Su obra ensayística sobre cine se ha centrado en Hitchcock, Fuller, Jerry Lewis, Leone, y Clint Eastwood, principalmente. Vinculado a Cahiers du Cinéma, que le avala perfectamente, por ser un punto de referencia clásico sobre el universo fílmico.
Simsolo estudia el fenómeno del cine negro en su concreción y en su globalidad. Primero, en la introducción, intenta definir lo indefinible. Precisamente el cine negro es algo muy difícil de definir, porque es, como bien le llama Simsolo, como una nebulosa. Globalmente, analiza muy detalladamente los precedentes y las interconexiones con otros géneros, y sus posteriores ecos contemporáneos, y concretamente, le dedica una sección central al ciclo negro americano, donde analiza a los más importantes cineastas que lo desarrollan, y las relaciones de éstos con los autores literarios que escriben novela negra. Después consagra otras secciones a la estética del negro, analizando película por película, siempre interrelacionándolas con otras opciones góticas, western, etc. Estudia exhaustivamente los temas y a los personajes, el cine de gángsters, los detectives, las películas carcelarias, del mundo del boxeo, y toda una gama de películas no exactamente negras, pero que lindan y se entremezclan con ellas. A lo largo del libro la sombra de Fritz Lang planea y se alarga.
La parte final, concentra su mirada en el tema del macarthysmo, la persecución de los comunistas en el mundo del cine, las posiciones adoptadas por los cineastas al respecto, los que delataron, los que no lo hicieron, y aquellos que se exiliaron. Y acaba con la modernidad, viendo el por qué desaparece el cine negro, y dedicando un brevísimo capítulo final a Tarantino, por su inspiración en los motivos clásicos negros y su aglutinación con otros más novedosos y de posterior creación.
El autor comienza recordándonos que el concepto de film noir es un término inventado por los franceses que sirve de referencia para identificar un ciclo de películas rodadas en Hollywood entre los años 1944 y 1959. No es un género, propiamente, ni desarrolla una plataforma teórica. Es una nebulosa, como hemos citado más arriba. Y los críticos actualmente meten en el mismo saco thrillers, cine de gangsters, cine policíaco, suspense, investigación periodística, etc. cuando hablan de cine negro. De ahí el caos.
El autor comienza recordándonos que el concepto de film noir es un término inventado por los franceses que sirve de referencia para identificar un ciclo de películas rodadas en Hollywood entre los años 1944 y 1959. No es un género, propiamente, ni desarrolla una plataforma teórica. Es una nebulosa, como hemos citado más arriba. Y los críticos actualmente meten en el mismo saco thrillers, cine de gangsters, cine policíaco, suspense, investigación periodística, etc. cuando hablan de cine negro. De ahí el caos.
Hay, según Simsolo, autores incuestionables que han realizado grandes obras maestras del cine negro: Lang, Fuller, Orson Welles, Walsh, Siodmak, Premminger. Pero también directores de segunda fila han conseguido obras meritorias de serie B.
En cuanto a la estética fílmica, los rasgos distintivos son muy claros: sombras que ocultan parcialmente el decorado y rostros picados en perspectivas agudas, noches lluviosas y neblinosas, espacios cerrados, todo ello transmitiendo una sensación de inquietud. Y voces en off que nos relatan sus pensamientos recónditos. Y la amoralidad de los personajes, la naturaleza de antihéroes de sus protagonistas, la línea imprecisa que separa lo bueno de lo malo, a diferencia del cine policíaco o de gángsters, dondeestá muy claro quiénes son los buenos y los malos desde el principio. En el cine negro el protagonista tiene su propia moral, y a veces no coincide con lo que podría esperarse.
La palabra “negro” en un contexto literario y fílmico, aúna desesperación y mala suerte, lo funerario, lo sucio, la noche, y las cosas desagradables. En las revistas francesas de los años inmediatamente posteriores a la Guerra ya se empieza a hablar de cine negro. Y El Halcón Maltés, en la versión del gran John Huston se estrena en 1941, siendo considerada oficialmente (aunque no por Simsolo) la primera película negra, aunque ya hubo dos versiones anteriores, si bien suavizadas por la aplicación del Código Hays. Claro que estas normas de censura forzaron a los cineastas a buscar medios para eludirla, utilizando sombras y el sonido en off para los actos más salvajes o terroríficos, ganando calidad su cine, ya que todos los grandes directores aconsejan usar la elipse y nunca mostrar frontalmente personas, hechos o detalles terroríficos o muy violentos, sino sugerirlos. Consejo muy olvidado en el cine contemporáneo, por cierto.
Me parece un estudio muy francés –como no podía ser de otro modo, lógicamente- con su parte positiva y su negativa. Observo que a pesar de ser un estudio completísimo, y muy detallado, en mi opinión más que clarificar, crea una cierta confusión alrededor de lo que trata de esclarecer. Analizar un tipo de cine que es mayoritariamente norteamericano, Hollywood puro, desde la perspectiva del cine francés, que siempre ha querido acaparar las esencias del cine, implica partir de una base cuando menos, dudosa. Es inevitable que sus comparaciones y sus referencias se vuelvan siempre al país que originó el cine, pero en algunos casos parece que es un poco rizar el rizo.
La palabra “negro” en un contexto literario y fílmico, aúna desesperación y mala suerte, lo funerario, lo sucio, la noche, y las cosas desagradables. En las revistas francesas de los años inmediatamente posteriores a la Guerra ya se empieza a hablar de cine negro. Y El Halcón Maltés, en la versión del gran John Huston se estrena en 1941, siendo considerada oficialmente (aunque no por Simsolo) la primera película negra, aunque ya hubo dos versiones anteriores, si bien suavizadas por la aplicación del Código Hays. Claro que estas normas de censura forzaron a los cineastas a buscar medios para eludirla, utilizando sombras y el sonido en off para los actos más salvajes o terroríficos, ganando calidad su cine, ya que todos los grandes directores aconsejan usar la elipse y nunca mostrar frontalmente personas, hechos o detalles terroríficos o muy violentos, sino sugerirlos. Consejo muy olvidado en el cine contemporáneo, por cierto.
Me parece un estudio muy francés –como no podía ser de otro modo, lógicamente- con su parte positiva y su negativa. Observo que a pesar de ser un estudio completísimo, y muy detallado, en mi opinión más que clarificar, crea una cierta confusión alrededor de lo que trata de esclarecer. Analizar un tipo de cine que es mayoritariamente norteamericano, Hollywood puro, desde la perspectiva del cine francés, que siempre ha querido acaparar las esencias del cine, implica partir de una base cuando menos, dudosa. Es inevitable que sus comparaciones y sus referencias se vuelvan siempre al país que originó el cine, pero en algunos casos parece que es un poco rizar el rizo.
El cine francés ha tenido sus grandes directores, René Clair, Jean Renoir, y a partir de ahí ha desarrollado un cine policíaco encomiable, y muy particular. Esto es obvio. Pero en mi opinión, sólo Jacques Tourneur ha hecho propiamente un muy buen cine negro, y no lo ha hecho en Francia, precisamente.
El cine negro, como la novela negra, que ha servido de base a tantos guiones cinematográficos, es un fenómeno americano, nos guste o no. Y creo que todo el esfuerzo de Simsolo –sin que por ello desmerezca su estupendo ensayo-, adolece de un cierto escoramiento, una inclinación a ligar al cine americano con el cine europeo, a recordarnos que los grandes cineastas de los años cuarenta y cincuenta provienen de Europa, exiliados por la Guerra, acogidos y alimentados por Hollywood, a pesar de que ellos en muchos casos han aportado una visión pesimista, negativa y francamente demoledora del país que les ha dado trabajo y fama. No quiero con esto restar méritos a cineastas que admiro profundamente, como Billy Wilder, Fritz Lang, Murnau, Siodmak, Otto Preminger y Jacques Tourneur y otros. Principalmente me parece que sus películas nos muestran una América que los americanos no estaban acostumbrados a ver. El extranjero percibe mejor cosas a las que se han acostumbrado los nativos, y por ello su crítica es necesaria. Pero por la manera en que Simsolo nos lo presenta, da una impresión quizá falsa, porque está teñida de un cierto antiamericanismo muy habitual en el intelectual francés a partir de los años cuarenta, que se siente dolido por la intervención de los EEUU en la guerra. Guerra que no pudieron ganar solos.
Es evidente que los cineastas europeos exiliados llevan en sus maletas todo el horror que han vivido en Europa, toda la desolación y la desesperanza, y al llegar a América han de trabajar duro para salir adelante, y también encuentran que aquello no es un paraíso, sino que justamente en esos años la sociedad se está reconvirtiendo, están tratando de asimilar el resultado de la guerra y la nueva situación mundial surgida. Y esa actitud les lleva a producir un cine de antihéroes, de perdedores, de dudosa moralidad, de inquietante doblez, de violencia y de situaciones muy conflictivas, que a su vez son digeridas y buscadas por un público que también está viviendo situaciones muy problemáticas tras la guerra, y cuyo concepto de la moralidad y de la naturaleza humana, tras Auschwitz, ha cambiado radicalmente.
(Esta reseña ha sido publicada previamente en Anika entre Libros: http://libros2.ciberanika.com/desktopdefault.aspx?pagina=/letras/S/p04713.ascx)
Ariodante.
Julio 2009
jueves, 10 de septiembre de 2009
SILENCIO SE... GRABA (Semana del 11 al 17 de septiembre de 2009)
Mientras se deciden los premios en el Festival de Venecia nosotros proponemos buen cine aquí, en nuestro país, de la mano de las cadenas televisivas en abierto. Entre las películas que recomendamos figuran hasta cuatro de Clint Eastwood al lado de obras maestras de Orson Welles, David Wark Griffith, Alfred Hitchcock o Howard Hawks. Fijándonos en la tabla podemos descubrir una excelente cinta: La Chica con la maleta de Valerio Zurlini (1961), uno de cuyos fotogramas nos ha acompañado durante muchos meses en el blog (en la sección “nos visitan desde…”). El director de este buen filme se hizo al año siguiente con un famoso galardón: El León de Oro.
Pinchar en la tabla para verla mejor (las películas en rojo no son necesariamente las mejores, son las que se comentan más abajo)
Comentarios de algunas de las cintas recomendadas:
Cabalgar en solitario (Ride Lonesome de Budd Boetticher, 1959) Randolph Scott, Karen Steele. (Radiotelevisión de Las Islas Baleares, viernes 11 a las 18:00)
La dilatada experiencia de Cameron Menzies en el apartado técnico tuvo mucho que ver en el tratamiento visual de la cinta. El realizador era, realmente, un excelente director artístico que había pasado por todas las etapas del diseño de producción, y que había conseguido grandes logros visuales acompañando a Sam Wood en varias producciones o interviniendo en filmes tan importantes como Lo Que El Viento se Llevó. Además ya tenía en su haber alguna cinta notable, también fantástica, como La Vida Futura (Things To Come, 1936).
A los amantes del género Los Invasores de Marte les resultará imprescindible, al resto, como poco, curiosa y desde luego muy bien realizada. Recomiendo especialmente la primera media hora de metraje; en ella, el niño parece encontrarse sólo ante un enemigo cuyo poder crece por momentos. Yo de ustedes vigilaría el cielo por si alguna de las estrellas comienza a moverse…
Pinchar en la tabla para verla mejor (las películas en rojo no son necesariamente las mejores, son las que se comentan más abajo)
Comentarios de algunas de las cintas recomendadas:
Cabalgar en solitario (Ride Lonesome de Budd Boetticher, 1959) Randolph Scott, Karen Steele. (Radiotelevisión de Las Islas Baleares, viernes 11 a las 18:00)
Western del especialista Boetticher a beneficio de Randolph Scott que se hizo de “oro” gracias a participar en los beneficios de las películas que rodaron juntos... leer más
Elígeme (Choose me de Alan Rudolph, 1984). Genevieve Bujold, Keith Karradine, Lesley Ann Warren. (Castilla-La Mancha TV 2, sábado 12 a las 20:30)
Con una escena más propia de un musical (no perderse los créditos), arranca la primera cinta de la trilogía de dramas con toques de comedia que realiza Alan Rudolph en los años ochenta. Resulta la mejor de las tres -las otras dos son Inquietudes (Trouble in Mind, 1985) y Los Modernos (The Moderns, 1988)- y coincide con ellas en la trama, el ambiente y los actores: Genevieve Bujold y Keith Karradine.
Rudolph, primero asistente y guionista de Robert Altman, sigue de cerca los pasos de su maestro en los inicios de su carrera como director, pero a raíz de esta trilogía evoluciona para dotar de personalidad propia a sus creaciones: dramas corales, sí, pero impregnados de música y romanticismo donde diversos personajes se encuentran por casualidad y se mezclan con sus respectivas e inestables parejas. La película narra las relaciones de dos mujeres y un hombre, todos con una existencia difuminada debida a un pasado oscuro o a las fantasías del presente. Una locutora de radio, que dice ser doctora en medicina, da lecciones de comportamiento en pareja -y de sexo- a los oyentes de su exitoso programa; mientras tanto vive una vida paralela con otro nombre y se lamenta de su corta experiencia en los asuntos del amor. Una antigua prostituta regenta un bar situado en los barrios bajos de una gran ciudad; un barman, un gangster y la novia de éste perturban su complicada vida amorosa. Un enfermo mental trata de volver a Las Vegas, quiere casarse con toda aquella a la que besa y dice ser espía, piloto de combate y mecánico.
Agotando las distintas combinaciones, hombre-hombre, mujer-hombre, mujer-mujer, Rudolph va tejiendo un guión, al principio inconexo, donde los caracteres se definen a grandes rasgos, sin profundizar. Sólo después de la primera mitad de la cinta la trama va tomando cuerpo, los detalles de cada personalidad comienzan a ser importantes hasta llegar a ser una historia muy definida y, finalmente, concluir de una forma abierta muy atractiva.
Para dotar de su peculiar ambiente romántico, el director penetra en habitaciones decoradas con carteles de cine y cubiertas con sábanas de seda; rueda secuencias nocturnas en un callejón, solamente iluminado por las luces de neón, y lo convierte en improvisado salón de baile y escondido lugar de citas; y se acerca a la barra de un bar donde siguen predominando los marrones y los rojos, igual que en el exterior (hasta el cielo es encarnado en un bellísimo contrapicado) y donde reina el soul y el jazz.
En Choose me destacan la locura, las llamadas telefónicas, los espejos, la pasión y, sobre todo, la música. Alan Rudolph lo mezcla todo y consigue su mejor película hasta la fecha.
Arco de Triunfo (Arch of Triumph de Lewis Milestone, 1948). Ingrid Bergman, Charles Boyer, Charles Laughton. (Punt 2, sábado 12 a las 22:45)
Adaptación personal de la obra homónima de Erich Maria Remarque, uno de los autores más veces llevado al cine. Es una de las buenas películas del irregular Lewis Milestone, aunque fue un fracaso de público debido al poco atractivo papel de Ingrid Bergman. La historia narra las relaciones entre una pareja de exiliados en la Francia de 1939. A causa de una escena donde unos falangistas no salen muy bien parados, la película fue prohibida en España al poco de estrenarse. A destacar la actuación de Charles Laughton: cada vez que sale en una secuencia da la impresión que el resto de actores desaparecen de pantalla.
Los Invasores de Marte (Invaders from Mars de William Cameron Menzies, 1953). Jimmy Hunt, Helena Carter. (Castilla-La Mancha TV 2, sábado 12 a las 23:45)
William Cameron Menzies se acerca con mucha habilidad al público con una historia de ciencia-ficción. Lo consigue con los más pequeños cuando el personaje interpretado por Jimmy Hunt se queda dormido mirando a las estrellas –como muchos de los espectadores infantiles-, soñando con viajes espaciales y con seres de otro mundo. Sólo que esta vez sus sueños se convierten en pesadillas y lo que es peor, se hacen realidad: los alienígenas se apoderan de las mentes y los cuerpos de los humanos, entre ellos los de su propia familia.
También logra la atención de los adultos al incorporar la cinta al grupo de filmes que querían alertar sobre la invasión comunista al comienzo de la Guerra Fría. De hecho la trama es muy próxima a la de La Invasión de los Ladrones de Cuerpos (Invasión of the Body Snatchers de Don Siegel, 1956) y a otras del mismo corte, donde los invasores procedentes del espacio exterior quieren apoderarse de la Tierra consiguiendo primero transformar la mente de sus habitantes, como si fueran elementos subversivos cuyo proselitismo es irresistible. De esta forma, largometrajes convencionales se convertían en películas de culto, siempre que su factura tuviera un mínimo de calidad, como es el caso de Invaders from Mars.
Elígeme (Choose me de Alan Rudolph, 1984). Genevieve Bujold, Keith Karradine, Lesley Ann Warren. (Castilla-La Mancha TV 2, sábado 12 a las 20:30)
Con una escena más propia de un musical (no perderse los créditos), arranca la primera cinta de la trilogía de dramas con toques de comedia que realiza Alan Rudolph en los años ochenta. Resulta la mejor de las tres -las otras dos son Inquietudes (Trouble in Mind, 1985) y Los Modernos (The Moderns, 1988)- y coincide con ellas en la trama, el ambiente y los actores: Genevieve Bujold y Keith Karradine.
Rudolph, primero asistente y guionista de Robert Altman, sigue de cerca los pasos de su maestro en los inicios de su carrera como director, pero a raíz de esta trilogía evoluciona para dotar de personalidad propia a sus creaciones: dramas corales, sí, pero impregnados de música y romanticismo donde diversos personajes se encuentran por casualidad y se mezclan con sus respectivas e inestables parejas. La película narra las relaciones de dos mujeres y un hombre, todos con una existencia difuminada debida a un pasado oscuro o a las fantasías del presente. Una locutora de radio, que dice ser doctora en medicina, da lecciones de comportamiento en pareja -y de sexo- a los oyentes de su exitoso programa; mientras tanto vive una vida paralela con otro nombre y se lamenta de su corta experiencia en los asuntos del amor. Una antigua prostituta regenta un bar situado en los barrios bajos de una gran ciudad; un barman, un gangster y la novia de éste perturban su complicada vida amorosa. Un enfermo mental trata de volver a Las Vegas, quiere casarse con toda aquella a la que besa y dice ser espía, piloto de combate y mecánico.
Agotando las distintas combinaciones, hombre-hombre, mujer-hombre, mujer-mujer, Rudolph va tejiendo un guión, al principio inconexo, donde los caracteres se definen a grandes rasgos, sin profundizar. Sólo después de la primera mitad de la cinta la trama va tomando cuerpo, los detalles de cada personalidad comienzan a ser importantes hasta llegar a ser una historia muy definida y, finalmente, concluir de una forma abierta muy atractiva.
Para dotar de su peculiar ambiente romántico, el director penetra en habitaciones decoradas con carteles de cine y cubiertas con sábanas de seda; rueda secuencias nocturnas en un callejón, solamente iluminado por las luces de neón, y lo convierte en improvisado salón de baile y escondido lugar de citas; y se acerca a la barra de un bar donde siguen predominando los marrones y los rojos, igual que en el exterior (hasta el cielo es encarnado en un bellísimo contrapicado) y donde reina el soul y el jazz.
En Choose me destacan la locura, las llamadas telefónicas, los espejos, la pasión y, sobre todo, la música. Alan Rudolph lo mezcla todo y consigue su mejor película hasta la fecha.
Arco de Triunfo (Arch of Triumph de Lewis Milestone, 1948). Ingrid Bergman, Charles Boyer, Charles Laughton. (Punt 2, sábado 12 a las 22:45)
Adaptación personal de la obra homónima de Erich Maria Remarque, uno de los autores más veces llevado al cine. Es una de las buenas películas del irregular Lewis Milestone, aunque fue un fracaso de público debido al poco atractivo papel de Ingrid Bergman. La historia narra las relaciones entre una pareja de exiliados en la Francia de 1939. A causa de una escena donde unos falangistas no salen muy bien parados, la película fue prohibida en España al poco de estrenarse. A destacar la actuación de Charles Laughton: cada vez que sale en una secuencia da la impresión que el resto de actores desaparecen de pantalla.
Los Invasores de Marte (Invaders from Mars de William Cameron Menzies, 1953). Jimmy Hunt, Helena Carter. (Castilla-La Mancha TV 2, sábado 12 a las 23:45)
William Cameron Menzies se acerca con mucha habilidad al público con una historia de ciencia-ficción. Lo consigue con los más pequeños cuando el personaje interpretado por Jimmy Hunt se queda dormido mirando a las estrellas –como muchos de los espectadores infantiles-, soñando con viajes espaciales y con seres de otro mundo. Sólo que esta vez sus sueños se convierten en pesadillas y lo que es peor, se hacen realidad: los alienígenas se apoderan de las mentes y los cuerpos de los humanos, entre ellos los de su propia familia.
También logra la atención de los adultos al incorporar la cinta al grupo de filmes que querían alertar sobre la invasión comunista al comienzo de la Guerra Fría. De hecho la trama es muy próxima a la de La Invasión de los Ladrones de Cuerpos (Invasión of the Body Snatchers de Don Siegel, 1956) y a otras del mismo corte, donde los invasores procedentes del espacio exterior quieren apoderarse de la Tierra consiguiendo primero transformar la mente de sus habitantes, como si fueran elementos subversivos cuyo proselitismo es irresistible. De esta forma, largometrajes convencionales se convertían en películas de culto, siempre que su factura tuviera un mínimo de calidad, como es el caso de Invaders from Mars.
La dilatada experiencia de Cameron Menzies en el apartado técnico tuvo mucho que ver en el tratamiento visual de la cinta. El realizador era, realmente, un excelente director artístico que había pasado por todas las etapas del diseño de producción, y que había conseguido grandes logros visuales acompañando a Sam Wood en varias producciones o interviniendo en filmes tan importantes como Lo Que El Viento se Llevó. Además ya tenía en su haber alguna cinta notable, también fantástica, como La Vida Futura (Things To Come, 1936).
A los amantes del género Los Invasores de Marte les resultará imprescindible, al resto, como poco, curiosa y desde luego muy bien realizada. Recomiendo especialmente la primera media hora de metraje; en ella, el niño parece encontrarse sólo ante un enemigo cuyo poder crece por momentos. Yo de ustedes vigilaría el cielo por si alguna de las estrellas comienza a moverse…
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